11/03/2016, 02:19
(Última modificación: 14/03/2016, 01:49 por Uchiha Akame.)
La risa burlona que había salido de sus labios momentos antes se heló en diferido cuando el tal Datsue se apartó ligeramente la túnica... Para mostrar una bandana de Takigakure idéntica a la suya. Anzu se quedó boquiabierta unos instantes, sin saber exactamente qué decir; el niño la había dejado en evidencia, y punto. Estrechó con firmeza la mano del Uchiha y le cedió el turno frente al mostrador.
Maldito cuerpoescombro, ¿cómo cojones habrá aprobado el examen de graduación? Si parece un palillo, ¡hay que joderse!
Sin embargo, no se fue. Espero junto a la puerta de la tienda, paciente, con la mirada perdida en la calle. Afuera llovía en cantidad, y aunque ya estaba bien entrada la tarde, se podía ver actividad por los alrededores. Los autóctonos estaban acostumbrados a las inclemencias del tiempo, pero a Anzu, después de pasar casi un año en Takigakure, aquello le parecía la mayor mierda de Onindo. Joder, hay que tener ganas para vivir aquí. Aunque supongo que es cuestión de acostumbrarse, y tampoco es que yo sea la más indicada para hablar... Caviló en silencio hasta que su supuesto compañero de Takigakure hubo finalizado sus negocios en aquel comercio.
Como una loba esperando a cazar algún cervatillo desorientado, Anzu aguardó pacientemente a que el Uchiha se acercase a la puerta. Era el único punto de salida. Por fuerza iba a tener que pasar por allí.
-Acogedor, ¿eh, socio? -interpeló a Datsue-. Igualito que el País del Río, ¡ja! Si no fuese por Amegakure, este sitio sería el culo de Onindo. ¿Qué razones puede tener alguien para venir desde allí hasta aquí? -Deben ser condenadamente buenas, socio.-.
Anzu se llevó una mano a la cintura, ajustándose el portaobjetos con pose marcial. Sin embargo, sonreía; estaba en su hábitat, en su medio natural -al que despreciaba profundamente-.
Maldito cuerpoescombro, ¿cómo cojones habrá aprobado el examen de graduación? Si parece un palillo, ¡hay que joderse!
Sin embargo, no se fue. Espero junto a la puerta de la tienda, paciente, con la mirada perdida en la calle. Afuera llovía en cantidad, y aunque ya estaba bien entrada la tarde, se podía ver actividad por los alrededores. Los autóctonos estaban acostumbrados a las inclemencias del tiempo, pero a Anzu, después de pasar casi un año en Takigakure, aquello le parecía la mayor mierda de Onindo. Joder, hay que tener ganas para vivir aquí. Aunque supongo que es cuestión de acostumbrarse, y tampoco es que yo sea la más indicada para hablar... Caviló en silencio hasta que su supuesto compañero de Takigakure hubo finalizado sus negocios en aquel comercio.
Como una loba esperando a cazar algún cervatillo desorientado, Anzu aguardó pacientemente a que el Uchiha se acercase a la puerta. Era el único punto de salida. Por fuerza iba a tener que pasar por allí.
-Acogedor, ¿eh, socio? -interpeló a Datsue-. Igualito que el País del Río, ¡ja! Si no fuese por Amegakure, este sitio sería el culo de Onindo. ¿Qué razones puede tener alguien para venir desde allí hasta aquí? -Deben ser condenadamente buenas, socio.-.
Anzu se llevó una mano a la cintura, ajustándose el portaobjetos con pose marcial. Sin embargo, sonreía; estaba en su hábitat, en su medio natural -al que despreciaba profundamente-.