11/03/2016, 11:16
El tiburón escuchó el recital de locura que el desconocido recitó para los presentes. Desvariaba cada tanto, parecía no coger el hilo de lo que salía de su boca y además, actuaba como si tuviera la necesidad de arremeter contra aquellos que le estuviesen juzgando. Y eso era lo que hacían ellos precisamente, porque: ¿qué otra cosa se podría pensar de semejante persona?...
Que está loco, porsupuesto.
No obstante, Kaido le dejó terminar. A tal punto de esperar a que el hombre le volviera a inquerir la misma interrogante, pero él seguía pensando lo mismo. Su rostro lo reflejaba, así también su lenguaje corporal. Pensaba, ni más ni menos, que el hombre estaba sencillamente chalado.
«Te voy a arreglar la cabeza a hostiones»
Esa era la mejor solución, sí. Revolver su cerebro a golpes para que encontrase su cordura. Y dispuesto a lograrlo, se abalanzó hacia el desconocido como quien no le teme a nada.
Pero algo le detuvo en seco. Una mano, certera sobre su hombro, deteniendo su avance de forma inmediata. Él volteó de nuevo sorprendido ante el agravio, pero se encontró con la férrea e imponente presencia de su mentor, quien parecía haber llegado en el momento más oportuno.
Yarou observó a los presentes una vez. Pero su asidua cordialidad no estaba presente esa vez, y Kaido pensó que se debía a la presencia del loco. Porque se veían mutuamente como si existiese un pasado entre ambas entidades, pero no había forma de comprobarlo por ahora.
Bastó un movimiento de manos para que el tiburón entendiera que era hora de irse de allí. A saber la razón, pero la experiencia le había enseñado que no era sensato llevarle la contraria al viejo Hozuki.
—Te iba a dar un tratamiento eficaz para la demencia, pero he de retirarme —anunció, para luego señalar a Datsue—. me temo que la aventura se acabó por hoy. Por suerte aún estamos vivos, ¿eh?...
Sonrió, con su filosa dentadura de por medio.
Luego cabeceó al ver a Tenrai, quien no supo si irse al igual que el escualo o terminar de ver como terminaba la escena. De cualquier forma, cuando Kaido se alejase de allí junto a Yarou-dono ya no tendría que ver con ellos hasta que volvieran a encontrarse.
Y así, tras unos cuantos matorrales; el pez dejó la escena para que finalizara a su suerte.
Que está loco, porsupuesto.
No obstante, Kaido le dejó terminar. A tal punto de esperar a que el hombre le volviera a inquerir la misma interrogante, pero él seguía pensando lo mismo. Su rostro lo reflejaba, así también su lenguaje corporal. Pensaba, ni más ni menos, que el hombre estaba sencillamente chalado.
«Te voy a arreglar la cabeza a hostiones»
Esa era la mejor solución, sí. Revolver su cerebro a golpes para que encontrase su cordura. Y dispuesto a lograrlo, se abalanzó hacia el desconocido como quien no le teme a nada.
Pero algo le detuvo en seco. Una mano, certera sobre su hombro, deteniendo su avance de forma inmediata. Él volteó de nuevo sorprendido ante el agravio, pero se encontró con la férrea e imponente presencia de su mentor, quien parecía haber llegado en el momento más oportuno.
Yarou observó a los presentes una vez. Pero su asidua cordialidad no estaba presente esa vez, y Kaido pensó que se debía a la presencia del loco. Porque se veían mutuamente como si existiese un pasado entre ambas entidades, pero no había forma de comprobarlo por ahora.
Bastó un movimiento de manos para que el tiburón entendiera que era hora de irse de allí. A saber la razón, pero la experiencia le había enseñado que no era sensato llevarle la contraria al viejo Hozuki.
—Te iba a dar un tratamiento eficaz para la demencia, pero he de retirarme —anunció, para luego señalar a Datsue—. me temo que la aventura se acabó por hoy. Por suerte aún estamos vivos, ¿eh?...
Sonrió, con su filosa dentadura de por medio.
Luego cabeceó al ver a Tenrai, quien no supo si irse al igual que el escualo o terminar de ver como terminaba la escena. De cualquier forma, cuando Kaido se alejase de allí junto a Yarou-dono ya no tendría que ver con ellos hasta que volvieran a encontrarse.
Y así, tras unos cuantos matorrales; el pez dejó la escena para que finalizara a su suerte.