11/03/2016, 14:21
La sonrisa de Ayame se ensanchó aún más al ver que Juro le devolvía el gesto de la reconciliación. Había sido un oponente digno hasta el final.
— Gracias...Creo... Lo mismo... Tenemos que repetirlo...algun día... —le respondió, y cuando percibió que ponía todo su esfuerzo en levantarse, apoyó una mano sobre su hombro.
—¡Claro que lo haremos! Pero no deberías esforzarte ahora. El combate ha terminado, deberías descansar —le dijo con amabilidad, al tiempo que echaba una mirada hacia atrás, buscando a los médicos que debían acudir a la arena en cuanto los combates terminaron.
Fue entonces cuando fue consciente de que el público había estallado en vítores y aplausos que inundaron sus oídos y llenaron su pecho de un sentimiento difícil de explicar. Era una especie de cosquilleo, una felicidad indescriptible, pero lo que ella buscaba era la aprobación de una sola persona. O quizás dos.
— Toma tus armas, están un poco manchadas... —la voz de Juro la sobresaltó, devolviéndola al presente.
Ayame sacudió la cabeza con una risilla.
—No es la primera, ni será la última vez que se manchen de sangre... —dijo, y sus últimas palabras se tiñeron con algo de tristeza. Tomó las armas, las guardó en su portaobjetos, y después se reincorporó—. Ya nos veremos, Curro-san. Espero que no tardes en recuperarte.
Se dio la vuelta, de camino hacia su propia puerta. Los vítores seguían bañándola, y Ayame seguía sin saber cómo debía sentirse al respecto. Sólo tenía una cosa en la cabeza. ¿La habría visto su padre? ¿Su hermano? ¿Su tío? ¿Daruu-kun? ¿Kiroe-san? ¿Qué les habría parecido su actuación? ¿Estarían orgullosos de ella?
Se llevó una mano al torso cuando el golpe que había sufrido volvió a punzarle.
«Pero, sobre todo, ¿contra quién lucharé en la final?» Se preguntó. Si aquel había sido un combate difícil, no quería ni imaginar lo que le esperaba la semana que viene. «En el otro combate estaban Meri-san y Cota-san...»
A ambos los conocía. Pero de ninguno de ellos conocía absolutamente nada. Tan sólo sabía que Cota era el "chico-araña". ¿Quién de los dos sería su oponente?
Volvió a sacudir la cabeza, y justo en ese momento llegó hasta la sala de espera. El público calló a sus espaldas y Ayame entrecerró los ojos ante la diferencia de claridad.
Ya se enteraría de quién era su oponente. Pero, fuera quien fuera, daría todo de sí para ganar.
— Gracias...Creo... Lo mismo... Tenemos que repetirlo...algun día... —le respondió, y cuando percibió que ponía todo su esfuerzo en levantarse, apoyó una mano sobre su hombro.
—¡Claro que lo haremos! Pero no deberías esforzarte ahora. El combate ha terminado, deberías descansar —le dijo con amabilidad, al tiempo que echaba una mirada hacia atrás, buscando a los médicos que debían acudir a la arena en cuanto los combates terminaron.
Fue entonces cuando fue consciente de que el público había estallado en vítores y aplausos que inundaron sus oídos y llenaron su pecho de un sentimiento difícil de explicar. Era una especie de cosquilleo, una felicidad indescriptible, pero lo que ella buscaba era la aprobación de una sola persona. O quizás dos.
— Toma tus armas, están un poco manchadas... —la voz de Juro la sobresaltó, devolviéndola al presente.
Ayame sacudió la cabeza con una risilla.
—No es la primera, ni será la última vez que se manchen de sangre... —dijo, y sus últimas palabras se tiñeron con algo de tristeza. Tomó las armas, las guardó en su portaobjetos, y después se reincorporó—. Ya nos veremos, Curro-san. Espero que no tardes en recuperarte.
Se dio la vuelta, de camino hacia su propia puerta. Los vítores seguían bañándola, y Ayame seguía sin saber cómo debía sentirse al respecto. Sólo tenía una cosa en la cabeza. ¿La habría visto su padre? ¿Su hermano? ¿Su tío? ¿Daruu-kun? ¿Kiroe-san? ¿Qué les habría parecido su actuación? ¿Estarían orgullosos de ella?
Se llevó una mano al torso cuando el golpe que había sufrido volvió a punzarle.
«Pero, sobre todo, ¿contra quién lucharé en la final?» Se preguntó. Si aquel había sido un combate difícil, no quería ni imaginar lo que le esperaba la semana que viene. «En el otro combate estaban Meri-san y Cota-san...»
A ambos los conocía. Pero de ninguno de ellos conocía absolutamente nada. Tan sólo sabía que Cota era el "chico-araña". ¿Quién de los dos sería su oponente?
Volvió a sacudir la cabeza, y justo en ese momento llegó hasta la sala de espera. El público calló a sus espaldas y Ayame entrecerró los ojos ante la diferencia de claridad.
Ya se enteraría de quién era su oponente. Pero, fuera quien fuera, daría todo de sí para ganar.
«Prométeme una cosa. Prométeme que intentarás ganar. Promételo.»