11/03/2016, 17:34
Al parecer Riko también era cuidado con sus cosas. Ante la pregunta de la peliblanco éste contestó lo mínimo e imprescindible, quizás menos. Al parecer Uzu era una aldea de estructuras tradicionales, según había entendido, y de clima bueno. Obviamente, era una aldea tranquila, en éstos tiempos lo raro eran las aldeas con conflictos, ya fuesen internos o externos.
—Ummm... entiendo.— Contestó la chica, aunque realmente no lo podía entender.
Y al fin, llegó el camarero a la mesa. Había pasado un lapso muy corto de tiempo, pero una eternidad si contamos con la persecución y toda la broma anterior, broma de mal gusto evidentemente. El chico comentó que por si acaso deberían tener controladas las carteras, y ciertamente era verdad. Tan solo esperaba la chica que no tuviese otro altercado así, pues de lo contrario a ésta próxima rata si que la pensaba calcinar. Ésta no se libraría con un garabato en la frente y un placaje, no señor.
Dejó caer un leve suspiro, y negó con la cabeza al comentario de su compañero de mesa.
—Si pasa de nuevo eso, le faltará tierra para correr o esconderse en la superficie de éste planeta.—
Fuera de todo eso, el camarero tan solo tomó los desperdicios de la mesa, así como las tazas vacías, y se fue sin mediar palabra. Lejos quedó la opción de tomarles nota antes de eso, pero en parte era bueno, así no tenían que estar un rato entre basura y malvaviscos mordidos.
—Bueno, ya vendrá de nuevo y nos tomará nota, supongo.—
De nuevo, le echó un pequeño vistazo a la carta. Había visto esos pequeños dulces rosados, y quería saber el nombre de esas cosas. Jamás los había pedido, pero tenían una pinta estupenda. Aunque por mas que lo miró, no lograba darle nombre, quizás preguntase al camarero en cuanto regresase.
—Riko... ¿tu sabes cómo se llamaban esos dulces que tenían los ancianos de ésta mesa antes? La verdad es que tenían una pinta deliciosa, y muy azucarada.—
Evidentemente, se refería a los malvaviscos.
—Ummm... entiendo.— Contestó la chica, aunque realmente no lo podía entender.
Y al fin, llegó el camarero a la mesa. Había pasado un lapso muy corto de tiempo, pero una eternidad si contamos con la persecución y toda la broma anterior, broma de mal gusto evidentemente. El chico comentó que por si acaso deberían tener controladas las carteras, y ciertamente era verdad. Tan solo esperaba la chica que no tuviese otro altercado así, pues de lo contrario a ésta próxima rata si que la pensaba calcinar. Ésta no se libraría con un garabato en la frente y un placaje, no señor.
Dejó caer un leve suspiro, y negó con la cabeza al comentario de su compañero de mesa.
—Si pasa de nuevo eso, le faltará tierra para correr o esconderse en la superficie de éste planeta.—
Fuera de todo eso, el camarero tan solo tomó los desperdicios de la mesa, así como las tazas vacías, y se fue sin mediar palabra. Lejos quedó la opción de tomarles nota antes de eso, pero en parte era bueno, así no tenían que estar un rato entre basura y malvaviscos mordidos.
—Bueno, ya vendrá de nuevo y nos tomará nota, supongo.—
De nuevo, le echó un pequeño vistazo a la carta. Había visto esos pequeños dulces rosados, y quería saber el nombre de esas cosas. Jamás los había pedido, pero tenían una pinta estupenda. Aunque por mas que lo miró, no lograba darle nombre, quizás preguntase al camarero en cuanto regresase.
—Riko... ¿tu sabes cómo se llamaban esos dulces que tenían los ancianos de ésta mesa antes? La verdad es que tenían una pinta deliciosa, y muy azucarada.—
Evidentemente, se refería a los malvaviscos.