13/03/2016, 01:10
— Gracias...Creo... Lo mismo... Tenemos que repetirlo...algun día... —le respondió, y cuando percibió que ponía todo su esfuerzo en levantarse, apoyó una mano sobre su hombro.
—¡Claro que lo haremos! Pero no deberías esforzarte ahora. El combate ha terminado, deberías descansar
Juro no pudo evitar sonreír. Toda su fiereza se había ido, solo quedaba la amabilidad con la que le había tratado antes de que fueran destinados rivales. Estaba feliz por ello. Apoyado levemente en ella, pudo ver que había tenido una buena experiencia que no olvidaría, y una nueva cara con la que querría encontrarse pronto.
— Toma tus armas, están un poco manchadas... —la voz de Juro la sobresaltó, devolviéndola al presente.
—No es la primera, ni será la última vez que se manchen de sangre... —dijo Ayame, tras una pequeña risilla, mientras se incorporaba—. Ya nos veremos, Curro-san. Espero que no tardes en recuperarte.
- Gracias... No tienes que preocuparte por mi, estaré bien - murmuró nuevamente, abrumado por la amabilidad que esa shinobi de otra aldea presentaba ante él - Buena suerte en la final, no me perderé esa pelea por nada del mundo.
Juro hizo un esfuerzo por mantenerse en pie en cuanto Ayame cesó su apoyo y se dio la vuelta. Observó como se iba, victoriosa y con el público aplaudiendo. Quiso pensar que una parte - una pequeña parte al menos - eran destinados hacia él, o al menos, hacia el combate en sí.
Los medicos pronto lo ayudaron a poder caminar y abandonar el estadio con ayuda. Mientras lo abandonaba, en dirección al hospital, solo pudo pensar una cosa de todo lo que había pasado.
"Tengo que pedir a Katsue que me entrene, ya es hora de progresar. Si no, nunca podré alcanzar a gente como Ayame, como Nabi o como Eri... Si, después de este combate, no se negara..."
El dolor en las costillas segúia martirizandole. ¿Se habría roto alguna? Los médicos pronto lo descubririan. De momento, descansaría un poco. Cerraría los ojos y descansaría. Luego ya se encontraría con su hermana y hablaría con los demás.
Por primera vez se relajó un poco. El recuerdo del combate le acompañaría, y por una vez, no tendría pesadillas en aquella cama del hospital...
—¡Claro que lo haremos! Pero no deberías esforzarte ahora. El combate ha terminado, deberías descansar
Juro no pudo evitar sonreír. Toda su fiereza se había ido, solo quedaba la amabilidad con la que le había tratado antes de que fueran destinados rivales. Estaba feliz por ello. Apoyado levemente en ella, pudo ver que había tenido una buena experiencia que no olvidaría, y una nueva cara con la que querría encontrarse pronto.
— Toma tus armas, están un poco manchadas... —la voz de Juro la sobresaltó, devolviéndola al presente.
—No es la primera, ni será la última vez que se manchen de sangre... —dijo Ayame, tras una pequeña risilla, mientras se incorporaba—. Ya nos veremos, Curro-san. Espero que no tardes en recuperarte.
- Gracias... No tienes que preocuparte por mi, estaré bien - murmuró nuevamente, abrumado por la amabilidad que esa shinobi de otra aldea presentaba ante él - Buena suerte en la final, no me perderé esa pelea por nada del mundo.
Juro hizo un esfuerzo por mantenerse en pie en cuanto Ayame cesó su apoyo y se dio la vuelta. Observó como se iba, victoriosa y con el público aplaudiendo. Quiso pensar que una parte - una pequeña parte al menos - eran destinados hacia él, o al menos, hacia el combate en sí.
Los medicos pronto lo ayudaron a poder caminar y abandonar el estadio con ayuda. Mientras lo abandonaba, en dirección al hospital, solo pudo pensar una cosa de todo lo que había pasado.
"Tengo que pedir a Katsue que me entrene, ya es hora de progresar. Si no, nunca podré alcanzar a gente como Ayame, como Nabi o como Eri... Si, después de este combate, no se negara..."
El dolor en las costillas segúia martirizandole. ¿Se habría roto alguna? Los médicos pronto lo descubririan. De momento, descansaría un poco. Cerraría los ojos y descansaría. Luego ya se encontraría con su hermana y hablaría con los demás.
Por primera vez se relajó un poco. El recuerdo del combate le acompañaría, y por una vez, no tendría pesadillas en aquella cama del hospital...