13/03/2016, 08:06
Anzu recibió su mensaje, mas no lo entendió. Frustrado, pero no molesto, entendió que todo se trataba de un embrollo de nervios y lios acumulados en su cabeza desde hace tiempo. Capaz el no haber visto el florecimiento fue la causa de su paranoia, o que su abuela se haya mantenido recia a venir. Lo había decidido, iba a darlo todo en el pulso. Iba a depositar toda su devoción y odio en su diestra; la adredalina es la mejor medicina en estas situaciones.
Un hombre se acercó a los dos e hizo de arbitro, hizo una cuenta regresiva desde el número 3 y la pulseada comenzó. Hei, al instante, se vio en desventaja. La morocha no mentía, era fuerte. No era nada sobrehumano, pero se notaba que había hecho énfasis en su fuerza en los entrenamientos que tuvo que pasar para adquirirla. Aunque Hei podía dar pelea, este se desanimó y no vio gracia en seguir. Quería hacerse pasar por mayor de edad en algún lugar y comprar algo en lo que ahogar la frustración que estaba sintiendo. Con un ojo en la pulseada y otro en Tatsuya trató de aparentar esfuerzo, pues escuchó que alguien había apostado a su favor en el repentino evento.
Fue entonces cuando lo escuchó, un sonido que venía directamente desde la dirección de Tatusya; el sonido del metal chocando contra la madera. Hei se agitó y desconcentro, cediendo su diestra en consecuencia.
Todo el mundo gritó, enojado, muy enojado. Insultos y burlas se escuchaban a la redonda del rubio que, parado, miraba fijamente a Tatsuya.
— Esto es todo. — Sentenció, firme y serio. — Aprende a socializar. — Se dio media vuelta y colocó ambas manos en sus bolsillos.
Sí, se estaba yendo. Más bien estaba huyendo y él lo sabía, pero se vio impotente ante la idea de herir los sentimientos del intento de disfraz de buena persona, que de seguro ocultaba una historia perturbadora que él no quería saber. Había venido para conocer gente nueva y eso hizo, pero la situación no ameritaba para seguir allí. Nadie entendería su punto vista. A diferencia de Anzu, él no estaba de buenas, no disfrutaba de bebidas con sus compañeros o algo por el estilo. No estaba animado.
Pero algo pasó.
— ¿Qué pasa acá? — Un hombre, que aparentaba la mediana edad y vestía el característico uniforme Chunin de Takigakure, emergió entre el publico antes que Hei pudiera dar dos pasos. — Quiero una explicación de porqué ese niño tiene una espada en sus manos y porque ustedes estaban haciendo una apuesta. — Parecía que el tipo no sabía redactar bien sus palabras, de seguro estaba nervioso por la cantidad de gente, pero estaba en lo cierto. En un evento como este, un alboroto de esta índole, llamaría la atención de las autoridades que se deben encargar de que todo salga bien.
Hei, que no se creía lo que estaba pasando, miró con una sonrisa picarona al uniformado.
— ¿A caso hay que hacer una solicitud para poder retar a alguien a un pulso? — Recitó. — Oficial, deben haber cosas más importantes de las que ocuparse. — El maldito seguía sonriendo, parecía querer buscarse problemas.
— ¡Maldito! — Llenó de furia, debido a la reacción del publico que variaba entre carcajadas y abulleos, intentó tomar del cuello a Hei. Mas el bakutonero previó sus movimientos debido a la distancia que había entre ellos, dando un rápido giro en dirección a la mesa donde hace rato estaba sentado.
— ¿A donde crees que vas? — Lo tomó de su ropa, su Haori lila. Era un Shinobi, ¿como iba a dejar que se le escape un niño de las manos?
Mas Hei logró escabullirse, dejando atrás su prenda. Tomó un impulso y saltó arriba de la mesa. La autoridad seguía confundida, no había comprendido bien que había pasado.
— Más les vale correr. — Les guiñó un ojo a Anzu y Tatsuya y huyó entre la muchedumbre. Si seguían a Hei, la aventura seguiría. Si se quedaban, podrían explicarle al oficial que todo se trababa de un malentendido.
Un hombre se acercó a los dos e hizo de arbitro, hizo una cuenta regresiva desde el número 3 y la pulseada comenzó. Hei, al instante, se vio en desventaja. La morocha no mentía, era fuerte. No era nada sobrehumano, pero se notaba que había hecho énfasis en su fuerza en los entrenamientos que tuvo que pasar para adquirirla. Aunque Hei podía dar pelea, este se desanimó y no vio gracia en seguir. Quería hacerse pasar por mayor de edad en algún lugar y comprar algo en lo que ahogar la frustración que estaba sintiendo. Con un ojo en la pulseada y otro en Tatsuya trató de aparentar esfuerzo, pues escuchó que alguien había apostado a su favor en el repentino evento.
Fue entonces cuando lo escuchó, un sonido que venía directamente desde la dirección de Tatusya; el sonido del metal chocando contra la madera. Hei se agitó y desconcentro, cediendo su diestra en consecuencia.
Todo el mundo gritó, enojado, muy enojado. Insultos y burlas se escuchaban a la redonda del rubio que, parado, miraba fijamente a Tatsuya.
— Esto es todo. — Sentenció, firme y serio. — Aprende a socializar. — Se dio media vuelta y colocó ambas manos en sus bolsillos.
Sí, se estaba yendo. Más bien estaba huyendo y él lo sabía, pero se vio impotente ante la idea de herir los sentimientos del intento de disfraz de buena persona, que de seguro ocultaba una historia perturbadora que él no quería saber. Había venido para conocer gente nueva y eso hizo, pero la situación no ameritaba para seguir allí. Nadie entendería su punto vista. A diferencia de Anzu, él no estaba de buenas, no disfrutaba de bebidas con sus compañeros o algo por el estilo. No estaba animado.
Pero algo pasó.
— ¿Qué pasa acá? — Un hombre, que aparentaba la mediana edad y vestía el característico uniforme Chunin de Takigakure, emergió entre el publico antes que Hei pudiera dar dos pasos. — Quiero una explicación de porqué ese niño tiene una espada en sus manos y porque ustedes estaban haciendo una apuesta. — Parecía que el tipo no sabía redactar bien sus palabras, de seguro estaba nervioso por la cantidad de gente, pero estaba en lo cierto. En un evento como este, un alboroto de esta índole, llamaría la atención de las autoridades que se deben encargar de que todo salga bien.
Hei, que no se creía lo que estaba pasando, miró con una sonrisa picarona al uniformado.
— ¿A caso hay que hacer una solicitud para poder retar a alguien a un pulso? — Recitó. — Oficial, deben haber cosas más importantes de las que ocuparse. — El maldito seguía sonriendo, parecía querer buscarse problemas.
— ¡Maldito! — Llenó de furia, debido a la reacción del publico que variaba entre carcajadas y abulleos, intentó tomar del cuello a Hei. Mas el bakutonero previó sus movimientos debido a la distancia que había entre ellos, dando un rápido giro en dirección a la mesa donde hace rato estaba sentado.
— ¿A donde crees que vas? — Lo tomó de su ropa, su Haori lila. Era un Shinobi, ¿como iba a dejar que se le escape un niño de las manos?
Mas Hei logró escabullirse, dejando atrás su prenda. Tomó un impulso y saltó arriba de la mesa. La autoridad seguía confundida, no había comprendido bien que había pasado.
— Más les vale correr. — Les guiñó un ojo a Anzu y Tatsuya y huyó entre la muchedumbre. Si seguían a Hei, la aventura seguiría. Si se quedaban, podrían explicarle al oficial que todo se trababa de un malentendido.