13/03/2016, 19:43
Todo en aquel sitio olía a viejo, a polvo, como si nadie hubiese empleado las herramientas esparcidas por la herrería en un buen tiempo. Sin embargo, no se atrevió a confirmar sus sospechas. Quizá más tarde, dependiendo de como fuese la cena.
La casa era también austera, más incluso que la de Datsue, con las paredes manchadas por la humedad y sin ningún tipo de adorno mencionable. Estando Anzu distraída, y para evitar un silencio incómodo, aprovechó para intentar resolver una duda que llevaba corroyéndole desde hacía un tiempo.
—¿Sabe? Siempre me intrigó una cosa —confesó a Hiroshi—. ¿Por qué todos los herreros ponen el mismo precio a las armas? No importa a donde vaya: al País del Río, de la Tierra, de la Tormenta… Los kunais están a 250, los shurikens a 200… —A veces era frustrante. Además, eran las únicas personas que no cedían a sus regateos—. Y el Ninjatō a mil. A veces me desespera. Es como si todos os hubieseis puesto de acuerdo para fijar un precio —¿O habrá una mafia que esté detrás de todo esto?, aventuró el Uchiha—. ¿No cree que si alguien bajase el precio rompería el mercado? Yo iría de cabeza a comprarle, vaya.
Mientras no paraba de hablar y hablar, un característico olor empalagó su olfato. Oh, no… Tras la charla con Hiroshi sobre su pequeña inquietud, el artesano confirmó sus sospechas.
-Espero que te guste el estofado de cerdo, Datsue-san.
—Esto, yo…
-¡Voy a poner todo mi esmero en él, como agradecimiento por que hayas acompañado a mi pequeña hasta aquí! -continuó hablando, sin darle tiempo a responder-. Sé que tiene mucho genio, pero aunque no lo parezca, es una niña muy sensible. La noche antes de mudarse a Takigakure, se pasó un montón de horas llorando en su habitación... ¡Qué suerte que haya hecho amigos tan pronto!
La sola imagen de Anzu llorando como una niña pequeña hizo que se le olvidase el pequeño problemilla que tenía con el estofado, soltando una atronadora carcajada. Buscó con la mirada a la kunoichi, todavía conteniendo la risa, mientras seguía imaginando aquel rostro de fiera berreando como un bebé.
-¡Pero qué modales tengo! Siéntate chico, siéntate. La cena tardará apenas unos minutos. Y bueno, cuéntame, ¿cómo os conocísteis? ¿Habéis hecho alguna misión juntos ya? ¿Os habéis enfrentado a algún sanguinario criminal?
—Pues… nos conocimos hace muy poco, la verdad —reconoció, mientras tomaba asiento—. Todavía no nos dio tiempo a hacer ninguna misión juntos… Pero estoy seguro que la haremos —dijo, más por quedar bien que otra cosa—. Hiroshi… Esto… Respecto al estofado —Datsue nunca sabía como enfrentarse a aquello sin provocar un montón de carcajadas y miradas de incredulidad. Al final, optó por decirlo de sopetón: —. Soy alérgico a la carne.
La casa era también austera, más incluso que la de Datsue, con las paredes manchadas por la humedad y sin ningún tipo de adorno mencionable. Estando Anzu distraída, y para evitar un silencio incómodo, aprovechó para intentar resolver una duda que llevaba corroyéndole desde hacía un tiempo.
—¿Sabe? Siempre me intrigó una cosa —confesó a Hiroshi—. ¿Por qué todos los herreros ponen el mismo precio a las armas? No importa a donde vaya: al País del Río, de la Tierra, de la Tormenta… Los kunais están a 250, los shurikens a 200… —A veces era frustrante. Además, eran las únicas personas que no cedían a sus regateos—. Y el Ninjatō a mil. A veces me desespera. Es como si todos os hubieseis puesto de acuerdo para fijar un precio —¿O habrá una mafia que esté detrás de todo esto?, aventuró el Uchiha—. ¿No cree que si alguien bajase el precio rompería el mercado? Yo iría de cabeza a comprarle, vaya.
Mientras no paraba de hablar y hablar, un característico olor empalagó su olfato. Oh, no… Tras la charla con Hiroshi sobre su pequeña inquietud, el artesano confirmó sus sospechas.
-Espero que te guste el estofado de cerdo, Datsue-san.
—Esto, yo…
-¡Voy a poner todo mi esmero en él, como agradecimiento por que hayas acompañado a mi pequeña hasta aquí! -continuó hablando, sin darle tiempo a responder-. Sé que tiene mucho genio, pero aunque no lo parezca, es una niña muy sensible. La noche antes de mudarse a Takigakure, se pasó un montón de horas llorando en su habitación... ¡Qué suerte que haya hecho amigos tan pronto!
La sola imagen de Anzu llorando como una niña pequeña hizo que se le olvidase el pequeño problemilla que tenía con el estofado, soltando una atronadora carcajada. Buscó con la mirada a la kunoichi, todavía conteniendo la risa, mientras seguía imaginando aquel rostro de fiera berreando como un bebé.
-¡Pero qué modales tengo! Siéntate chico, siéntate. La cena tardará apenas unos minutos. Y bueno, cuéntame, ¿cómo os conocísteis? ¿Habéis hecho alguna misión juntos ya? ¿Os habéis enfrentado a algún sanguinario criminal?
—Pues… nos conocimos hace muy poco, la verdad —reconoció, mientras tomaba asiento—. Todavía no nos dio tiempo a hacer ninguna misión juntos… Pero estoy seguro que la haremos —dijo, más por quedar bien que otra cosa—. Hiroshi… Esto… Respecto al estofado —Datsue nunca sabía como enfrentarse a aquello sin provocar un montón de carcajadas y miradas de incredulidad. Al final, optó por decirlo de sopetón: —. Soy alérgico a la carne.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado