14/03/2016, 00:32
Hasta Riko no pudo evitar un comentario sobre la demora con el batido. Era evidente que ambos tenían el mismo pensamiento, y el camarero les había dejado la miel en los labios. Sendos chicos esperaban con ansias el regreso del camarero, o mas concretamente el que éste regresase por tercera vez acompañado de esos susodichos batidos.
—Esperemos que pronto, yo también quiero el mio... jajaja.—
Tras de si el camarero solo dejó un instinto asesino de bebidas horrible. Aunque por otro lado, lo bueno siempre se hace esperar.
Durante la espera, la chica se preocupó en averiguar el nombre de esos dulces rosas que tan buena pinta tenían. No era que la vida le fuese en ello, pero oye, tenían una pinta tremenda. Eran unos dulces dignos de servir como merienda. Seguro que eran blanditos y super dulces de sabor.
Riko por su parte tampoco pudo ayudar demasiado, tampoco sabía cómo se llamaban ese tipo de dulces. Realmente los malvaviscos estaban demasiado pasados desapercibido, o meramente extintos en las aldeas ocultas, a saber.
—Disculpad, ¿ya sabéis que vais a tomar?— Preguntó el camarero.
Ésto pilló a la chica por sorpresa, no lo había visto llegar. Se retorció para observarlo, y agarró inconscientemente su cartera. Sus orbes rojos se clavaron en él, y guardó silencio por un breve lapso de tiempo.
—Si, ya lo tenemos pensado.— Respondió al fin. —Yo tomaré un batido de frutas salvajes con nata montada y sirope de fresa.—
Katomi se subió un montón. Pasó de un simple batido de frutas a ponerle hasta sirope. Pero el camarero no pareció sorprenderse tampoco por ese hecho, se limitó a apuntarlo en una pequeña libreta.
—¿Y usted querrá algo, joven?— Preguntó a Riko.
Con tanto hype del batido, hasta se le olvidó preguntar por los malvaviscos.
—Esperemos que pronto, yo también quiero el mio... jajaja.—
Tras de si el camarero solo dejó un instinto asesino de bebidas horrible. Aunque por otro lado, lo bueno siempre se hace esperar.
Durante la espera, la chica se preocupó en averiguar el nombre de esos dulces rosas que tan buena pinta tenían. No era que la vida le fuese en ello, pero oye, tenían una pinta tremenda. Eran unos dulces dignos de servir como merienda. Seguro que eran blanditos y super dulces de sabor.
Riko por su parte tampoco pudo ayudar demasiado, tampoco sabía cómo se llamaban ese tipo de dulces. Realmente los malvaviscos estaban demasiado pasados desapercibido, o meramente extintos en las aldeas ocultas, a saber.
—Disculpad, ¿ya sabéis que vais a tomar?— Preguntó el camarero.
Ésto pilló a la chica por sorpresa, no lo había visto llegar. Se retorció para observarlo, y agarró inconscientemente su cartera. Sus orbes rojos se clavaron en él, y guardó silencio por un breve lapso de tiempo.
—Si, ya lo tenemos pensado.— Respondió al fin. —Yo tomaré un batido de frutas salvajes con nata montada y sirope de fresa.—
Katomi se subió un montón. Pasó de un simple batido de frutas a ponerle hasta sirope. Pero el camarero no pareció sorprenderse tampoco por ese hecho, se limitó a apuntarlo en una pequeña libreta.
—¿Y usted querrá algo, joven?— Preguntó a Riko.
Con tanto hype del batido, hasta se le olvidó preguntar por los malvaviscos.