14/03/2016, 16:25
Estaba deseando obtener una respuesta que satisfaciera su curiosidad. Por eso casi no se dio cuenta de que el dependiente se les había acercado. El hombre colocó de golpe los dos cuencos de ramen que habían pedido, y Daruu dio un brinco, sobresaltado. Después soltó una pequeña risilla nerviosa. Qué vergüenza. Había hecho el ridículo saltando como una niñita pequeña.
—¡Uy, perdón! Muchas gracias —dijo, y atrajo hacia sí el bol. Aspiró suavemente para captar su olor y se maravilló del aroma a curry y otras especias que le entró por la nariz.
Daruu asumió que no iba a recibir respuesta a su pregunta, como otras tantas veces, aunque la verdad es que ahora la curiosidad era sincera, no una estúpida excusa para obtener información útil de shinobi, como otras tantas veces. Había visto al kage de Takigakure en la grada. Misterioso, con esa sonrisa pícara de alguien que oculta muchas cosas. Esos ojos dorados, que si hubiera visto de cerca sin duda hubiera encontrado aún más misteriosos... Y también, por qué no, esa narizota y esas cejas que parecían estar peinadas con ahínco. Qué estilo más raro se gastaba. Y como se había resignado a no ver su curiosidad satisfecha, que al menos sí satisfaciera a su estómago, ¿no? Cogió sus palillos y comenzó a comer.
Para su sorpresa, aquél ramen estaba incluso más bueno de lo que se había imaginado. No sólo por el sabor a curry que tanto le gustaba y que tanto se habían molestado en dejar claro marinando todos los ingredientes, sino en el dulce y sutil toque del azúcar que sin duda habían vertido y que le daba a la mezcla un toque diferente y original. Asintió para sí mismo como si estuviese juzgando internamente el plato antes de seguir comiéndolo.
También para su sorpresa, Anzu le resolvió la duda. Aunque con un cuento que él —y otros muchos en Amegakure—, se conocían la mar de bien.
—¿Quieres que te diga la verdad? No tengo ni repajolera idea. Apenas llevo un año en Takigakure, y sí que conozco a otros ninjas, pero nunca he hablado personalmente con Yubi... Senju-sama. Aunque, claro, he oído historias... Dicen que es tan fuerte como veinte jounin juntos, y que es capaz de manejar no sólo cinco, ¡sino seis naturalezas del chakra!
Daruu levantó una ceja y sonrió.
—Eso no es nada para los amegakureños, mujer —dijo. Cerró los ojos y se apoyó en la barra con suficiencia—. Sin ir más lejos, nuestro segundo Arashikage, Oonori-dono, fue tan fuerte, tan fuerte, que podía partir piedras utilizando un kunai y una patada. ¡Las partía por la mitad!
Resopló, y agachó la cabeza. Negó a un lado y a otro y tendió en el aire un suspiro de pena.
—Se... se sacrificó por todos nosotros acabando con aquél dragón de ocho cabezas... Dicen que era una lagartija que se había comido una cola del Kyuubi.
—¡Uy, perdón! Muchas gracias —dijo, y atrajo hacia sí el bol. Aspiró suavemente para captar su olor y se maravilló del aroma a curry y otras especias que le entró por la nariz.
Daruu asumió que no iba a recibir respuesta a su pregunta, como otras tantas veces, aunque la verdad es que ahora la curiosidad era sincera, no una estúpida excusa para obtener información útil de shinobi, como otras tantas veces. Había visto al kage de Takigakure en la grada. Misterioso, con esa sonrisa pícara de alguien que oculta muchas cosas. Esos ojos dorados, que si hubiera visto de cerca sin duda hubiera encontrado aún más misteriosos... Y también, por qué no, esa narizota y esas cejas que parecían estar peinadas con ahínco. Qué estilo más raro se gastaba. Y como se había resignado a no ver su curiosidad satisfecha, que al menos sí satisfaciera a su estómago, ¿no? Cogió sus palillos y comenzó a comer.
Para su sorpresa, aquél ramen estaba incluso más bueno de lo que se había imaginado. No sólo por el sabor a curry que tanto le gustaba y que tanto se habían molestado en dejar claro marinando todos los ingredientes, sino en el dulce y sutil toque del azúcar que sin duda habían vertido y que le daba a la mezcla un toque diferente y original. Asintió para sí mismo como si estuviese juzgando internamente el plato antes de seguir comiéndolo.
También para su sorpresa, Anzu le resolvió la duda. Aunque con un cuento que él —y otros muchos en Amegakure—, se conocían la mar de bien.
—¿Quieres que te diga la verdad? No tengo ni repajolera idea. Apenas llevo un año en Takigakure, y sí que conozco a otros ninjas, pero nunca he hablado personalmente con Yubi... Senju-sama. Aunque, claro, he oído historias... Dicen que es tan fuerte como veinte jounin juntos, y que es capaz de manejar no sólo cinco, ¡sino seis naturalezas del chakra!
Daruu levantó una ceja y sonrió.
—Eso no es nada para los amegakureños, mujer —dijo. Cerró los ojos y se apoyó en la barra con suficiencia—. Sin ir más lejos, nuestro segundo Arashikage, Oonori-dono, fue tan fuerte, tan fuerte, que podía partir piedras utilizando un kunai y una patada. ¡Las partía por la mitad!
Resopló, y agachó la cabeza. Negó a un lado y a otro y tendió en el aire un suspiro de pena.
—Se... se sacrificó por todos nosotros acabando con aquél dragón de ocho cabezas... Dicen que era una lagartija que se había comido una cola del Kyuubi.