14/03/2016, 21:40
El silencio era lo que reinaba entre esos dos gennins de Amegakure en ese momento en el que la gente comenzaba a despejar la zona poquito a poco. Aunque mejor dicho, la calle seguía abarrotada de personas, el cambio era que ya no miraban los ojos del pelado. Un pelado un poco ruborizado y con una mirada directa y sincera que observaba los ojos de sangre de la peliblanca. Esperaba con todas sus almas unas palabras de buena fe, un cambio de opinión por la muchacha del clan Sarutobi, para no formar una mala relación con compañeros de trabajo.
«¿No me diras n....?»
Antes de que se le cruzara por completo por la mente la boca que adornaba la blanca piel se movió y alivió al cenobita. No estaba del todo de acuerdo, pero por lo menos era una respuesta. Karamaru había sido sencillo todo el tiempo, la que daba vuelta las cosas y se enfadaba era la Sarutobi, pero esa discusión sería definitivamente para otro día. E incluso iba para más, porque si consideraba al monje bastante raro era por que nunca se había mirado a un espejo o se sentía demasiado bien con su personalidad.
Mi nombre... es Katomi.
La posición defensiva y a la vez agresiva parecía haber disipado un poco dándole a Karamaru la oportunidad de poder comenzar de cero, justo como él quería. La vergüenza en su cuerpo también se diluía con la pérdida de atención de los transeúntes y la percepción de pervertido que podrían llegar a tener sobre él. A partir de ahora su boca tendría que sonar en tonos completamente delicados y largar las mejores palabras para no perder ese momento que le podría permitir cumplir su desafío. Un desafío social un poco alejado de lo que acostumbraba.
Un placer Katomi... Debo suponer que ya conoces ya de sobra mi nombre- lejos estaba de tratar de decirlo cómicamente mostrándose en una posición de respeto. Su vista se clavaba al suelo empapado y su columna inclinada mostraban su movimiento del tren superior del cuerpo, con sus brazos pegados a el, que daba a entender una disculpa al igual que un saludo.
«¿No me diras n....?»
Antes de que se le cruzara por completo por la mente la boca que adornaba la blanca piel se movió y alivió al cenobita. No estaba del todo de acuerdo, pero por lo menos era una respuesta. Karamaru había sido sencillo todo el tiempo, la que daba vuelta las cosas y se enfadaba era la Sarutobi, pero esa discusión sería definitivamente para otro día. E incluso iba para más, porque si consideraba al monje bastante raro era por que nunca se había mirado a un espejo o se sentía demasiado bien con su personalidad.
Mi nombre... es Katomi.
La posición defensiva y a la vez agresiva parecía haber disipado un poco dándole a Karamaru la oportunidad de poder comenzar de cero, justo como él quería. La vergüenza en su cuerpo también se diluía con la pérdida de atención de los transeúntes y la percepción de pervertido que podrían llegar a tener sobre él. A partir de ahora su boca tendría que sonar en tonos completamente delicados y largar las mejores palabras para no perder ese momento que le podría permitir cumplir su desafío. Un desafío social un poco alejado de lo que acostumbraba.
Un placer Katomi... Debo suponer que ya conoces ya de sobra mi nombre- lejos estaba de tratar de decirlo cómicamente mostrándose en una posición de respeto. Su vista se clavaba al suelo empapado y su columna inclinada mostraban su movimiento del tren superior del cuerpo, con sus brazos pegados a el, que daba a entender una disculpa al igual que un saludo.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘