Su pelo, que aún seguía mojado por la ducha que se había tomado no hace una hora, volaba de un lado a otro a medida que sus pies hacían desastres en las mesas de los que aún no vieron necesario dejar el festejo a un lado y proseguir a lanzar sus deseos al lago. Mas esto no se repetiría más de cinco o seis veces, puesto a que los arreglos festivos se acabarían una vez que el Bakutonero llegase a las raíces donde, de noche, no se podía diferenciar un chihuahua de una rata. Sí, la iluminación de dónde se batía el festejo ayudaba a la vista de cualquiera, pero era insignificativa.
Tomaría un gran impulso en la última mesa y saltaría, sacudiendo hasta la pobre familia con abuelos octogenarios incluidos que, tranquila, parecía estar preparándose para seguir a todo el mundo. Pero él no se tendría que preocupar, pues el chico se subiría a una de las raíces más altas y oscuras que sus pies pudieron alcanzar. Luego dio otro saltó, y después otro. A más de una decena de metros del suelo, miró en la dirección en la que vino. Se secó el sudor, cruzó sus brazos, inseguro, y pensó.
— Mezclarme con la muchedumbre no sería difícil, pero puede ser que Anzu y... Tatsuya... me hayan delatado. — Su respiración estaba agitada y su cara roja, hacía tiempo que no se movía así. Pero el recordar a Tatsuya hizo que sus manos se transformaran en puños instantáneamente. — El Chuunin puede que me esté persiguiendo si esto es así. Capaz hubiese sido mejor huir en dirección al puente e irme a mi casa directamente. — Suspiró y se sentó. — Bueno, supongo que esperaré a que se haga de día o algo así. Mi abuela va a dormir hasta la tarde, si es que no le pasó algo... uh, ¿estará bien? — Se apoyó en su diestra y zurda, a las cuales colocó detrás de él. Mientras hamacaba sus pies en el precipicio de cinco metros que había con otra raíz. — ¿Qué está pasando? — Después de forzar su vista, pudo divisar, entre todo el publico, dos figuras que destacaban por la velocidad en la que se movían.