15/03/2016, 12:26
Y al fin, después de tantas penurias, había llegado su momento, el momento en el que podrían pedir su batido, ahora al camarero de verdad, que se había acercado a la mesa mientras ambos genins charlaban para tomarles nota. Katomi varió ligeramente su pedido, añadiéndole un delicioso toque de sirope de fresa, que nunca le viene mal a ningún batido
El camarero anotó rápidamente en su cuadernito, y cuando terminó miró al rastas y le preguntó su pedido, algo que el joven del Remolino tenía claro desde el momento en el que había pisado aquel establecimiento y había echado un ojo a la carta de batidos del local.
— Yo... quiero un batido de chocolate blanco... con nata... — Disfrutó solo diciendo cada parte de su pedido de tan sólo imaginar lo rico que iba a estar.
El camareró devolvió su vista a la libreta, apuntó lo que quería el muchacho y, con una leve reverencia se despidió de ellos, con algo de prisa, pues había un montón de gente esperando y tenía que atenderles él solito a todos.
— Por fin vamos a poder tomarnos los batidos, como alguien nos interrumpa... Juro que le doy una paliza. — Le dijo Riko a la peliblanca cuando el camarero ya se había marchado.
Y al parecer, su amenaza iba a tener que ser cumplida.
— ¡ALLÍ ESTÁN! ¡ESOS SON LOS QUE ME HICIERON ESTO! —
Ante estos gritos, Riko se dio la vuelta y, para su desgracia, lo que vio fue algo que le iba a fastidiar el tomarse el batido. El joven con la frente garabateada era el que había gritado, pero en esta ocasión no iba solo, dos hombre, si se podía llamar así a las personas más grandes que había visto en toda su corta vida se dirigían hacia ellos con cara de pocos amigos y de querer hacerles daño.
— Oye Katomi... Sé que va a sonar obvio, pero... Creo que ahora nos toca correr. — Y con las mismas, el rastas se levantó de su silla y esquivando a todos los clientes del local, echó a correr, esperando que la peliblanca hubiera seguido su consejo y no se hubiera quedado allí.
''Maldito ratero... Como le pille se va a enterar...''
El camarero anotó rápidamente en su cuadernito, y cuando terminó miró al rastas y le preguntó su pedido, algo que el joven del Remolino tenía claro desde el momento en el que había pisado aquel establecimiento y había echado un ojo a la carta de batidos del local.
— Yo... quiero un batido de chocolate blanco... con nata... — Disfrutó solo diciendo cada parte de su pedido de tan sólo imaginar lo rico que iba a estar.
El camareró devolvió su vista a la libreta, apuntó lo que quería el muchacho y, con una leve reverencia se despidió de ellos, con algo de prisa, pues había un montón de gente esperando y tenía que atenderles él solito a todos.
— Por fin vamos a poder tomarnos los batidos, como alguien nos interrumpa... Juro que le doy una paliza. — Le dijo Riko a la peliblanca cuando el camarero ya se había marchado.
Y al parecer, su amenaza iba a tener que ser cumplida.
— ¡ALLÍ ESTÁN! ¡ESOS SON LOS QUE ME HICIERON ESTO! —
Ante estos gritos, Riko se dio la vuelta y, para su desgracia, lo que vio fue algo que le iba a fastidiar el tomarse el batido. El joven con la frente garabateada era el que había gritado, pero en esta ocasión no iba solo, dos hombre, si se podía llamar así a las personas más grandes que había visto en toda su corta vida se dirigían hacia ellos con cara de pocos amigos y de querer hacerles daño.
— Oye Katomi... Sé que va a sonar obvio, pero... Creo que ahora nos toca correr. — Y con las mismas, el rastas se levantó de su silla y esquivando a todos los clientes del local, echó a correr, esperando que la peliblanca hubiera seguido su consejo y no se hubiera quedado allí.
''Maldito ratero... Como le pille se va a enterar...''
~ Narro ~ Hablo ~ «Pienso»