15/03/2016, 17:45
No hizo falta responder a su pregunta. Anzu se llevó las manos a la boca, como si de pronto hubiese comprendido qué papel jugaba ella en todo aquello. La continua seguridad que parecía exhibir la kunoichi pareció derrumbarse… sólo por un momento.
—Vale —respondió, volviendo a exhibir su acostumbrada determinación—. Te ayudaré a joder bien a esos cabrones. Vamos, tenemos que buscar a alguien...
Datsue no tuvo tiempo ni a preguntar. La kunoichi se internó calle abajo, y el Uchiha no pudo hacer otra cosa que correr tras ella, antes de que desapareciese de su vista por una de las múltiples callejuelas que conformaban aquel laberinto de Shinogi-to.
A cada callejuela que dejaban atrás, se internaban en otra más estrecha y lúgubre, en donde parecían cocerse asuntos más malos que buenos. Sin embargo, Anzu parecía conocer los entresijos de aquellos barrios bajos mejor que la palma de su mano. No dudaba al torcer a izquierda o derecha. Sólo caminaba, rápida y decidida, como si pudiese hacer aquel recorrido con los ojos cerrados.
—Oye, ¿a dónde me estás…?
—¡YAAAARG!
El grito los sorprendió a ambos, como un par de gacelas al oír el rugido de un león a sus espaldas. El asaltante, por suerte, decidió abalanzarse sobre Anzu, y los ojos ahora teñidos de rojo de Datsue pudieron captar un brillo metálico en su diestra.
Tenía que actuar rápido...
… pero lo primero era lo primero. El Uchiha miró a un lado y a otro, asustado y temeroso de que entre las sombras del callejón hubiese escondida una segunda sorpresa. Así como el primer instinto de un noble caballero sería el de lanzarse de cabeza al rescate de la damisela, el del Uchiha era velar por su seguridad. Después de todo, él nunca se había considerado un príncipe azul.
Asegurada su integridad, trató de darle una patada a la muñeca diestra del hombre. Sin embargo, quizá ya fuese demasiado tarde. Por eso se lanzó encima de la espalda del asaltante, formando una especie de sándwich con él en medio, y clavando la punta del acero escondido en su antebrazo en la garganta de aquel desconocido que hacía peligrar su plan en Shinogi-to.
—¡Cuidado con lo que haces! —rugió Datsue, conteniendo a duras penas el deseo de enterrarle el kunai hasta la empuñadura.
—Vale —respondió, volviendo a exhibir su acostumbrada determinación—. Te ayudaré a joder bien a esos cabrones. Vamos, tenemos que buscar a alguien...
Datsue no tuvo tiempo ni a preguntar. La kunoichi se internó calle abajo, y el Uchiha no pudo hacer otra cosa que correr tras ella, antes de que desapareciese de su vista por una de las múltiples callejuelas que conformaban aquel laberinto de Shinogi-to.
A cada callejuela que dejaban atrás, se internaban en otra más estrecha y lúgubre, en donde parecían cocerse asuntos más malos que buenos. Sin embargo, Anzu parecía conocer los entresijos de aquellos barrios bajos mejor que la palma de su mano. No dudaba al torcer a izquierda o derecha. Sólo caminaba, rápida y decidida, como si pudiese hacer aquel recorrido con los ojos cerrados.
—Oye, ¿a dónde me estás…?
—¡YAAAARG!
El grito los sorprendió a ambos, como un par de gacelas al oír el rugido de un león a sus espaldas. El asaltante, por suerte, decidió abalanzarse sobre Anzu, y los ojos ahora teñidos de rojo de Datsue pudieron captar un brillo metálico en su diestra.
Tenía que actuar rápido...
… pero lo primero era lo primero. El Uchiha miró a un lado y a otro, asustado y temeroso de que entre las sombras del callejón hubiese escondida una segunda sorpresa. Así como el primer instinto de un noble caballero sería el de lanzarse de cabeza al rescate de la damisela, el del Uchiha era velar por su seguridad. Después de todo, él nunca se había considerado un príncipe azul.
Asegurada su integridad, trató de darle una patada a la muñeca diestra del hombre. Sin embargo, quizá ya fuese demasiado tarde. Por eso se lanzó encima de la espalda del asaltante, formando una especie de sándwich con él en medio, y clavando la punta del acero escondido en su antebrazo en la garganta de aquel desconocido que hacía peligrar su plan en Shinogi-to.
—¡Cuidado con lo que haces! —rugió Datsue, conteniendo a duras penas el deseo de enterrarle el kunai hasta la empuñadura.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado