16/03/2016, 00:13
Épico encuentro donde los haya. Seguro que ese chico no olvidaría pronto a la peliblanco, pero también era normal. Los malentendidos habían sido varios, quizás no tenía demasiado don de palabras para tratar con Katomi. Realmente nunca había tenido demasiado problemas la chica para relacionarse, lo cual dejaba en duda a una sola persona... la que no conocía.
Lejos de pegarle un puñetazo, el chico aceptó las "disculpas" de Katomi. Contestó con algo parecido a una broma, y realizó una clara reverencia en pos de saludar o disculpar. Esos detalles de etiqueta realmente le caían gordos, pero bueno, sería mejor dejarlo estar y evitar mas conflicto con ese monje rapado.
—Algo así..— Dejó escapar en respuesta.
Algo nerviosa, comenzó a arremolinar un mechón de su blanca cabellera, el cuál caía por el lado diestro de su rostro. Casi acudió a morderse también la uñas, pero quizás eso habría sido un exceso. Tampoco estaba tan nerviosa, solo un poco.
Sin saber demasiado bien qué hacer, la chica se acercó muy despacio, a pies de plomo. Evidentemente, no se excedió en ello, dejó una prudente distancia de seguridad. Pese a que parecían haber hecho las paces, y que eran compañeros de oficio, no le terminaba de convencer. Ese pelado era demasiado raro para su comprensión.
—Bueno, ¿entonces qué?— Preguntó con su mechón de pelo aún un proceso de rizo. —Te debo un aperitivo de esos, pero a mi no me apetece comer. Si quieres te acompaño y te invito.—
Quizás se había excedido en la oferta, pero oye, que había sido ella la que le había tirado el dichoso palo ese. Mala pata la suya...
Lejos de pegarle un puñetazo, el chico aceptó las "disculpas" de Katomi. Contestó con algo parecido a una broma, y realizó una clara reverencia en pos de saludar o disculpar. Esos detalles de etiqueta realmente le caían gordos, pero bueno, sería mejor dejarlo estar y evitar mas conflicto con ese monje rapado.
—Algo así..— Dejó escapar en respuesta.
Algo nerviosa, comenzó a arremolinar un mechón de su blanca cabellera, el cuál caía por el lado diestro de su rostro. Casi acudió a morderse también la uñas, pero quizás eso habría sido un exceso. Tampoco estaba tan nerviosa, solo un poco.
Sin saber demasiado bien qué hacer, la chica se acercó muy despacio, a pies de plomo. Evidentemente, no se excedió en ello, dejó una prudente distancia de seguridad. Pese a que parecían haber hecho las paces, y que eran compañeros de oficio, no le terminaba de convencer. Ese pelado era demasiado raro para su comprensión.
—Bueno, ¿entonces qué?— Preguntó con su mechón de pelo aún un proceso de rizo. —Te debo un aperitivo de esos, pero a mi no me apetece comer. Si quieres te acompaño y te invito.—
Quizás se había excedido en la oferta, pero oye, que había sido ella la que le había tirado el dichoso palo ese. Mala pata la suya...