16/03/2016, 13:11
(Última modificación: 16/03/2016, 13:14 por Amedama Daruu.)
El muchacho miró alrededor, intranquilo, como quien tiene algo que ocultar o alguien de quien huir. Daruu entrecerró los ojos e intentó leer a través de él, pero aparte de lo pulcro y lujoso de su ropa, no había nada fuera de lo normal. Era difícil discernir si les estaban tomando el pelo.
—Tú, tú, tú pareces buen chico... Por favor, ayúdame a salir de esta ciudad. Si me cogen, tendré que volver a... A... ¡No quiero volver!
Daruu cerró los ojos y suspiró.
—Mira, socio, soy de Shinogi-To, ¿sabes? A los de tu cuerda me los conozco bien. Anda, date el piro antes de que te eche a patadas.
—Ella... Ella es importante para tí, ¿verdad? Ayúdame y te hablaré de ella, te... Te contaré lo que he visto. Quieres saberlo, sí... Lo veo en tus ojos.
El chico levantó una ceja. «A... ¿Ayame? No, es imposible». Sacudió la cabeza. No, ¿cómo iba a ser ella? ¿Cómo le iba a pasar algo? Ni Zetsuo ni Kori permitirían que algo le pasase. Y luego estaba el tema de que era la jinchuriki. No, cualquier persona racional hubiera entendido que se trataba simplemente de una treta.
—¿Qué dices, tarado? ¡Te he dicho que te largues!
—No le trates así, Anzu-san. Está asustado —interrumpió Daruu, y se dirigió al hombre—. Mira, antes de intentar engañarnos con un truco, deberías buscarte a un guardia que te ayude. Son más fuertes que nosotros y están para mantener el orden aquí. Son gente de honor. El dueño de este sitio es un sámurai y no va a permitir que te pase nada malo.
»Si no quieres ir con los guardias, entonces es que estás ocultando algo sucio, y si ocultas algo sucio yo mismo te delataré si no te largas. Así que lo siento, hasta luego.
Se dio la vuelta y volvió a comerse su ramen con curry, esperando que el argumento que había dado convenciera de alguna vez por todas a aquella persona.
—Tú, tú, tú pareces buen chico... Por favor, ayúdame a salir de esta ciudad. Si me cogen, tendré que volver a... A... ¡No quiero volver!
Daruu cerró los ojos y suspiró.
—Mira, socio, soy de Shinogi-To, ¿sabes? A los de tu cuerda me los conozco bien. Anda, date el piro antes de que te eche a patadas.
—Ella... Ella es importante para tí, ¿verdad? Ayúdame y te hablaré de ella, te... Te contaré lo que he visto. Quieres saberlo, sí... Lo veo en tus ojos.
El chico levantó una ceja. «A... ¿Ayame? No, es imposible». Sacudió la cabeza. No, ¿cómo iba a ser ella? ¿Cómo le iba a pasar algo? Ni Zetsuo ni Kori permitirían que algo le pasase. Y luego estaba el tema de que era la jinchuriki. No, cualquier persona racional hubiera entendido que se trataba simplemente de una treta.
—¿Qué dices, tarado? ¡Te he dicho que te largues!
—No le trates así, Anzu-san. Está asustado —interrumpió Daruu, y se dirigió al hombre—. Mira, antes de intentar engañarnos con un truco, deberías buscarte a un guardia que te ayude. Son más fuertes que nosotros y están para mantener el orden aquí. Son gente de honor. El dueño de este sitio es un sámurai y no va a permitir que te pase nada malo.
»Si no quieres ir con los guardias, entonces es que estás ocultando algo sucio, y si ocultas algo sucio yo mismo te delataré si no te largas. Así que lo siento, hasta luego.
Se dio la vuelta y volvió a comerse su ramen con curry, esperando que el argumento que había dado convenciera de alguna vez por todas a aquella persona.