16/03/2016, 13:26
Los comensales brindaron por un futuro en el que todo aquello pudiera volver a repetirse, a pesar de las encerronas verbales de Kiroe y Zetsuo, a pesar de la apuesta, a pesar de la tensión que se sentía en el aire. A pesar de todo.
Y Daruu deseaba que fuese así, que realmente se cumpliera.
—Me has sorprendido. Por un momento pensé que ibas a brindar por la supuesta victoria de tu hijo en el torneo, Kiroe —indicó Zetsuo. Ladeó la cabeza hacia él, señalándolo.
—Podría haberlo hecho, ¿pero quién va a brindar en contra de la victoria de su hija? ¿Tú? No, además, la apuesta es divertida y tal, pero lo digo en serio, Zetsuo. Ojalá todo siga igual. Porque, ya lo sabes...
Kiroe sonrió y torció la cabeza. Daruu no había visto aquella expresión en su vida: sonreía, tenía los ojos entrecerrados y parecía lanzar chispas a los ajos acuamarina de Zetsuo. Como si estuviese hablándole.
Y le estaba hablando.
—Últimamente la cosa está un poco... revuelta.
Sólo fue una chispa. Un milisegundo. Pero la barrera en la mente de Kiroe se abrió, y Zetsuo podría leer a través como quien ojea un libro abierto. Y lo que vio... Lo que vio fue...
—¡Mirad! ¡Ahí viene la comida! —exclamó Ayame, y Daruu se distrajo lo suficiente como para lo que acababa de pasar se diluyese como un grano de azúcar en un estanque de agua.
El camarero dejó los platos de pescado de los mayores, el pulpo para Kori, y una fuente enorme de tiras de lo que debía ser el Patito Frito, en una tabla con varias salsas alrededor, para compartir; para Daruu y Ayame.
—Dios mío, qué buena pinta tiene esto.
Cogió un trozo, lo mojó en una salsa de aspecto amarillo, y se lo metió a la boca.
Era pato frito, de eso no había duda. Pero la carne era, sin lugar a dudas, exquisita. No tenía tanta grasa como otros patos que había probado, y el rebozado no era sólo de pan rallado y harina, también tenía maíz y otras semillas. Todo aderezado con un toque de pimienta, limón y un poco de cilantro. La salsa le acompañaba perfectamente: una especie de mayonesa con un toque amostazado. Pero habían muchas más.
Y las iba a probar todas.
—Madre mía. Esto está más bueno que una pizza.
—Dios mío, este tiene fiebre.
Y Daruu deseaba que fuese así, que realmente se cumpliera.
—Me has sorprendido. Por un momento pensé que ibas a brindar por la supuesta victoria de tu hijo en el torneo, Kiroe —indicó Zetsuo. Ladeó la cabeza hacia él, señalándolo.
—Podría haberlo hecho, ¿pero quién va a brindar en contra de la victoria de su hija? ¿Tú? No, además, la apuesta es divertida y tal, pero lo digo en serio, Zetsuo. Ojalá todo siga igual. Porque, ya lo sabes...
Kiroe sonrió y torció la cabeza. Daruu no había visto aquella expresión en su vida: sonreía, tenía los ojos entrecerrados y parecía lanzar chispas a los ajos acuamarina de Zetsuo. Como si estuviese hablándole.
Y le estaba hablando.
—Últimamente la cosa está un poco... revuelta.
Sólo fue una chispa. Un milisegundo. Pero la barrera en la mente de Kiroe se abrió, y Zetsuo podría leer a través como quien ojea un libro abierto. Y lo que vio... Lo que vio fue...
—Lo sé. Lo sé todo.
—¡Mirad! ¡Ahí viene la comida! —exclamó Ayame, y Daruu se distrajo lo suficiente como para lo que acababa de pasar se diluyese como un grano de azúcar en un estanque de agua.
El camarero dejó los platos de pescado de los mayores, el pulpo para Kori, y una fuente enorme de tiras de lo que debía ser el Patito Frito, en una tabla con varias salsas alrededor, para compartir; para Daruu y Ayame.
—Dios mío, qué buena pinta tiene esto.
Cogió un trozo, lo mojó en una salsa de aspecto amarillo, y se lo metió a la boca.
Era pato frito, de eso no había duda. Pero la carne era, sin lugar a dudas, exquisita. No tenía tanta grasa como otros patos que había probado, y el rebozado no era sólo de pan rallado y harina, también tenía maíz y otras semillas. Todo aderezado con un toque de pimienta, limón y un poco de cilantro. La salsa le acompañaba perfectamente: una especie de mayonesa con un toque amostazado. Pero habían muchas más.
Y las iba a probar todas.
—Madre mía. Esto está más bueno que una pizza.
—Dios mío, este tiene fiebre.