17/03/2016, 04:07
Tras brindarle toda la información que tenía, el Uchiha respondió con lo justo y necesario dando a entender que estaba de acuerdo con el plan de acción que ella misma había ideado, a saber como le iría al calvo pero suponiendo que el sacerdote mantuviese el silencio posiblemente estaría bastante atrasado en comparación a los dos de Takigakure, aún así no tenían mucho más de donde agarrarse además de la infidelidad entre esos tres personajes. ~Como no sea uno de ellos… ~Las ideas apuntarían automáticamente al sacerdote y nada aseguraba que realmente fuese él, tal vez solo era un cómplice o un hombre parado en el lugar equivocado en el momento menos conveniente y ya.
—Iré por la infiel, tú habla con el borracho. —Respondió seca y con el ceño fruncido, a Noemi no le seducía para nada la idea de dejar a "su Uchiha" a solas con una mujer con fama de ser infiel. Aunque esa mirada casi amenazante se le borró cuando el chico lanzó una segunda pregunta que le hizo arquear una ceja. —¿Dinero? —Le miraba totalmente extrañada, en un principio podría ser cuestionable, pero tras ver el plano que tenía Datsue estaba más que claro que el dinero que pudiesen llegar a sacar de este trabajo no superaría nunca el dinero que suelen dejarle a la rubia en casa.
De cualquier manera, entendía que algunos de sus compañeros podrían no tener los mismos ingresos suyos y por ende tendrían incluso que suplicar por un ryo adicional en su paga final así que sin tomarse demasiado tiempo sacó de su portaobjetos un pequeño saco el cual comenzó a urgar con una mano. —Es mejor hacer buena fama a la aldea primero… —Dijo sacando un puñado de monedas. —Mientras mejor fama tengamos mejores trabajos tendremos y también mejores pagas así que confórmate con esto. —Extendió su mano ofreciéndole una buena cantidad de monedas, posiblemente la suma con la que cubriría los gastos de la noche en la posada además de la comida. —Piénsalo así, unos shinobis de Takigakure solucionaron un crimen de manera desinteresada en un pueblo muy pequeño. Mientras más se hable más pueblos irán a solicitar la ayuda de Takigakure y podremos cobrar cada vez más y más. —Finalizada esa frase Noemi hizo una leve pausa para inclinarse hacia adelante acortando peligrosamente la distancia entre el rostro del Uchiha y el propio. —¿No crees...? —Agregó aprovechando la corta distancia para rozarle la punta de la nariz con la suya, en un intento por volver a embobarlo como bien le gustaba hacerlo.
—Iré por la infiel, tú habla con el borracho. —Respondió seca y con el ceño fruncido, a Noemi no le seducía para nada la idea de dejar a "su Uchiha" a solas con una mujer con fama de ser infiel. Aunque esa mirada casi amenazante se le borró cuando el chico lanzó una segunda pregunta que le hizo arquear una ceja. —¿Dinero? —Le miraba totalmente extrañada, en un principio podría ser cuestionable, pero tras ver el plano que tenía Datsue estaba más que claro que el dinero que pudiesen llegar a sacar de este trabajo no superaría nunca el dinero que suelen dejarle a la rubia en casa.
De cualquier manera, entendía que algunos de sus compañeros podrían no tener los mismos ingresos suyos y por ende tendrían incluso que suplicar por un ryo adicional en su paga final así que sin tomarse demasiado tiempo sacó de su portaobjetos un pequeño saco el cual comenzó a urgar con una mano. —Es mejor hacer buena fama a la aldea primero… —Dijo sacando un puñado de monedas. —Mientras mejor fama tengamos mejores trabajos tendremos y también mejores pagas así que confórmate con esto. —Extendió su mano ofreciéndole una buena cantidad de monedas, posiblemente la suma con la que cubriría los gastos de la noche en la posada además de la comida. —Piénsalo así, unos shinobis de Takigakure solucionaron un crimen de manera desinteresada en un pueblo muy pequeño. Mientras más se hable más pueblos irán a solicitar la ayuda de Takigakure y podremos cobrar cada vez más y más. —Finalizada esa frase Noemi hizo una leve pausa para inclinarse hacia adelante acortando peligrosamente la distancia entre el rostro del Uchiha y el propio. —¿No crees...? —Agregó aprovechando la corta distancia para rozarle la punta de la nariz con la suya, en un intento por volver a embobarlo como bien le gustaba hacerlo.