La chica quedó por un instante alejada, su primera pretensión había sido acudir a abrazar al chico, pero ese pensamiento se desvaneció mas rápido que la espuma de una cerveza barata. El chico comenzó a gritar de nuevo, y en ésta ocasión tenía un propósito fijo y bien claro. Quería que le ayudasen, y no precisamente con las tareas del cole, o con la masa del pan. El chico pedía a voces que le ayudasen a acabar con su vida, quería terminar su partida a éste juego donde no hay "continue".
Pese a que quería agarrarle al principio, ahora la idea que recorría su jovial mente era la de guantearlo hasta que recobrase la normalidad. Evidentemente, si es que la tenía. No lo había visto actuar normal ni por unos segundos, y eso ya era una clara señal de lo evidente.
Quizás fuese a dejar caer un suspiro de resignación ante tan disparatada situación, o a golpearle directamente, cuando de pronto una tercera persona hizo acto de presencia. Se trataba de un hombre hecho y derecho, de cabellera larga y oscura atada en una coleta, evidentemente de Amegakure según reflejaba la bandana atada a su cuello, y cara de pocos amigos. Al menos Katomi lo vio con esos ojos.
La discusión que mantuvo con el chico pareció ser de besugo a besugo, mas el besugo rey ganó. Paso la mano por el rostro del chico, y éste cayó desplomado al suelo. La mirada de Katomi se clavó en el hombre, aunque era obvio que lo habá hecho por el bien del chico. Sin demasiada demora, llamó la atención de la chica mientras tomaba el cuerpo inconsciente del joven. Cuando lo llegó a tomar, le pidió a Katomi que lo acompañase, que quería preguntarle algo.
¿Preguntarme algo? ¿A mi? ¿Por qué?
No llegaba a entenderlo, cerró los puños inconscientemente, y desvió por un instante la mirada hacia los sacos de boxeo. De nuevo volvió la mirada hacia el hombre, y dejó caer ésta vez si un suspiro.
—Se me está acumulando el entrenamiento. No tengo mas tiempo que perder con un chico medio tarado o su profesor. Yo no le he hecho nada, si lo hubiese hecho estaría reducido a cenizas.—
Quizás su respuesta había sido tosca, pero ciertamente no le gustaba meterse en marrones tan raros. Ya tenía bastante con lo suyo, como para inmiscuirse en mas movidas. Era un pensamiento algo egoísta, pero las prioridades estaban en salvar a su madre de ese abusador, el resto podía esperar.
Pese a que quería agarrarle al principio, ahora la idea que recorría su jovial mente era la de guantearlo hasta que recobrase la normalidad. Evidentemente, si es que la tenía. No lo había visto actuar normal ni por unos segundos, y eso ya era una clara señal de lo evidente.
Quizás fuese a dejar caer un suspiro de resignación ante tan disparatada situación, o a golpearle directamente, cuando de pronto una tercera persona hizo acto de presencia. Se trataba de un hombre hecho y derecho, de cabellera larga y oscura atada en una coleta, evidentemente de Amegakure según reflejaba la bandana atada a su cuello, y cara de pocos amigos. Al menos Katomi lo vio con esos ojos.
La discusión que mantuvo con el chico pareció ser de besugo a besugo, mas el besugo rey ganó. Paso la mano por el rostro del chico, y éste cayó desplomado al suelo. La mirada de Katomi se clavó en el hombre, aunque era obvio que lo habá hecho por el bien del chico. Sin demasiada demora, llamó la atención de la chica mientras tomaba el cuerpo inconsciente del joven. Cuando lo llegó a tomar, le pidió a Katomi que lo acompañase, que quería preguntarle algo.
¿Preguntarme algo? ¿A mi? ¿Por qué?
No llegaba a entenderlo, cerró los puños inconscientemente, y desvió por un instante la mirada hacia los sacos de boxeo. De nuevo volvió la mirada hacia el hombre, y dejó caer ésta vez si un suspiro.
—Se me está acumulando el entrenamiento. No tengo mas tiempo que perder con un chico medio tarado o su profesor. Yo no le he hecho nada, si lo hubiese hecho estaría reducido a cenizas.—
Quizás su respuesta había sido tosca, pero ciertamente no le gustaba meterse en marrones tan raros. Ya tenía bastante con lo suyo, como para inmiscuirse en mas movidas. Era un pensamiento algo egoísta, pero las prioridades estaban en salvar a su madre de ese abusador, el resto podía esperar.