13/05/2015, 06:56
(Última modificación: 13/05/2015, 06:57 por Umikiba Kaido.)
Los días en el Remolino siempre eran tranquilos, cálidos y reconfortantes. No hacía tanto calor, pero el sol solía calentar lo suficiente como para revitalizar las energías de todos los lugareños de la zona. Kota disfrutaba mucho del clima y agradecía no tener que afrontar extremos, como el caso del desierto al que su Padre había acudido hace un par de años. Recordaba como si fuese ayer el estado en el que Seiyo llegó, con la piel quemada y los labios costrosos. Deshidratado hasta los huevos, pero con la misión cumplida, a pesar de todo.
Kota parecía tener una rutina bastante específica durante las mañanas. Cuando no podía dormir hasta tarde porque su hermano o su madre le despertaban, aprovechaba unas cuantas horas para dar largas caminatas en pro de mantener un estado físico estable. Y ahora que llevaba consigo la bandana de Uzushiogakure, mantenerse siempre en forma era vital. Claro que aquello no le ayudaría en anda durante los inicios de su camino como un ninja, pero no perdía nada con mantenerse así. Aún así, esa mañana en particular tenía un asunto que resolver, lo que le tenía emocionado porque cambiaba la redundancia de su día a día. Sin un equipo conformado ni misiones oficiales que realizar, un encargo de su madre era lo mejor que podía hacer.
Llevaba consigo un gran bolso sobre su espalda, cargado de quien sabe qué en su interior. Estaba a reventar y el amarre inicial parecía apenas contener lo que fuese que hubiese dentro. Naomi le había pedido que lo entregara a una de las bibliotecas principales de la aldea, se trataba de un donativo que había estado planificando durante algunos meses. Pero al nunca haber acudido al tal lugar, las direcciones no le llegaban a la cabeza y estaba completamente perdido. Le preguntó a algunas personas pero incluso con esas indicaciones, no parecía lograr dar con su destino.
Tenía que intentarlo una vez más. Quizás estaba oyendo mal, así que tendría que volver a interrumpir a alguien para pedir ayuda. Se dirigió entonces hacia un chico cuyo rostro le sentaba familiar, pero sin ánimos de darle cabeza al asunto, le habló como si fuera un total desconocido.
—Eh, amigo. ¿Sabes dónde queda la biblioteca?
Kota parecía tener una rutina bastante específica durante las mañanas. Cuando no podía dormir hasta tarde porque su hermano o su madre le despertaban, aprovechaba unas cuantas horas para dar largas caminatas en pro de mantener un estado físico estable. Y ahora que llevaba consigo la bandana de Uzushiogakure, mantenerse siempre en forma era vital. Claro que aquello no le ayudaría en anda durante los inicios de su camino como un ninja, pero no perdía nada con mantenerse así. Aún así, esa mañana en particular tenía un asunto que resolver, lo que le tenía emocionado porque cambiaba la redundancia de su día a día. Sin un equipo conformado ni misiones oficiales que realizar, un encargo de su madre era lo mejor que podía hacer.
Llevaba consigo un gran bolso sobre su espalda, cargado de quien sabe qué en su interior. Estaba a reventar y el amarre inicial parecía apenas contener lo que fuese que hubiese dentro. Naomi le había pedido que lo entregara a una de las bibliotecas principales de la aldea, se trataba de un donativo que había estado planificando durante algunos meses. Pero al nunca haber acudido al tal lugar, las direcciones no le llegaban a la cabeza y estaba completamente perdido. Le preguntó a algunas personas pero incluso con esas indicaciones, no parecía lograr dar con su destino.
Tenía que intentarlo una vez más. Quizás estaba oyendo mal, así que tendría que volver a interrumpir a alguien para pedir ayuda. Se dirigió entonces hacia un chico cuyo rostro le sentaba familiar, pero sin ánimos de darle cabeza al asunto, le habló como si fuera un total desconocido.
—Eh, amigo. ¿Sabes dónde queda la biblioteca?