21/03/2016, 22:26
El comentario de la peliblanco pareció caer como cien piedras en el estómago del shinobi experimentado. Éste se levantó, y comenzó a vociferar contra la chica. La tachaba de perro faldero, de no tener honor o código moral, y de ser igual al resto... Pero se equivocaba abismalmente. La chica estaba siguiendo su código moral a la perfección, no estaba traicionando sus principios por dejar a un compañero a cargo de un shinobi de mayor experiencia. Además de que no era una de sus prioridades, lo estaba dejando en buenas manos... o al menos eso pensaba.
Asqueada por el comentario, se giró de manera tosca mientras elevaba la cabeza. Realmente la había ofendido con ese comentario, y aunque era un superior, no pensaba mostrar respeto a una persona que se alzaba a gritos de esa manera con un subordinado sin llevar siquiera la razón.
—Juhmp!— Resopló mientras terminaba de girarse.
Sin demora, comenzó a andar un poco, aunque a paso tenso. De hecho, el profesor siguió quejándose en esos momentos, palabras que realmente no afectaron a la chic, pues a palabras necias... la respuesta es obvia, oídos sordos. Continuó alejándose, y terminó por escuchar la puerta. El hombre se había ido, o esa había sido su impresión. Katomi terminó decidiendo que era hora de continuar con el entrenamiento, sobretodo ahora que se había ido ese hombre, y se había llevado al sujeto loco. Ese maldito rubio era tan guapo como problemático.
Los orbes rojos de la chica se fijaron en el saco de boxeo, y su mente se liberó por un instante. Ahora solo quedaba continuar con su adiestramiento físico, y nada mas importaba. Quizás mas tarde le dedicase un rato a leer un poco sobre finanzas. Su rutina parecía decidida.
Sin embargo, sus planes se vieron frustrados ipso facto. Una voz algo reconocible llamó su atención, pedía perdón claramente. La chica quedó helada, paró en seco, y se mantuvo en esa posición por un instante.
DIOS! No puede ser... me deja a la altura del betún por no preocuparme por ese chico, y coge el menda y se pira dejándolo inconsciente en el suelo. De verdad, que cada vez comprendo menos a las personas.
Katomi giró de poco a poco, observando que evidentemente ese chico aún continuaba allí, y el individuo que se las hacía dar de experimentado no estaba a su lado. Dejó caer un suspiro realmente profundo, y tras ello se llevó la diestra hacia la frente. Poco a poco deslizó su mano por su frente, llegando hasta el principio de su cabellera, y continuando por ésta recogiendo sus pelos y direccionandolos hacia detrás.
—Chico... en serio, estás como una regadera.— Sentenció la peliblanco.
Tras haberse dejado de rodeos, la chica no volvió a mostrarle sonrisa alguna. Pese a su belleza exterior, realmente parecía haberlo clasificado como un peligro andante.
Asqueada por el comentario, se giró de manera tosca mientras elevaba la cabeza. Realmente la había ofendido con ese comentario, y aunque era un superior, no pensaba mostrar respeto a una persona que se alzaba a gritos de esa manera con un subordinado sin llevar siquiera la razón.
—Juhmp!— Resopló mientras terminaba de girarse.
Sin demora, comenzó a andar un poco, aunque a paso tenso. De hecho, el profesor siguió quejándose en esos momentos, palabras que realmente no afectaron a la chic, pues a palabras necias... la respuesta es obvia, oídos sordos. Continuó alejándose, y terminó por escuchar la puerta. El hombre se había ido, o esa había sido su impresión. Katomi terminó decidiendo que era hora de continuar con el entrenamiento, sobretodo ahora que se había ido ese hombre, y se había llevado al sujeto loco. Ese maldito rubio era tan guapo como problemático.
Los orbes rojos de la chica se fijaron en el saco de boxeo, y su mente se liberó por un instante. Ahora solo quedaba continuar con su adiestramiento físico, y nada mas importaba. Quizás mas tarde le dedicase un rato a leer un poco sobre finanzas. Su rutina parecía decidida.
Sin embargo, sus planes se vieron frustrados ipso facto. Una voz algo reconocible llamó su atención, pedía perdón claramente. La chica quedó helada, paró en seco, y se mantuvo en esa posición por un instante.
DIOS! No puede ser... me deja a la altura del betún por no preocuparme por ese chico, y coge el menda y se pira dejándolo inconsciente en el suelo. De verdad, que cada vez comprendo menos a las personas.
Katomi giró de poco a poco, observando que evidentemente ese chico aún continuaba allí, y el individuo que se las hacía dar de experimentado no estaba a su lado. Dejó caer un suspiro realmente profundo, y tras ello se llevó la diestra hacia la frente. Poco a poco deslizó su mano por su frente, llegando hasta el principio de su cabellera, y continuando por ésta recogiendo sus pelos y direccionandolos hacia detrás.
—Chico... en serio, estás como una regadera.— Sentenció la peliblanco.
Tras haberse dejado de rodeos, la chica no volvió a mostrarle sonrisa alguna. Pese a su belleza exterior, realmente parecía haberlo clasificado como un peligro andante.