21/03/2016, 23:05
Se notaba que la personalidad del calvo no era la de un intimidador. Sus intentos de persuadir a través de las palabras bruscas y amenazas de poco habían servido, solo consiguió el enojo y rechazo del mandamás de la aldea. Es que Karamaru sabía que él sabía, Hiromi podría ayudar pero simplemente no quería. En cierto modo el cenobita lo entendía, revelar confesiones podría perturbar su paz mental y bien sabía que eso era un bien invaluable.
¡Me cago en los Dioses! Que venga un niño a decirme cómo hacer las cosas… ¡En mi propia casa! ¡Habrase visto semejante desfachatez!
Mira, niño, cuando tú mamabas de la teta de tu madre, yo ya era viejo. No pretendas darme lecciones de nada.
¿Quieres que señale con el dedo a mis vecinos, a mis amigos? ¿Quieres que el sacerdote del pueblo, en quienes todos confían, rompa el secreto de confesión y saque a relucir todas sus miserias? ¿Es eso lo que quieres? ¿Es esa tu manera correcta de hacer las cosas?
No, no lo era, y Karamaru solo podía responder con una cabeza agachada y una mirada clavada en el suelo y llena de arrepentimiento. ¿Qué se le había cruzado por la cabeza para intentar algo así con un simple anciano? Dio un paso atrás alejándose del anciano tratando de no mirarle la cara que seguramente estaría roja como un tomate de la furia que podría estar albergando en ese momento.
Perdón, no fue mi intención. No sé por qué habré hecho tal cosa. Pero hay algo que si sé...
Usted sabe cosas que yo no, así que usted esta en mejor posición de investigar este caso que yo. No pediré que rompa el silencio, quedará en su consciencia saber que mientras dos shinobis tratan de encontrar una respuesta usted estará aquí con toda la información que necesitamos y seguramente más.
Ya encontraremos otra forma de hacer las cosas.
Si se iba a arrepentir por lo menos tenía que tratar de hacer sentir al anciano culpable. Era un viejo que tampoco se merecía eso, pero el cenobita si se desviaba de su camino lo hacía de groso modo y no se guardaba nada. En el momento en que cruzara la puerta y la caiga el primer copo de nieve en su calva volvería a su forma de ser habitual, a la que le enseñaron toda su vida.
¡FUERA DE AQUÍ! ¡FUERA DE AQUÍ, HE DICHO!
Esas palabras se podían predecir con facilidad, y el calvo ya se dirigía a la puerta antes de siquiera escucharlas. Escuchó un portazo a sus espaldas y se encontraba nuevamente sobre el frío suelo cubierto de nieve. Se tendría que reencontrar con Noemi y para eso se tenía que dirigir a la posada. Era un camino corto y más pronto que tarde estaba abriendo la puerta y recibiendo el calor del interior del edificio sin saber que se encontraría dentro.
¡Me cago en los Dioses! Que venga un niño a decirme cómo hacer las cosas… ¡En mi propia casa! ¡Habrase visto semejante desfachatez!
Mira, niño, cuando tú mamabas de la teta de tu madre, yo ya era viejo. No pretendas darme lecciones de nada.
¿Quieres que señale con el dedo a mis vecinos, a mis amigos? ¿Quieres que el sacerdote del pueblo, en quienes todos confían, rompa el secreto de confesión y saque a relucir todas sus miserias? ¿Es eso lo que quieres? ¿Es esa tu manera correcta de hacer las cosas?
No, no lo era, y Karamaru solo podía responder con una cabeza agachada y una mirada clavada en el suelo y llena de arrepentimiento. ¿Qué se le había cruzado por la cabeza para intentar algo así con un simple anciano? Dio un paso atrás alejándose del anciano tratando de no mirarle la cara que seguramente estaría roja como un tomate de la furia que podría estar albergando en ese momento.
Perdón, no fue mi intención. No sé por qué habré hecho tal cosa. Pero hay algo que si sé...
Usted sabe cosas que yo no, así que usted esta en mejor posición de investigar este caso que yo. No pediré que rompa el silencio, quedará en su consciencia saber que mientras dos shinobis tratan de encontrar una respuesta usted estará aquí con toda la información que necesitamos y seguramente más.
Ya encontraremos otra forma de hacer las cosas.
Si se iba a arrepentir por lo menos tenía que tratar de hacer sentir al anciano culpable. Era un viejo que tampoco se merecía eso, pero el cenobita si se desviaba de su camino lo hacía de groso modo y no se guardaba nada. En el momento en que cruzara la puerta y la caiga el primer copo de nieve en su calva volvería a su forma de ser habitual, a la que le enseñaron toda su vida.
¡FUERA DE AQUÍ! ¡FUERA DE AQUÍ, HE DICHO!
Esas palabras se podían predecir con facilidad, y el calvo ya se dirigía a la puerta antes de siquiera escucharlas. Escuchó un portazo a sus espaldas y se encontraba nuevamente sobre el frío suelo cubierto de nieve. Se tendría que reencontrar con Noemi y para eso se tenía que dirigir a la posada. Era un camino corto y más pronto que tarde estaba abriendo la puerta y recibiendo el calor del interior del edificio sin saber que se encontraría dentro.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘