22/03/2016, 16:51
—Los Uchiha son un clan que viene de la antigua Konoha —le explicó Daruu, y Ayame volcó toda su atención ante aquella nueva información—. No he peleado con ninguno, pero dicen que son muy fuertes, así que algo especial tienen que tener. Lo que he oído de ellos habla sobre sus ojos pero nadie se pone de acuerdo en qué los hace especiales. Se llama sharingan, pero no sé lo que hace —se encogió de hombros—. No conozco a nadie de los que me hablas. Y lo del Uchiha rubio... No sé de qué me suena... Es como si me hubiera cruzado con alguien así. Pero supongo que lo habré soñado.
—Vaya... Pues si son tan fuertes como dicen y hay un... Kuchilla... en el torneo va a ser difícil ganarle.
Ayame hundió los hombros y volvió a concentrarse en los últimos trozos del delicioso patito frito que restaban en el plato. No había llegado a decirlo en voz alta, pero por dentro ya rezaba que no le tocara en la primera ronda con ese supuesto Uchiha. Aún sin conocerlo, no se sentía capaz de vencer a alguien cuyo apellido ya era famoso por su poder.
«Proceden de la antigua Konoha... Igual que el clan Hōzuki procedía de la antigua Kirigakure.»
El grupo siguió comiendo, sumidos en un nuevo silencio. Cada uno meditaba para sus adentros cualquier aspecto relevante o irrelevante para el torneo, pero por parte de Ayame cada vez se estaba poniendo más y más nerviosa de sólo pensar en qué tipo de contrincantes podían tocarle. Ni siquiera sabían nada de la aldea recién surgida de la nada.
Y aún quedaba el asunto de la apuesta de sus padres con respecto a un posible duelo con el muchacho que se sentaba justo junto a ella.
—¿Van a tomar algo de postre, señores?
La voz del camarero, junto a ella, la sobresaltó.
—¡Ah! ¡Yo quiero mochi de chocolate! —exclamó Ayame de manera apresurada.
—Mochi de vainilla —intervino Kōri.
—Yo tomaré un café solo sin azúcar.
Ayame torció el gesto al pensar en lo terroríficamente amargo que debía estar algo así. Si ya detestaba con todas sus fuerzas el café, no podía imaginar su sabor sin absolutamente nada de leche ni azúcar.
—Vaya... Pues si son tan fuertes como dicen y hay un... Kuchilla... en el torneo va a ser difícil ganarle.
Ayame hundió los hombros y volvió a concentrarse en los últimos trozos del delicioso patito frito que restaban en el plato. No había llegado a decirlo en voz alta, pero por dentro ya rezaba que no le tocara en la primera ronda con ese supuesto Uchiha. Aún sin conocerlo, no se sentía capaz de vencer a alguien cuyo apellido ya era famoso por su poder.
«Proceden de la antigua Konoha... Igual que el clan Hōzuki procedía de la antigua Kirigakure.»
El grupo siguió comiendo, sumidos en un nuevo silencio. Cada uno meditaba para sus adentros cualquier aspecto relevante o irrelevante para el torneo, pero por parte de Ayame cada vez se estaba poniendo más y más nerviosa de sólo pensar en qué tipo de contrincantes podían tocarle. Ni siquiera sabían nada de la aldea recién surgida de la nada.
Y aún quedaba el asunto de la apuesta de sus padres con respecto a un posible duelo con el muchacho que se sentaba justo junto a ella.
—¿Van a tomar algo de postre, señores?
La voz del camarero, junto a ella, la sobresaltó.
—¡Ah! ¡Yo quiero mochi de chocolate! —exclamó Ayame de manera apresurada.
—Mochi de vainilla —intervino Kōri.
—Yo tomaré un café solo sin azúcar.
Ayame torció el gesto al pensar en lo terroríficamente amargo que debía estar algo así. Si ya detestaba con todas sus fuerzas el café, no podía imaginar su sabor sin absolutamente nada de leche ni azúcar.