22/03/2016, 23:07
—Vaya... Pues si son tan fuertes como dicen y hay un... Kuchilla... en el torneo va a ser difícil ganarle.
—Ayame, si acabo de decir que se llaman Uchiha, por favor —se exasperó Daruu. No era para él extraña la costumbre de Ayame de cambiarle el nombre a las cosas, pero lo había hecho en un anormal y diminuto espacio de tiempo. «Podría ser un nuevo récord y todo».
Los comensales se sumieron, concentrados, en la degustación de sus platos. Ayame y Daruu se acabaron los últimos trozos de pato empanado que quedaban en el plato. Kori disfrutaba de sus dango de pulpo, y Kiroe y Zetsuo, cada uno con su plato, terminaron con la merluza que aún les quedaba. Ninguno de los dos se había lanzado una puyita en un trascurso de tiempo relativamente largo. Daruu deseó que siguiera así, porque temía que no pasaría mucho más sin que alguno de los dos pudiera resistir la tentación de romper el improvisado tratado de paz.
—¿Van a tomar algo de postre, señores? —La voz del camarero, que había aparecido de golpe y porrazo, sobresaltó a un Daruu que tenía los ojos enterrados en el plato ya vacío del patito frito y la mente volando en lo más alto del cielo estrellado de aquella noche.
—¡Ah! ¡Yo quiero mochi de chocolate! —exclamó Ayame, aparentemente también sobresaltada.
—Mochi de vainilla —dijo Kori, con su entonación más impersonal, delicadamente envuelta para la ocasión.
—Yo tomaré un café solo sin azúcar —anunció Zetsuo, con la habitual amargura de su voz, sólo superada por lo amargo que iba a estar ese endemoniado café, pensó Daruu.
—A mí me pones un mochi de vainilla también.
—Yo quiero uno de chocolate blanco.
—Entendido, enseguida vuelvo. —El camarero hizo una leve inclinación y se despidió de ellos dirigiéndose hacia la cocina para atender otra comanda.
Tras unos segundos en silencio, Kiroe decidió intervenir:
—Joder, Zetsuo. ¿Te gusta el café sin azúcar? Qué asco, si eso tiene que estar más soso que una suela de zapatos mojada en aguarrás.
«Oh no, oh no, allá vamos de nuevo...»
—Ayame, si acabo de decir que se llaman Uchiha, por favor —se exasperó Daruu. No era para él extraña la costumbre de Ayame de cambiarle el nombre a las cosas, pero lo había hecho en un anormal y diminuto espacio de tiempo. «Podría ser un nuevo récord y todo».
Los comensales se sumieron, concentrados, en la degustación de sus platos. Ayame y Daruu se acabaron los últimos trozos de pato empanado que quedaban en el plato. Kori disfrutaba de sus dango de pulpo, y Kiroe y Zetsuo, cada uno con su plato, terminaron con la merluza que aún les quedaba. Ninguno de los dos se había lanzado una puyita en un trascurso de tiempo relativamente largo. Daruu deseó que siguiera así, porque temía que no pasaría mucho más sin que alguno de los dos pudiera resistir la tentación de romper el improvisado tratado de paz.
—¿Van a tomar algo de postre, señores? —La voz del camarero, que había aparecido de golpe y porrazo, sobresaltó a un Daruu que tenía los ojos enterrados en el plato ya vacío del patito frito y la mente volando en lo más alto del cielo estrellado de aquella noche.
—¡Ah! ¡Yo quiero mochi de chocolate! —exclamó Ayame, aparentemente también sobresaltada.
—Mochi de vainilla —dijo Kori, con su entonación más impersonal, delicadamente envuelta para la ocasión.
—Yo tomaré un café solo sin azúcar —anunció Zetsuo, con la habitual amargura de su voz, sólo superada por lo amargo que iba a estar ese endemoniado café, pensó Daruu.
—A mí me pones un mochi de vainilla también.
—Yo quiero uno de chocolate blanco.
—Entendido, enseguida vuelvo. —El camarero hizo una leve inclinación y se despidió de ellos dirigiéndose hacia la cocina para atender otra comanda.
Tras unos segundos en silencio, Kiroe decidió intervenir:
—Joder, Zetsuo. ¿Te gusta el café sin azúcar? Qué asco, si eso tiene que estar más soso que una suela de zapatos mojada en aguarrás.
«Oh no, oh no, allá vamos de nuevo...»