22/03/2016, 23:31
Kiroe y Daruu pidieron sendos mochis de vainilla y chocolate blanco, respectivamente. Ayame soltó una risilla al pensar en que todos, o casi todos, habían coincidido con el tipo de postre a degustar. El camarero se despidió con una breve floritura y abandonó la mesa con aquella elegancia suya, tan propia de un restaurante de alto standing.
—Joder, Zetsuo. ¿Te gusta el café sin azúcar? —intervino Kiroe—. Qué asco, si eso tiene que estar más soso que una suela de zapatos mojada en aguarrás.
Ayame tensó los labios, preocupada porque la tensión entre los dos adultos pudiera dispararse de nuevo; pero su padre se limitó a fruncir ligeramente el ceño.
O eso había querido creer Ayame.
—Parece que no hay mucha gente lo suficientemente adulta en esta mesa como para degustar un café como Amekami-sama manda —replicó, clavando sus ojos aguamarina en los violeta de Kiroe—. Un buen café se disfruta solo y maduro. Sin aditividos innecesarios. ¿Qué me dices de esos mochi, Kiroe? ¿Sentías nostalgia de tu época como jovencita amante de los dulces?
Tenía que cortar por lo sano. Y hacerlo YA:
—Me extraña que no hayas pedido otros dangos dulces, hermano —le comentó súbitamente a Kōri, en un vano intento de cambiar de tema como ya había hecho en otras ocasiones durante la cena.
Pero Zetsuo había clavado sus ojos sobre la madre de Daruu, y no parecía dispuesto a dejar marchar su presa. Sus ojos, ligeramente nublados por el efecto del vino, delataban aquella intención.
Ayame no pudo menos que echarle una mirada de socorro a su compañero de aldea.
—Joder, Zetsuo. ¿Te gusta el café sin azúcar? —intervino Kiroe—. Qué asco, si eso tiene que estar más soso que una suela de zapatos mojada en aguarrás.
Ayame tensó los labios, preocupada porque la tensión entre los dos adultos pudiera dispararse de nuevo; pero su padre se limitó a fruncir ligeramente el ceño.
O eso había querido creer Ayame.
—Parece que no hay mucha gente lo suficientemente adulta en esta mesa como para degustar un café como Amekami-sama manda —replicó, clavando sus ojos aguamarina en los violeta de Kiroe—. Un buen café se disfruta solo y maduro. Sin aditividos innecesarios. ¿Qué me dices de esos mochi, Kiroe? ¿Sentías nostalgia de tu época como jovencita amante de los dulces?
Tenía que cortar por lo sano. Y hacerlo YA:
—Me extraña que no hayas pedido otros dangos dulces, hermano —le comentó súbitamente a Kōri, en un vano intento de cambiar de tema como ya había hecho en otras ocasiones durante la cena.
Pero Zetsuo había clavado sus ojos sobre la madre de Daruu, y no parecía dispuesto a dejar marchar su presa. Sus ojos, ligeramente nublados por el efecto del vino, delataban aquella intención.
Ayame no pudo menos que echarle una mirada de socorro a su compañero de aldea.