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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#12
—Yo... no lo sé... —contestó una Ayame derrumbada después de pensar unos segundos. Zetsuo cerró los ojos y suspiró. Dio un paso para acercarse a su hija y colocó una mano en su hombro, un gesto que no acostumbraba a hacer.

Pero el cuerpecito de Ayame estaba lleno de dudas, y no pudo más. Explotó. Zetsuo retiró la mano de su hombro, dio un paso atrás y la observó severamente mientras intervino en su monólogo.

—Yo... sólo soy una jinchūriki para vosotros... Soy un... ¡un monstruo! Cuando me sellaron el bijū de niña me dijeron que lo hacían para proteger a mis seres queridos, ¡no para mancharme las manos de la sangre de miles de inocentes sin ni siquiera saber de ello! Llevo meses sin poder dormir, las visiones de lo ocurrido en Kusagakure me acosaban cada noche, y ahora que conozco la verdad soy incapaz de conciliar el sueño pensando en todas esas personas que...

Zetsuo había dejado de mirarla. Miraba a los pies de su hija, y había apretado y relajado los dedos de la mano derecha en varias ocasiones. Los cerraba con fuerza... Los abría. Los cerraba. Los abría, y balanceaba hacia adelante y hacia atrás, alternándolos, sus dedos.

»Por eso pensé en una solución... algo que pudiera hacer para remediar lo que hice... Pero no puedo devolver la vida a los muertos. Sólo puedo evitar que volviera a suceder... Por eso... Por eso decidí marcharme... Porque no soy lo suficientemente valiente para hacer desaparecer el bijū de la otra forma que se me ocurrió...

—Nada. —Como una gota que cae del techo en un día de lluvia, única pista de la tormenta que sucede fuera, Zetsuo reveló esa palabra, y sus dedos volvieron a cerrarse y abrirse.

—No... no quiero... que vuelvan a utilizarme para una matanza así... No puedo llevar esta carga sobre mis hombros... ¿Por qué tuve que ser yo? ¿Por qué...? ¿Por qué dejaste que Yui hiciera esto conmigo, papá...?

—¡Tú... no hiciste nada!

Zetsuo levantó la mano y propinó un fuerte tortazo con la mano abierta a la cara de Ayame, de derecha a izquierda.

—¡Levántate! —ordenó, y la intimidada Ayame no tendría más remedio que hacerlo—. ¡Mírame a los ojos! ¡La frente bien alta! —la cogió de la barbilla y levantó su mirada—. ¡Cierra ese entrecejo, grúñeme lo que quieras, pero con la frente bien alta!

»¡Esa espalda, enderezada! ¡Los hombros, arriba también! ¡Mírame y escúchame bien!

El cuerpo de Zetsuo estaba tensado y sus ojos brillaban con la emoción y con la ira.

—¡Ahora y siempre! ¡Eres una Aotsuki, eres sangre de mi sangre! ¡Eres mi hija! Nadie ni nada va a cambiar eso.

Se dio la vuelta y observó con melancolía la superficie del lago.

—No quería que sellaran a ese monstruo dentro de ti, y no quería que te utilizasen para destruir aquella endemoniada aldea. ¡Cojones! Que no se te ocurra pensar lo contrario, joder.

Dio una fuerte patada en tierra, liberando la ira que su postura no dejaba entrever.

—Pero eso no es suficiente para que un shinobi se atreva a rechazar la orden de un superior. No será ni la primera, ni la última vez que tus manos se manchen de sangre. Si yo fuera Yui, ni siquiera habría hecho lo que hizo. Y ella será la que entienda las consecuencias de sus actos, y la que las pague.

Se giró y encaró de nuevo a su hija.

—Y sin embargo, ningún Aotsuki, ni tú, ni yo, le hemos hecho nada a Kusagakure. La decisión ha sido de Yui, y ella es quien tiene las manos manchadas de sangre. Pues un líder tiene que dar las órdenes y hacerse respetar, pero también cargar sobre sus hombros la responsabilidad de dichas órdenes. Nosotros somos sus brazos y sus piernas, ¡pero jamás su conciencia!

»Me partí la espalda diseñando el sello que te mantuvo a salvo y me partí la espalda diseñando la ilusión que te haría olvidar y te mantendría alejada de todo esto. Ahora veo que no fue suficiente.

Se acercó a su hija un paso y levantó la mano, pero en lugar de darle un golpe más, se reprimió y dejó escapar un suspiro rápido.

—Jamás vuelvas a pensar que no eres más para mi que una cárcel para monstruos —insistió—. ¿Crees que tu hermano y yo somos unos extraños? La familia... La familia es lo más importante en este mundo.
[Imagen: K02XwLh.png]

No hay marcas de sangre registradas.


Mensajes en este tema
RE: Espero que algún día podáis perdonarme - por Amedama Daruu - 23/03/2016, 00:21


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