23/03/2016, 15:59
(Última modificación: 23/03/2016, 16:00 por Aotsuki Ayame.)
Pero, para su absoluta desesperanza, Daruu parecía haberse rendido, hundiendo la cabeza entre las palmas de las manos como si deseara desaparecer de aquel lugar con un chasquido de dedos. Ayame no podía culparle, ella sentía algo muy similar. Ni siquiera su intento de cambiar de tema para relajar los ánimos funcionó, Kiroe soltó una risotada, ahogando cualquier ademán de paz.
—Tú lo que eres es un amargado, más incluso que ese café —sentenció, pero con la mano parecía señalar que quería que el pique frenara ya antes de que subiera el tono aún más—. Era una puta broma, maldito idiota. No quiero discutir contigo.
«Parece que el uso de palabrotas no es exclusivo de papá.» Pensó Ayame, pese a lo delicado de la situación.
Zetsuo seguía con una ceja alzada hacia Kiroe; y, para la estupefacción de todos, un atisbo de sonrisa asomó fugazmente a sus labios. Pero fue tan efímera que Ayame se preguntó si no se lo habría imaginado.
El camarero llegó con los postres antes de que pudiera darle demasiadas vueltas al asunto. Dejó frente a Daruu, Kiroe, Kōri y Ayame sendas raciones de mochis de diferentes colores, según el sabor que habían elegido cada uno; y frente a Zetsuo un café tan oscuro que parecía desafiar a la misma noche que les rodeaba y emanaba un olor más amargo aún.
—Amedama Kiroe siempre será dulce como una jovencita —comentó Kiroe, mientras degustaba su postre. Y aquel comentario provocó una nueva mueca de escepticismo en el rostro del médico—. Además, a Kori no parece importarle su edad para venir cada día a la pastelería y llevarse una bolsa enterita de bollitos de vainilla. No será porque no es un adulto fríiio y centrado... Sobretodo frío.
—Si tú eres dulce, yo soy un misericordioso Buda, no te jode —replicó, llevándose la taza aún humeante a los labios. El calor no pareció afectarle lo más mínimo cuando le dio un trago al brebaje—. No metamos a los chicos en esto. Ya son mayorcitos para saber lo que hacen.
«Le ha dejado sin saber qué contestar y no quiere admitirlo.» Pensó Ayame, sin poder dar crédito a la escena que veían sus ojos.
—Me encantan los mochi —comentó Daruu, dirigiéndose directamente a Ayame y Kōri, pero la muchacha se vio incapaz de responder al tener la boca prácticamente llena.
—Pero Zetsuo, cada persona es diferente, en serio. Si te gusta el café así, te gusta así. Ni tú le obligas a Kori a bebérselo ni él te mete bollitos en la boca para que te animes a apreciar el dulzor de las cosas.
Zetsuo abrió la boca para replicar, pero se vio súbitamente interrumpido cuando Ayame rompió a toser súbitamente. Se había inclinado sobre su propio torso, luchando por respirar con ambas manos en el pecho.
—¿¡Pero qué cojones has hecho, niña!? —exclamó Zetsuo, dándole varias palmadas en la espalda.
—Tú lo que eres es un amargado, más incluso que ese café —sentenció, pero con la mano parecía señalar que quería que el pique frenara ya antes de que subiera el tono aún más—. Era una puta broma, maldito idiota. No quiero discutir contigo.
«Parece que el uso de palabrotas no es exclusivo de papá.» Pensó Ayame, pese a lo delicado de la situación.
Zetsuo seguía con una ceja alzada hacia Kiroe; y, para la estupefacción de todos, un atisbo de sonrisa asomó fugazmente a sus labios. Pero fue tan efímera que Ayame se preguntó si no se lo habría imaginado.
El camarero llegó con los postres antes de que pudiera darle demasiadas vueltas al asunto. Dejó frente a Daruu, Kiroe, Kōri y Ayame sendas raciones de mochis de diferentes colores, según el sabor que habían elegido cada uno; y frente a Zetsuo un café tan oscuro que parecía desafiar a la misma noche que les rodeaba y emanaba un olor más amargo aún.
—Amedama Kiroe siempre será dulce como una jovencita —comentó Kiroe, mientras degustaba su postre. Y aquel comentario provocó una nueva mueca de escepticismo en el rostro del médico—. Además, a Kori no parece importarle su edad para venir cada día a la pastelería y llevarse una bolsa enterita de bollitos de vainilla. No será porque no es un adulto fríiio y centrado... Sobretodo frío.
—Si tú eres dulce, yo soy un misericordioso Buda, no te jode —replicó, llevándose la taza aún humeante a los labios. El calor no pareció afectarle lo más mínimo cuando le dio un trago al brebaje—. No metamos a los chicos en esto. Ya son mayorcitos para saber lo que hacen.
«Le ha dejado sin saber qué contestar y no quiere admitirlo.» Pensó Ayame, sin poder dar crédito a la escena que veían sus ojos.
—Me encantan los mochi —comentó Daruu, dirigiéndose directamente a Ayame y Kōri, pero la muchacha se vio incapaz de responder al tener la boca prácticamente llena.
—Pero Zetsuo, cada persona es diferente, en serio. Si te gusta el café así, te gusta así. Ni tú le obligas a Kori a bebérselo ni él te mete bollitos en la boca para que te animes a apreciar el dulzor de las cosas.
Zetsuo abrió la boca para replicar, pero se vio súbitamente interrumpido cuando Ayame rompió a toser súbitamente. Se había inclinado sobre su propio torso, luchando por respirar con ambas manos en el pecho.
—¿¡Pero qué cojones has hecho, niña!? —exclamó Zetsuo, dándole varias palmadas en la espalda.