23/03/2016, 17:43
(Última modificación: 23/03/2016, 17:49 por Aotsuki Ayame.)
Zetsuo respondió con un nuevo suspiro cargado de cansancio acumulado y cuando Ayame percibió que se movía hacia ella volvió a encogerse sobre sí misma, esperando una nueva bofetada sin saber por qué. Sin embargo, lo que ocurrió fue completamente lo opuesto. Su padre se agachó frente a ella hasta quedar a su misma altura y entonces hizo algo que Ayame no recordaba haber vivido nunca: la rodeó con sus brazos y la estrechó con fuerza contra él.
—Quedarte con nosotros —dijo Zetsuo, y la visión de una súbitamente paralizada Ayame se emborronó cuando sus ojos volvieron a inundarse inevitablemente. Trató de reprimirlo, pero sus hombros se sacudieron en un silencioso sollozo y entonces se aferró con fuerza a la túnica de su padre—. ¿Qué vas a hacer si no? Eres de nuestra familia, por mucho que te empeñes como una cría pequeña en ocultar nuestro orgullo. No te creas que no me he dado cuenta, maldita idiota.
Ayame cerró los ojos, terriblemente conmovida, pero eso no evitó que las lágrimas siguieran rodando por sus mejillas. Sin embargo, era un llanto muy diferente al anterior. Seguía sintiendo aquella amargura que apenas le dejaba respirar, pero ahora se había visto dulcificado por un delicado cosquilleo que aleteaba en su pecho.
—Quedarte en Amegakure, con tu otra familia —continuó Zetsuo—. ¿Qué vas a hacer si no? Hay mucha más gente que no sabe lo que Yui ha hecho y que sin duda, si se entera, lo reprochará. ¿Eso hará que todos quieran marcharse en masa? No. Sin duda, Yui vivirá tiempos difíciles, y Amenokami sabe qué pasará entonces. O se sobrepone a ello, o tendrá que enfrentarse a una retirada... pacífica o forzada.
Se separó de ella, y Ayame palideció terriblemente al interiorizar sus palabras. Había mucha gente que aún no sabía la verdad detrás de la destrucción de Kusagakure, ¿pero qué pasaría cuando lo descubrieran? ¿Qué pensarían de ella? ¿Pensarían que era un monstruo como ella misma lo había hecho? Y los que se sintieran tan indignados como ella por aquel método, ¿serían capaces de organizar una rebelión en contra de la Arashikage? ¿Y si se organizaba una nueva guerra civil por su culpa?
Se llevó una mano al pecho, donde su corazón no parecía querer darle una tregua.
¿Y Daruu? ¿Qué pasaría con Daruu si lo descubría...? ¿La odiaría? ¿Dejaría de ser su amigo?
—Ser un shinobi no conlleva sólo acceder a participar en torneos y demás mamandurrias. A veces, hay que enfrentarse a la realidad. Pero nosotros le debemos fidelidad a Amegakure y a su gente además de a su líder. Y además... —Zetsuo cerró los ojos, con un renovado suspiro—. —Yui es una muchacha muy joven y llena de temperamento. Si me pides mi opinión, sólo vale como líder porque ha sido la única capaz de unirnos, por primera vez. Ha hecho muchas cosas bien. Pero todo el mundo comete errores. Yo los he cometido. —alzó la mirada, y sus ojos se fijaron en un punto inexistente más allá de la presencia de su hija—. —He cometido muchos. Y tú también los cometerás. ¿Qué harás, entonces? ¿Dejar de lado a tu familia?
Ayame hundió la mirada en la tierra de nuevo. Precisamente, eso era lo que había estado a punto de hacer. Y si no hubiera aparecido Zetsuo a tiempo...
—No. Protegerás a tu familia, porque quieres lo mejor para ella —la voz atronadora de su padre interrumpió sus oscuros pensamientos. Ayame se esforzó por enjugarse las lágrimas con el dorso de la mano—. Lo sé. Porque eres una Aotsuki. Eres mi hija. Sangre de mi sangre.
«Tú serías mejor Arashikage que Yui.» Aquel pensamiento sonó aún más infantil en su mente de lo que lo había sentido en realidad.
—Así que espabila y sobreponte a esto, cojones —le espetó, pero Ayame dudaba que fuera capaz de sobreponerse al peso de la muerte de miles de personas que cargaba ahora en su espalda—. ¿Para qué te entreno todas las semanas si no?
—Para... ¿ganar el torneo...? —balbuceó, e de manera inmediata se sintió terriblemente estúpida—. Siento no haber podido dar todo de mí en las últimas semanas... —soltó, aunque no venía al caso.
Sin embargo, había aún cosas que le quemaban por dentro. Y aún se mordió el labio inferior y respiró hondo de nuevo.
—Tengo miedo... —suspiró, temblorosa—. Tengo miedo de que vuelva a pasar... Tengo miedo de que esta vez sea en Amegakure... Tengo miedo de haceros daño a vosotros... ¿Y si ocurre un accidente o...?
—Quedarte con nosotros —dijo Zetsuo, y la visión de una súbitamente paralizada Ayame se emborronó cuando sus ojos volvieron a inundarse inevitablemente. Trató de reprimirlo, pero sus hombros se sacudieron en un silencioso sollozo y entonces se aferró con fuerza a la túnica de su padre—. ¿Qué vas a hacer si no? Eres de nuestra familia, por mucho que te empeñes como una cría pequeña en ocultar nuestro orgullo. No te creas que no me he dado cuenta, maldita idiota.
Ayame cerró los ojos, terriblemente conmovida, pero eso no evitó que las lágrimas siguieran rodando por sus mejillas. Sin embargo, era un llanto muy diferente al anterior. Seguía sintiendo aquella amargura que apenas le dejaba respirar, pero ahora se había visto dulcificado por un delicado cosquilleo que aleteaba en su pecho.
—Quedarte en Amegakure, con tu otra familia —continuó Zetsuo—. ¿Qué vas a hacer si no? Hay mucha más gente que no sabe lo que Yui ha hecho y que sin duda, si se entera, lo reprochará. ¿Eso hará que todos quieran marcharse en masa? No. Sin duda, Yui vivirá tiempos difíciles, y Amenokami sabe qué pasará entonces. O se sobrepone a ello, o tendrá que enfrentarse a una retirada... pacífica o forzada.
Se separó de ella, y Ayame palideció terriblemente al interiorizar sus palabras. Había mucha gente que aún no sabía la verdad detrás de la destrucción de Kusagakure, ¿pero qué pasaría cuando lo descubrieran? ¿Qué pensarían de ella? ¿Pensarían que era un monstruo como ella misma lo había hecho? Y los que se sintieran tan indignados como ella por aquel método, ¿serían capaces de organizar una rebelión en contra de la Arashikage? ¿Y si se organizaba una nueva guerra civil por su culpa?
Se llevó una mano al pecho, donde su corazón no parecía querer darle una tregua.
¿Y Daruu? ¿Qué pasaría con Daruu si lo descubría...? ¿La odiaría? ¿Dejaría de ser su amigo?
—Ser un shinobi no conlleva sólo acceder a participar en torneos y demás mamandurrias. A veces, hay que enfrentarse a la realidad. Pero nosotros le debemos fidelidad a Amegakure y a su gente además de a su líder. Y además... —Zetsuo cerró los ojos, con un renovado suspiro—. —Yui es una muchacha muy joven y llena de temperamento. Si me pides mi opinión, sólo vale como líder porque ha sido la única capaz de unirnos, por primera vez. Ha hecho muchas cosas bien. Pero todo el mundo comete errores. Yo los he cometido. —alzó la mirada, y sus ojos se fijaron en un punto inexistente más allá de la presencia de su hija—. —He cometido muchos. Y tú también los cometerás. ¿Qué harás, entonces? ¿Dejar de lado a tu familia?
Ayame hundió la mirada en la tierra de nuevo. Precisamente, eso era lo que había estado a punto de hacer. Y si no hubiera aparecido Zetsuo a tiempo...
—No. Protegerás a tu familia, porque quieres lo mejor para ella —la voz atronadora de su padre interrumpió sus oscuros pensamientos. Ayame se esforzó por enjugarse las lágrimas con el dorso de la mano—. Lo sé. Porque eres una Aotsuki. Eres mi hija. Sangre de mi sangre.
«Tú serías mejor Arashikage que Yui.» Aquel pensamiento sonó aún más infantil en su mente de lo que lo había sentido en realidad.
—Así que espabila y sobreponte a esto, cojones —le espetó, pero Ayame dudaba que fuera capaz de sobreponerse al peso de la muerte de miles de personas que cargaba ahora en su espalda—. ¿Para qué te entreno todas las semanas si no?
—Para... ¿ganar el torneo...? —balbuceó, e de manera inmediata se sintió terriblemente estúpida—. Siento no haber podido dar todo de mí en las últimas semanas... —soltó, aunque no venía al caso.
Sin embargo, había aún cosas que le quemaban por dentro. Y aún se mordió el labio inferior y respiró hondo de nuevo.
—Tengo miedo... —suspiró, temblorosa—. Tengo miedo de que vuelva a pasar... Tengo miedo de que esta vez sea en Amegakure... Tengo miedo de haceros daño a vosotros... ¿Y si ocurre un accidente o...?