13/05/2015, 10:59
Riko caminaba tranquilamente por las hermosas calles de la villa, observando a ambos lados como los comercios anunciaban sus productos a los transeúntes que caminaban por el lugar, tratando de venderles su mercancía. Algunos se paraban a mirar las ofertas que tenían, otros iban directos en busca de lo que necesitaban, y otros, simplemente, seguían su camino, charlando entre ellos.
Él había llegado hasta allí sin si quiera haberlo pensado. Había terminado un pequeño entrenamiento y, como había madrugado, quizás demasiado, había acabado bastante antes de lo previsto, por lo que decidió hacer tiempo hasta la hora de la comida dando un pequeño paseo por la aldea, mezclándose con el gentío que recorría las calles, que aquel día era incluso excesivo.
El sol brillaba en lo alto del cielo, aumentando las temperaturas considerablemente, pero, aún así, el pelinegro no se deshacía de su sudadera negra y su bufanda roja, quizás éste era el motivo por el que muchos de los que pasaban por su lado se le quedaran mirando como si de un loco se tratara, y quizás tuvieran razón y solo se tratase de un loco, pero no iba a cambiar.
Su pequeño paseo le llevó a una pequeña placita a la que llegaban cuatro calles distintas. En el centro de la plaza se podía observar una pequeña fuente de la que salía un chorro de agua hacia arriba, para luego caer irremediablemente gracias al efecto de la gravedad, formando un pequeño arcoiris sobre ella.
Un pequeño grupo de niños, de no más de 5-6 años correteaban alrededor de la fuente, jugando al pilla-pilla y riendo de forma un tanto escandalosa. Sus madres los vigilaban desde los bancos que se encontraban a la sombra de los árboles que rodeaban la plaza, hacia uno de los cuales se dirigía Riko.
« Vaya, sí que hay gente por las calles. Es lo que tiene el verano supongo, el buen tiempo anima a cualquiera a salir a dar una vuelta.»
El muchacho se sentó en un banco de piedra, algo alejado de ese en el que se encontraban las mujeres sentadas hablando entre ellas, pues él estaba allí para relajarse un poco, no para escuchar una conversación ajena. Entonces se dedicó a mirar como los niños jugaban, uno corría tras el resto, tratando de pillarlos, y cuando lo conseguía, era otro el corría detrás del resto, y así sucesivamente, era algo muy parecido a la caza que tanto le gustaba a él.
Él había llegado hasta allí sin si quiera haberlo pensado. Había terminado un pequeño entrenamiento y, como había madrugado, quizás demasiado, había acabado bastante antes de lo previsto, por lo que decidió hacer tiempo hasta la hora de la comida dando un pequeño paseo por la aldea, mezclándose con el gentío que recorría las calles, que aquel día era incluso excesivo.
El sol brillaba en lo alto del cielo, aumentando las temperaturas considerablemente, pero, aún así, el pelinegro no se deshacía de su sudadera negra y su bufanda roja, quizás éste era el motivo por el que muchos de los que pasaban por su lado se le quedaran mirando como si de un loco se tratara, y quizás tuvieran razón y solo se tratase de un loco, pero no iba a cambiar.
Su pequeño paseo le llevó a una pequeña placita a la que llegaban cuatro calles distintas. En el centro de la plaza se podía observar una pequeña fuente de la que salía un chorro de agua hacia arriba, para luego caer irremediablemente gracias al efecto de la gravedad, formando un pequeño arcoiris sobre ella.
Un pequeño grupo de niños, de no más de 5-6 años correteaban alrededor de la fuente, jugando al pilla-pilla y riendo de forma un tanto escandalosa. Sus madres los vigilaban desde los bancos que se encontraban a la sombra de los árboles que rodeaban la plaza, hacia uno de los cuales se dirigía Riko.
« Vaya, sí que hay gente por las calles. Es lo que tiene el verano supongo, el buen tiempo anima a cualquiera a salir a dar una vuelta.»
El muchacho se sentó en un banco de piedra, algo alejado de ese en el que se encontraban las mujeres sentadas hablando entre ellas, pues él estaba allí para relajarse un poco, no para escuchar una conversación ajena. Entonces se dedicó a mirar como los niños jugaban, uno corría tras el resto, tratando de pillarlos, y cuando lo conseguía, era otro el corría detrás del resto, y así sucesivamente, era algo muy parecido a la caza que tanto le gustaba a él.
~ Narro ~ Hablo ~ «Pienso»