23/03/2016, 18:13
La situación aún tardaría varios minutos en solucionarse. Ayame tosía y tosía, intentando desesperadamente poder volver a respirar con normalidad, mientras Zetsuo aplicaba todos sus conocimientos médicos para evitar que terminara ahogándose de verdad. Finalmente, y tras beber un par de tragos de agua, la pasta de arroz pasó a través de su garganta y Ayame se dejó caer sobre la mesa terriblemente cansada.
—Manda cojones —espetó Zetsuo, el sudor frío cayendo por su sien.
—No puedes ahogarte en el agua y casi te ahogas con un mochi —el tono de voz de Kōri seguía siendo tan plano como las aguas de un mar congelado, pero algo apenas perceptible en el brillo de sus ojos escarchados delataba la preocupación que él también había pasado.
—Lo siento...
La complicada cena dio fin con el postre. Las dos familias se levantaron de sus asientos como si nada hubiese ocurrido. Después de todo, la cuenta corría a cargo de la organización del torneo del que eran participantes y Ayame no pudo sino alarmarse al pensar en la suma de dinero que debía de costarle a los organizadores el tener que encargarse de los gastos de todos y cada uno de los participantes del Torneo de los Dojos. Era algo desmesurado, pero lo que esperaban ganar con el evento en sí debía ser más desmesurado aún si creían ser capaces de permitírselo.
Los Aotsuki y los Hanaiko salieron por la puerta trasera del jardín del restaurante. Rodeados por una infinidad de cerezos en flor que hicieron la delicia de los ojos de una repentinamente curiosa Ayame, se encontraban ahora en una preciosa plazoleta con un estanque en el centro.
—Bueno, Zetsuo, ¿qué te ha parecido el sitio? La leche, ¿verdad? —le interpeló Kiroe.
—Bueno. Aceptable —replicó el médico, casi a regañadientes. Pero teniendo en cuenta lo orgulloso y terco que era el hombre, un "aceptable" casi podría considerarse un excelente para alguien normal—. Sigo pensando que el Hotel Sakura habría sido una mejor opción.
—Oye, Kōri-san —intervino Daruu, mientras Ayame curioseaba el lugar desde una posición algo más alejada—. ¿Recuerdas que se hayan celebrado este tipo de eventos en otras ocasiones?
—No son muy habituales pero sí. Los Señores Feudales están interesados en conocer la fuerza militar de las diferentes aldeas a las que van a solicitar sus servicios, por lo que convocan estos eventos de manera periód...
—¡Mirad! —exclamó Ayame súbitamente. Se encontraba en el centro de la plazoleta, señalando hacia las aguas del estanque, repletas de nenúfares y otras plantas acuáticas—. ¡Hay ranas! ¡¡Y kois!! Ala... ¡Yo quiero un estanque así!
—Manda cojones —espetó Zetsuo, el sudor frío cayendo por su sien.
—No puedes ahogarte en el agua y casi te ahogas con un mochi —el tono de voz de Kōri seguía siendo tan plano como las aguas de un mar congelado, pero algo apenas perceptible en el brillo de sus ojos escarchados delataba la preocupación que él también había pasado.
—Lo siento...
La complicada cena dio fin con el postre. Las dos familias se levantaron de sus asientos como si nada hubiese ocurrido. Después de todo, la cuenta corría a cargo de la organización del torneo del que eran participantes y Ayame no pudo sino alarmarse al pensar en la suma de dinero que debía de costarle a los organizadores el tener que encargarse de los gastos de todos y cada uno de los participantes del Torneo de los Dojos. Era algo desmesurado, pero lo que esperaban ganar con el evento en sí debía ser más desmesurado aún si creían ser capaces de permitírselo.
Los Aotsuki y los Hanaiko salieron por la puerta trasera del jardín del restaurante. Rodeados por una infinidad de cerezos en flor que hicieron la delicia de los ojos de una repentinamente curiosa Ayame, se encontraban ahora en una preciosa plazoleta con un estanque en el centro.
—Bueno, Zetsuo, ¿qué te ha parecido el sitio? La leche, ¿verdad? —le interpeló Kiroe.
—Bueno. Aceptable —replicó el médico, casi a regañadientes. Pero teniendo en cuenta lo orgulloso y terco que era el hombre, un "aceptable" casi podría considerarse un excelente para alguien normal—. Sigo pensando que el Hotel Sakura habría sido una mejor opción.
—Oye, Kōri-san —intervino Daruu, mientras Ayame curioseaba el lugar desde una posición algo más alejada—. ¿Recuerdas que se hayan celebrado este tipo de eventos en otras ocasiones?
—No son muy habituales pero sí. Los Señores Feudales están interesados en conocer la fuerza militar de las diferentes aldeas a las que van a solicitar sus servicios, por lo que convocan estos eventos de manera periód...
—¡Mirad! —exclamó Ayame súbitamente. Se encontraba en el centro de la plazoleta, señalando hacia las aguas del estanque, repletas de nenúfares y otras plantas acuáticas—. ¡Hay ranas! ¡¡Y kois!! Ala... ¡Yo quiero un estanque así!