23/03/2016, 18:47
(Última modificación: 23/03/2016, 18:47 por Amedama Daruu.)
Daruu no había tenido mucho contacto con la gente, de modo que no había podido comprobar, todavía, que no todo el mundo iba a estar siempre dispuesto a acompañarle en sus planes, reirle las gracias ni escucharle cuando hablaba en serio. Se había sorprendido antes del carácter abierto y tremendamente expresivo de Anzu, pero aquello lo pilló totalmente con la guardia baja.
—¡Que te jodan, socio! —contestó de pronto, prácticamente interrumpiéndole antes de que terminara de hablar. Daruu dio un pequeño saltito en el taburete y estuvo casi a punto de caer de él—. ¿Me das lecciones y luego quieres que me agarre a castañazos con un gorila por una 'corazonada' tuya? ¡Ja! Eres la monda. ¡Analiza esto!
Y, sin más, la muchacha le clavó un corte de mangas que atravesó cualquier tipo de vendaje y le dio de lleno en el orgullo. No supo por qué, pero recibir ese tipo de reacción de parte de alguien que le había estado adulando, y que además le había invitado a ramen, le había dejado peor cuerpo de lo que desearía.
Anzu pagó la comida, se cargó la mochila y bajó del taburete.
—Está claro que no puedo con ese tío en combate directo. No hace falta ser un genio para verlo. Así que, de momento, voy a seguirles... A ver a dónde me llevan
No le hablaba a él, pero estaba claro que le estaba hablando a él. Por lo visto la idea de Daruu no era tan descabellada como en un principio le habían hecho ver, y sin embargo la expresión de la kunoichi no dejaba lugar a dudar de que seguía enfadada con él por tratar de aleccionarla.
«Qué corte, joder» —fue lo único capaz de pensar mientras, él también, bajaba del taburete y se afanaba, con la misma cara de enfurruñado y todavía con el dedo corazón de Anzu clavado en la memoria visual, en seguir a su compañera de comilona.
—No voy a quedarme al margen ahora. Gilipollas. —El insulto había sido totalmente gratuito. Pero él era igual de niño e igual de picado que ella, aunque bastante más tímido.
—¡Que te jodan, socio! —contestó de pronto, prácticamente interrumpiéndole antes de que terminara de hablar. Daruu dio un pequeño saltito en el taburete y estuvo casi a punto de caer de él—. ¿Me das lecciones y luego quieres que me agarre a castañazos con un gorila por una 'corazonada' tuya? ¡Ja! Eres la monda. ¡Analiza esto!
Y, sin más, la muchacha le clavó un corte de mangas que atravesó cualquier tipo de vendaje y le dio de lleno en el orgullo. No supo por qué, pero recibir ese tipo de reacción de parte de alguien que le había estado adulando, y que además le había invitado a ramen, le había dejado peor cuerpo de lo que desearía.
Anzu pagó la comida, se cargó la mochila y bajó del taburete.
—Está claro que no puedo con ese tío en combate directo. No hace falta ser un genio para verlo. Así que, de momento, voy a seguirles... A ver a dónde me llevan
No le hablaba a él, pero estaba claro que le estaba hablando a él. Por lo visto la idea de Daruu no era tan descabellada como en un principio le habían hecho ver, y sin embargo la expresión de la kunoichi no dejaba lugar a dudar de que seguía enfadada con él por tratar de aleccionarla.
«Qué corte, joder» —fue lo único capaz de pensar mientras, él también, bajaba del taburete y se afanaba, con la misma cara de enfurruñado y todavía con el dedo corazón de Anzu clavado en la memoria visual, en seguir a su compañera de comilona.
—No voy a quedarme al margen ahora. Gilipollas. —El insulto había sido totalmente gratuito. Pero él era igual de niño e igual de picado que ella, aunque bastante más tímido.