23/03/2016, 19:07
Pero cuando las palabras faltaban, una sóla mirada sobraba para que Zetsuo entendiese el mensaje que querían trasmitirle unos ojos, llenos de lágrimas o no. No obstante el mensaje había sido entendido perfectamente. Zetsuo negó con la cabeza también, como había hecho su hija.
—Insisto. Si vuelve a pasar, estaremos ahí. Si tengo que morir para salvarte a ti, eso es lo que haré. Eres mi hija —repitió, como un mensaje subliminal que quería que calara en ella—. Pero insisto también, eso no debería preocuparte. ¿Para qué te alistaste en esta vida si no era para proteger a los tuyos? ¿No intentarías hacer lo mismo si nosotros dos estuviéramos en tu lugar?
Leyó a través de la mente de su hija como un cuchillo hendiéndose en un trozo de pan caliente. Sabía la respuesta.
—Estoy seguro que sí, y eso me enorgullece —sonrió, aunque esta sí era una sonrisa que delataba más el carácter de Zetsuo: limítrofe con la insensibilidad y apenas de un milisegundo—. Y sin embargo, hay algo que tienes que hacer para enorgullecerme todavía. Ya te lo he dicho: debes dejar de preocuparte por lo que va a pasar en el futuro o no verás el puñal que venga frente a ti, que será del presente, siempre.
»Construye tu muro, Aya...
Una cantidad enorme de shuriken se dirigía hacia la espalda de Zetsuo. Pero rápido como una centella el viejo águila había formulado una rápida serie de sellos, y las aguas del lago se levantaron como una furiosa salpicadura de una bestia marina al caer, y las armas fueron engullidas por las olas. Zetsuo se dio la vuelta y observó a los Hozuki que habían venido a capturar al jinchuuriki y a terminar la faena que su compañero no había conseguido ejecutar.
—Qué curioso —indicó Zetsuo—. Estos me atacan a mí, ¿qué pasa, que incluso entre los traidores tenéis un traidor? Vuestro compañero iba a matar a vuestro trofeo, no a llevároslo.
»Por desgracia para vosotros, ese trofeo es mi hija, y pienso acabar con todos y cada uno de vosotros.
El de enfrente, con una máscara de emperador, rugió con una risotada grave y socarrona.
¡Ja! Eres un egocéntrico. ¿Crees que tú solo vas a poder con el poder de nuestro clan?
—Podría, pero sería un necio entregarme a una carnicería a ciegas. Prefiero rodearme de la seguridad de mi familia —dijo, y Ayame empezó a notar como el ambiente se volvía frío, cada vez más frío... Gélido—. Ayame. Quédate detrás de mí y no te muevas. Haz lo que te digo.
Una fina capa de escarcha comenzó a formarse por debajo de los pies de los Hozuki.
¿Q... Qué es esto?
Jo... joder, Kain, ¡v... vamos a morir!
¡Idiota, confía un poco más en tus ha... ha... h...!
Zetsuo había formulado unos sellos rápidos, y tras el descender de centenares de plumas blancas en el área donde los enemigos se encontraban, cada uno de ellos había quedado dormido.
—Ha sido muy imprudente por su parte venir todos a la una. Padre, ¿crees que esta vez lo hemos logrado? —la voz de Kori, que hasta ahora había estado oculto, surgió de los arbustos tras de Ayame antes de que saliera él. Su hermano se acercó a ella y le revolvió los cabellos. La miró, y los ojos le brillaron con complicidad.
—Supongo que sí. Odio admitirlo, pero el chivatazo de Karoi ha sido vital. Si no hubiera sido por él, Ayame...
—Pero si se habían transformado en él es que no confiaban en él. Por eso dijo que no podría hacer de doble agente nunca más...
Zetsuo suspiró y les encaró de nuevo.
—Sí, pero en parte es bueno. Tenemos un aliado más de forma permanente, y los Hozuki nunca habían confiado del todo en él, de modo que lo que haya en las cabezas de estos imprudentes podría ser la pista que nos llevara por fin a su guarida. Supongo que para ellos también era una especie de recurso, aunque espero que no haya estado trabajando también para ellos de doble agente.
—No sería capaz de eso, es su sobrina.
Lo... lo sé. Supongo que no me fío de nadie.
Hubo unos segundos de tenso silencio.
¿Qué harás si Yui decide no acabar con ellos, padre?
Exterminaré a cada una de esas ratas aunque tenga que enfrentarme directamente con la mismísima Yui —sentenció.
—Insisto. Si vuelve a pasar, estaremos ahí. Si tengo que morir para salvarte a ti, eso es lo que haré. Eres mi hija —repitió, como un mensaje subliminal que quería que calara en ella—. Pero insisto también, eso no debería preocuparte. ¿Para qué te alistaste en esta vida si no era para proteger a los tuyos? ¿No intentarías hacer lo mismo si nosotros dos estuviéramos en tu lugar?
Leyó a través de la mente de su hija como un cuchillo hendiéndose en un trozo de pan caliente. Sabía la respuesta.
—Estoy seguro que sí, y eso me enorgullece —sonrió, aunque esta sí era una sonrisa que delataba más el carácter de Zetsuo: limítrofe con la insensibilidad y apenas de un milisegundo—. Y sin embargo, hay algo que tienes que hacer para enorgullecerme todavía. Ya te lo he dicho: debes dejar de preocuparte por lo que va a pasar en el futuro o no verás el puñal que venga frente a ti, que será del presente, siempre.
»Construye tu muro, Aya...
Una cantidad enorme de shuriken se dirigía hacia la espalda de Zetsuo. Pero rápido como una centella el viejo águila había formulado una rápida serie de sellos, y las aguas del lago se levantaron como una furiosa salpicadura de una bestia marina al caer, y las armas fueron engullidas por las olas. Zetsuo se dio la vuelta y observó a los Hozuki que habían venido a capturar al jinchuuriki y a terminar la faena que su compañero no había conseguido ejecutar.
—Qué curioso —indicó Zetsuo—. Estos me atacan a mí, ¿qué pasa, que incluso entre los traidores tenéis un traidor? Vuestro compañero iba a matar a vuestro trofeo, no a llevároslo.
»Por desgracia para vosotros, ese trofeo es mi hija, y pienso acabar con todos y cada uno de vosotros.
El de enfrente, con una máscara de emperador, rugió con una risotada grave y socarrona.
¡Ja! Eres un egocéntrico. ¿Crees que tú solo vas a poder con el poder de nuestro clan?
—Podría, pero sería un necio entregarme a una carnicería a ciegas. Prefiero rodearme de la seguridad de mi familia —dijo, y Ayame empezó a notar como el ambiente se volvía frío, cada vez más frío... Gélido—. Ayame. Quédate detrás de mí y no te muevas. Haz lo que te digo.
Una fina capa de escarcha comenzó a formarse por debajo de los pies de los Hozuki.
¿Q... Qué es esto?
Jo... joder, Kain, ¡v... vamos a morir!
¡Idiota, confía un poco más en tus ha... ha... h...!
Zetsuo había formulado unos sellos rápidos, y tras el descender de centenares de plumas blancas en el área donde los enemigos se encontraban, cada uno de ellos había quedado dormido.
—Ha sido muy imprudente por su parte venir todos a la una. Padre, ¿crees que esta vez lo hemos logrado? —la voz de Kori, que hasta ahora había estado oculto, surgió de los arbustos tras de Ayame antes de que saliera él. Su hermano se acercó a ella y le revolvió los cabellos. La miró, y los ojos le brillaron con complicidad.
—Supongo que sí. Odio admitirlo, pero el chivatazo de Karoi ha sido vital. Si no hubiera sido por él, Ayame...
—Pero si se habían transformado en él es que no confiaban en él. Por eso dijo que no podría hacer de doble agente nunca más...
Zetsuo suspiró y les encaró de nuevo.
—Sí, pero en parte es bueno. Tenemos un aliado más de forma permanente, y los Hozuki nunca habían confiado del todo en él, de modo que lo que haya en las cabezas de estos imprudentes podría ser la pista que nos llevara por fin a su guarida. Supongo que para ellos también era una especie de recurso, aunque espero que no haya estado trabajando también para ellos de doble agente.
—No sería capaz de eso, es su sobrina.
Lo... lo sé. Supongo que no me fío de nadie.
Hubo unos segundos de tenso silencio.
¿Qué harás si Yui decide no acabar con ellos, padre?
Exterminaré a cada una de esas ratas aunque tenga que enfrentarme directamente con la mismísima Yui —sentenció.