—¿¡¡¡CÓOOOOMMOOOOOO!!!?


—¡Joder pues claro que estaba contando la verdad! ¿Acaso dudas de Reiji?


—¿Qué coño? ¿Pero entonces tú ya sabías que estaba en el cuerpo del samurái?


—¿Queeeeeeeé…? Pero, ¿cómo…? Si yo no sabía nada, ¿cómo…? —De pronto, algo hizo clic, y se golpeó la frente con la palma de la mano—. Ah, claro, hostia. Que vosotros os reuníais. Lo dijo Kokuö.


—Oye, oye. Que Reiji es colega. Tampoco hace falta insultar. ¿Y cómo que chakra? ¡Lo que se ha convertido Reiji es en su jinchūriki! ¡Pero, ¿es que no lo ves?! —exclamó, perdiendo los papeles por completo, señalando al espadachín. Al manto de chakra morado que le envolvía. A sus ojos morados. A sus colmillos.

Fue entonces que se dio cuenta.

—¡Oh! Hostia… ¡Hostia, perdona, Reiji! Me empezó a hablar Shukaku y… Bueno, ¡qué perdona ni qué cojones! ¡¿Eres el jinchūriki de Gyūki tío?! ¿¡Cómo narices Hanabi no me contó nada!? ¡¿Cómo narices sucedió?!

—¿¡¡¡CÓOOOOMMOOOOOO!!!?

Las reacciones de Datsue eran mucho mejores que las de Hanabi. Claro que, aunque se lo había dicho, nunca se lo había mostrado al Uzukage.

—¡Joder pues claro que estaba contando la verdad! ¿Acaso dudas de Reiji?

—¿Pero como voy a dudar de mi mismo? ¡Que yo lo viví!

—¿Qué coño? ¿Pero entonces tú ya sabías que estaba en el cuerpo del samurái?

—No ¿Como iba a saberlo yo? Si no me enteré hasta que me lo contó Gyūki.

—¿Queeeeeeeé…? Pero, ¿cómo…? Si yo no sabía nada, ¿cómo…? —Pues no se.¿Acaso era un adivino que había fallado una predicción o algo?—. Ah, claro, hostia. Que vosotros os reuníais. Lo dijo Kokuö.

Eso... Eso iba a tener que parar. Pero Datsue no me dejó hablar.

—Oye, oye. Que Reiji es colega. Tampoco hace falta insultar. ¿Y cómo que chakra? ¡Lo que se ha convertido Reiji es en su jinchūriki! ¡Pero, ¿es que no lo ves?!

¿Había estado hablando conmigo en algún momento? No, ¿Verdad? Vaya...

—¡Oh! Hostia… ¡Hostia, perdona, Reiji! Me empezó a hablar Shukaku y… Bueno, ¡qué perdona ni qué cojones! ¡¿Eres el jinchūriki de Gyūki tío?! ¿¡Cómo narices Hanabi no me contó nada!? ¡¿Cómo narices sucedió?!

Desactive la capa de chakra del Gyūki. De una cosa si me había dado cuenta, el chakra que gastaba. Su chakra... Se iba para no volver.

—Datsue, calma. No soy ningún Jinchuriki. El chakra que yo gasto de Gyūki se acaba. Es limitado. Se va y no vuelve. Solo me lo dio para que sus hermanos me escucharan.

Y no era la primera vez que lo usaba. Tenía que tener cuidado, por que todavía quedaban seis bijuus a los que buscar y con los que hablar.

—Shukaku, necesito que me escuches. Necesito que escuches lo que tu hermano tenia que decirte. —Sujete a Datsue por los hombros, aunque no le estaba hablando a él. —Lo que tiene que deciros no lo puede hacer en las reuniones esas de las que habla Datsue por una razón basta importante.

»Kurama lo escucha todo. Lo ve todo.

¿Qué solo le había dado chakra? Pero, ¿y eso se podía hacer?


Bueno, claro, qué tonto. Si el propio Kurama lo hacía con sus Generales.

—Shukaku, necesito que me escuches. Necesito que escuches lo que tu hermano tenia que decirte.


Datsue iba a verbalizar su duda, pero Reiji continuó con sus revelaciones, sin darle tiempo. Y, entonces, todo cobró sentido. Las piezas encajaron de un sonoro…


—Pero, ¿¡qué me estás contando!?


Pero Datsue ya no les escuchaba. Su mente intentaba desgranar lo que suponía aquella bomba que Reiji acababa de soltar. Tenían a un espía, a una puta rata, comiendo entre ellos. Y no se habían dado cuenta hasta ahora. Eso le recordó algo, a alguien, pero lo apartó rápidamente de sus pensamientos.

Necesitaba centrarse.

«Shukaku… ¿tú no soltarías en una de esas reuniones que nos íbamos a enfrentar a Hanabi en la Playa Túnel, verdad? ¿O que andábamos por ahí?»

Silencio, y la dura verdad les golpeó a ambos con la fuerza de una bijūdama. ¡Oh, pues claro que lo había hecho! ¡Shukaku era como él! ¡Presumido, vanidoso! ¡No iba a perder la oportunidad de fanfarronear sobre el duelo contra un maldito Kage! ¿Cómo habían sido tan estúpidos? ¿De verdad se creían que el encuentro con Bakudan había sido casualidad? No, ¡él sabía que estarían allí, y había llegado preparado!

Qué demonios, ¡quizá fue así como también encontraron a Ayame, en el Valle del Fin! Tenía que contarles lo sucedido. A ella. A Juro. Estaban en un peligro constante. Más de lo que creían.

—¿Y qué es eso que quería contarnos? —recordó, de pronto, centrando su atención de nuevo en Reiji.

—¿Y qué es eso que quería contarnos?

—Me habló de su padre, me contó que el padre de todos los bijuus les había advertido de que, un día, un gran mal amanezaria a todo Oonindo.

Podían ser muchas cosas Claro. Entre ellas, Kurama. Y el pensamiento de los Bijuus tampoco era desacertado. Nuestra propia naturaleza era... En fin. Destructiva.

—Gyūki dijo que los Bijuus pensabais que este gran mal eran los humanos, y yo añado, que con razón. Para vosotros, —Dije hablándole directamente a Shukaku. Sabia que me estaba escuchando.—Debemos de ser lo peor. Os perseguimos, os cazamos y os encerramos. Nuestros antepasados, incluso, os asesinaron pensando que moririais. Sin embargo... Gyūki piensa que Kurama se ha convertido en ese gran mal que amenaza Oonindo.

Y yo también lo pensaba tras escucharle. Pero eso no quitaba lo cruelmente que nos habíamos comportado con los Bijuus. Si preferían estar del lado de Kurama... Nos lo habíamos ganado a pulso.

— Añadió que Kurama había sucumbido a la misma ambición que los Kages de las cinco antiguas grandes aldeas, y que estaba cometiendo los mismos errores. Dijo que Kurama quiere conquistar todo Oonido, e instaurar su ley, por que piensa que así se lograra la paz...

Pero eso no era autentica paz. Era un tirano. O estabas con el o estabas en su contra. O pensabas como el o tenías que morir. Eso no era paz. Eso era esclavitud.

—Pero también me dijo como detenerlo. Es una locura. Y con todo el daño que les hemos hecho a lo largo de la historia... No nos lo merecemos. Pero Gyūki, que se enfrentó cara a cara con él, descubrió que si colaboráis con los humanos como vuestro padre os enseño, y si los humanos os ayudamos a vosotros... Entonces y solo entonces podremos derrotarlo.

Sin embargo... ¿Como narices iba a comunicarle todo aquello a los demás?

—Shukaku y Datsue. Tenéis que pelear como si fuerais un solo ente. Como lo hicieron Gyūki y el padre de Yuuna. Pero no solos. Tenéis que hacerlo junto al resto de los bijuus y sus compañeros. Y también, junto al resto de los humanos.

Datsue oyó en silencio a Reiji. A Gyūki, indirectamente. Él aseguraba que había descubierto ese gran mal que Rikudō-senin había advertido a los bijūs, a sus hijos, ese por el que tendrían que unirse con los humanos si querían derrocarlo y prevalecer. Y, paradójicamente, no era otro que el propio Kurama.

Kurama, el ególatra que se creía el más grande de los bijūs. El General de Generales. El que había mandado asesinar a un Hermano del Desierto. El que había hecho matar a Uzumaki Goro. El que había atacado a Aotsuki Ayame. Y a él. Y a Hanabi.

«¿Tú qué opinas?»


Sí, a Datsue le servía. Fuese el gran mal o no, tenían que acabar con él. Con la ayuda de todos.

—Shukaku y Datsue. Tenéis que pelear como si fuerais un solo ente. Como lo hicieron Gyūki y el padre de Yuuna. Pero no solos. Tenéis que hacerlo junto al resto de los bijuus y sus compañeros. Y también, junto al resto de los humanos.

—Como un solo ente, ¿hmm? —Datsue se dejó caer sobre el sofá, e inconscientemente rellenó la copa de konyak, que no tardó en desaparecer entre sus labios—. Como un solo ente… —repitió, con la mirada perdida, mientras su dedo índice no paraba de dar vueltas sobre el borde de la copa.

—No se explicarte ll que significa. Gyūki solo dijo que su padre les había instruido, tendrás que preguntarle esa parte a Shukaku.

Si. El mensaje no tenia mucho mas. Esa era toda información a la que yo tenía acceso. Solo queda el resto de la historia del viajecito. Pero eso podia esperar.

—Shukaku y Gyūki son los unicos Bijuus a los que conozco. Gyūki mencionó a Kokuō, pero no se quien es. Si teneis información del paradero del resto de los Bijuus, por favor. Compartidla conmigo.

Quizás era mucho pedir, pero si si hacían reuniones, Shukaku debería conocer el paradero se alguno de sus hermanos. Y esa información era muy importante. Por que si Shukaku la conocía, probablemente Kurama...

—Tienes que decirme donde estan, por favor. Si Kurama estaba en esas reuniones... Tengo que advertirles del peligro, a demás de llevarles el mensaje de Gyūki. Te Juro, Shukaku, que jamas le contaría a nadie el paradero de tus hermanos. Pueden estar en peligro.

¿Preguntarle a Shukaku? No hacía falta. Creía saber exactamente lo que significaba. Se terminó lo que quedaba de la copa de un trago y rellenó de nuevo. Se dio cuenta que la botella ya iba por la mitad, y que notaba la cabeza sospechosamente ligera.

—¿Kokuō? Sí, sí… Yo sé quién es…

La Bijū Pacifista, le llamaba él. La misma que casi se había cargado medio estadio y a él mismo. Pero Reiji no solo quería saber su paradero, sino el de todos. Temía que estuviesen en peligro.


—Mira, Kokuō es el bijū que está dentro de Ayame. El que casi nos revienta a todos en el Examen Chūnin, ¿recuerdas? —Como para olvidarse de algo así—. Y luego está… Chōmei, que es el bijū que está encerrado en Juro. Decirte dónde están ahora no serviría de nada, Reiji. Primero porque mañana quizá no sigan ahí, y segundo porque no lo sé.

»Pero puedo averiguarlo. Mejor todavía, puedo amañar un día y lugar de encuentro para que vosotros tres os veáis. Los tres compartimos un sello que nos permite hablar a distancia. Les diré que deben avisar a los bijūs de que Kurama espía en las reuniones —aquello era de máxima urgencia—, pero, sobre lo de colaborar y luchar contra ese mal mayor, es mejor que se lo digas tú. A través de mí el mensaje perdería fuerza —tuvo que admitir.

—Mira, Kokuō es el bijū que está dentro de Ayame. El que casi nos revienta a todos en el Examen Chūnin, ¿recuerdas? —Pues la verdad... yo habia llegado tarde a esa parte del evento. Pero me quería sonar ese nombre.—. Y luego está… Chōmei, que es el bijū que está encerrado en Juro. Decirte dónde están ahora no serviría de nada, Reiji. Primero porque mañana quizá no sigan ahí, y segundo porque no lo sé.

Tenia mucha razón. Era mejor que me calmara. Le di otro sorbo al té. Se había quedado frío. Mas frío que las pelotas de los samuráis en aquella maldita isla nevada.

»Pero puedo averiguarlo. Mejor todavía, puedo amañar un día y lugar de encuentro para que vosotros tres os veáis. Los tres compartimos un sello que nos permite hablar a distancia. Les diré que deben avisar a los bijūs de que Kurama espía en las reuniones, pero, sobre lo de colaborar y luchar contra ese mal mayor, es mejor que se lo digas tú. A través de mí el mensaje perdería fuerza

Si. Pero no pasaba nada. Me estaba ayudando muchísimo ya con avisar a los otros. Y dar el mensaje era mi misión. No la suya.

—Me vale. Agradezco un montón que me ayudes con ellos dos.

»Ahora que esto ya esta dicho...¿Quieres saber el resto de la historia y de como me quedé con este barco? Aun quedan partes bastante gordas. Como él por que Yuuna esta viviendo en Uzushio.

Ante las gracias de Reiji, Datsue hizo un ademán con la mano, como quitándole importancia. Ya no es que fuese poca cosa, es que le convenía ayudarle.

¿Qué si quería saber la historia de cómo narices había conseguido el barco?

—¡Por supuesto que quiero saberla! Me tienes intrigadísimo —reconoció. Pero en seguida frunció el ceño—. Oye, ¿pero me vas a hacer el feo después de pedirme que trajese unas botellas de no probarme ni una? ¡Sácate una copa ahí para ti, hombre! ¡O un chupito al menos!

—¡Por supuesto que quiero saberla! Me tienes intrigadísimo. Oye, ¿pero me vas a hacer el feo después de pedirme que trajese unas botellas de no probarme ni una? ¡Sácate una copa ahí para ti, hombre! ¡O un chupito al menos!

Pues tenía razón. Para poder hablar de ciertas partes de la historia, iba a necesitar una copa. Me bebí lo que quedaba de té de un solo trago y le ofrecí el vaso para que me sirviera.

—En fin, después del encuentro con Gyūki, llegamos finalmente a la isla del hierro, donde pensábamos que todo iba a ser, en fin, mas pacífico. Acompañamos a Yuuna hasta su pueblo, y allí nos alojaron en una posada antigua. Donde de nuevo, nos atacaron los shinobis de Kurama.

Por si creía que el temita del nueve colas había terminado, lo llevaba claro. Aun quedaba bastante. Por que seguramente, la madre de Yuuna...

—Los derrotamos de nuevo, pero uno de ellos tenia un sello explosivo y...

!BOOOM¡

La posada se vino abajo. Con Katsudon dentro, yo salí despedido por una ventana, por que me había protegido usando el cadáver de uno de esos shinobis.

Y en ese punto de la historia volví a salir ese hijo de... Ese samurái al que ojala pudiera aplastar con el barco. Bueno, eso no, matar samuráis estaba mal. Pero darle una buena paliza... Eso si.

—Pense que Katsudon había muerto bajo los escombros a causa la explosión. Mientras estaba un poco en shock por la supuesta perdida, el que parecía uno de los jefazos allí, me golpeo varias veces para que habalra y claro, le conté lo sucedido, aprecio mi cabeza, aunque a veces no lo parezca.

Tampoco hacia falta entrar en todo el detalla. Hice cosas y dije cosas que... Era mejor no mencionar.

—Pues mientras, Katsudon "revivió" ante mis ojos echo mierda. Los samuráis nos apresaron por que no me creían, o eso pensaba, y ademas ese hijo de... Del hierro, amenazo con torturar a Katsudon.

Ah, ¡así se hacía! Datsue no dudó en llenarle la copa de konyak, y de paso se la rellenó él también. Aunque algo le decía que como mantuviese aquel ritmo iba a emborracharse en nada. ¿No había prometido, hacía no mucho, que no iba a volver a probar el alcohol? Recordó los vómitos del camino de vuelta a Uzu, acompañado de un Hanabi igual de resacoso que él. Oh, aquel malestar en el estómago, aquellos sudores fríos…

Decidió dejar la copita quietecita por un rato.

Escuchó, con atención, la historia que Reiji tenía por contarle. Era bueno, contando historias. Sabía dónde parar, dónde meter una pausa de suspense, y, también había que reconocerlo, la historia le acompañaba y mucho.

—¡¿Otra vez los ninjas de Kurama?! —no pudo evitar interrumpir, sorprendido de que también le hubiesen atacado en el País del Hierro—. ¡JA! Nunca des a Katsudon por muerto. Nunca lo vi luchar, ¡pero ese tío tiene pinta de rocoso! No… Espera… —iba interviniendo a medida que escuchaba a Reiji—. Creo que me he perdido algo. ¿Cómo que amenazaron con torturar a Katsudon? ¿Los samuráis? Pero… ¿qué cojones? ¿Por qué?

—Creo que me he perdido algo. ¿Cómo que amenazaron con torturar a Katsudon? ¿Los samuráis? Pero… ¿qué cojones? ¿Por qué?

—Yo me quedé igual. Pensaba que los samuráis eran gente honrada. Me he saltado que, los samuráis odian a todos los ninjas por culpa de que Kurama matara a su líder, pero eso hace la historia mas enrevesada.

Bebí un trago de la copa que me había servido Datsue. Estaba amargo y fuerte. Pero quizás eso es lo que le hacía falta a mi cabeza.

—Odian a los ninjas, pero los novatos de Kurama se cuelan en su ciudad fácilmente. ¿No tiene sentido verdad? Yo tampoco se lo encontré.

Tampoco lo busqué la verdad. Gasté mi tiempo en odiar y planear el asesinato de todo el pueblo de los samuráis. Esa parte me la saltaría también. Era solo relleno.

—Bueno, pues nos encerraron a saber cuantos días en la prisión. La verdad es que no saber nada de Katsudon y pensar que le estaban torturando hacia que me hirviera la sangre.

Quien dice hervir la sangre... Dice también que si hubiera tenido el bijuu dentro, lo hubiera dejado salir. Pero oye, eso también era irrelevante para la historia.

—Yuuna consiguió hacernos llegar una llave de la celda en la comida. En ese momento aún no sabia por que nos ayudaba, ella también es una samurái, pero conseguimos escapar.

Y Casi provoco que la maten. Claro. Como no. La historia de mi vida. Otro detalle más que pensaba dejarme escondido y guardado para mi. Casi tenia mas cosas que no contar, que cosas que contar.

—Una vez fuera, nos reunimos con Yuuna fuera de la ciudad y nos contó la verdad. Ahí fue cuando supe por que nos habían atacado los Ninjas de Kurama allí dentro. Allí fue cuando supe por que aquel samurái amenazo con la tortura. Y también, el por qué Yuuna nos ayudaba a escapar.

Joder, ¡y él que tenía a los samuráis por gente honorable! ¡Y los muy cabrones habían tenido encerrado a Reiji por días! Tenía que haber una explicación, sin duda, un motivo oculto detrás de todo aquello. Podían haber llegado a pensar que Reiji y los ninjas con copos de nieve estaban compinchados, claro. Pero en cuanto lo repasasen un par de veces, se darían cuenta que no tenía ningún sentido. ¿Por qué atacar a su propio bando?

Fue entonces cuando Reiji llegó al final de la historia. Justo al desenlace. Y, como ese cierre de capítulo de un libro o una serie, lo mantuvo en suspense hasta la próxima página.

—¿¡Y qué fue!? —quiso saber de inmediato, viendo que Reiji se estaba tomando tiempo de más en contarlo.

—¿¡Y qué fue!?

Tomé otro trago de aquel licor que Datsue me había servido antes de volver a hablar. Ahora, había otra sarta de cosas que quería omitir. Cosas que al recordarlas, me hacían avergonzarme de mi mismo.

Al final la historia tenia mas detalles de los que no quería hablar que cosas importantes. Suspire.

—Por lo que Yuuna nos contó, su madre... Parecía ella misma, pero no era ella misma. Llegó a encerrar a la propia Yuuna, que llego a escapar, y nos pidió que la acogieramos en uzushiogakure.

»Nosotros no llegamos ni a poder hablar con la madre de Yuuna. Pero Katsudon y Yuuna sospechan que o le han lavado el cerebro o la han sustituido.

Yo no estaba seguro de nada. Ambas cosas eran posibles. Pero tenia en mente una tercera posibilidad. Quizás por que no conocía a la Madre de Yuuna.

—Yo tengo una tercera opción. ¿Recuerdas los ninjas que nos atacaron en el barco? Era un cargamento de suministros. Si la están controlando o sustituyendo... No le cortas los suministros a tus "Aliados". Quizás... quizás la estén chantajeando con los suministros, y por el bien de los suyos, no tenga más remedio que obedecer.

Pero...¿Que podía saber yo? Solo una cosa: Fuera lo que fuera lo que pasara en el pais del hierro, ayudaría a Yuuna a salvar a su madre.

Datsue se rascó la cabeza, pensativo. Ahora lamentaba haberse bebido tantos tragos seguidos. Tenía la mente embotada y no pensaba con claridad.

—Pero, a verr… Si la estuviesen chantajeando, ¿por qué no pedir ayuda? —preguntó, incisivo—. ¿Por qué no pedirle a Yuuna, de paso que se venía a Uzu, ayuda con eso?

De todas formas, Reiji tenía razón en algo. Atacar tus propios suministros no tenía sentido. «No… Sí lo tiene. Solo que lo estamos mirando desde la perspectiva incorrecta».

—Oye, ¿y cuándo empezó a notar rara a su madre? ¿Cuándo volvisteis y la encerraron en un jodido calabozo, o ya antes, cuando la envió a Uzu?

Información. Necesitaban toda la información posible para poder encajar las piezas.