Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
El hecho de que ambas hermanas se fuesen, en parte, le alivió. Quizá con las mujeres que componían la familia Sakamoto no se había logrado entender hasta ahora, pero aquel hombre parecía mucho más razonable. Para empezar, estaba hablando allí tan tranquilo con él, después de la putada que le había hecho a su hermana. Eso ya decía mucho de él.
Sin embargo, algo de lo que dijo le dolió: le acusó de mentir. No es que al Uchiha le afectase demasiado que le llamasen mentiroso —porque, de hecho, lo era—, pero sí que le fastidiaba cuando estaba diciendo la verdad. O una verdad exagerada y con muchos adornos, pero que no por ello tenía que ser mentira.
—Yo… Siento si mi forma de hablar le extraña, sé que a veces puedo ser un poco raro —se excusó—. Suelo dirigirme así a mis superiores, porque el lenguaje que utilizo normalmente con amigos es… Bueno, un poco vulgar —confesó, para luego esbozar una breve sonrisa, tratando de quitarle hierro al asunto—. Discúlpeme que le insista, pero… ¿En qué cree que le he mentido, exactamente? —preguntó, con el tono más amable posible.
Datsue estaba pasando un mal rato. No era lo mismo hablar con Hideo que con Koko o su hermana. Uno parecía mucho más comprensivo y dialogante que las otras, pero a la vez era jōnin, y una torre de dos metros, para más inri. Una torre que le exigía saber por qué había dejado la imagen de su hermana a la altura del betún. Además, calificó de estafa la apuesta en la que había intentado meter a Koko. Con otro cualquiera se hubiese reído a carcajada suelta de llamar a aquello una estafa. Con Hideo el Gorila —como creía iba a empezar a llamarle—, tan solo tragó saliva y agachó la cabeza.
Fue entonces cuando Hideo, queriendo llevar más allá sus palabras, mostró la prueba del delito: la famosa revista que había hecho de su hermana y Akame. El número uno —y hasta entonces único— del Corazón Uzureño.
Datsue tragó saliva por segunda vez. ¿Cómo convencía a aquel hombre de que había tenido sus razones, fuesen suficientes o no, sin dejar quedar demasiado mal a su hermana como para ofenderle, pero sin quedar él tampoco como el malo maloso de la película? Era casi misión imposible. Pero a Datsue le ponían las misiones imposibles. Siempre y cuando requiriesen ingenio, labia y cero peligro para su integridad. Dudaba de que lo último estuviese a cero…
—Tuve motivos… que ahora pueden parecer cuestionables, pero en su momento… —le miró a los ojos—. ¿Me permite invitarle a una taza de té, Hideo-senpai? —preguntó, haciéndose a un lado para ofrecerle entrar en su casa—. Creo que podría explicárselo todo si me concede cinco minutos de su tiempo.
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—Habla como normalmente harías con tus amigos, olvídate por un momento que soy tu superior —le respondió con firmeza.
No le agradaba que le tratasen con tanto respeto, pero tampoco le había agradado que el Uchiha intentase vanagloriarse exagerando un tanto las cosas que bien sabían, eran problemas mundanos que cualquier otro podría haber tenido. El asunto con este chico en particular era que se las había ensañado con sus hermanas y no podía permitirlo.
—Me temo que no será posible, Uchiha Datsue —respondió—. Quiero que me expliques absolutamente todo ahora mismo —concluyó.
Si permitía al Uchiha aquellos cinco minutos probablemente podría pensarse unas buenas historias algo más elaboradas y creíbles como para zafarse, seguramente se contradiría con lo que las rubias pudieran haberle contado, pero seguía prefiriendo que le dijeran la verdad y nada más que la verdad, sin adornados ni misticismos ni suspensos.
—Nunca me gustó el suspenso —aseguró, como si aquello no tuviese relación con nada y su mirada se desvió a la puerta—. O tal vez podría encerrarte en el departamento con mis hermanas, seguramente estarán como fieras enjauladas ahora mismo, si es que me entiendes —soltó una risa luego de aquel comentario, indicándole que no iba muy en serio… ¿O tal vez sí…?
Hideo le pidió un favor: que hablase como si estuviera con un colega. Una petición complicada, porque por mucho que algunos superiores querían que les tratasen como un igual, simplemente no lo eran. Y no lo eran porque en el momento que te pasases de la raya, sabías que recibirías un castigo. De todas formas, hizo un esfuerzo para acercarse lo máximo posible a su pedido.
Sin embargo, Hideo rechazó su propuesta de tomar un té.
—Me temo que no será posible, Uchiha Datsue —respondió—. Quiero que me expliques absolutamente todo ahora mismo.
¿Cómo quería que le explicase absolutamente todo, si no le decía en que creía le había mentido? ¿Cómo empezar a explicar una historia, si previamente ya no te creían? Datsue hubiese visto mejor aclarar aquella parte primero, para después, habiéndose ganado su confianza, relatarle el resto. Pero Hideo no parecía por la labor. Tuvo que contener la lengua para no insistir sobre el tema.
—Nunca me gustó el suspenso. O tal vez podría encerrarte en el departamento con mis hermanas, seguramente estarán como fieras enjauladas ahora mismo, si es que me entiendes.
Lo cierto es que no le entendía. O en parte sí. Pero seguramente, no de la forma en la que el jōnin pretendía. Carraspeó. Mejor no responderle a eso.
—Pues todo empezó una noche en el Jardín de los Cerezos —dijo, tratando de tutearle y emplear su lenguaje cotidiano—. Allí me encontré a Noemi… borracha. —¿Querían que le explicasen absolutamente todo? Pues Datsue pensaba contentarle—. Muy borracha. Tanto que se había vomitado encima y estaba tirada en el suelo. Traté de acompañarla a su casa, pero se negaba. Entonces empezó a llover. Una tormenta como pocas veces había visto por aquella época, y decidí cargármela a la espalda. Le pedí que me indicase su dirección, pero seguía empecinada en no decírmela. Así que hice lo único que se me ocurrió: llevarla a mi casa. Me crucé media Villa con ella a las espaldas. La metí en casa. Le dejé ropa limpia y seca en el cuarto de baño para que se cambiase, y la llevé a mi cama para que durmiese. Pero ella no soltó su abrazo sobre mí. No quería lastimarla para soltarme, así que tras varios intentos infructuosos me quedé allí con ella, quedándome finalmente dormido también.
»A la mañana siguiente —continuó Datsue, que ya había cogido carrerilla—, intercambiamos unas breves palabras. Le ofrecí desayunar, pero se fue, sin siquiera despedirse, con mi ropa puesta. Días más tarde —se llevó una mano al mentón—, o quizá un par de semanas, ya no lo recuerdo, me la encontré en las montañas del País de la Tierra. Le dije que todavía no me había agradecido por la ayuda que le había brindado. Fue más una pequeña broma, para romper el hielo, que por otra cosa. Entonces —dijo, y no pudo evitar que su voz se crispase levemente—, me acusó de… de haberme aprovechado de ella. Ya sabe, de haberlo hecho. —Por mucho que le hubiese pedido que le hablase como un igual, a Datsue le costaba decir la palabra follar a un superior. Y menos al hermano de con quién presuntamente se había acostado—. Lo negué. Ella me gritó. Yo le grité. Nos insultamos. Me llamó enfermo. Y ahí... después todo lo que tuve que soportar aquella noche… que aun por encima me llamase aquello... Perdí los nervios. Perdí los nervios y le lancé una piedra.
»Pero aquel suceso me siguió atormentando. ¿Me habría Noemi acusado frente a otros? ¿Había ido con aquella mentira a su familia, o amigos? ¿Me habría tachado de violador? Con una acusación así, quedas manchado de por vida. Por mucho que luego demuestres tu inocencia. Así que cuando llegó a mis manos esa fotografía… Bueno, yo ya planeaba hacer una revista igualmente, y vi la oportunidad perfecta para vengarme. Ella me manchaba mi imagen, yo la suya. Ojo por ojo. Eso fue lo que pasó.
Suspiró. Se había desahogado por completo, y de pronto se sentía mucho mejor. Más… liberado. Entonces cayó en la cuenta de que quizá se había sobrepasado con tanta… sinceridad, y un escalofrío recorrió su espina dorsal. «Menos mal que me sellé esa técnica… Como pase algo la activo y a correr como un desgraciado.»
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Si no le entendía le era indiferente, aunque se refería exactamente a que era muy probable que aquellas dos chicas tengan ganas de sobra de matar a Datsue, pero lo que cruzaba la mente del chico era completamente desconocido para el mastodonte, quien atentamente escuchaba todo lo que el menor le decía.
En cuanto comenzó el relato sobre la borrachera de Noemi, la expresión del jounin cambió, ahora si lo estaba creyendo todo porque aquel relato explicaba por qué su hermana había llegado en tan mal estado aquel día.
Si bien, no había estado enterado de lo ocurrido aquel día, no con exactitud, sabía perfectamente que si alguien cometió un error al hablar de sexo, esa había sido Noemi y no Datsue.
Finalizado el relato, el mayor suspiró pesadamente. Miró hacia la puerta una vez más, miró de nuevo al genin y finalmente, tomó aire para hablar.
—No estaba al tanto de lo que pasó ese día, sé que mi hermana regresó con ropa de hombre, apestando y demás. Si te sirve de algo, que yo sepa nadie en todo el clan tiene una idea de lo que pasó ese día, hay una parda de versiones raras pero no más que es —fue lo primero que dijo en un intento por relajar al Uchiha con respecto de su fama.
—Probablemente en algún momento se haya producido un mal entendido, y no lo digo por defender a mi hermana pero en la ignorancia uno tiende a cometer errores más pesados —en ese momento Hideo hizo una pausa y se giró hacia la puerta del departamento donde sus hermanas deberían de encontrarse—. Me imagino que tus problemas con Koko van ligados a esto que te pasó con Noemi, ¿no? Son muy unidas después de todo, si te metes con una automáticamente te metes con la otra así no la conozcas.
Fue entonces que al grandote Sakamoto se le ocurrió una idea, algo que le hizo mostrar un alegre semblante mucho más amigable.
—¿Qué te parece si resolvemos todo este drama? ¡No perderías nada! De última si algo sale mal ya me haré cargo yo de lo que haga falta, ¿qué tal?
Y a juzgar por las facciones del mayor, Datsue probablemente sentiría que no tenía ninguna otra opción más que hacerle caso, la cuestión era que… Tendría que fiarse de un Sakamoto, hermano de las dos chicas con las que tan mal se iba llevando.
«¡Por fiiiin! ¡Un Sakamoto que me entiende!» Estaba tan pletórico que tuvo ganas de darle un abrazo y hasta plantarle un beso en los morros. El Uchiha había sudado sangre, sudor y lágrimas —bueno, quizá lágrimas era pasarse— para que alguien de aquella familia le comprendiese. Con Koko lo había medio conseguido una vez, pero en algún punto que no alcanzaba a recordar con exactitud, se rompió.
Hideo no solo le creía, sino que parecía comprenderle. En seguida trató de tranquilizarle, asegurando que nadie en la familia sabía lo que había pasado aquella noche —verificando, a su vez, las mismas palabras que le había dicho Koko en el Valle de los Dojos—, y lo achacaba a un malentendido. Datsue estaba de acuerdo. Más allá de quién tuviese más o menos culpa, lo estaba. Ya Koko le había convencido de ello en el Valle de los Dojos.
Estaba resultando todo de lo más gratificante hasta que entonces…
—¿Qué te parece si resolvemos todo este drama? ¡No perderías nada! De última si algo sale mal ya me haré cargo yo de lo que haga falta, ¿qué tal?
Tragó saliva. ¿Le estaba proponiendo lo que creía le estaba proponiendo?
—B-bueno, yo… —Tragó saliva. Una cosa era tratar con Koko y esa habilidad suya para guardar siempre la calma, hasta que acumulaba tanta rabia que explotaba como un globo de agua y te intentaba decapitar. Otra, con Noemi, y ese mal genio que tenía. Pero, ¿las dos a la vez? Si por separado ya eran peligrosas, juntas suponían un suicidio. Ni siquiera un hombretón como él le transmitía la seguridad necesaria…—. Sí… Supongo que… tiene razón.
¿Qué otra cosa podía decir?
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La duda en Datsue era clara, pero por lo visto el carismático jounin logró convencerle y no pudo contener la alegría, o bueno, hasta cierto punto lo hizo ya que se conformó con tomarlo con firmeza por los hombros.
—¡Así se habla! —Le felicitó antes de girarse hacia el departamento—. No tengas miedo, no va a pasarte nada —aseguró antes de abrir la puerta y obligar a Datsue a entrar primero.
Para encontrarse con las dos kunoichis con varias manchas de crema batida por el rostro y parte del cuerpo, pues habían estado cortando frutas a las que pensaron tirar la crema encima.
Ambas se voltearon a mirar la puerta, en un principio la expresión de ambas denotaba alegría, pero ni bien distinguieron al Uchiha la expresión de las dos cambió.
—¿Cuál es el chiste? —Preguntó la malhumorada Sakamoto.
Koko no dijo nada, pero su mirada parecía sugerir que pensaba igual que su hermana.
—Vamos a hablar, los cuatro, como la gente civilizada que somos, sin insultarnos ni tirarnos con los platos —afirmó el mastodonte que mantenía su alegre semblante mientras cerraba la puerta detrás suyo, imposibilitando cualquier vía de escape para el shinobi—. ¿Tienes tu habitación ordenada, Koko?
Ante tal pregunta, la pecosa soltó un leve gruñido y se dirigió al fondo del pasillo para dar con la habitación, revisó vagamente por si no se había dejado nada fuera de lugar y luego les hizo una seña a los demás para que se acercasen.
Hideo ayudó a Noemi a llegar hasta la única cama allí presente, Koko se sentó a un lado de ella y el mayor se llevó las únicas dos sillas presentes en todo el departamento para dejarlas directamente enfrentadas con las hermanas. Luego tomó asiento en una y esperó pacientemente a que Datsue hiciera lo propio con la otra silla que se hallaba a su derecha.
Cuando el hombre le tomó por los hombros, Datsue supo que ya no había escapatoria alguna. Ni vuelta atrás. Se había metido en la boca del lobo y ahora toca seguir hacia adelante. Ante las palabras de ánimo de Hideo, el Uchiha se limitó a respirar hondo. «Vamos, ¡que por algo te llaman Datsue el Intrépido! ¡Entra ahí y demuéstrales lo que vale un shinobi!»
Lo malo con los pensamientos positivos, es que luego te enfrentabas a la realidad. Dos cosas que, en su experiencia, no solían coincidir. Hideo abrió la puerta y…
«La madre que me…»
Allí estaban las hermanas, embadurnadas en una especie de crema y batiendo frutas… Era como el argumento de una de esas películas que a veces veía. Al menos, el principio era idéntico. Entonces, por primera vez en mucho tiempo, no supo qué decir. Ya no sabía si quería poner pies en polvorosa, si quería quedarse o, simplemente, que fuese Hideo quien se largase.
Cuando Noemi le vio, sin embargo, se le cambió el semblante. A Koko también, aunque lo disimulaba mejor. Fue entonces cuando Hideo, ni corto ni perezoso, preguntó a su hermana si estaba la habitación ordenada.
«¿La habitación? ¡Un momento! ¿Qué demonios quiere…? ¿No será...? ¿¡No será...!?» ¡Aquello estaba siendo como en las películas!
«Ah…»
Datsue vio que se llevaba dos sillas.
«Oh…»
Datsue vio que tan solo iban a hablar. Se le cayeron los hombros, pero trató de que no se le notase en el rostro. Se sentó el último, y se removió sobre la silla, incómodo. No por el asiento en sí, sino por la situación.
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Las dos rubias tan pronto se sentaron comenzaron a limpiarse la crema batida con una toalla que había tirada sobre el colchón, aunque las dos estaban haciendo lo mismo con la misma toalla y en el mismo momento. Así que los roces fueron inevitables. Aquello era una simple costumbre que no lograban quitarse a pesar de los años y de que llevasen su tiempo separadas, ni siquiera la pérdida de dos extremidades de Noemi las había afectado en esas situaciones.
—¡Bien! Ahora que estamos todos, vamos a resolver los problemas que tan mal les tienen —dijo como buen anfitrión, cruzado de brazos, también desplazó una de sus piernas por encima de otra quedando esta completamente horizontal y con una expresión de absoluta seguridad en el rostro—. Recuerden, nada de insultos ni similares.
—¿Qué sacamos con esto? —Refunfuñó la pecosa, nada convencida de aquello, pero solo una mirada fulminante de su hermano bastó para modificarle la mueca de molestia por la de una niña asustada.
—Primero, a juzgar por lo que Datsue me ha dicho, ustedes dos saben algo que nadie más en el clan sabe incluyéndome a mí. Y probablemente eso sea la raíz de todos los problemas —dijo el jounin, muy seguro de que si resolvían aquella situación lograría solucionarlo todo.
Noemi en ese preciso instante desvió la mirada hasta el Uchiha, al cual quería fulminar con la mirada.
—¿¡Le dijiste!? —exclamó claramente fastidiada.
Pero el mastodonte con solo aclararse la garganta logró silenciar a la enfurecida kunoichi y ponerla en un estado similar al de su hermana.
—Datsue me ha dicho lo que ocurrió esa noche en que tú —miró fijamente a Noemi—. Desapareciste sin avisar nada a nadie. En su versión, él te ayudó en tu peor momento y hasta te prestó ropa para que no estuvieses apestando a vómito el resto de la noche. Te cargó por toda la aldea hasta llegar a su casa, imagino el departamento de aquí al lado, y finalmente terminaron durmiendo juntos. Sin más, nada como lo que ya tú haces por ahí Koko.
—¿Hacía falta? —Preguntó con cierto rubor en el rostro.
—Sí —respondió jodidamente serio.
—Bien… —No iba a discutirle.
—Entonces, en su versión, el problema radica en que Noemi le acusó de aprovecharse de su borrachera, al pobre de Datsue que había pensado en su compañera de oficio y le ofreció un techo en el que cobijarse de la abominable lluvia que azotaba en ese momento a la aldea —curiosamente, cuando Hideo dijo aquello adornándolo como seguramente el chico a su lado hubiese querido, un relámpago hizo que la lámpara del techo se apagase por un segundo—. Mira que bonito efecto —afirmó alegremente.
—Como sea, quiero tu versión Noemi, sin adornitos ni basuras así.
La de ojos verdes chasqueó la lengua. Iba a tener que contarle de aquella horrenda noche a su propio hermano, en quien confiaba sí, pero veía más bien como a una figura paternal que como a un hermano. Y es sabido que no es lo mismo hablar con un hermano que con un padre acerca de borracheras y situaciones algo más íntimas.
—Es verdad, me emborraché y estaba tan mal que no sé nada de lo que pasó hasta el día siguiente. Cualquier cosa podría haber pasado y ni enterada, pero sé que cuando me desperté, lo primero que vi fue a Datsue a mi lado y yo solo tenía una playera suya, nada más —afirmó fastidiada y haciendo especial énfasis en aquellas últimas dos palabras—. No quise sacar conclusiones apresuradas así que esperé, en cuanto Datsue despertó quise hablar con él, averiguar lo que había pasado y según me dijo, no le dejé dormir en toda la noche, que le hice cosas que nunca nadie le había hecho. Luego se me antojó ir al baño, donde me encontré mi yukata húmedo, cubierto de barro, vómito y con la falda desgarrada hasta la altura del ombligo, por si fuera poco también había un pantalón suyo tirado por ahí.
Y con eso podría dar por concluida su versión, a su parecer no se olvidaba nada salvo algunos detalles que habían dado directamente a su autoestima, como el susto que Datsue se llevó al verla a ella a su lado.
De paso, con la versión de Noemi, Hideo se había conseguido algunos detalles que el Uchiha ni había mencionado, detalles de importancia que pronto lo hicieron voltearse para mirar al chico a su lado en busca de una respuesta.
—¿Y bien? ¿Qué respondes a eso? —le dijo esperando una respuesta clara, sin levantar la voz ni similares o le fulminaría con la mirada como a las otras dos en su momento.
Hideo era fiel a su palabra: no le gustaba el suspense. Así pues, fue directo al grano, y aunque primero Koko, y luego Noemi, hicieron amago de protestar, este les silenció rápido con un simple carraspeo. Era imposible que Datsue hubiese disfrutado más de la situación, viendo como las dos kunoichis —que tantos quebraderos de cabeza le habían dado—, se tenían que morder la lengua ante su hermano. «¡Eso es, joder! Y más que os merecéis, ¡hombre ya!»
El Uchiha fue asintiendo, con ímpetu y vigor, a cada frase de Hideo. Contando su verdad. Contando la verdad. «Vaya, a vuestro hermano no le replicáis, ¿eh?» Hinchó el pecho, orgulloso como un pavo real. ¡Al fin alguien les ponía las cosas en su sitio!
Pero Hideo cometió un error. Un error garrafal. Permitió a Noemi dar su versión. «¡No dejes que te líe, compañero!», quiso gritarle.
Noemi empezó fuerte, como siempre hacía. Aseguró que se despertó con una camiseta… y nada más. Una gota de sudor bajó por la frente de Datsue. «Me cago en la madre que la…» Si aquello se le añadía la falda desgarrada, su propio pantalón tirado en el suelo, y que él le había dicho que no le había dejado dormir en toda la noche… Como poco, logró levantar las sospechas de su hermano.
Sintió su mirada antes incluso de que le exigiese respuestas. Enseñó las palmas de las manos, como pidiendo tregua.
—A ver, tal y como lo pintas… —dijo, mirando brevemente a Noemi—, suena feo. Pero todo tiene una explicación —aseguró—. Eso de que no llevabas nada… primeras noticias que tengo. No diga que mientas —añadió rápidamente—. Pero en su momento no vi que fueses… desnuda de torso para abajo. O sea… sabía que no llevabas pantalón, porque ese pantalón que viste tirado en el suelo, fue el que precisamente te ofrecí para que te cambiaras, y tras diez minutos esperando al otro lado de la puerta todavía no lo habías conseguido. Fíjate lo borracha que ibas —apuntilló—. Pero, joder, ¿cómo iba a saber yo que te habías quitado las...? —Datsue no creyó necesario terminar la frase—. No me di cuenta, en serio. Y sobre el desgarrón de la falda… Ni idea. Te la habrás hecho en el Jardín de los Cerezos. No te tenías ni en pie, tía. Cada vez que trataba de levantarte ibas cayéndote por ahí. Al final tuve que llevarte a cuestas mientras me gritabas que no querías lentejas, que lo que querías era chocolate —A Datsue le había venido aquel recuerdo de pronto, y lo soltó sin más, sin pensar.
»¿Qué más? Ah, sí. Lo de que no me dejaste dormir en toda la noche… Nunca he dicho una verdad más gorda —dijo, reafirmándose—. Soy de los que necesitan cambiar a menudo de postura, ¿sabéis? Y prefiero dormir de lado, pero tuve que pasarme toda la noche boca arriba y contigo encima. ¡Se me quedó dormido hasta el brazo izquierdo! Así que sí, lo mantengo. Una noche horrible.
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Con todo lo que estaban hablando lo único que Hideo pudo hacer fue llevarse una mano a la frente. Era sorprendente la estupidez que estaba escuchando, los problemas y demás que por tantos meses habían tenido mal a aquellos tres se basaban en una noche de borrachera en la que no se aclararon y por ende malinterpretaron lo que se les antojó.
—Da igual Datsue, ¿lo que dijo Noemi es verdad? Pues vale, sepas o no si iba con o sin bragas, Noemi se despertó semi-desnuda en tu cama, encontró ropa tirada y la suya rasgada y para empeorar le dijiste que no te dejó dormir en toda la noche. También dijiste que te hizo cosas que nadie más hizo. ¡Cualquiera podría malinterpretar todo eso! —Afirmó, poniéndose de parte de Noemi—. Pero como dije, cualquiera hubiese malinterpretado lo que pasó.
Con esa última frase buscaba indicarle a Datsue que no se había puesto completamente de parte de su hermana, sino más bien, dejar en claro lo que él sentía en ese momento. No iba a creerse bajo ningún concepto que el chico a su lado había violado a su hermana, más que nada porque según como se contaron las cosas en cualquier caso la ebria abusó del sobrio y este último se dejó hacer. Aparte, en la mente del Sakamoto, aquellos dos eran apenas renacuajos como para saber algo de sexo o cómo comprobar si habían tenido o no relaciones.
Noemi ya ni sabía cómo reaccionar a lo que estaba escuchando, estaba nerviosa y se le veía en la cara, no podía admitir que realmente, no estaba al tanto de ciertas cuestiones como para comprobar lo que había ocurrido, pero sin lugar a dudas no se sintió de la misma forma que la pecosa le había descrito luego de… Intimar con Akame.
—Bueno pero… Nunca me aclaraste por qué no pudiste dormir ni nada, tampoco me explicaste nada de lo que había pasado —dijo finalmente, aún temerosa de lo que su hermano pudiera hacer o decirle.
—Cierto, por eso digo que odio el suspenso —alegó el mayor—. Mi conclusión es que Noemi malinterpretó todo porque Datsue no se aclaró como debía. La culpa la tienen los dos por igual. Punto final.
Entonces… ¿Qué más quedaba? Seguramente con aquello se había cargado todo, pero… Al mirar por la ventana recordó algo. No porque haya visto nada, fue una simple coincidencia.
—Ah sí, la piedra, seguían con los nervios a flor de piel por lo de la supuesta violación, ¿verdad? Supongo que no hay mucho que indagar allí. Hablen ahora si me equivoco.
Pero ninguna de las dos rubias se atrevió a hablar, inclusive la Kageyama se mantenía cabizbaja, con las mejillas ligeramente hinchadas en pleno puchero por lo que Hideo había dicho anteriormente sobre ella.
Bueno, tal y como lo decía Hideo, quizá su explicación sí hubiese podido dar lugar a confusión. Apenas recordaba lo que había dicho, en realidad. En aquel momento, se encontraba medio dormido, viendo que por fin tenía la cama para él solo, y lo rememoraba todo como un sueño lejano.
—Bueno pero… Nunca me aclaraste por qué no pudiste dormir ni nada, tampoco me explicaste nada de lo que había pasado.
«Tampoco me preguntaste», quiso decirle, pero Hideo se le adelantó. Los culpó a los dos por igual. El Uchiha no estaba del todo conforme con el veredicto, pero como de primeras se lo había esperado peor, no protestó. Hideo pasó entonces al tema de la piedra. La famosa piedra que le había lanzado el Uchiha a Noemi, cuando había perdido los nervios con ella.
—Nada que añadir por mi parte —dijo Datsue, que ya le había contado las razones de por qué lo había hecho.
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—Perfecto —afirmó conforme el mayor—. No hace falta hablar de la revista, se llevaban jodidamente mal por los problemas pasados y poco más —afirmó pasando de ese asunto y entonces fijó su mirada en la pecosa—. Seguimos con… Koko.
La Kageyama tuvo un pequeño escalofrío que pareció indicarle que la severa mirada de su hermano estaba clavada en ella y no se equivocó, pues al alzar ligeramente la vista le vio perfectamente.
—Se supone que ya habían resuelto el problema en el valle de los dojos pero ahora me encuentro con que se llevan mal de nuevo. ¿Qué pasó? —preguntó con suma firmeza, esperando sinceridad por parte de la rubia a la que preguntaba.
Para este momento Noemi ya se habría re-acomodado sobre el colchón, ahora se hallaba sentada con las piernas cruzadas y la espalda apoyada contra la pared. Estaba cabizbaja y ahora era ella quien hacía pucheros ya que no le había agradado en lo más mínimo que la regañasen.
—Me lo crucé hace un par de días, hablamos un rato y luego decidimos tener un combate de práctica con algunas condiciones, como evitar golpes bajos o no pasarnos con el ninjutsu y las armas que nos arrojásemos, por mi parte, dije que no usáramos sellos explosivos, suponiendo que se sobreentendería que no quería explosiones en general. Al poco de comenzar el entrenamiento, Datsue creó un clon que vino hacía mí, quise golpearlo y explotó, literalmente explotó —en ese momento hizo una ligera pausa y se miró la mano, todavía con un leve tono rojizo causado por aquella explosión, pero que no iba a servir de mucho en su relato—. ¿Cómo iba a saber yo que el tipo sabía crear explosiones de otras formas? La cuestión es que me enojé y se lo hice saber, quise irme al hospital y Datsue decidió provocarme.
Esta vez la pausa la hizo para dedicarle una mirada rencorosa al Uchiha, por su culpa ahora se hallaba en esa situación como si estuviese en medio de un juicio.
—Terminó con mi paciencia y le di con un lariatt a traición, se lo comió de lleno, lo mandé a volar y suponiendo que no podía respirar intenté ayudarlo. Supongo que fue ahí cuando me echó una técnica rara que paraliza a la persona en cuestión. Lo importante es que luego de un intercambio de palabras me quise ir y Datsue activó su técnica dejándome completamente paralizada en medio de la playa, aunque más al rato se devolvió y me tiró su capa encima para que no pase frío.
»¿Qué quieres que te diga? Me molestó muchísimo que a pesar de la norma me explotase de todas formas y que para colmo, después de que le expresara mi molestia empezara a provocarme —la mirada de la pecosa se devolvió a su hermano—. Sabes que yo no soy así, jamás ataco a traición, pero ese día terminó con mi paciencia.
Hideo se había mantenido en silencio, escuchando absolutamente todo y con una mueca pensativa suspiró. Luego se giró hacia el Uchiha.
— Solo di si es verdad todo lo que ella dijo y luego cuenta tu versión. Nada más, no cuestiones lo que ella haya dicho, ¿entendido? —le indicó finalmente.
No estaban allí para debatir, solo iban a dejar los puntos claros de una buena vez.
¿Cómo? ¿También iban a discutir sobre el incidente en la playa? Aquella familia iba a conseguir matarle a disgustos. Vaya que si lo iba a conseguir. El Uchiha estaba con la lengua fuera, metafóricamente hablando, tras desahogarse con todo lo sucedido en la aventura nocturna. ¿Y ahora le pedían otro gran relato? Simplemente, no se veía con fuerzas.
Pero tuvo que reconocer que se vio sorprendido cuando la kunoichi hizo un extracto bastante fiel de lo que había ocurrido. No del todo fiel, por supuesto, pero sí lo suficiente como para permitirle hacer tan solo un par de apuntes.
—Es cierto —dijo—. Es cierto que dijimos no pasarnos con el ninjutsu, y es cierto que dijimos no usar sellos explosivos. El combate empezó entonces, y Koko lo primero que hace es enviarme un cocodrilo eléctrico —no lo decía como protesta, simplemente estaba describiendo lo que había sucedido—. Así que yo me digo: “vale, este será tu límite en ninjutsu, Datsue. No haré nada que cause más daños que ese raiton”. Entonces creo un clon, que en efecto, estalló. Pero ese clon no iba a hacer más estragos que esa técnica eléctrica, créame. —Gracias a su sharingan, Datsue había apreciado que la kunoichi había empleado una cantidad más o menos igual que él para crear su clon. No siempre el gasto de chakra tenía relación directa con el daño causado, pero sí la mayoría de las veces—. Así que yo pensaba que estaba actuando bajo las normas, más allá de que el clon te quemase, electrocutase, o lo que fuese que pudiese hacer.
»Koko no lo consideró así. Se enfadó bastante, pese a que le dije que no lo había hecho adrede. Le aconsejé mojarse el brazo en el agua del mar, y luego… me soltó una de esas frases de derrotistas. De quién se da por vencido antes siquiera de intentarlo. Así quise motivarla. A veces, para motivar a alguien necesitas indirectamente provocarle un poco. Ella me había dicho poco antes que se sentía frustrada por no poder hacer nada contra su hermano —que ahora suponía era Hideo—, y Akame. Así que le dije que… Bueno, que no iba a superarse a sí misma, superar sus límites, si se rendía antes de llegar a ellos. ¿Cómo vas a mejorar si ante la primera piedra en el camino abandonas? ¿Es eso provocarla? —preguntó—. Yo creo que más bien es motivarla, para que mejore como kunoichi. La verdad, si ella me hubiese importado tres pepinos ni le hubiese dicho nada. Pero es la novia de mi hermano, así que traté de ayudarla. ¿Y qué recibí a cambio?
Pues lo que siempre recibía de una Sakamoto cuando trataba de ayudar: mierda.
—Un lariatt, o como sea que le llaméis, a traición en el cuello. De no ser porque interpuse el brazo igual me quedo en el sitio. Así que sí —dijo, ratificando lo que había dicho Koko—, la paralicé con un fuuinjutsu y me largué. Fue mi pequeña venganza personal. Que dicho sea de paso —añadió—, tal y como lo dice parece peor de lo que es. He probado esa técnica mil veces y no dura más de dos minutos activa.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
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—Olvidé decir que tampoco me gustan los adornos en los relatos —dijo el mayor rascándose detrás de la oreja.
A pesar de esa leve molestia, el hombre había escuchado todo lo que el Uchiha dijo, aunque Koko primero agregaría algo.
—Es cierto que te lancé un cocodrilo pero incluso sin que te movieras hubiese fallado, estábamos a diez metros el uno del otro cuando lo hice y tenías tiempo de sobra para esquivarlo. Tú en cambio me reventaste el clon a distancia cero, que, cómo dije antes, supuse que se sobreentendía que no quería explosiones de por medio que son mucho más dañinas que un poco de fuego o electricidad, digo, podrías haberme volado los dedos con eso —le espetó, muy segura de llevar la razón en ese caso—. Y si pretendías motivarme no hubieses metido a Akame, lo que hiciste fue hurgar más profundo en la herida.
Habló con absoluta sinceridad, eso era lo que la había molestado, eso era lo que la había llevado a arremeter contra el Uchiha. Después de todo, luego de aquella frase en particular, la chica había hecho oído sordo a todo lo siguiente, simplemente le atacó y poco más.
—Vale… Suficiente con eso o se terminan matando, de nuevo —dijo finalmente el mayor, pretendiendo evitar un nuevo conflicto—. Se aclararon mal las cosas en un principio, y ante la falta de explicaciones Datsue aprovechó sus técnicas, está bien. El problema aquí es… —Se quedó callado, levantó la mirada y fijó sus ojos en los bi-color de la Kageyama—. Tu autoestima.
Con esa frase el mastodonte se puso de pie, se giró y caminó un par de pasos en dirección a la puerta de la habitación.
—Ven conmigo, Koko —le indicó a la ahora atemorizada kunoichi.
La susodicha tragó saliva, su cuerpo comenzó a temblarle y la piel se le puso de gallina. Le caería un castigo, eso lo sabía, pero al menos sería fuera de la vista de los otros dos así que… Queriendo evitar enojar más a su hermano, se puso de pie y caminó cabizbaja siguiendo al mayor. A simple vista parecía una especie de cordero caminando al matadero.
Una vez que aquellos dos salieron de la habitación, Noemi guardó silencio por un instante por si lograba escuchar algo, pero no, probablemente habrían salido del departamento o algo similar. Pero no iban a escuchar nada así se callasen.
Siendo así, y que no podría evitar por más tiempo al Uchiha que tenía delante, la rubia suspiró pesadamente y evitando el contacto visual se armó de valor.
—Lamento el mal entendido —le dijo en un tono algo bajo, se la veía también dolida al verse obligada a tragarse el orgullo—. Si te sirve de algo, solo le conté lo de ese día a Koko, nadie en todo clan sabe de aquello —concluyó con absoluta sinceridad.
Ante los nervios, dejó salir aquella manía suya. Tomó unos mechones de su cabello y comenzó a jugar con ellos en silencio con su única mano. Se esperaba una respuesta bastante desagradable de parte del Uchiha y no le podría culpar. Pero si él la miraba con algo de atención se daría cuenta de que estaba hecha un matojo de nervios.
Que Koko no iba a aguantarse sin replicarle era un hecho consabido. Que Datsue, tras oírla, iba a quedarse con las ganas de rebatirla era un imposible.
—¿Y cómo pretendías que supiese que no querías darme con él? —replicó, en referencia al cocodrilo eléctrico—. Y no exageres, no eres la primera a quien le hago estallar un clon, incluso combinado con un sello explosivo, y nunca le llegué a volar los dedos a nadie, ni ninguna otra cosa.
Iba a añadir algo más, pero entonces llegó la voz de Hideo, firme pero tranquila, zanjando el tema. No solo eso, sino que achacó el problema a la supuesta baja autoestima de la kunoichi. «Uhh… Y luego soy yo quien hurga en la herida.»
Fue entonces cuando el hermano le pidió a Koko que le acompañase, desapareciendo los dos de la habitación. A dónde iban, Datsue no tenía ni la más remota idea. Lo único que sabía es que le habían dejado allí solo con… Noemi. Tragó saliva. Siempre que había quedado a solas con ella las cosas terminaban muy mal.
Pero pareció que la antigua kunoichi no se había mostrado arrepentida tan solo por la presencia de su hermano, sino que así lo sentía de verdad. Por tercera vez, escuchó que nada se había comentado sobre el incidente. Datsue lo había creído la primera vez; lo creyó a la segunda; y, como no, también a la tercera.
—Yo… también lamento… —Demonios, cómo le costaba pedir disculpas—, lo de la revista. No debí ir tan allá. Si te sirve de consuelo —agregó, enseñando el antebrazo derecho, donde tenía una considerable zona decolorada. Una marca—, Akame casi me deja sin brazo por aquello. Me pegó un sello explosivo de clase B justo aquí y lo hizo estallar.
Joder, todavía le dolía cuando se acordaba.
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