Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
«Necesito una papa »pensó, en un intento por mantener el hocico completamente cerrado y no contradecir en nada al Uchiha o seguramente se terminarían peleando una vez más. Pero que va, es un problema de comunicación el que tienen, es decir, lo que Datsue dice por muy simple que parezca tiende a parecer que está siendo hostil, cuando en realidad pueda llegar a estar sumamente tranquilo al respecto.
De cualquier manera, la conversación dio varias vueltas hasta llegar a la parte de Aiko, lo que debía de poder sacarse de ella para así ayudar Noemi a recuperar su vida habitual y… Hasta cierto punto le agradaba la idea a la Kageyama, pero en otro aspecto le daba cierto pavor.
—¿Estás seguro que funcionará? —preguntó aun no del todo convencida—. Nos meteríamos en un lío inmenso si algo sale mal.
Lo que menos quería era terminar por presentarse ante el nuevo kage por haber protagonizado un lío con un cliente. Además, de ser posible preferiría que se probase previamente la técnica antes de hacer nada extraño.
¿Funcionar? ¿Todo el plan? No tenía ni la más remota idea.
—No lo sé —dijo, optando por ser sincero—. Pero, ¿qué opciones me quedan? ¿Dejar pasar esta oportunidad? Si lo hago, quizá nunca vuelva a ver a Aiko. Y aun en caso de verla, ¿qué excusa me invento para que se quite la bota? Sería demasiado sospechoso. En cambio, en un viaje tan largo… Dormiremos a ras de suelo muchas veces. Solo tengo que esperar mi oportunidad y quitarle la bota en una de esas noches.
»No sé, he pensado en decir que mi madre había muerto y que quería acudir a su funeral. Vive en la Ribera del Norte, es un viaje largo. De cuatro días al menos. Pero, ¿y si insisten en que otro shinobi me acompañe? Soy quien soy, después de todo. Ya sabes a lo que me refiero —Un jinchuuriki. Un arma—. Dudo que me dejasen salir del país por un evento tan trágico solo. En cambio, si piensan que me voy por una misión...
»Lo que sí estoy seguro, y supongo que estarás conmigo —añadió, muy serio—, es que Noemi no debe saber nada. Pueden salir muchas cosas mal de ese viaje. Puede que ni siquiera sepa replicar el fūinjutsu. Puede que incluso no sea una técnica de sellado. Mejor no darle esperanzas que luego no pueda cumplir.
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Al fin se comenzaba a sincerar, había dejado de adornar las cosas con moños y cosas bonitas para decir lo que realmente pensaba que pudiera llegar a ocurrir si algo salía mal.
Ante aquello, la pecosa suspiró pesadamente.
Se estaban arriesgando de una manera terrible, solo por la ínfima esperanza de poder devolverle a Noemi aquellas dos extremidades que hacía tiempo habían dado por perdidas.
—Sí, no tiene que enterarse de nada —afirmó, acercándose nuevamente hacia la puerta—. Será una misión de rango C, ¿verdad? Nada más —preguntó solo para estarse completamente segura.
No le agradaba la idea de que la metiesen en algo mucho más peligroso que seguramente acabaría con su vida.
30/10/2017, 23:38 (Última modificación: 30/10/2017, 23:39 por Uchiha Datsue.)
—Por el amor, de esa mujer…
—Ni más ni menos —respondió Datsue a Koko.
—Somos dos hombres, con un mismo, destinooo…
—Ni más ni menos que una C.
—Y aunque me digas, que ella es para ti.
Datsue alzó una ceja y desvió la mirada hacia Okane. ¿Estaba… cantando?
—Y aunque seas mi amigo, lucharé.
No se lo podía creer...
—¡Por el amor, de esa mujeeeeeer!
¡Vaya si estaba cantando! ¡Y a viva voz, el muy cabrón! La musiquilla de fondo seguía oyéndose a través de sus cascos, y parecía que se había emocionado con la canción que estaba sonando. Vaya que si se había emocionado. «Joder, Okane, no conocía yo esta faceta tuya. Como lo mío con la música tenga éxito te invito a hacer unos dúos»
Se llevó un dedo a los labios, indicando a Koko que no dijese nada, y se escabulló por la puerta sin decir ni pío. No había nada más cruel que interrumpir a un hombre en plena exaltación musical. O bueno, si había una. Una en concreto. De esa Ayame entendía muy bien… «Lo que me recuerda… ¡Aún no me he vengado!»
Tenía que empezar a pensar sobre su pequeña vendetta o no la haría nunca. Pero ahora tenía cosas más importantes en la cabeza, como por ejemplo…
—¿Vamos a esa clínica, pues? —preguntó, una vez fuera, mientras se arrebujaba en la túnica para protegerse del gélido viento.
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Por muy dramática que se haya tornado la conversación, el hecho de que alguien se pusiera a cantar una canción que pegaba con el tema era simplemente…
—¿Qué carajo? —dijo volteándose horrorizada por lo que estaba escuchando.
Fue cuando se encontró cara a cara con Datsue, quien con un gesto le hizo entender que debía hacer de cuenta que no había escuchado absolutamente nada y era mejor que saliera. Por no decir que el chico la había sacado a empujones.
Una vez fuera, él mismo sugirió que se fueran a la clínica.
—Sí… Cuanto antes terminemos aquí mejor —dijo aun algo alterada por lo que acababa de ocurrir en la armería.
Con eso ya solo le restaba guiar a Datsue por las calles del poblado en dirección a la clínica, cosa que no debería tomarle demasiado tiempo si no se frenaban a cada segundo.
Datsue se sonrió, divertido, por lo alterada que parecía Koko tras haber escuchado la canción de Okane. Pero no hizo ningún comentario jocoso al respecto, no fuese a liarla ahora que parecía haberla convencido respecto a la misión. Dejó que ella la guiase, calle arriba, mientras el viento gélido azotaba sus ropas y trataba de colarse por cualquier resquicio. Era un frío invernal, de esos que te helaban los dedos de los pies y te cortaban los labios. Pese a ello, Datsue lo prefería mil veces al calor tropical. Un calor que, mucho se temía, estaba a punto de sufrir cuando se embarcase en aquella loca aventura junto a Aiko.
«Aiko…» Todavía no sabía muy bien qué pensar respecto a ella. Se había convencido de que la había olvidado, pero cuando se habían reencontrado… No es que hubiese estado enamorado de ella, ni mucho menos, pero no se podía negar que todavía había química entre ellos. Era tan loca, tan salvaje, tan impredecible… Noemi, por otra parte, era igual de loca y salvaje… solo que lo ocultaba mejor. Y también orgullosa. Orgullosamente orgullosa. Era muy distinto ser orgullosamente orgulloso a, como mucha otra gente, disimuladamente orgulloso. El primero no solo lo aceptaba, sino que alardeaba de ello. El segundo, trataba de engañar a la gente con una falsa modestia. Al Uchiha le caían mal el primer tipo de personas, salvo si se trataban de mujeres. En ese caso, por contradictorio que pudiese parecer, le gustaba. No tenía mucha lógica, ¿pero acaso las emociones estaban construidas por el sentido común?
El tema era… que estaba hecho un lío. «Piensa en la inmortalidad, compañero. Eso simplificará las cosas»
—Por cierto —comentó, en medio del trayecto—, nunca le pregunté a ella directamente, porque imagino que es tema delicado, pero… —Eso, o porque directamente hablar, lo que se decía hablar, no lo habían practicado demasiado. Habían estado entretenidos… con otras cosas—. ¿Cómo es que no usa ninguna de esas… prótesis?
El Uchiha quería decir patas de palo, pero prótesis sonaba mejor.
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Mientras la kunoichi guiaba el camino, el Uchiha se armó de valor para soltar un par de preguntas que obviamente no podría formular directamente a la chica con la que se había encamado días atrás. De lo contrario probablemente toda relación posible con ella se esfumaría tan rápido como todo surgió y… No querían eso, ¿verdad?
De cualquier manera, Koko suspiró pesadamente al escuchar aquello, lo de las prótesis.
—¿Recuerdas que ella era considerada físicamente perfecta por muchos? ¿O que su ego la hacía creer que lo era? —comenzó a hablar sin parar la marcha—. Una prótesis de esas en una pierna significaría tener una pierna completamente rígida y sin rodilla, una puta molestia si vamos al caso —continuó mientras a la distancia se comenzaba a apreciar el edificio al que se dirigían—. No es que no se haya pensado, pero a la larga se convierte todo en una molestia, entonces es mejor que esté así como está y que alguna criada la acompañe a todas partes. Como ya no soy una Sakamoto es Maki quien se encarga de eso, y… La verdad es que no es nada feo servirle, a pesar de su orgullo y de ciertas actitudes, es muy atenta con aquellos que la cuidan, al menos conmigo lo era mientras le servía.
Y eso no significa que a la pecosa le guste ser pisoteada, por el contrario, lo odia con todo su ser, pero Noemi jamás la hizo sentir así, por el contrario, la ayudó infinidad de veces a soportar todo lo que podía llegar a pasar dentro de la residencia, especialmente por parte de un par de individuos en específico.
—Venga, que ya llegamos —le apremió.
Literalmente, estaban a unos metros de distancia de la puerta principal.
Datsue fue asintiendo ante los comentarios de Koko. Aquello coincidía perfectamente con la imagen que tenía de Noemi. Aunque Datsue no sabía qué era peor: si ir con una madera colgando de la pierna; o que te tuviesen que andar llevando como si fueras un… Prefería no pensar la palabra. Fuese como fuese, era una putada en letras mayúsculas. Uno tenía que tener una gran fortaleza mental para sobreponerse a semejante tragedia. El Uchiha dudaba tenerla.
Luego Koko pasó a comentar sobre los criados… Al parecer, ella había sido una. Sabía que la había estado ayudando a llevar sus katanas por la Villa, pero… Era una exageración, ¿no? ¿Cómo es que había sido una criada siendo una Sakamoto? No tenía lógica.
—Hmm… Comprendo, comprendo. Oye… Y eso que eras su criada… Es una forma de hablar, ¿no? Quiero decir… Erais hermanas. Sois hermanas —se corrigió. No tenía ningún sentido del mundo que una fuese criada de la otra. Al menos, no en su cabeza.
Poco después de zanjar aquella conversación, los shinobis llegaron finalmente a su objetivo.
—Venga, que ya llegamos.
Datsue abrió la puerta y dejó que ella pasase, cual caballero.
—Las damas primero.
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«¿Forma de hablar? Mira como no te enteras »pensaba la kunoichi que le miraba extrañada con una ceja en alto.
Pero no le culpaba, no todos los Sakamoto hablaban abiertamente de aquellos detalles, aunque luego de la muerte del patriarca o también conocido como ”el viejo” probablemente las cosas hayan cambiado drásticamente en aquella residencia.
De cualquier modo, llegaron a la clínica y Datsue la dejó pasar primera, probablemente porque era a ella a quien le correspondía hablar para contactar con la persona que les podría ayudar con el asunto de los sedantes.
La pecosa cruzó el umbral de la puerta y se dirigió al mostrador, donde un hombre de más de sesenta años estaba sentado llenando algunos formularios que seguramente eran muy aburridos, o eso sugería la mirada del pobre hombre.
—Buenos días —saludó con una sonrisa alegre—. ¿Se encuentra el doctor Ishikawa? —preguntó amablemente.
El anciano levantó lentamente la mirada, analizó lo que pudo de la fémina con solo la mirada y luego se regresó a los orbes bicolor de la chica. En ningún momento su expresión se transformó, parecía más que habituado a ver todo tipo de personas por allí, desde las más agraciadas hasta las más… memorables…
—Lamento informarte que hoy no se ha presentado a trabajar, llamó diciendo algo de un robo y no le hemos visto la cara por aquí —respondió vagamente el hombre antes de regresarse a su trabajo.
Así de simple fue como pasó a ignorar a la rubia, que permaneció un instante más allí parada como si esperase a que aquel individuo agregase algo más pero al no ser el caso.
—Entiendo, que tenga un buen día —dijo antes de darse media vuelta con cara de pocos amigos—. Vamos, Datsue —le indicó antes de cruzar nuevamente la puerta.
Esta vez, la pecosa guiaría al Uchiha hacia la vivienda del supuesto doctor Ishikawa. Sabía dónde vivía por… Varias razones. No era la primera vez que tenía que ir a visitarle.
Pero Koko nada respondió a su comentario sobre que había sido una criada, cosa que tan solo consiguió dejarle más intrigado. ¿Insistiría sobre el tema? Quizá más tarde. O quizá, simplemente, preguntase a Noemi. Con ella estaba logrando entenderse mucho mejor últimamente…
Al fin, llegaron a la clínica. Para su desgracia, sin embargo, algo había ido mal. A Datsue no le sorprendió. Estaba acostumbrado a que las cosas, por muy sencillas que fuesen, se torciesen en algún punto. En aquella ocasión, el doctor no se había presentado a la clínica por un robo. Ya era mala suerte.
No obstante, Koko parecía conocer la residencia de éste, pues aun sin preguntar por su dirección, ésta la condujo hacia él. Porque le estaba conduciendo hasta el doctor, ¿no? «Ah, lo sé, lo sé. Te arde la lengua y te mueres por preguntar. Pero no esta vez, lengua maldita. No esta vez. Los motivos de que Koko sepa hasta la residencia del doctor son de ella y solamente de ella. Mantente… quieta… por esta vez»
A Datsue le estaba costando tanto mantener su lengua bajo candado que optó por sacar otro tema de conversación que le mantuviese distraído.
—Por cierto, en unos días pienso hacer una fiesta en mi casa. En honor a Inuzuka Nabi, un compañero de clase mío que volvió hace unas semanas tras haber estado fuera meses. El día de la luz, concretamente. Te lo digo por si hacemos mucho ruido, que probablemente sea el caso. —Probablemente no, lo más seguro, conociendo como conocía a los invitados—. Quizá me pase a pedirte prestado algún producto de limpieza, que tengo la casa hecha un desastre —dijo, como quien no quería la cosa—. Y si me puedes pasar alguna receta… Van a venir como ocho o diez personas mínimo. Y me comprometí a preparar la cena. Maldito el día en que se me ocurrió hacer tal barbaridad, con lo mal que se me da cocinar… —¿Se estaba pasando con las indirectas? Probablemente, pero mejor pasarse un poco de frenada que quedarse corto.
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Pensó una respuesta pero olvidó pronunciarla, por ello probablemente Datsue se habría quedado con la intriga acerca de todo lo relacionado con el clan Sakamoto y… Probablemente así sea mejor, de lo contrario tal vez, y solo tal vez, decidiría olvidarse de Noemi para adentrarse en la residencia. De cualquier forma, el tema fue olvidado rápidamente y mientras caminaban en dirección a la vivienda del doctor, el chico que la acompañaba decidió entablar conversación.
—Mira tú —respondió con indiferencia. No entendía por qué le contaban aquello—. Como quieras, pero los trapeadores me los devuelves al día siguiente como mucho —le dijo, incapaz de comprender que todo aquello eran indirectas.
Tampoco había motivos para que se ofreciera de voluntaria a limpiar o cocinar, ¿verdad? En cualquier caso debería ser su hermana la que se encargue de aquello, aunque claro, con su condición probablemente sería más bien un estorbo.
—Es cuestión de práctica, en unos meses fijo que te sale algo bueno —le respondió en un intento por darle ánimos, sin saber que el shinobi no tenía verdaderas intenciones de aprender a cocinar y más bien, buscaba que ella le ofreciera ayuda con todo eso.
—Queda algo lejos, olvidé avisarte —comentó, refiriéndose al hogar del doctor.
«¿Trapeadores? ¿Qué es eso?» Primera vez en su vida que escuchaba tal palabreja. Supuso que era alguno de esos nuevos instrumentos de limpieza al que le ponían un nombre rimbombante para que sonase especial. Koko, por su parte, no parecía haber captado la indirecta. Y si la había captado, no le había importado lo más mínimo. Con lo inexpresiva que solía ser, era difícil adivinar cuál de las dos opciones era la correcta.
¿Cómo había conseguido, meses atrás, que limpiase su apartamento? Si mal no recordaba, ella misma se había ofrecido. Quizá si le pedía que le hiciese una demostración con ese… trapeador, la chica se motivase, una cosa llevase a la otra, y sin casi darse cuenta, se la encontrase limpiando toda su casa. «No parece mal plan. Y si ya de paso hago algún estropicio en la cocina y le pido que me ayude a arreglarlo… ¡Muajajajaja! ¡Habrá picado el anzuelo!»
No es que no fuese mal plan. Es que era un plan estupendo.
Se arrebujó todavía más en su capa, ante la advertencia de la kunoichi de que todavía quedaba un buen trecho, mientras su mente iba pasando de un sitio a otro. Su cerebro era como una gran libreta con una lista en ella, cuyos elementos iba tachando poco a poco. ¿La tapadera para ausentarse de la Villa? Tachada. ¿La preparación de la casa para la fiesta? Medio tachada. ¿La comida? Medio tachada. ¿Los sedantes? Medio tachada. Ahora que se daba cuenta, había muy pocas cosas que realmente hubiese resuelto. Tenía que empezar a ponerse las pilas si no quería que el tiempo se le echase encima.
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Definitivamente no había entendido ninguna de todas las indirectas que el Uchiha se había molestado en lanzarle, y como no se explicase no lo entendería jamás. En otras palabras, el chico iba a tener que conformarse con que le prestasen una parda de artículos de limpieza y ya.
La caminata siguió por algunos minutos, parecían estarse alejando del poblado en lugar de internarse más y más hasta que por fin, a lo lejos pudieron divisar una cabaña algo aislada del resto de residencias. Eso sí, gozaba de un jardín bastante extenso y plagado de hierbas y flores de todos los tamaños y colores.
—Es allí —señaló la pecosa, alzando la mano para indicarle donde mirar al contrario.
Siguieron la marcha por unos minutos más hasta que se encontraban a unos pocos pasos de la puerta.
Tan pronto como llegaron, una figura femenina salió de la cabaña. Se trataba de una joven de no más de quince años, de ojos amarillos y una extensa cabellera azabache. Iba vestida con un yukata de mangas largas y falda corta, unos guantes que ataban las mangas y un pantalón largo. Todas las prendas eran negras pero los adornados del yukata estaban hechos con rojo. Llevaba consigo una bandana de Uzushiogakure amarrada a la pierna derecha y por si fuera poco, también llevaba una especie de caja metálica de la que salían varias katanas.
Ambas féminas establecieron contacto visual por tan solo un instante, un segundo en el que los rostros de ambas se deformaron en una mueca de absoluta molestia y curiosamente, coincidieron a la hora de chasquear las lenguas.
Sin más por hacer, la de cabello azabache pasó a un lado de aquellos dos shinobis sin decir absolutamente nada y pronto desaparecería de la escena.
—Vamos —le dijo al Uchiha para luego acercarse a la puerta y dar unos golpes a la misma.
Y nadie atendió.
La pecosa volvió a llamar a la puerta, dando golpes algo más fuertes en medida que su molestia aumentaba. Pero nadie acudió.
Una vez más, la Kageyama llamó a la puerta, dando golpes bastante fuertes que hacían que la puerta se sacudiese de una forma algo violenta, dando a entender que podría romperse en cualquier momento.
Y al fin, se escuchó una voz bastante debilitada de un anciano.
—Ya va —decía el viejo, hasta que al fin abrió la puerta—. Ah, Koko —dijo con un tonito algo más alegre, luego desvió su mirada a Datsue y le inspeccionó de arriba abajo lentamente—. ¿Viene contigo? —preguntó llevándose una mano al mentón.
—Es un amigo, Uchiha Datsue —dijo haciéndose a un lado para no estorbarle a la vista.
El anciano no dijo más nada, simplemente se dio la vuelta y se adentró en la cabaña, ayudándose de su siempre leal bastón.
—Imagino que no vienes a por un chequeo, ¿verdad?
Ni bien escuchó la pregunta, Koko dedujo que le estaban dando autorización para ingresar y así lo hizo, indicándole al Uchiha que la siguiese.
—Vine para pedirle un favor —respondió la kunoichi quien caminaba lentamente detrás del viejo—. Necesito sedantes, los más fuertes que tenga.
Al escuchar aquello, el anciano se frenó en seco, giró la cabeza para observar a ambos shinobis de reojo y tras un momento, volvió su mirada hacia el frente, lo cual era literalmente una jodida pared sin nada en ella.
—¿Para qué los quieres? —cuestionó sumamente serio.
La caminata se alargó por minutos, en los que ambos ninjas oían el silbido del viento soplando y el sonido de sus propias respiraciones. Solía ser Datsue quien rompía el silencio entre ellos, mas no en aquella ocasión. Tenía demasiadas cosas en las que pensar como para distraerse con alguna conversación banal.
Pero ese ambiente tranquilo que habían logrado crear entre ellos dos pronto se vio roto por la interrupción de un tercero. Alejados del centro de la ciudad, los shinobis habían llegado hasta una cabaña alejada del resto de residencias. Fue entonces cuando una muchacha, de edad aparentemente similar a la de ellos, salió de ella. Iba vestida toda de negro, con apenas algunos detalles en rojo, cosa que le confería un aspecto algo tétrico. Datsue se fijó en que tenía unos exóticos ojos amarillos, y también en la mueca que compuso cuando vio a Koko. Ésta pareció reaccionar de igual modo.
«Hmm… Parece que se conocen y no se llevan muy bien… ¿Antiguas compañeras de clase?» Sus ojos pasaron de la bandana de Uzu que portaba la muchacha a las katanas que llevaba en una caja metálica. «O quizá… ¿Una Sakamoto?»
Que alguien llevase katanas no le convertía automáticamente en un miembro de aquella familia, pero era extraño ver a ninjas no solo ya con más de una, sino con varias. Eso solo se lo había visto a Noemi… y ahora a Koko. Frunció los labios. «Hmm… Aunque me falla una cosa. No es rubia.» Todos los Sakamotos que había conocido hasta entonces eran de cabellos rubios y ojos claros u exóticos. Aquella kunoichi tenía lo segundo, pero definitivamente no lo primero.
Fuese como fuese, ya trataría de averiguar de quién se trataba más adelante. Ahora tenía cosas más importantes en las que preocuparse.
—Buenos días —saludó, cuando el anciano al fin se dignó a abrir la puerta y Koko le presentó. Una presentación a medias, todo había que decirlo. Le había faltado su sobrenombre: el Intrépido. Pero ya se lo recordaría en otro momento.
El anciano les invitó a pasar, caminando con la ayuda de su bastón, y tras revelarle Koko a qué habían ido hasta allí, éste se detuvo en seco, como si la petición de los sedantes… le alterase de alguna forma.
—¿Para qué los quieres?
—Son para mí —se adelantó Datsue, echándole un cable—. Verá... hace tres meses que no soy capaz de pegar ojo. He probado de todo: hierbas medicinales; pastillas; yoga… —añadió, esbozando una breve sonrisa amarga. No era mentira—. Nada de eso ha funcionado. Si tengo suerte de quedarme dormido me despierto a la media hora, como muy tarde. Necesito algo que me deje dormido, doctor. O siento que me volveré loco. O peor, que me dará un colapso al cerebro y me quedaré en el sitio.
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Aquella chica de cabellos oscuros simplemente desapareció de la escena, se fue a seguir con lo suyo sin dirigirle palabra a ninguno de los dos con los que se había cruzado. Aunque sí se pudo escuchar cierto murmullo imposible de describir.
Si había algo curioso en esa chica, era sin dudas el color de sus pestañas, no resaltaba y era difícil de notar, pero una vez que lograbas enfocarte en sus ojos por un momento lograbas ver que las pestañas que tenía eran completamente blancas a diferencia de sus cejas y el resto de su cabello.
De cualquier manera, Koko se metió en la cabaña seguida de Datsue y allí comenzarían a hablar con el anciano en un intento por obtener los medicamentos que el shinobi tanto deseaba. De esa manera, tal vez podría conciliar el sueño sin ningún tipo de interrupción de por medio. Tal vez, claro, no había seguro de que aquello fuese a funcionarle de ninguna manera.
—Ningún doctor te dará ese tipo de drogas para que puedas dormir —respondió a secas, volviendo a centrar su mirada en… La pared.
Literalmente, no había nada en aquella pared, ni siquiera que hubiese algún tipo de pasadizo secreto ni similar. Nada de nada, incluso, el otro lado de la pared daba con una habitación completamente normal. Pero allí estaba el doctor, mirándola fijamente como si algo fuese a ocurrir.
—E incluso queriendo ayudar a la hija de un colega, no puedo darles eso —prosiguió, pero esta vez caminando lentamente siguiendo la dirección de la pared hasta que dio con una pequeña chimenea encendida—. Si fueron a la clínica les habrán dicho, no me presenté a trabajar porque alguien me robó, y entre las cosas que se robaron estaban todos los medicamentos que había encargado para la clínica, entre ellos las anestesias.
Con aquello había dejado en claro a la Kageyama que el viejo iba a ayudarles, les iba a dar los medicamentos, si tan solo los tuviera en su poder, pero al no ser el caso lo tendría algo complicado. Lo que indirectamente significaba que aquellos dos tendrían que… Esforzarse si querían irse de Yamiria con aquellas drogas.
En ese momento, la rubia deslizó un brazo por encima de los hombros de Datsue y por detrás de su cabeza, para luego obligarle a girarse con ella y por lo bajo poder hablarle.
—¿Qué hacemos? Podemos esperar a otro día que le llegue otro cargamento de medicamentos o intentar dar con los ladrones —decía muy seriamente, y a una distancia prácticamente nula, pues la chica mantenía al Uchiha apresado con la fuerza de un solo brazo.