27/06/2016, 14:27
(Última modificación: 27/06/2016, 18:11 por Uzumaki Eri.)
— ¿Lo has hecho tú? ¡Son muy chulos! Lo guardaré para siempre, así me acordaré de vosotros y de lo que pasó hoy para siempre — dijo Yota, aceptando el regalo de la pequeña. — Vamos, Eri, coge uno, no irás a decirle que no a una niña tan amable, ¿No?
Eri asintió con gusto y tomó la calabaza de color verdoso, justamente como sus ojos. La calabaza tenía una cara dibujada en ella, sonriéndola. Lo encontró encantador, a la par que... Extraño. Un escalofrío recorrió su espalda, sin embargo tragó grueso y volvió sus ojos de nuevo sobre la pequeña que les había obsequiado con aquello.
— ¡Es precioso! ¿De verdad los haces tú? ¡Tienes mucho talento!— Felicitó.
— Sí... Los hago yo... ¡Muchísimas gracias por aceptarlos! — Agradeció la joven mostrando una amplia sonrisa, dejando ver que alguno de sus dientes no se encontraba en su lugar, dándole un aire todavía más infantil.
— Desafortunadamente, me temo que la calabaza del otro chico vas a tener que quedártela. No le conocemos y la verdad es que no sé siquiera si nos volveremos a encontrar con él, lo siento.
La chiquilla hizo un puchero y Eri no pudo resistirse... Seguramente había empleado un montón de cariño en hacerlos, por ello era frustrante no obtener un ''sí'' por respuesta. Rascó su nuca y desvió la mirada, luego suspiró y añadió:
— No te preocupes, yo me encargo de hacérselo llegar.— Alegó mientras obtenía la tercera calabaza. A la pequeña se le inundaron los ojos con ese sentimiento llamado alegría y se tiró a abrazar a la peliazul, luego hizo lo mismo con Yota, antes de que ambos pudiesen reaccionar.
—¡Muchas gracias, a los dos! ¡Volved cuando queráis a Yachi, seréis bien recibidos!— Antes de obtener algún reproche, la joven se alejó moviendo su mano de forma rítmica, gesto para decir adiós a los que ya se marchaban. Eri sonrió y guardó ambos presentes en su portaobjetos, luego volvió a mirar a Yota.
—No me pude contener... — Soltó, encogiéndose de hombros, luego volvió a retomar el camino. —¿Nos vamos?
Eri asintió con gusto y tomó la calabaza de color verdoso, justamente como sus ojos. La calabaza tenía una cara dibujada en ella, sonriéndola. Lo encontró encantador, a la par que... Extraño. Un escalofrío recorrió su espalda, sin embargo tragó grueso y volvió sus ojos de nuevo sobre la pequeña que les había obsequiado con aquello.
— ¡Es precioso! ¿De verdad los haces tú? ¡Tienes mucho talento!— Felicitó.
— Sí... Los hago yo... ¡Muchísimas gracias por aceptarlos! — Agradeció la joven mostrando una amplia sonrisa, dejando ver que alguno de sus dientes no se encontraba en su lugar, dándole un aire todavía más infantil.
— Desafortunadamente, me temo que la calabaza del otro chico vas a tener que quedártela. No le conocemos y la verdad es que no sé siquiera si nos volveremos a encontrar con él, lo siento.
La chiquilla hizo un puchero y Eri no pudo resistirse... Seguramente había empleado un montón de cariño en hacerlos, por ello era frustrante no obtener un ''sí'' por respuesta. Rascó su nuca y desvió la mirada, luego suspiró y añadió:
— No te preocupes, yo me encargo de hacérselo llegar.— Alegó mientras obtenía la tercera calabaza. A la pequeña se le inundaron los ojos con ese sentimiento llamado alegría y se tiró a abrazar a la peliazul, luego hizo lo mismo con Yota, antes de que ambos pudiesen reaccionar.
—¡Muchas gracias, a los dos! ¡Volved cuando queráis a Yachi, seréis bien recibidos!— Antes de obtener algún reproche, la joven se alejó moviendo su mano de forma rítmica, gesto para decir adiós a los que ya se marchaban. Eri sonrió y guardó ambos presentes en su portaobjetos, luego volvió a mirar a Yota.
—No me pude contener... — Soltó, encogiéndose de hombros, luego volvió a retomar el camino. —¿Nos vamos?