Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Ya estaba atardeciendo, aunque los negros nubarrones que cubrían el cielo habrían impedido a cualquier notsubeño sin un reloj darse cuenta de ello. La lluvia batía incesantemente la capital del País de la Tierra ese día, desde por la mañana hasta por la tarde, y parecía que continuaría a lo largo de la noche.
Notsuba era una ciudad relativamente clásica —por no decir atrasada—, como el resto del país. Pese a su cercanía con Arashi no Kuni, proveedor de tecnología para todo Oonindo, no parecía que allí gozasen de los avances de su vecino. Uno podría pensar que la causa era, simple y llanamente, la pobreza generalizada de aquel territorio angosto. La inestabilidad política no contribuía a mejorar las cosas, claro; a pesar de que el señorío del País de la Tierra nunca había pasado del linaje de los Kurawa a otro, los recientes acontecimientos todavía tenían el avispero agitado. Y es que se rumoreaba que Kurawa Ivvatsumi, legítima heredera del antiguo señor y desterrada por éste, planeaba tomar por la fuerza lo que le había sido negado. Kurawa Jagaimo, su hermano menor y actual Daimyō, no parecía tener ninguna intención de cedérselo por las buenas... El conflicto estaba servido. Y como cualquier desplante entre grandes señores, los ecos de sus voces resonaban por cada rincón del país, convulsionando los destinos de sus sirvientes. Cualquiera podía verlo al pasear por las calles menos céntricas de la capital notsubeña; la pobreza no les era ajena a sus habitantes. No era de extrañar pues, que en una tarde tan desapacible como aquella, los oriundos buscaran refugio al calor de una buena lumbre y una jarra de cerveza espesa que acompañaban con conversaciones cuya tónica habitual era el disputado trono.
La tasca en la que nos situamos esta vez, no era ni más ni menos que la conocida como La Mina, una tabernita acogedora de la periferia de Notsuba y que gozaba de gran popularidad entre los más humildes. No en vano había por allí un popular soniquete, "-¿A dónde vas? -A trabajar a La Mina", que los parroquianos solían soltarle a sus señoras con gran retranca cuando ya se preparaban para darle al mollate a media tarde. El lugar, además, invitaba a ello; construída en piedra y madera, a la antigua usanza, la taberna podía albergar en su interior una docena de mesas dispuestas caóticamente por la estancia principal. Una buena chimenea, siempre encendida —incluso en las noches de Verano—, proveía de calidez al lugar. Tras la recia barra de madera, plagada de cicatrices que contaban la historia de la tasca, un hombre anormalmente grande y gordo tiraba cervezas muy espesas con la maestría que le daban los años de servicio. Los habituales le conocían y le respetaban, pues como todo buen tabernero, el viejo Kuma hablaba poco, servía bien, y escuchaba mejor.
—¡Eh, Kuma-san, ponte dos jarras de cerveza negra por aquí!
—¡Kuma-san, otras tres para los muchachos!
El ambiente ya empezaba a calentarse casi dadas las ocho de la tarde, pues la mayoría de los que atiborraban la tasca ya llevaban unas cuantas pintas encima. Por eso mismo, nadie advirtió a la figura delgada y discreta que hizo entrada en ese momento. Vestía una capa de viaje color marrón, llevaba un kasa en la cabeza —que goteaba sin parar— y un arrugado volante de papel en la mano. El susodicho se ubicó en una mesa alejada del bullicio principal —la única libre— y se quitó el sombrero, dejándolo sobre ésta. Sus facciones eran toscas y estaban maltratadas, y la mitad de su rostro estaba cubierta por una horrible quemadura. Llevaba el pelo negro y corto, algo alborotado, y sus ojos del mismo color oteaban la estancia con curiosidad.
Uchiha Akame volvió a mirar el papel que tenía en la mano, y una leve sonrisa se dibujó en su rostro.
11/09/2019, 00:05 (Última modificación: 12/09/2019, 16:17 por Taka Kisame. Editado 1 vez en total.)
La tarde era lluviosa. Nada que le molestara en absoluto. Después de tantos años entrenando con su padre bajo la misma, había desarrollado la capacidad de poder ignorarla casi completamente. Sin embargo, no se sentía muy a gusto entrenando fuera hasta tan tarde en aquella tierra que, desde luego, no era la suya. El viaje había sido sencillo y no hubo contratiempos en un principio. Seguramente su padre se enfadaría bastante si descubría que había salido de la aldea, pero francamente, necesitaba un tiempo para estar solo.
No se detuvo demasiado a fijarse en la ciudad. Parecía tener un diseño clásico, nada que ver con el avance tecnológico al que estaba acostumbrado en su aldea. Sin embargo, al ser esto algo relativamente nuevo y que en su propia casa no era demasiado importante, no le importaba lo mas mínimo el hecho de que faltasen esas cosas. No había gozado nunca de grandes comodidades ni de cosas por el estilo. A lo lejos, vio una taberna. Quizás no fuese el lugar más adecuado para tomar un té, pero era lo que había. Dando lentos pasos se acercó hasta la puerta y la abrió despacio para mirar en su interior.
Al parecer, era una taberna al uso. Muchos hombres bebiendo cerveza, brindando y riendo. Algunos parecían bastante pasados ya, mientras que otros parecían recién llegados y pedían sus primeras consumiciones. El alcohol siempre le había parecido una sustancia perjudicial para el cuerpo ya que atrofiaba temporalmente sus sentidos y reflejos. Algo que, seguramente, nunca tomaría. Como las normas sociales de beber en compañía le importaban mas bien poco, no estaba preocupado por lo que otros fueran a pensar de alguien totalmente abstemio como él. Entró a la sala y se escurrió el pelo en el suelo, para luego volvérselo a atar mientras miraba de nuevo la situación. Parecía que todas las mesas estaban ocupadas por varias personas que tomaban cerveza, pero había una que estaba ocupada por un solo hombre. Alguien de cabello negro y una horrible quemadura en la mitad de su cara. Algo que le llamó bastante la atención, pero no se detuvo demasiado tiempo a mirarlo. Pasó por delante de él efímeramente, caminando con calma y sus brazos colgando de sus hombros, los cuales se movían levemente por el balanceo de cada paso que daba.
-Un té, por favor -Le dijo al tabernero mientras le miraba de forma fría y distante desde detrás de la barra. El tabernero, sorprendido por lo que había pedido, se encogió de hombros y se puso en marcha, entre los gritos de los otros hombres que bebían junto a él. El cual se mostraba inmóvil y absorto en sus pensamientos. Durante unos instantes, una vez tuvo su taza de té delante, se paró a mirar al hombre que estaba sentado sólo en la mesa, buscando algún tipo de bandana identificativa de alguna aldea, pues no parecía alguien corriente y sospechaba que podría ser un shinobi como él, pero al no verla, simplemente tocó la suya, la cual estaba colgada del cuello.
11/09/2019, 10:17 (Última modificación: 11/09/2019, 10:17 por Uchiha Akame.)
Cuando la portezuela de aquel bar se abrió por segunda vez, quien hizo acto de presencia atrajo más de una mirada, y por diversas razones. Algunos de los parroquianos —los que no estaban lo suficientemente borrachos como para darse cuenta de que alguien acababa de entrar en el local— le dedicaron algunas miradas de circunstancia al advertir el protector ninja que llevaba atado alrededor del cuello. Por aquellos lares era de suponer que más de un habitual, y más de dos, se jugaban los cuartos en negocios de poco lustre... Y aunque los shinobi no tenían competencia alguna respecto de eso —que quedaba en manos de la policía y guardia de cada país—, para un plebeyo de la periferia de Notsuba, cualquier distintivo de autoridad se veía de la misma forma. Incluso Kuma, silencioso y firme como una escultura de piedra, le dedicó una mirada algo extraña al muchacho.
«Vaya vaya, así que un shinobi de Ame...», se dijo Akame. Seguidamente lo observó con curiosidad mientras el ninja se dirigía a la barra; era un chaval algo mayor que él, que vestía con cierta sobriedad y parecía haber pasado una buena temporada sin comer. El Uchiha trató en vano de buscar otros distintivos que le acreditaran un rango mayor al tipo, pero no los encontró. «¿Será genin, entonces?» Mientras, el chico se había acercado a la barra a pedir un té, cosa que arrancó algunas risotadas poco discretas a uno de los parroquianos que estaba a su lado, sentado en un taburete alto, mientras se bajaba una jarra de cerveza negra.
—¡Por las tetas de la Doncella Celestial! ¿Un té, rapaz? —le recriminó, burlón—. Anda, déjate de mariconadas y pídete una cerveza en condiciones, joder. ¿O es que los shinobi —pareció escupir aquella palabra— no sabéis beber?
Sus palabaras gozaron de buena recepción entre los demás parroquianos que atendían a la escena, los cuales dieron su aprobación en forma de risillas, asentimientos con la cabeza y palabrotas murmuradas. Kuma, el tabernero, se mantuvo impretérrito mirando al joven ninja.
—¿Qué va a ser? —preguntó, lacónico.
Akame, desde su mesa, observaba con interés la escena.
11/09/2019, 13:06 (Última modificación: 12/09/2019, 16:18 por Taka Kisame. Editado 2 veces en total.)
Kisame miró al hombre con gesto frío y sin alterarse ni un ápice. Quizás por aquella zona los ninja como él no eran bien recibidos, sin embargo, no era algo que le preocupase en lo mas mínimo. Quizás matar a aquella escoria sería la forma más fácil de quitárselo de encima, pero resolvió rápidamente que fuera de su aldea no tenía autoridad ninguna y la verdad es que no pretendía cometer un crimen fuera de su país. Levantó su mirada de la taza de té y con su mirada perdida y los ojos medio cerrados, puso un gesto de indiferencia y no articuló una sola palabra. Seguramente continuarían con las risas, pero eso a él le daba más bien igual. Sabía que su aspecto podría dar la sensación de ser frágil, y en efecto lo era, así que no culpaba a los pobres plebeyos por su acusada ignorancia. Simplemente le dedicó una indiferente mirada unos segundos, y continuó bebiendo de su taza de té, ignorando al hombre que le hablaba. Entre risas de sus amigos, parecía sentirse seguro de que aquel desnutrido niño no podría partirle todos los huesos del cuerpo.
-Una taza de te, muchas gracias -Comentó mirando sus huesudos dedos con calma. Recordó entonces las palabras de su padre: "La calma es la mejor de las virtudes de un shinobi, ceder a provocaciones solo lleva a la ira, y esta es un estado de embriagadez similar al que produce el alcohol". Respiró hondo una vez y se ensimismó en sus pensamientos, esperando que se le pasara la tontería en algún momento y evitar una pelea de bar, las cuales le parecían bastante lamentables, a decir verdad. No consideraba peligrosa la situación por varias razones, en primer lugar porque seguramente el tabernero no querría una pelea en su establecimiento, y en segundo lugar porque si recibía un solo golpe, tendría todo el derecho del mundo para defenderse, aunque no usaría toda su fuerza, no le merecía la pena fatigarse para eso.
Volvió a mirar por unos instantes al chaval del pelo negro, el cual, parecía mirar la escena interesado, como el que mira un espectáculo, sin embargo, su mirada no denotaba que le pareciera graciosa, sino más bien interesante. Dada la situación generalizada en la taberna, esto le resultó bastante extraño, por lo que apartó la mirada del chico rápidamente. Visto lo visto, una persona que no se asqueaba de ver un ninja, y con claras marcas de combate, solo podría ser otro ninja, o simplemente una persona que entrenaba y valoraba el trabajo de los shinobi. Pero tras un momento pensando en ello, y al no haber visto placa identificativa, resolvió que o bien la tenía escondida para evitar esta situación, o bien simplemente no era shinobi.
11/09/2019, 15:58 (Última modificación: 11/09/2019, 15:59 por Uchiha Akame.)
«¿Y qué vas a hacer, ninja de Amegakure?»
Si Akame hubiese tenido que apostar, y recordando la fama que tenían los de la Lluvia, hubiese dado su mano buena a que aquel tipo estaba a un tris de liarse a ostias con medio bar. No en vano podía suponerse que había tenido de compañeros y maestros a gente de pronto fuerte y mano larga, que no dudaban un segundo a la hora de echarle sangre encima a cualquier afrenta. Sin embargo —para sorpresa del joven Uchiha—, aquel chico se limitó a ignorar los comentarios hirientes sobre su hombría y a reiterarse en su idea de tomar un tecito caliente. Kuma, que pese a que respetaba más a un hombre bebiendo cerveza negra que té, se limitó a encogerse de hombros, darse media vuelta y poner a hervir una tetera. De haberse tratado de una merienda de amigos, el tabernero habría preguntado si alguien más quería una taza, pero en La Mina aquello era una pregunta más bien retórica.
«¿Hum?»
El Uchiha no pudo evitar enarcar una ceja cuando aquel shinobi se le quedó mirando con poco disimulo, recorriendo su indumentaria. «¿Me ha reconocido? No, imposible. Parecía más bien que buscaba mi bandana.» Aquella deducción hizo que aflojase los puños, que discretamente había bajado a su regazo. No había de qué preocuparse... Más de lo normal.
—Aquí tiene. Son dos ryōs y medio —la voz, gravísima y profunda de Kuma, llamó la atención del ninja de la Lluvia. El enorme tabernero le colocó una taza humeante delante, en la barra, y se le quedó mirando mientras esperaba el pago requerido.
¡Pom! Con un golpe seco, Uchiha Akame tomó asiento junto al ninja de Amegakure, aun sin dirigirle la mirada. Llevaba su capa de viaje, chorreando, todavía puesta, pero se había dejado el kasa de paja en lo alto de su mesa. Quizá esperaba que sirviera para guardarle el sitio. Tal vez simplemente se le había olvidado.
—Otro tecito por aquí, tabernero —pidió, con voz ligeramente ronca que delataba una vida dura. Luego se giró hacia el de Amegakure—. No tomo alcohol. Es malo para la salud, dicen.
Una risa socarrona se le atragantó en los labios. La verdad era que Akame todavía vivía con tanto miedo al Demonio Azul, que estaba convencido de que si tomaba aunque fuese una cerveza, recaería en el omoide. Y eso era algo que no podía permitirse por nada del mundo.
—No les hagas caso —soltó de repente, haciendo clara alusión a los parroquianos que se habían reído del joven shinobi por pedir un té—. La gente aquí lo tiene difícil. El trabajo escasea, los impuestos suben... Y alguien tiene que mantener el orden. Soldados, guardias, shinobi... Para esta gente, todos sois lo mismo.
Kuma trajo el té, Akame le pagó con tres monedas de un ryō y luego le dio un discreto sorbo a su taza, sin dejar de mirar al otro ninja por el rabillo del ojo.
12/09/2019, 16:35 (Última modificación: 12/09/2019, 16:37 por Taka Kisame. Editado 1 vez en total.)
El ninja de la lluvia observó como el chico de la mesa se le acercaba. No sabía muy bien como reaccionar, así que sacó rápidamente de su bolsa 3 ryos y los colocó sobre la mesa de la taberna con suavidad mientras, por el rabillo del ojo observaba como se le acercaba, ignorando totalmente, ahora si, a los energumenos que se sentaban al lado. Su calma en todo momento parecía pasmosa, como si se hubiese tragado un kilo de bloques de hielo. Su rostro inexpresivo y su mirada perdida y fría podrían llegar a ser inquietantes, o simplemente a pasar totalmente desapercibido si no se le tomaba atención.
-Enturbia la conciencia y deteriora los reflejos paulatinamente de una forma directamente proporcional a la cantidad que ingieres -Comentó mirándole con aspecto frío, clavandole la mirada en sus ojos, aunque en el fondo estaba confundido por el hecho de que todos se rieran y este se le hubiera acercado de forma tan amigable. Su voz denotaba que había vivido bastante, junto con su aspecto daba la sensación de que fuese muchísimo más peligroso que toda la taberna si se lo proponía, o al menos mucho más astuto.
-No te preocupes, solo debatía si merecía la pena partirles un par de huesos aún sabiendo que estoy cometiendo un crimen y que estoy fuera de mi tierra. No me representan un gran peligro. Por otra parte, he visto que parecen gente humilde de una tierra más bien pobre, con lo cual y como bien dices, puedo entender su actitud -Hizo una breve pausa para dar un sorbo a su taza de té -Esa era la otra razón por la que no les he seguido el juego, no merece la pena. -Dijo esto último sin mirarle, dejando su mirada al azar en un punto distante e inexistente, en allguna parte detrás del tabernero.
Esperó unos instantes, mientras observaba de cuando en cuando al resto de hombres de la taberna. Estaba seguro que, dadas las normas sociales que se solían utilizar, sus palabras podrían haber resultado ofensivas. Era mas bien un estado de alerta para defenderse, porque no tenía intención alguna de atacarles. Seguramente si lo hiciera destrozaría parte del establecimiento y se jugaría una sentencia, y no era lo que quería, una vez más, estando en una tierra distinta a la suya. Aquella situación le resultaba un poco incómoda por esa razón, se sentía impotente por una parte, pero por otra tenía curiosidad por saber quien era ese tipo que había venido a hablarle. Intentó articular unas palabras, a modo de presentación, pero su garganta se quedó totalmente muda.
Entonces, no dijo más. Tenía la sensación de no saber como seguir la conversación, evidentemente, no le conocía, y no sabía si simplemente presentarse sería buena idea, dado que tampoco le interesaba que su nombre se extendiera en aquel sitio, en el cual, parecía que no era bienvenido...
«Ah sí, eso también» pensó el Uchiha cuando su acompañante le relató de forma bastante técnica y concisa los efectos perjudiciales del alcohol para cualquier shinobi. La razón por la que muchos, aun así, lo tomaban, era que también producía un efecto muy positivo —o necesario, según el caso—; ayudaba a olvidar. Pero esa réplica se la guardó Akame para sí mismo, primero porque no quería ahondar en el tema, y segundo porque necesitaba concentrar toda su fuerza de voluntad en la taza de té que tenía frente a sí. Le dio otro sorbo mientras el amejin le explicaba su postura frente al asunto, una que hizo en primera instancia enarcar una ceja al joven Akame.
—Ah, puedes apostar a que sí. Esta gente es más pobre que las ratas, y ellos aun así son afortunados. Viven en la capital, de modo que cuando el Daimyo se sacude su kimono, ellos pueden recoger las migajas que caen al suelo —dijo el Uchiha, tomando otro sorbo de té—. Los de las pequeñas aldeas perdidas entre las montañas, uh, esos sí que están jodidos. Asaltadores de caminos, ninjas exiliados y otros personajes de semejante ralea aprovechan la geografía del país y su paupérrima situación para ocultarse de la justicia... Depredando a los débiles y arrebatándole lo poco que tienen.
En ese momento, Akame pareció reparar en algo. Se metió la mano dentro de su capa de viaje y sacó un volante de papel algo arrugado, en el que se podía leer un edicto feudal y, bajo éste, figuraba un retrato.
Decreto Oficial #172 del Feudo de la familia Kurawa
土の国
Gobernantes del País de la Tierra
30 de Despedida del 218
La paz de nuestro país se ha visto perturbada por las acciones de un puñado de disidentes que han intentado atentar contra el legítimo reinado de nuestro Señor, Kurawa Jagaimo. Hemos descubierto un complot de quienes considerábamos nuestros aliados desde las épocas del viejo Oonindo, el linaje Herrero de los Tākoizu; para infiltrar agentes en nuestro ejército y así llevar a cabo un ataque premeditado hacia la pirámide de poder, en colaboración y con el asesoramiento de un ninja extranjero de identidad y paradero desconocido.
En su función de máximo gobernante de Tsuchi no kuni, y en víspera del bienestar de nuestros ciudadanos en todos los rincones de nuestro país, Lord Jagaimo decreta:
Todos los miembros de la Familia Tākoizu y los partícipes del complot serán considerados a partir de la fecha de ésta publicación personas Non Grata en todo los territorios de nuestro país y deberán rendir cuentas con la justicia en cuánto abandonen el exilio.
Sus títulos, tierras y posesiones serán absorbidas por el patrimonio feudal y pierden su status como familia noble. Serán penados con la muerte una vez lograda su captura.
El ninja, que responde al alias de Gūzen; contrae un precio por su cabeza de 両 9500 Ryō. Se adjunta un retrato hablado del hombre en cuestión y una descripción detallada de uno de los supervivientes al atentado de nuestros soldados en la Montaña del Peregrino.
Luego sus ojos escudriñaron al de Amegakure.
—Lo que faltaba, ¿eh? Disputas políticas, terroristas... Parece que aquí no se aburren.
El escuálido ninja observaba a quien tenía sentado al lado con atención. Eso eran datos que el no sabía. Desde luego, en aquel país la pobreza estaba bastante extendida y parecía ser por culpa de un tirano feudal. Algo típico a decir verdad, pero a lo que él no estaba acostumbrado. En su familia, nunca había habido una gran fortuna, es mas, siempre habían sido una familia humilde en comparación con el resto de personas de su aldea. Por lo tanto, en parte, se veía identificado con ellos. Seguramente él mismo no se gastaría el poco dinero que tiene en emborracharse y tomaría otra actitud frente a la opresión pero.... Había que verse en la situación.
-Mi familia también es bastante humilde. Es cierto que en mi aldea la pobreza está menos extendida y al menos tenemos la posibilidad de trabajar remuneradamente, pero, al menos yo, no soy uno de esos shinobis adinerados y pijos como pueden ser los de algún que otro clan -Dijo esto último con algo de desprecio, y sin mirar a nadie salvo al vacío, para luego, posar su mirada sobre el panfleto que le tendía el chico.
Leyó el decreto con cierto gesto de extrañeza y luego miró a su compañero nuevamente unos segundos, para volverlo a leer, esta vez con su habitual gesto frío -No pondría la mano en el fuego por ninguno de los dos bandos, pero, viendo lo visto por aquí, no me resulta extraño que ocurran estas cosas. -Dijo sin dejar de mirar la hoja de papel, para posteriormente recogerla y, tendiéndosela al chico añadir -Tú que harías en su situación? -No añadió mas, y levantó su taza suavemente para darle otro sorbo.
-Permíteme una pregunta... A donde quieres llegar enseñándome esto? -Comentó mirándole fijamente a los ojos.
Si algo tenía claro, era que no quería mezclarse en asuntos políticos ni mucho menos con algo relacionado con conspiraciones. Si se convertía en un criminal tan pronto, seguramente su padre estaría totalmente decepcionado con él y entonces no querría volver a hablarle nunca. Necesitaba saber más datos sobre este lugar para posicionarse en alguna parte. Seguramente este chico fuera de aquí y estuviera intentando influenciarle con su opinión, no obstante, necesitaba muchos más datos que una simple imagen y algo que le habían comentado en un bar, por muy agradable que fuera la persona que se lo había hecho. Siempre había puesto en tela de juicio cualquier cosa que le habían dicho, aunque fuese alguien de expresa confianza.
Las palabras del desconocido de Ame le arrancaron una risotada sincera al Uchiha. «¡Ja! Este chaval tiene pelotas. Casi que me cae bien», se dijo Akame. Luego esperó a que el ninja terminara de leer el volante de papel y, cuando éste se lo devolvió, Akame lo extendió en la barra, a la vista de ambos. Su índice derecho paseó por la hoja hasta quedarse clavado, metafóricamente, sobre el rostro del ninja que se hacía llamar "Guuzen" y por el cual, el Daimyō de la Tierra ofrecía nuevemil quinientos ryōs. Cuando aquel chico quiso saber las motivaciones del Uchiha, éste tomó un sorbo de té y luego tamborileó suavemente sobre el rostro de Guuzen con su dedo.
—Mis motivaciones son un tanto banales, como podrás comprobar. Y pues, un servidor también necesita ponerse un plato de comidia en la mesa cada día. El dinero no me vendría mal para comprarme una capa de viaje nueva, esta está raída por las faldas —añadió, y un simple vistazo a su atuendo revelaba que no mentía—. Nuevemil quinientos ryōs es mucha pasta, ¿eh? Me preguntaba si, como ninja de la Lluvia que eres, sabrías algo de ese tal... "Guuzen". El ninja que está ayudando a la rebelión contra el Daimyō Kurawa-sama.
Akame observaba el rostro del shinobi con curiosidad. Por supuesto, él sabía perfectamente quién era ese ninja apodado "Guuzen".
—Llevo días buscando cualquier pista que me pueda llevar a él, pero nadie sabe nada. Nadie le ha visto. Nadie le conoce... Es un maldito fantasma, ¿sabes? Entonces, quizá, bueno... —pareció dudar—. Claro que, habría una parte de recompensa para ti si me ayudaras a encontrarlo. ¿Qué me dices, shinobi-san?
Se sorprendió bastante por la risotada, pero no reaccionó, o al menos trató de no mostrar la incomodidad que le había producido. Nuevamente, mirando al chico fijamente escuchó sus palabras con tranquilidad. Parecía que no tenía ninguna intención de meterse en un asunto político. A judgar por su aspecto debió suponerlo. Algo le decía que no era exactamente de aquí, porque sino estaría ofendido con el susodicho feudal tirano. Parece que simplemente estaba de paso por aquí y todo ese dinero le había llamado la atención. Otro punto que le hizo pensar era por qué le contaba eso a él si apenas se conocían. Desde luego, los ninjas de Amegakure tenían fama de tipos duros y eso era algo innegable, pero se temía que él de eso solo tenía el carácter.
-Siento decepcionarte, socio, pero me temo que no conozco a este hombre. Al menos en mi aldea no ha dado problemas ni ha sido destacado por lo que yo sé y tampoco es que haya salido mucho de allí -Se encogió de hombros tras decir esto y prosiguió escuchándole.
Tras escucharle, le quedó claro cuales eran sus intenciones y que no sólo quería información de él. Pero estaban mal si no sabían nada de él ni donde encontrarlo al menos. La propuesta no le parecía mal en principio. Desde luego, buscar a ese hombre favorecía la ley y el orden, aunque fuese a favor de un tirano como ese. Sinceramente, poco le importaban los campesinos pobres y toda esa gente, simplemente lo disimulaba para no aparecer destripado en un callejón mientras estaba por allí. Lo que de verdad le llamaba la atención era que ese mando tuviera que delegar algo así en otra persona. Seguramente sería un señor gordo y débil con mucho dinero, eso pensaba Kisame...
-Cuenta conmigo. Te ayudaré en lo que pueda para cazar a ese tipo -Dijo para después acabarse el té y volver a mirarlo -Si, es un montón de dinero y, claramente, no me vendría mal un poco de eso aunque me temo que este hombre sea peligroso y seguramente cazarle no sea como quien entrega a un simple ratero... -Alzó su mano derecha levemente como proponiéndole estrecharla, descubriéndola de sus largas mangas. Una mano delgada con unos largos y huesudos dedos -Me llamo Kisame -Comentó en voz más bien baja -Creo que deberíamos continuar esta conversación en otro sitio, te parece?
Akame fingió —no demasiado bien— una leve mueca de decepción cuando el shinobi de Ame admitió no tener ni idea de quién era ese ninja tan buscado en Tsuchi no Kuni. Tomó un sorbo de su té y escuchó con atención las palabras del amejin, con cierta sorpresa cuando éste se ofreció a colaborar en la cacería a cambio de una parte del premio. Una sonrisa lobuna se dibujó en su rostro al tiempo que estrechaba la mano de Kisame, sellando así su particular alianza.
—Me dicen Karasu —de forma similar a la mano del amejin, la de Akame también era delgada y huesuda, pero de piel mucho más áspera y curtida—. Y puedes darlo por hecho. He conocido a criminales que se ocultan en este país, pero ninguno que se haya atrevido a tanto como a colaborar en una rebelión contra el Daimyō. Sin duda ese tal Guuzen es una pieza de caza mayor.
Ante la propuesta de Kisame, el Uchiha asintió y se terminó el té de un tirón. Luego se puso en pie, recogiendo su kasa para colocárselo en la cabeza y, tras arrebujarse en su capa de viaje, salió al inclemente exterior. Fuera, la tormenta todavía arreciaba y la poca luz diurna que quedaba ya se extinguía tras los negros nubarrones. Al amparo de las sombras que comenzaban a tomar la ciudad por asalto, Akame esperó a que su acompañante saliera. Luego, comenzó a caminar calle abajo, en dirección paralela a las casas de la periferia de Notsuba. Ambos muchachos andarían bajo la lluvia durante unos minutos antes de que el Uchiha se detuviera frente a un local cuyo aspecto sugería que gozaba de dudosa reputación. Se trataba de una casucha de dos plantas, de muros desconchados y ventanales con algún que otro cristal roto. De la parte trasera emergía una columna de humo, azotada por la lluvia y el viento, producto de una modesta chimenea. De las ventanas de la planta baja emergía un tenue resplandor anaranjado. No había letrero alguno en la puerta, pero ésta estaba entornada, como invitando a los transeútes a entrar... Bajo su cuenta y riesgo. Akame ni siquiera miró al amejin antes de cruzar el umbral.
Se trataba de un local que ofrecía cierto cobijo a los parroquianos para empeñar su acero y habilidad en negocios de poco lustre. Era usado por los habituales de la zona para ofrecer o contratar estos servicios, o ajustar cuentas, o lo que se terciase. Nada más entrar, los dos muchachos podrían ver a un tipo de enorme complexión, que llevaba una pesada maza de hierro en las manos y les escudriñaba con la mirada. Akame sacó algunos billetes del bolsillo y pasó junto al gorila para dejarlos sobre una mesa de madera muy vieja y destartalada. Al otro lado de ésta, sentado sobre una silla aparentemente cómoda y ojeando una revista en cuya portada se podían ver varias mujeres ligeras de ropa, había otra persona. Al contrario que su compañero, era menudo y escuchimizado, con la nariz larga y morro que se asemejaba al de un roedor. Sin levantar apenas la vista de su noble lectura, el tipo le dedicó una mirada fugaz a los billetes que Akame le había puesto en las narices, y luego asintió.
—Tercera puerta a la derecha. Quince minutos, y ni uno más.
El Uchiha asintió ligeramente, tocándose el kasa empapado con una mano, y enfiló el pasillo que se abría a la derecha de aquel peculiar recibidor. Cuando estuvo ante la tercera puerta a la derecha —tal y como el tipo con cara de rata le había indicado—, la abrió e ingresó en la habitación. Esta no era sino un cuchitril bastante pequeño y escaso de mobiliaro; apenas una cama con sábanas extremadamente sucias, una mesa y dos sillas componían la escena. Akame se volteó hacia su invitado, mientras se quitaba el kasa de paja y lo dejaba, goteando, sobre la mesa.
Al parecer, este tal Karasu estaba de acuerdo con que el tipo al que buscarían es peligroso, pero no pareció importarle demasiado. Quizás ese chico fuese más poderoso de lo que Kisame pensó en el momento. Parecía alguien curtido y, aunque pareciese un poco más pequeño que él mismo, daba la sensación a primera vista de ser más experimentado. No podía evitar desconfiar un poco de él. Al fin y al cabo era alguien totalmente desconocido . Había sido agradable y le había propuesto una pequeña misión que daba la sensación de tener dinero detrás, eso es algo.
Acto seguido, abandonó la sala y comenzó a caminar calle abajo detrás de él. La lluvia no le molestaba y no le importaría en absoluto hablar con el en cualquier sitio de la calle, sin embargo, entendía que no a todo el mundo le era indiferente estar bajo la tormenta, ni a cualquiera le daba igual calarse hasta los huesos. Es algo muy propio de Amegakure. No tardaron en llegar a un edificio con aspecto bastante "marrullero". Tenía aspecto viejo y destartalado y no daba demasiada confianza entrar, pero suponía que si su compañero le había traído allí, estaba totalmente libre de peligro, aunque no bajaría la guardia por si acaso. No era buena idea fiarse ciegamente de cualquiera que pasara por allí.
Dentro había un tipo enorme con un martillo que les miró evaluándolos. Parecía un lugar para hacer cosas turbias. Si existiera un lugar así en Amegakure habría sido desmantelado en cuestión de semanas o días, pero en aquella tierra estas cosas parecía que estaban a la orden del día. Al fin y al cabo, ya no estaba en casa y lo que pasara allí no le importaba demasiado, ahora solo tenía en mente las preguntas que le haría a su acompañante una vez estuvieran solos. El chico dejó algo de dinero y una habitación fue asignada por un tipo con aspecto de roedor. En general aquel sitio no le agradaba demasiado pero intentó mantenerse estoico ante todo lo que ocurría en aquel lugar. Mientras que no intentaran asaltarle ni nada por el estilo, todo iba a salir bien.
Aquel cuarto parecía más un picadero que un sitio en el que hablar, pero no podía quejarse de la "hospitalidad" que aquel chico estaba teniendo con él -Asumo que esto es un sitio seguro y que no vas a intentar rajarme el cuello. En un sitio como este nadie se enteraría de nada y en este país nadie me echaría de menos -Le dedicó una mirada a Karasu con gesto frío y prosiguió -En primer lugar, gracias por traerme a un sitio privado, no me gustaría que nadie supiera qué tramamos, las paredes oyen y viendo lo visto seguramente hubiera gente en esa taberna que estuviera de acuerdo con este tal Gūzen -Dijo escurriéndose el pelo mojado como si fuera una balleta y volviéndose a hacer la coleta -En segundo lugar, si vamos a colaborar necesito saber todo lo que hayas podido averiguar de ese susodicho. Si por casualidad contases con algún objeto, pelo o algo relacionado con él, podría intentar rastrearlo cuando la tormenta cese. No es que no pueda hacerlo ahora, pero seguramente mi compañero me lo agradecería, no es especialmente amigo de empaparse -Hizo una breve pausa para estudiar su reacción y prosiguió rápidamente con gesto frío -He supuesto que eras ninja casi desde que te he visto la primera vez, pero cuando me has propuesto esto lo he tenido claro, porque si alguien busca a un ninja pretendiendo capturarlo sin ser de su condición, o bien le tiene poco aprecio a su vida o bien está totalmente chalado. Lo que me inquieta es que no lleves ninguna identificación. A título personal no soy alguien especialmente experimentado. No es que quiera que me cuentes tu vida, pero me gustaría saber con quien voy a trabajar, si no es indiscreción -Concluyó su monólogo apoyando sus manos en la mesa y mirándole fijamente, esperando una respuesta de su parte.
«Menudo cuchitril, me cago en todo. Espero que este tío no se piense que le he traído aquí para llevármelo al huerto...»
Lo cierto era que el lugar podía dar pie a malinterpretaciones, pero por suerte para Akame, Kisame parecía bastante centrado en el asunto y no tenía ánimos de dejar volar la imaginación en indecorosas elucubraciones. Parecía, sin embargo, algo incómodo por la situación; y el Uchiha, como buen observador que era, no tardó en deducir que aquel muchacho no debía tener mucha experiencia de campo. Bien porque se trataba de un ninja de bajo rango a quien todavía las misiones de mancharse las manos le venían grandes, o bien porque su especialidad dentro del cuerpo de ninjas de Amegakure era otra más teórica. Sea como fuere, Akame decidió dejarle hablar y explayarse. Cuanta más información tuviera sobre su nuevo aliado, mejor.
—Kisame-san, ¿me tomaría tantas molestias si quisiera rajarte el cuello? —el Uchiha se encogió de hombros—. Entiendo que eres un ninja y estás acostumbrado a desconfiar de todos, pero te aseguro que yo no tengo nada que ganar jugándomela a pelear contra un shinobi, y mucho si trabajamos juntos. Nuevemil quinientos ryōs, concretamente, a repartir.
Las siguientes palabras del amejin hicieron sonreír, para sí, a Akame. «¡Me ha tocado la puta lotería! Un ninja rastreador, como Nabi... Excelente.»
—Por desgracia, no, no tengo ningún efecto personal de nuestro objetivo. Ni siquiera le he visto en persona, cuanto conozco de él es su retrato y su sobrenombre —Kisame podría notar en el tono de voz de Akame que algo no era totalmente cierto—. En cuanto a mí... No debes preocuparte. Soy un simple trabajador por cuenta propia, a mí me gusta definirme como un autónomo. Pongo mis habilidades y talentos al servicio que mejor me puede llenar la cartera, al fin y al cabo no dejo de ser un currante como tú.
Kisame observaba con atención a Karasu. Se confirmó lo que pensaba, aparentemente, no tenía intención alguna de hacerle nada, pero ser desconfiado no estaba de más nunca. Su padre le había enseñado a desconfiar hasta de él, y eso no lo iba a olvidar jamás. Era una de las tantas lecciones que le había dado entre desprecios desde su infancia.
-No me has respondido, Karasu -Dijo con perspicacia mientras sonreía de medio lado -Te he preguntado que si eres un ninja, o no -Dijo esto con tono serio -No necesito saber de donde vienes, de hecho, podrías ser un asesino en serie y me daría igual, mi camino ninja no es ser un perro de la ley -Aquellas palabras sonaban tan sinceras, que sería difícil no creerlas.
Prosiguió escuchándole con atención. Al parecer, no sabía nada del tipo, pero había algo en sus palabras que no le acababa de convencer, seguramente supiera algo más pero no quería decírselo, le estuviera ocultando algo o alguna cosa de esas, pero no podía arriesgarse a que alguna información que conociera le fuese relevante para encontrarlo. Estaba claro que para entregarlo y cobrar, primero tenían que encontrarlo y atraparlo, la primera parte seguramente fuera la más difícil... Dudó un segundo si tratar de sonsacarle algo. Aquel chico parecía de confianza a priori, pero estaba claro que le ocultaba más de una cosa y eso le generaba demasiada desconfianza, y si aquel encargo fuese una falsificación y solo quería sonsacarle información sobre Amegakure? No podía arriesgarse demasiado a eso, así que resolvió que le diría algo.
-Insisto, si sabes algo que pueda ser útil para encontrarle, deberías decírmelo, no conozco tus habilidades pero se me ha entrenado para buscar gente, como mi padre -Dijo esto último con cierto orgullo -Ichiro el rápido, si has pasado por Amegakure alguna vez seguramente te suene de algo -Añadió, pero quiso cambiar de tema rápido, aquel nombre no era muy bienvenido entre criminales y, aunque aquel cuarto fuera privado, detrás de las paredes había otros... -Y bien...? -Se quedó esperando su reacción.
El Uchiha esbozó una sonrisa lobuna ante la réplica de Kisame. El amejin parecía decidido a no irse de allí sin que primero Akame respondiese a sus preguntas, y lo hiciera con al menos una parte de la verdad. Para desgracia del Uchiha, él era un pésimo mentiroso. Cualquier intento de seguir embarrando la conversación sería demasiado torpe como para engañar siquiera a un niño. Por desgracia para Kisame... Si descubría la verdadera identidad del renegado, no podría abandonar aquella habitación con vida. Así que, en vista de aquello, Akame se decantó por una media verdad.
—Estoy versado en las artes del Ninjutsu, si es lo que quieres saber —acabó por decir, mientras escudriñaba de forma inquisitiva al chico de Amegakure—. Tuve ciertas discrepancias con algunos de mis superiores y me vi obligado a... volar del nido. No conozco otro oficio, así que me gano la vida haciendo lo mismo que antes, con salvedades —admitió, encogiéndose de hombros—. Y antes de que me sigas tirando de la lengua, te voy a decir que lo mejor para ambos es que dejemos el pasado atrás. Entiendo tu reticencia, de haber confiado ciegamente en un extraño como yo, probablemente no serías el tipo adecuado para este trabajo, y te he ofrecido algo en señal de buena voluntad.
Akame esperaba que aquella explicación satisfayese al amejin, y que éste no siguiera indagando en asuntos que no le convenía.
—En cuanto al tal Guuzen, tienes razón, tengo algo más sobre él... Pero es una información que por ahora no voy a compartir contigo. Es demasiado delicada, y no te has ganado mi confianza todavía.