23/09/2020, 22:49
Durante el intercambio de palabras acerca de la nueva hermana de Daruu, Zetsuo se había acomodado en su asiento y había desviado la mirada hacia la ventana. Sus ojos se regocijaban con las gotas cayendo sobre el cristal y las nubes oscuras cubriendo un cielo que rara vez había conocido el sol. Cada vez se acercaban más a casa.
Sin embargo, los siguientes acontecimientos volvieron a rescatar su atención:
—¿Ya le has contado a Chiiro acerca de nuestro querido amigo peludo, Hib...?
Había comenzado a preguntar Kaido, pero entonces Daruu hizo un extraño y repentino aspaviento que le llevó a asestarle un codazo a su compañero.
—¡Ay, lo siento, Kaido, me estaba estirando! —exclamó, de manera bastante poco creíble.
Y Zetsuo entrecerró peligrosamente los ojos cuando le vio inclinarse sobre el Escualo para susurrarle algo que no llegó a escuchar. El Médico intentó establecer contacto con los ojos de Daruu, pero el muchacho, obstinado, se negaba a cruzar los ojos con los suyos. Por eso, pasó a intentarlo con los de Kaido...
—¿Cuánto falta para Ame? —preguntó Daruu entonces, en un claro intento por cambiar de tema.
—No mucho. Tengo ganas de volver a casa —respondió Kiroe.
—Yo también. Creo que todos —asintió Daruu.
Y Zetsuo cerró al fin los ojos.
—Todos —afirmó.
Después de todo, había sido un viaje muy largo. Un viaje muy largo tras un largo pasaje en el infierno. Ahora sólo restaba regresar a casa, comprobar cómo estaba Ayame y terminar de ocuparse del asunto del brazo de Kōri. Pero lo primero que iba a hacer era tomarse un café bien cargado. Y sin nada de azúcar. Negro como el carbón, como a él le gustaba.
Sin embargo, los siguientes acontecimientos volvieron a rescatar su atención:
—¿Ya le has contado a Chiiro acerca de nuestro querido amigo peludo, Hib...?
Había comenzado a preguntar Kaido, pero entonces Daruu hizo un extraño y repentino aspaviento que le llevó a asestarle un codazo a su compañero.
—¡Ay, lo siento, Kaido, me estaba estirando! —exclamó, de manera bastante poco creíble.
Y Zetsuo entrecerró peligrosamente los ojos cuando le vio inclinarse sobre el Escualo para susurrarle algo que no llegó a escuchar. El Médico intentó establecer contacto con los ojos de Daruu, pero el muchacho, obstinado, se negaba a cruzar los ojos con los suyos. Por eso, pasó a intentarlo con los de Kaido...
—¿Cuánto falta para Ame? —preguntó Daruu entonces, en un claro intento por cambiar de tema.
—No mucho. Tengo ganas de volver a casa —respondió Kiroe.
—Yo también. Creo que todos —asintió Daruu.
Y Zetsuo cerró al fin los ojos.
—Todos —afirmó.
Después de todo, había sido un viaje muy largo. Un viaje muy largo tras un largo pasaje en el infierno. Ahora sólo restaba regresar a casa, comprobar cómo estaba Ayame y terminar de ocuparse del asunto del brazo de Kōri. Pero lo primero que iba a hacer era tomarse un café bien cargado. Y sin nada de azúcar. Negro como el carbón, como a él le gustaba.