Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Primera flor, pese a que en las calles grises de Amegakure era imposible que creciera alguna. Y sin embargo, era obligatorio reconocer la primavera porque así lo dictaba el calendario, aunque esto no le importaba mucho a las nubes que relampagueaban sobre las torres de acero y hormigón. No se podía decir que era un mal día, llovía a cántaros y eso era una magnifica señal para sus habitantes.
Pero más magnifico era el espectáculo que se estaba montando en uno de los tantos restaurantes del Distrito Comercial: tarde de karaoke.
El lugar estaba atiborrado debido a la oferta especial del día de dos platos por uno, además de un cartel rodeado de un tubo de luz neón donde promocionaban un helado gratis para el que se animara a subir al escenario. Era en esa misma calle donde caminaba cierto genin de cabellos tricolor, luciendo un cambio en sus ropajes pero sin dejar de ser llamativo a la vista. Fue cosa de ver el letrero y ya estaba con un pie delante de la puerta. ¿Comida gratis por cantar? Lo haría aunque no le dieran nada, porque si había algo que no podía desperdiciar era la oportunidad de darse a conocer.
Era tanta la luz artificial, que más les valiera tener suficiente clientela para pagar la factura de la electricidad. Las ventanas eran extremadamente amplias, siendo más cristal que pared y permitiendo ver el interior sin demasiada dificultad. Adentro no estaban las típicas mesas de madera ni mucho menos, sino que eran cómo sillones acomodados ante las mesas que estaban soldadas al piso.
En las afueras una edecán ofrecía globos a los niños e invitaba con su sonrisa a las familias a pasar adelante. Era un local bastante grande comparado a otros establecimientos, dejando en claro que harían lo que sea con tal de tirar la casa por la ventana. En un sitio cómo aquel, la competencia era dura.
"Ya me hacía falta algo de esto." Se decía el Yotsuki mientras esperaba su turno para adentrarse, ya que le guardia de la puerta se tomaba mucho su tiempo para dejar pasar la fila.
Paraguas en mano y sonrisa radiante en sus labios, Ayame caminaba por las calles de Amegakure sin una dirección concreta. Hacía muy poco que había regresado a su hogar, después de tanto tiempo desaparecida, y pasear por las calles de su aldea natal era una de las primeras cosas que más le apetecía en aquellos momentos. Quién le iba a decir que echaría tanto de menos una urbe tan artificial como aquella en la que la mano de la naturaleza había sido completamente subyugada, con aquellas cegadoras luces de neón a modo de sol y estrellas y los gigantes rascacielos de piedra y metal como burdos sustitutos de los árboles. Y allí estaba la kunoichi, sin embargo, absoluta y completamente feliz entre los suyos. A salvo en su hogar.
Sin embargo, era bien consciente de su estado actual. Tendría que ponerse a entrenar pronto si quería recuperar su forma física enseguida y no seguir quedándose atrás. Sobre todo tenía que alcanzar a Daruu, que no sólo la había superado ya en rango, ¡sino que además había conseguido firmar un pacto animal!
Sus pies la llevaron al siempre concurrido Distrito Comercial, a rebosar de gente a la que, como ella, no parecía importarle la lluvia que caía sobre sus cabezas; y tiendas y locales de todo tipo. Un súbito estruendo llamó su atención y Ayame llegó a ver por el rabillo del ojo a un vendedor de pescado persiguiendo a un gato blanco cerca de allí. No le concedió mayor importancia y, girando la umbela de su paraguas por encima de su cabeza, siguió caminando mientras tarareaba una alegre cancioncilla. En algún momento del paseo, unas brillantes luces de neón hirieron sus ojos. Se trataba de un restaurante que brillaba con la fuerza de una estrella pese a ser aún de día y la gente se aglomeraba a su alrededor como un auténtico rebaño.
«¿Y toda esa gente?» Se preguntó la muchacha, ladeando la cabeza. Y no pudo evitarlo, se acercó a curiosear. Al parecer había una oferta especial de dos platos por el precio por uno y la promoción de un helado gratis para todo aquel que subiera a un escenario de karaoke. «Vale... esto ya lo he vivido antes...» Pensó, recordando con cierta nostalgia aquel día de verano en el que Uzumaki Eri la había forzado a actuar con ella.
Una sonrisa nerviosa tembló en sus labios. Aquella situación era diferente, muy diferente. Ni estaba Eri con ella, ni se encontraba en una ciudad lejos del País de la Tormenta donde las posibilidades de que alguien la reconociera fueran prácticamente nulas. Lo único que faltaba ya era que la Jinchūriki de Amegakure se subiera a un escenario a cantar como si de una idol se tratara.
Ayame sacudió la cabeza con una risilla divertida y giró sobre sus talones, dispuesta a continuar su camino.
—Lo sentimos, estamos a tope de capacidad y no podemos dejar entrar a más gente— El guardia impidió la entrada a todos los de la fila, quienes mostraron una mescolanza de emociones entre la decepción y el enojo.
—¡No es justo!— Bufó el de cabellos tricolor.
Algunos se amontonaron, insultando al de seguridad pero este se mantuvo estoico y firme cómo lo exigía su puesto. Por su lado, Rōga se marchó de ahí. No iba a rogarle a nadie por un espacio, además de que existían mil y un lugares más para pasar el rato. Aún era temprano, tiempo de sobra existía. Se cruzó de brazos e infló sus cachetes en señal de puchero, acentuando una imagen infantil en su expresión.
Entre todos los que se alejaron, notó a una muchacha en especial, la cuál llevaba un paraguas para cubrirse del inclemente clima. "¿No le gusta la lluvia?" Para eso mejor ir pensando en vivir en otro lugar, porque en Amegakure pocas veces tendría un respiro de aquello. Pensó en curiosear, y luego recordó lo extraños y bizarros que terminaron todos sus demás encuentros con las del sexo opuesto. "No todas tienen que ser unas raritas, ¿o sí?" Probaría su suerte, por enésima vez. "Tan mal no puede salir." Sonrío y corrió hasta ella.
—¡Oye!— Dio un par de saltos hasta alcanzarla y estar a su lado. —Si dependes mucho de eso nunca te acostumbrarás al agua— Señalaría la sombrilla.
Sin embargo, no llegó a dar más de dos pasos antes de que una voz llamara su atención:
—¡Oye!
Ayame se giró a tiempo de ver a un chico de lo más excéntrico acercándose a ella entre zancadas. De hecho, tanto era así que la muchacha no pudo evitar pegar un pequeño saltito hacia atrás, sobresaltada. Era más joven que ella, eso quedaba claro por su estatura y su apariencia más aniñada, y tenía los ojos de un brillante color dorado. Pero lo más llamativo de su aspecto y lo que le daba aquella apariencia de pandillero era su pelo, de color azul oscuro y con mechones rubios y blancos que caían sobre el lateral de su cabeza, y su indumentaria. Parecía que acababa de topar con un gamberro...
Si no fuera por la bandana de Amegakure que llevaba anudada al cuello, habría temido que intentara atracarla o algo por el estilo.
—Si dependes mucho de eso nunca te acostumbrarás al agua —le dijo, señalando al paraguas que portaba.
Y lo inverosímil de la situación hizo que Ayame soltara una carcajada. ¡Un chaval con aspecto de gamberro se le acababa de acercar para hablarle de su paraguas! ¡Para avisarle de que no se acostumbraría al agua! ¡Precisamente a ella!
—Lo siento, lo siento —se excusó, limpiándose una lagrimilla rebelde—. Lo cierto es que no llevo esto por mí —respondió, encogiéndose de hombros—. A la gente no le suele agradar que entre en sus locales completamente empapada. Aunque es comprensible, ya que después tienen que limpiar y secar todos esos charcos.
"¿Y a esta que le picó?" Parpadeó sorprendido ante la muchacha. Primero se sobresaltó con su llegada, y luego empezaba a reírse cómo si le hubieran contado el mejor chiste de su vida. "Con que no se esté riendo de mí..." Cuando recuperó la compostura, la muchacha explicó que realmente lo hacía para evitar fastidiar a las personas que no toleraba algo de humedad en el piso.
—Huh, yo creo que no es necesario. Muchos lugares tienen tapetes dónde secarte los zapatos antes de entrar, ¿no es suficiente con eso?— Era la manera en la que él lo hacía, reafirmando su postura de que en el país en el que se encontraban no podías ser quisquilloso con el agua.
La observó más detenidamente, fijando espacial atención en la luna que tenía en su frente.
—Ese tatuaje de ahí se te ve bien— Era llamativo, pero que armonizaba con la sobriedad del resto de sus vestiduras. No eran ni muy exageradas ni demasiado genéricas, por lo que a su gusto le combinaban correctamente, aunque si por él fuera añadiría algo de energía.
Tuvo la idea de invitarle algo, pero luego recordó lo terriblemente mal que la pasó la última vez que intentó algo por estilo. Sin embargo no debía desanimarse, así que de hacerlo cambiaría el plan de acción y especificaría todo lo necesario para no dar lugar a malos entendidos. "Si dejo de ser amigable por aquel mal rato podría perder muchas buenas oportunidades de conocer gente" Sonrió confiado.
—¿No tienes nada que hacer? Porque si no podría invitarte algo de comer, hay muchos lugares divertidos por aquí— Se cruzó de brazos sin cambiar la expresión de su rostro. —¡Ah! Y no pienses que hago esto por interesado, no es nada romántico ni una cita ni nada por el estilo. No pienses mal, sólo quiero ser amable.
—Huh, yo creo que no es necesario. Muchos lugares tienen tapetes dónde secarte los zapatos antes de entrar, ¿no es suficiente con eso? —argumentó el muchacho, pero Ayame sacudió la cabeza.
—Puedes secarte los zapatos, pero tu pelo o tus ropas seguirán chorreando —respondió, señalándose a medida que hablaba—. Créeme, yo soy la primera que adora estar en contacto con el agua pero... no quiero molestar al resto.
Pero el chico se la había quedado mirándola fijamente, y antes de que Ayame pudiera preguntar qué ocurría, señaló su frente:
—Ese tatuaje de ahí se te ve bien.
Ella se ruborizó ante el inesperado halago.
—Gr... gracias, aunque no es un tatuaje, es una marca de nacimiento —confesó, alzando su mano libre para acariciar con la yema de los dedos la luna azul que le daba nombre a su familia. Aquella luna que tantos problemas le había dado hasta que había aprendido a convivir con ella y a mostrarla con orgullo.
—¿No tienes nada que hacer? —preguntó, tan de golpe que disparó todas las alarmas de Ayame.
«Oh, oh. Peligro.»
—Porque si no podría invitarte algo de comer, hay muchos lugares divertidos por aquí —añadió él, cruzándose de brazos con una socarrona sonrisa en su rostro. ¿Pero qué podía considerar divertido alguien como él?—. ¡Ah! Y no pienses que hago esto por interesado, no es nada romántico ni una cita ni nada por el estilo. No pienses mal, sólo quiero ser amable.
Pero Ayame no pudo sino sonreír con cierto nerviosismo. Siempre intentaba no juzgar a las personas por su apariencia, ¡pero por Amenokami, aquel muchacho parecía un camorrista a punto de sacarle un kunai para atracarla! ¡Sólo había que ver lo estrafalario de su peinado, su chaqueta de cuello alto y las múltiples cadenas que llevaba! ¿De verdad podía fiarse de alguien así, por muy compañero de oficio que fuera?
—¿I... invitas a comer a cualquier persona que acabas de conocer? —balbuceó, insegura, mientras volvía a voltear el paraguas por encima de su cabeza—. Ni siquiera me has dicho tu nombre...
La muchacha también mantenía su postura, así que decidió no rebatirle más. "Bueno, si quiere agradarle así a los demás, pues allá ella." No es que fuera malo, pero si tú respetabas a los demás ellos también debían respetar tus deseos también. Luego de ello, la muchacha aseguró que la marca era algo natural y no algo de tinta, lo cuál sorprendió al Yotsuki unos instantes hasta que recordó que él mismo tenía esos pelos de colores colgándole de la cabeza. "Muchas cosas inverosímiles hay en esta vida."
A continuación se sintió víctima de un déjà vu cuando la pelinegra empezó a mostrar una actitud nerviosa ante su presencia, aunque no de forma tan acentuada como la kunoichi de Kusagakure que conoció en sus viajes.
—Pues no necesariamente a comer, ¡batirse a duelo también es genial!— carcajeó. —Lo importante es pasar un buen rato. Incluso ir de shopping o escuchar los chismes de algún borracho, cualquier cosa que se te ocurra para matar el rato es buena idea—. No le hacía el feo a casi nada, media vez pudiera entretenerse, pero sobre todo, compartir.
Y entonces, apretaron el botón rojo imaginario.
—Ni siquiera me has dicho tu nombre...
Su cuerpo se tensó, se ajustó las gafas por sobre los ojos lo más recto posible y tomó la punta de la chaqueta por el lado izquierdo, extendiéndola como sí la capa de un torero se tratase mientras dejaba que los dedos de su diestra se entrelazaran con sus cabellos.
—Yo soy, King Rōga~ Ladeó la cabeza para que alguna de las luces artificiales alumbraran su dentadura y hacerla brillar.
Más de algún curioso voltearía a verlo posar, pero eso no le molestaba. "¡Molesto es que no me den la atención que me merezco!" Se pararía de forma normal para escuchar a su interlocutora presentarse.
Fue como si aquellas simples siete palabras hubieran activado algún tipo de mecanismo en el chico. De un momento a otro, el shinobi se ajustó las gafas de sol, tomó el extremo de su chaqueta como si de una capa se tratase y enredó los dedos entre sus cabellos en una pose de lo más dramática.
—Yo soy, King Rōga~ —pronunció sonriente, asegurándose de lucir su dentadura—. ¿Con quién tengo el gusto entonces?
Ayame tardó algunos segundos en reaccionar. Había dado un paso atrás, con los ojos abiertos como platos. Y realmente no era la única. A su alrededor, más de una persona se había detenido ante tan esperpéntica presentación, aunque no tardaron en retomar el paso entre risillas y varios comentarios.
—Eh... yo... ¡Ah! —sacudió la cabeza bruscamente, despertándose—. Yo soy Aotsuki Ayame, un placer —se presentó al fin, inclinando la cabeza. Y cuando volvió a alzar la mirada, se llevó un dedo al mentón y frunció ligeramente el ceño—. Umh... Ahora que lo mencionas... no le haría ascos a un entrenamiento...
Después de tres meses encerrada, se sentía agarrotada y oxidada. Necesitaba acción. Pulir sus habilidades como kunoichi. Tenía que estar a punto si en algún momento la Arashikage estimaba su solicitud para una segunda oportunidad para el examen de Chūnin. Y no sólo eso... no podía seguir quedándose en la retaguardia del equipo Kōri. ¡Daruu le estaba sacando demasiada ventaja!
7/02/2019, 21:11 (Última modificación: 8/02/2019, 04:53 por King Roga. Editado 2 veces en total.
Razón: Letras que estaban en el lugar equivocado x'd
)
"¿Cómo es que pude ser tan desconsiderado? ¡Privándola de tener el gusto de conocer mi nombre!" Los curiosos luego se irían, pero ellos no sabían lo desafortunado que era eso. "Cuando me labre una reputación a lo largo de este mundo, lamentarán el momento en el que pudieron pedirme un autógrafo y no lo hicieron." Por su parte, la jovencita reaccionó tal y cómo lo esperaba, ¿quién no iba a sorprenderse ante su estilo? Aunque luego, fue él quién se sorprendió, formando un círculo con su boca al escuchar su nombre. Obviamente, su rostro no mostraba ni la décima parte de la lluvia de ideas que se le pasaron por la cabeza.
"No puede ser posible. ¿¡Ella es la jinchuriki!?" La aldea era muy grande y topársela en el lugar más concurrido de toda Amegakure era algo que ni buscándola por su propia cuenta hubiera logrado. Pero ahí estaba.
—Oye, oye, oye. Antes de eso. Y-yo tenía algo importante que decirte a ti— tosió un poco para aclarar la voz. —Bueno, no yo, sino que tengo un mensaje de parte de alguien— todo lo demás había pasado a segundo plano, porque antes que nada estaba un favor que le debía hacer a un viejo conocido.
»Es de Tsukiyama Daigo, de Kusagakure. Alto, pelo anormalmente verde, cara de no matar una mosca.
Movió las manos en ademanes cada vez que describía al genin de la hierba.
—Esto fue hace mucho pero, aparentemente ese chico de alguna forma estaba preocupado por ti, desde el incidente del examen chunin. Incluso me dijo que él fue de los ninjas de kusa que estuvieron involucrados en el alboroto y desde entonces no había tenido la oportunidad de saber cómo estabas. Además, no sólo preguntó por ti, sino que también por alguien llamado Amedama Daruu— habló mucho, por lo que decidió pausarse un momento para que la pelinegra tuviera tiempo de asimilar aquello. —Ya que, bueno, la situación entre las aldeas no estaba del todo bien, me pidió favor que si alguna vez me encontraba con ustedes dos les transmitiera su preocupación y que él espera que se encuentren bien— Se cruzó de brazos. —No sé si incluso ustedes se encontraron con Tsukiyama, ya que fue hace meses y pues... Bueno, si no me quedaré con mi cara de idiota aquí por decirte algo que ya sabías—. Río un poco para luego esbozar una sonrisa amable.
La estupefacción se dibujó en el rostro de Roga cuando Ayame se presentó.
«¿Qué...? Ah, claro...» La muchacha no había podido evitar extrañarse ante aquel hecho, aunque enseguida reparó en la razón que subyacía a la sorpresa de Roga: Obviamente, la había reconocido como la Jinchūriki de Amegakure, y ella no estaba acostumbrada a que lo hicieran. Después de todo, había pasado toda su vida ocultándolo a los demás.
—Oye, oye, oye. Antes de eso. Y-yo tenía algo importante que decirte a ti —respondió Roga, aclarándose la garganta.
«¿Algo relacionado con los Bijū?» Se preguntó Ayame, con una sonrisa incómoda.
Pero, afortunadamente, no era ese el tema que ocupaba a Roga:
—Bueno, no yo, sino que tengo un mensaje de parte de alguien.
—¿De alguien? —repitió Ayame, ladeando la cabeza con extrañeza.
—Es de Tsukiyama Daigo, de Kusagakure. Alto, pelo anormalmente verde, cara de no matar una mosca.
Ayame tuvo que hacer memoria durante unos instantes, pero enseguida cayó en la cuenta. No por su nombre, porque no recordaba si durante su fugaz encuentro había llegado a presentarse, pero sí por su descripción. ¡Cómo olvidar al shinobi que había intentado ayudarla a escapar de Kuroyuki!
—Esto fue hace mucho pero, aparentemente ese chico de alguna forma estaba preocupado por ti, desde el incidente del examen chunin. Incluso me dijo que él fue de los ninjas de kusa que estuvieron involucrados en el alboroto y desde entonces no había tenido la oportunidad de saber cómo estabas. Además, no sólo preguntó por ti, sino que también por alguien llamado Amedama Daruu —Roga hizo una breve pausa y Ayame asintió, dando a entender que seguía escuchándole—. Ya que, bueno, la situación entre las aldeas no estaba del todo bien, me pidió favor que si alguna vez me encontraba con ustedes dos les transmitiera su preocupación y que él espera que se encuentren bien —añadió, cruzándose de brazos—. No sé si incluso ustedes se encontraron con Tsukiyama, ya que fue hace meses y pues... Bueno, si no me quedaré con mi cara de idiota aquí por decirte algo que ya sabía.
—Bueno, en el caso de Daruu-kun no lo sé pero yo sí me encontré con él hace unos tres meses, más o menos. Sin embargo, fue un encuentro muy fugaz así que no pudimos hablar... —explicó, y su semblante se ensombreció al recordar el incidente con Kuroyuki—. Aún así, agradezco que me hayas hecho llegar el mensaje, Roga-san. También se lo diré a Daruu-kun.
—De nada, siempre que puedo hacerle un favor a alguien lo hago con gusto— carcajeó mientras movía su mano, restándole importancia. —Y volviendo al tema...— Mantenía la sonrisa, aunque por dentro la cosa era muy distinta.
"Ay, por Amenokami, que ella es la jinchuriki. Incluso disputó un combate contra Datsue, ¡el jodido de Datsue! Riko y yo no pudimos hacer mucho para ayudar aquella vez y él viene y se cepilla a dos y medio sin esfuerzo. Joder, es que si ella es tan buena como para estar a su nivel no es que vaya a trapear el piso conmigo, ¡me va a obliterar!" Sin embargo, aún así no tenía planes de dar el brazo a torcer. Dar por perdido el combate antes de empezar era lo peor que podía hacer. "Vamos lobo, escala esa pared." Se mentalizó.
»Si quieres entrenar por mi no hay ningún problema, aunque, bueno, tú incluso llegaste al examen chunin. No sé si yo te pueda servir para practicar siquiera, pero al menos haré el esfuerzo por no ser un simple saco para golpear.
Se encogió de hombros y extendió las manos. "No me voy a hacer fuerte peleando con niñatos. ¡Entre más desafiante sea el oponente más debo esforzarme!"
—De nada, siempre que puedo hacerle un favor a alguien lo hago con gusto —respondió Roga, con una carcajada—. Y volviendo al tema... Si quieres entrenar por mi no hay ningún problema, aunque, bueno, tú incluso llegaste al examen chunin. No sé si yo te pueda servir para practicar siquiera, pero al menos haré el esfuerzo por no ser un simple saco para golpear. Tú dime dónde y yo te sigo.
—¡Genial! —exclamó ella, emocionada. Sin más, cerró el paraguas y dejó que la lluvia cayera directamente sobre ella. De todas maneras, no iba a poder luchar con el paraguas cubriéndola—. ¡Sígueme!
La kunoichi echó a correr y, con un par de saltos se subió primero a un tejadillo y después a una pequeña azotea. Se detuvo un momento, girando la cabeza para ubicarse, y a los pocos segundos saltó a la pared del edificio de enfrente y lo rodeó corriendo por la pared. Sin embargo, era consciente de su posición y por eso no estaba empleando su máxima velocidad para que su repentino contrincante pudiera seguirle el ritmo fácilmente. Al fin, al cabo de varios minutos de maniobras similares en las que Ayame parecía esforzarse por seguir los atajos más intrincados, llegaron a una plaza redonda de unos diez metros de diámetros, suelo de adoquines y bordeada por columnas que se alzaban hasta los cuatro metros. Aquel sitio solía ser un punto de encuentro entre shinobi, por lo que no muchos civiles se acercaban por allí si no era para contemplar alguna pelea.
—¡Este parece un buen sitio! —dijo, poniendo los brazos en jarras. Dejó el paraguas apoyado contra una de las columnas y se aproximó al centro del círculo—. ¿Qué me dices? —preguntó, volviéndose hacia Roga y levantando el brazo derecho, con los dedos índice y corazón extendidos en el tradicional sello del enfrentamiento.
«Ahora que lo pienso, como sólo salía de paseo no me he traído conmigo ni mi arco ni mi carcaj.» Pensó para sí. «Me tendré que conformar.»
—¡Voy!— se echó a andar para tratar de seguirle el paso.
Mientras saltaban entre los edificios, se puso a reflexionar sobre la chica. "Ella es, ¿normal?" En su cabeza había formado una imagen muy distinta sobre cómo era la Guardiana. Se esperaba algo cómo una heroína enmascarada ataviada con ropas de satín brillante, o como una ruda guerrera con cuero negro ceñido y tacones de plataforma. Y sin embargo, Ayame era tan común y corriente cómo cualquier otra kunoichi de las que ha conocido. "Supongo que cuando se trata de tener una identidad secreta es útil." Aunque todos sabemos que aquello se había vuelto información del dominio público desde hace mucho. "¡Poderme medir contra alguien cómo ella será genial!" La ansiedad que tenía por llegar al lugar indicado se incrementaba.
Cuando llegaron al lugar indicado no podía sino sonreír. Era como una pequeña arena al aire libre, sin las limitantes del torreón y con un terreno sólido a diferencia del lago.
—¿¡Cómo es que nadie me dijo que este sitio estaba aquí!?— giró sobre si mismo contemplando los alrededores. Siempre frecuentaba los mismos sitios, así que en su ignorancia probablemente nunca se dio cuenta de que estaba tan cerca. "Debo explorar los alrededores del distrito más seguido."
—¡Es perfecto!— caminó al centro también, quedando a unos tres metros de distancia de la pelinegra, correspondiendo la señal según las normas. —¡Yosha!— Inmediatamente pasó a su postura de combate propia. Manos abiertas con los dedos curvados, siendo la diestra la que estaba un poco adelante a al altura de su rostro mientras la zurda se hallaba retraída. La pierna izquierda estaba algo flexionada mientras la derecha estaba extendida e inclinada en diagonal, listo para iniciar una carrera en caso de ser necesario.
—¿¡Cómo es que nadie me dijo que este sitio estaba aquí!? —exclamó Roga, aparentemente maravillado ante aquella suerte de arena de combate.
Y Ayame sonrió para sí. Si ella conocía aquel sitio era precisamente porque su hermano y su padre la habían llevado a entrenar allí en varias ocasiones. Algunas losas desgastadas habían sido testigos de aquellos golpes.
—¡Es perfecto! —El shinobi se plantó también en el centro de la plaza, a unos tres metros aproximadamente, y respondió al tradicional sello—. ¡Yosha!
Su grito fue el pistoletazo de salida. Los ojos de Ayame estudiaron la postura corporal de su adversario mientras ella misma flexionaba ligeramente las rodillas y preparaba sus músculos para el inminente encontronazo.
«No conozco nada de él, debo tener cuidado...» Reflexionó, con sumo cuidado. Su mano se dirigió al portaobjetos de su pierna derecha y pasó algo a su otra mano. «Veamos cómo te mueves.»
Sus brazos trazaron de forma drástica sendos arcos hacia delante y dos estrellas metálicas se abalanzaron sobre Roga desde ambos flancos, derecho e izquierdo, trazando sendas parábolas a la altura de su pecho.
La acción no tardó en iniciar. "Así me gusta, que no me hagan esperar." La chica más que tantearle, parecía querer tomarle por sorpresa al momento que rebuscaba algo en el portaobjetos, siendoq ue el imitaría la acción y sostendría algo escondido en su puño izquierdo. "Pero no todo es tan simple en esta vida." Dos estrellas que dieron giros bastante drásticos desde sus laterales. ¿Cuál sería la acción más prudente? Bloquearlas o interceptarlas dirían algunos. Aunque no, el Yotsuki no era para nada prudente.
En su lugar, se agachó, impulsándose por lo bajo y dejando que las shuriken llegaran a su entrecruzado destino sin que él estuviera ahí para recibirlas mientras buscaba acortar la distancia a la vez que buscaba impactar en la zona baja de la muchacha con su propio pie.
—¡Aaaaahhahhhhaaahhh!♪— El melódico grito en tonada ascendente acompañaba su temeraria carga, aunque había aprendido la lección y tenía una contingencia para evitar quedarse expuesto.
¤ Dynamic Entry ¤ Entrada Dinámica - Tipo: Ofensivo - Rango: D - Requisitos: Taijutsu 20 - Gastos: 24 CK - Daños: 40 PV - Efectos adicionales: - - Sellos: - - Velocidad: Muy rápida - Alcance y dimensiones: El impulso de velocidad en el aire puede hacerse desde 10 metros.
Esta técnica consiste básicamente en que el usuario atice una patada voladora en la cara del oponente, a una velocidad considerable y desde cierta distancia, en ocasiones haciendo acto de aparición en escena y pillándolo por sorpresa. Normalmente, se suele usar un kunai como distracción para aprovechar el momento de despiste del adversario y asestar el golpe. Para aumentar la sorpresa de la técnica, el usuario puede gritar su nombre dramáticamente mientras la ejecuta.
Alterador (Dramatic Solo) En lugar de tomar impulso para saltar, Rōga se tira el suelo, barriéndose por el piso con la pierna en ristre para propinar una zancadilla en la parte baja de su oponente. El ejecutante puede dar un agudo grito de guerra al son de una canción de rock para impresionar a la víctima.