—Más bien, es el significado literal de mi nombre —explicó Roga, antes de darle el último trago a su bebida e hinchar el pecho con orgullo.

—¡Oh! —exclamó Ayame, sorprendida, dibujando una O con sus labios.

—¿Y tú no tienes algún sueño en especial? ¿O estás totalmente centrada a ser una kunoichi y ya? —le preguntó, ladeando la cabeza—. Ya mucho hablar de mí, ¡qué no me has dicho nada de ti!

Ayame se llevó una mano al mentón, pensativa.

—Si te digo la verdad... nunca me lo he planteado en serio —respondió, con lentitud—. Puede que ya estuviera destinada a la vida ninja, pero cuando de verdad surgió en mí el deseo de convertirme en kunoichi fue al ver a mi hermano entrenando. Ya le admiraba desde muy pequeña —explicó, esbozando una sonrisilla. Aunque enseguida retornó a su gesto pensativo, mucho más serio y determinado que antes—. Pero... ahora que lo mencionas, supongo que sí tengo una meta —y más después de todas las meteduras de pata que había tenido en los últimos meses—: Quiero demostrarle a mi padre... No, no sólo a él; a todo el mundo, de lo que soy capaz. No quiero que me sigan viendo como una kunoichi débil y torpe, y para eso conseguiré el chaleco de Chūnin y retaré a mi padre a un combate.

El niño escuchó atentamente las palabras de Ayame, escudriñando el significado que podrían tener detrás. Si bien ella mismo aseguró que no tenia un ideal en concreto, luego manifestó un deseo de querer demostrarle a su familia de lo que era capaz. "Supongo que quiere compararse a su hermano." Él era hijo único, por lo que no podía hablar mucho al respecto. Sin embargo, sus últimas palabras fueron lo que descuadraron un poco los pensamientos del Yotsuki. "¿Débil y torpe?" Luego del entrenamiento lo último que podría pensar es que ella fuese tal cosa.

—¿Pero quién te ha dicho que seas débil y torpe? Bah, en serio, esa placa va a ser pan comido para ti—. Movió la mano, restándole importancia... aunque, luego volvió a clavar sus ojos en ella, serio. —¿No será que crees que los demás te ven así?— le increpó.

De alguna manera, Ayame le recordaba a Ranko no sólo en su actitud inicial de timidez. Por lo mismo, quizás su caso de falta de confianza fuese similar. En cierta manera, le molestaba que la gente fuese sumisa.

—¡Escúchame bien!— Alzó el dedo y la señaló. —No hagas las cosas para que las personas crean que eres fuerte, hazlo porque eres fuerte y los demás se tienen que enterar. Y sí aún así alguien te menosprecia, pues que te importe un pepino porque tú sabes lo que vales—. Remató con una sonrisa para luego cruzarse de brazos.

Ciertamente, nunca había visto a nadie tan rápido como ella ni con una estrategia tan elaborada. Sólo con eso ya tenía pruebas más que suficientes de su habilidad. "Quizás le exigen demasiado." Después de todo, ella era la Guardiana de Amegakure, así que seguramente las expectativas serían mucho más altas que para otros shinobis comunes y corrientes.

—¿Pero quién te ha dicho que seas débil y torpe? Bah, en serio, esa placa va a ser pan comido para ti —inquirió Roga, agitando una mano en el aire.

Pero Ayame hundió los hombros, para nada convencida: no sería tanto por su habilidad, sino por todos los líos en los que se había metido que aquella placa no dejaba de escaparse de entre la punta de sus dedos. El haber perdido el control en Uzushiogakure, que la interceptara un General y le revirtiera el sello en cuanto pudo volver a poner un pie fuera de la aldea... Todos aquellos acontecimientos minaban la confianza de la Arashikage en ella, y prueba de ello era que aún no había recibido respuesta alguna desde que hubo formalizado una petición para que se le permitiera volver a participar en un examen de ascenso a rango medio.

—¿No será que crees que los demás te ven así?

Ella sacudió la cabeza.

—Aún hay mucha gente más fuerte que yo, gente a la que debo superar —Daruu, su hermano, su padre... Uchiha Datsue... Y, por supuesto, los Generales de Kurama.

Por eso no podía quedarse de brazos cruzados. No podía permitirse un respiro entre entrenamiento y entrenamiento. No podía tolerar que sus seres queridos arriesgaran sus vidas para seguir rescatándola. Debía ser fuerte por sí misma, no depender de nadie.

—¡Escúchame bien! —estalló Roga de repente, sobresaltándola. La estaba señalando con un dedo, tan afilado como una lanza directa al cuello—. No hagas las cosas para que las personas crean que eres fuerte, hazlo porque eres fuerte y los demás se tienen que enterar. Y sí aún así alguien te menosprecia, pues que te importe un pepino porque tú sabes lo que vales —culminó, sonriente y cruzándose de brazos.

Pero aquellas palabras removieron algo en el interior de la sorprendida Ayame.

«"Hazlo porque eres fuerte"» —se repitió, apoyando la mano sobre su pecho y cerrando los dedos en torno al cuello de su uwagi—. [psub=dodgerblue]Es fácil decirlo... pero suena bien.[/color]

Los labios de ella se curvaron en una temblorosa sonrisa.

—Gracias —le dijo, de todo corazón—. ¿Tú tienes alguna meta como shinobi? ¿O estás plenamente concentrado en la música?

"Un alma descarriada más, salvada por el humilde lobo. Misión cumplida." Se vanaglorió para sus adentros, pero ella no tenía porqué saberlo. Simplemente sonrió cómplice ante el agradecimiento de la muchacha. "Aunque, parece que hay cosas que no puedo ver. No lo dice, pero sus gestos la delatan. Aún así, no es mi trabajo inmiscuirme de más en sus propios problemas." Ya dejando sus aires de protagonista de lado, fuese lo que fuese él deseaba que ella pudiese enfrentarlo.

Ayame le regresó la pelota a Rōga, preguntándole si además de la música tenía algún anhelo cómo shinobi.


—Pues no— dijo tajante pero manteniendo la sonrisa. —Pero no me malinterpretes. Ser shinobi es parte de mí, pues de alguna manera es una forma de conocer personas y hacer amigos— Si no, ¿cómo es que ahora estaban sentados compartiendo una comida? —Sé que lo que sea que me depare en el futuro, será para bien, porque de una u otra forma yo seré grande. Luchar y avanzar sólo es un medio para labrarme la reputación que tanto anhelo. Tal vez tropiece algunas veces, ¡pero me levantaré y patearé las piedras que se interpongan en mi camino!— alzó su brazo delante de sí, empuñando la mano con determinación.

—Pues no —respondió él, tan tajante como sonriente—. Pero no me malinterpretes. Ser shinobi es parte de mí, pues de alguna manera es una forma de conocer personas y hacer amigos

—Visto así... —concedió ella, esbozando una sonrisa. No podía quitarle la razón, después de todo: como kunoichi había tenido la oportunidad de conocer a muchas personas, tanto amigas como enemigas.

—Sé que lo que sea que me depare en el futuro, será para bien, porque de una u otra forma yo seré grande. Luchar y avanzar sólo es un medio para labrarme la reputación que tanto anhelo. Tal vez tropiece algunas veces, ¡pero me levantaré y patearé las piedras que se interpongan en mi camino!

—De verdad que admiro tu confianza —asintió Ayame, sincera—. Seguro que si sigues así podrás ascender a Chūnin. ¡Tendré que esforzarme para que no lo hagas antes que yo! —bromeó.

Aunque... en lo más profundo de su corazón... realmente lo temía así.

—Preferiría que admiraras mi look— contestó alegre. ¿La confianza? No veía porqué aquello fuese algo de admirar, pues según las directrices de su abuelo la fe en uno mismo es la base para poder salir airoso y ser digno ante los demás. Aunque, luego suspiró cuando ella mencionó que pronto podría ascender de rango. —Lo dudo, o sea, ¿has visto la cantidad de misiones reglamentarias que piden para siquiera poder optar a realizar el examen? Me tomará un buen tiempo llenar los requisitos— Agachó la cabeza y negó. "Que ahora que lo pienso debería decirle a Kurozuchi al respecto..." Se encogió de hombros y luego volvió a posar sus ojos en Ayame. —Llevo muy poco tiempo de haberme graduado— Dibujó círculos imaginarios en la mesa usando su dedo índice.

»Según escuché, el último examen fue un desastre.

Pese a que sonreía, no quería incomodarla con un posible tema delicado. Desastre era la palabra más adecuada, aunque quizás no abarcaba en su totalidad las implicaciones del asunto.

—Pero si ya estuviste una vez, nada va a detenerte ahora—. Afirmó una vez más.

—Preferiría que admiraras mi look —replicó Roga, y Ayame esbozó una inquieta sonrisa que ocultaba un mensaje mudo: "Lo siento, pero ese look de macarra no es mi tipo"—. Lo dudo, o sea, ¿has visto la cantidad de misiones reglamentarias que piden para siquiera poder optar a realizar el examen? Me tomará un buen tiempo llenar los requisitos. Llevo muy poco tiempo de haberme graduado.

—No lleva tanto tiempo en realidad, sólo hay que ser constante —respondió, sacudiendo la cabeza—. Pues eres bastante diestro para haberte graduado hace poco. Esas técnicas eléctricas... No quiero ni imaginar de lo que serás capaz con más entrenamiento —añadió, sincera.

—Según escuché, el último examen fue un desastre —dijo Roga de repente, y el rostro de Ayame se ensombreció ligeramente—. Pero si ya estuviste una vez, nada va a detenerte ahora.

—Fue culpa mía —le interrumpió, apartando la mirada. Su mente estaba viajando lejos de allí, hacia el pasado, hacia aquel combate con Uchiha Datsue y su demonio gigante—. Me dejé llevar por la rabia y la desesperación... y perdí la confianza de Yui-sama —Ayame respiró hondo, levantando ambos hombros en una perpetua lucha contra el doloroso nudo que había atenazado su garganta—. No niego que fuera mi culpa, y sé que lo merezco. Pero... me gustaría que me concediera una sola oportunidad más para redimirme...

Cualquiera esperaría que el Yotsuki soltara otra de sus clásicas fanfarronadas, pero con el tiempo -y luego de que le bajaran los pies a la tierra a punta de golpes- aprendió que muchas veces la experiencia pesa más que habilidad. "Je, me duele admitirlo." Verse sorprendido por los estratagemas de sus enemigos le había costado algunas peleas, pero lejos de deprimirse le hizo entender que debía seguir luchando y enfrentar a la mayor cantidad de oponentes para poder estar listo ante las amenazas futuras. "De una u otra forma el abuelo tenía razón. Huh, maldito viejo." Sonreía para sí.

Luego, se dio cuenta que terminó por tocar una fibra sensible en la muchacha con su último comentario. "Maldita sea lobo, conseguiste justo lo que querías evitar. Ahhhh piensa. Cambia el tema o mira cómo lo arreglas." Quería animarla y terminó logrando lo contrario.

—Te mentiría si te dijera que entiendo tu posición— la expresión de su rostro cambió, arqueando las cejas hacia arriba y suavizando la sonrisa, mostrando un gesto más condescendiente. —No puedo saber con lo que tienes que cargar, ni tampoco lo mal que realmente te sientes. Quizás sea ignorante de mi parte hablar ya que seguramente lo que yo he pasado no es ni la mitad de lo que tu has vivido. Pero, aún así quisiera decirte que te aferres a tus anhelos. ¿Quieres enfrentarte a tu padre?, ¿quieres que la Arashikage te reconozca? Pues entonces no agaches la mirada, la mejor manera de demostrar que has madurado es mantener la vista al frente, porque reconoces tus fallos y estás dispuesta a apartarlos.

»Y si te parece arrogante que yo te lo diga... ¡Te aguantas!

Terminó por alzar las comisuras al punto de exhibir toda su dentadura en una enorme sonrisa.

—Te mentiría si te dijera que entiendo tu posición —respondió Roga, con una sonrisa mucho más suave que las socarronas que había expresado hasta el momento—. No puedo saber con lo que tienes que cargar, ni tampoco lo mal que realmente te sientes. Quizás sea ignorante de mi parte hablar ya que seguramente lo que yo he pasado no es ni la mitad de lo que tu has vivido.

—Oh, vamos, ponerse a jugar al juego de "yo lo he pasado peor que tú" no es mi estilo —sonrió ella.

—Pero, aún así quisiera decirte que te aferres a tus anhelos. ¿Quieres enfrentarte a tu padre?, ¿quieres que la Arashikage te reconozca? Pues entonces no agaches la mirada, la mejor manera de demostrar que has madurado es mantener la vista al frente, porque reconoces tus fallos y estás dispuesta a apartarlos. Y si te parece arrogante que yo te lo diga... ¡Te aguantas!

Ella rio, animada.

—Gracias, Roga —le dijo, culminando con el último nacho que quedaba en su plato—. Espero que tengas razón.

Ahora que ella había terminado de comer, quedaba esperar a que su acompañante lo hiciera también... y que saliera a cantar al escenario tal y como le había prometido hacer.

"Bien, bien. Problema arreglado por segunda vez en el día." se dijo a sí mismo, orgulloso y satisfecho.

Ambos habían terminado sus respectivos platillos, aunque no habían llamado al Yotsuki aún al escenario. "Por favor, hoy no hay tanta gente. ¿Por qué se están demorando tanto?" La razón podía ser un poco tonta, y es que estando acostumbrados a cierta temática de canciones por parte de su cliente frecuente. Tal, que el encargado se rascaba la cabeza y se preguntaba si se había confundido en la elección escrita en aquel papel. Incluso habían pasado otro par de aspirantes antes que él y que pidieron turno después, por las mismas dudas.

Finalmente, se animó a llamar al Yotsuki al escenario.

—Y ahora, ¡King Rōga!— anunció.

Un par de de los presentes alzaron la vista, aunque otros como la mesera ya estaban más que acostumbrados y continuaron con su rutina cómo si nada.

—¡Ya era hora maldita sea!— Se levantó rápidamente. —¡Y ahora te voy a demostrar lo profundo que puede llegar a ser el rock!— Y salió corriendo hasta el escenario.

El encargado le vio, luego posó su vista en el papel y nuevamente observó al de cabellos tricolor subir al escenario. No pensaba que él fuese a cantar algo cómo eso.

"Creo que, es la mejor opción." A él no le iban las baladas románticas, ni tampoco las canciones exageradamente deprimentes. Y aún así, había algo que solía rondar su cabeza: la vida que le tocó vivir. Su padre solía reproducir aquella canción desde que él era muy pequeño, así que creció con ella. No fue sino hasta que se graduó, que finalmente pudo apreciar su significado. Definitivamente, era la más indicada.

La pista empezó a sonar, siendo esta una lenta melodía en guitarra. El Yotsuki tomó el micrófono, silbando suavemente de manera que complementaba la música. Cerró los ojos, esperando el momento y tiempo justo.


Calló, cerrando los ojos y silbando nuevamente antes de continuar con los versos.


Entonces, respiró hondo, justo cuando el rodoble anunciaba el coro. No cantaba sólo por cantar, pues para poder transmitir lo que realmente sentía, debía convencerse de creer sus palabras.


Se sacudió la cabeza, para luego arreglarse el fleco y abrir los ojos. Tenía a todo un público enfrente, aunque no estaba mirando realmente a ninguno. No, su mente visualizaba escenas que sus mayores alguna vez le contaron.


Desprendió el micrófono de su pedestal y empezó a caminar por el escenario con la vista en alto. Quería dar algo a entender, que escucharan algo que muchos solían ignorar.


Nuevamente se puso al frente de todos, agachándose con una rodilla al suelo mientras alzaba la mirada, mirando una imaginaria luz delante de sí.


Finalmente, complementó su cantar, rematando con el mismo melodioso silbido que dio inicio al espectáculo.

Fueron varios minutos después cuando una voz se alzó entre la del gentío:

—Y ahora, ¡King Rōga!

—¡Ya era hora maldita sea! —exclamó el aludido, levantándose de golpe—. ¡Y ahora te voy a demostrar lo profundo que puede llegar a ser el rock!

Ayame ni siquiera tuvo tiempo a responder antes de que saliera corriendo hacia el escenario. De alguna manera que la muchacha no alcanzaba a comprender, el encargado parecía extrañado de ver a Roga allí. Pero el muchacho subió sin mayor problema, tomó el micrófono, y el espectáculo comenzó.

La música comenzó a sonar, lenta, rítmica, y Roga la acompañó con un suave silbido y los ojos cerrados. Transcurridos varios segundos, comenzó a cantar y Ayame le escuchó con atención, con la barbilla apoyada en sendas manos. Y se sorprendió maravillándose ante el arte del muchacho, que vivía el momento disfrutándolo como propio. La pasión por la música quedaba patente en cada una de sus palabras, en cada movimiento de su cabello, en cómo apoyaba una rodilla en el suelo y seguía cantando con la mirada perdida en el techo. El público estalló en vítores, y Ayame les acompañó con entusiasmo.

—Debo reconocer que me has sorprendido, ¡qué buena actuación! —le comentó, con una amplia sonrisa, cuando regresó junto a ella—. Oye, a ti que te gusta tanto la música... ¿Por casualidad no habrás oído hablar del concurso de música que hacen anualmente en Tanzaku Gai?

Los aplausos, la euforia. Era algo que le hinchaba de orgullo el pecho. No en sí por la alabanza y el sentirse fabulosos, que eso siempre lo era, no. Se trataba de recibir las gracias, porque al público le había gustado su interpretación. No era lo habitual, pero tampoco se salía de sus lineamientos. Lo importante, era que los testigos sintiesen algo de la emoción que el quería transmitir con sus palabras. Ya sea que lo interpretaran de una u otra forma, lo importante era remover las emociones. Hizo una reverencia al público antes de bajarse, caminando con aire chulesco de regreso a su mesa donde Ayame le esperaba.

—Recalco lo dicho, un músico siempre debe ser versátil y no cerrarse en su estilo— Se reacomodó el fleco con la mano antes de volver a sentarse en su silla, atento a lo que la kunoichi explicaba.

»¿¡Hay un festival de música en Tanzaku Gai!?

Parpadeó varias veces. Había visitado ese lugar y nadie pudo ponerlo al tanto de aquello. ¿Cómo era posible que se perdiera tal cosa?

—No estaba enterado, shame on me— se llevó la palma a la cara y se restregó el rostro de arriba hacia abajo. —Yo estuve en esa ciudad una vez, a principios del invierno pasado, pero aún así no tenía conocimiento alguno del festival que mencionas. ¿En qué fecha se celebra?— se cruzó de brazos y abrió los ojos cómo platos esperando que Ayame respondiese. —¡No escatimes en detalles!— Quería recibir toda la información posible.

—¿¡Hay un festival de música en Tanzaku Gai!? —preguntó Roga, súbitamente interesado en las palabras de Ayame—. No estaba enterado, shame on me.

«¿"Sheim on mi..."?» Se preguntó Ayame, alzando una ceja con extrañeza. Debía de ser algún tipo de maldición macarra, a juzgar por la expresión del chico y de cómo se restregaba la cara con la mano.

—Yo estuve en esa ciudad una vez, a principios del invierno pasado, pero aún así no tenía conocimiento alguno del festival que mencionas. ¿En qué fecha se celebra? ¡No escatimes en detalles! —exigió, cruzándose de brazos.

Ayame se llevó una mano al mentón, pensativa.

—Pues... si no recuerdo mal, era a principios de otoño. O lo fue, al menos, cuando yo fui hace dos años —explicó—. Se presentó gente de todo tipo, en grupos o de forma individual, cantantes y músicos... E interpretaban una pieza sobre el escenario. Tres jueces fueron los encargados de calificar las actuaciones y, al final del evento, se anunciaban los tres ganadores. ¡Podrías probar suerte este año, seguro que arrasarías!

—Si fue en otoño entonces tiene coherencia que no me diese cuenta, pues la fecha se me pasó de largo— suspiró resignado, aunque luego alzó la vista con las siguientes palabras pronunciadas por la muchacha. —Suena a que sería perfecto para mí, ¡podría ser ideal para darme a conocer ante un público enorme!— se cruzó de brazos y asintió varias veces con la cabeza. —Tendré que ver si logro hacer espacio en mi agenda para asistir al de este año— sonrío.

»¿Cómo fueron los ganadores del evento cuando estuviste ahí?

Dado que la muchacha no explicó mucho sobre su presencia, dio por sentado que solo estaba de espectadora en aquel lugar.

—Si fue en otoño entonces tiene coherencia que no me diese cuenta, pues la fecha se me pasó de largo —respondió Roga, con un suspiro resignado—. Suena a que sería perfecto para mí, ¡podría ser ideal para darme a conocer ante un público enorme! —asintió, y Ayame le dedicó una sonrisa.

Por un momento, no pudo evitar preguntarse si llegarían a cruzarse en el caso de que la muchacha decidiera presentarse de nuevo. Aunque eso era algo altamente improbable, pues Ayame se negaba en redondo a cantar ante un público si no era por fuerzas mayores.

—Tendré que ver si logro hacer espacio en mi agenda para asistir al de este año —continuaba Roga, con una sonrisa—. ¿Cómo fueron los ganadores del evento cuando estuviste ahí?

Ayame tuvo que hacer un verdadero ejercicio de memoria para recuperar los recuerdos de aquel evento sucedido hace dos años.

—Pues... la ganadora fue una chica. Una violinista. ¡Tendrías que haberla visto! ¡Era capaz de bailar al mismo tiempo que tocaba! ¡Y qué manera de bailar!