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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#16
Ciertamente Mogura coincidió con la conjetura de su compañera, no le faltaban argumentos refutados, ni credibilidad en sus palabras o seguridad en sus dudas. Todo parecía ir sobre ruedas, y nunca mejor dicho. Estaban plantados ante el mogollón de urnas de cristal, y ahora tocaba cargarlas con o sin cuidado. Evidentemente, al dúo no les faltó el don de precavidos. El chico terminó por aceptar la idea de atar los vidrios con una cuerda, a modo de seguro de vida. Eso sí, por ahorrar algo de tiempo sugirió que uno podía ir cargando las plantas en el carrito mientras que el otro iba en busca de la susodicha cuerda.

De acuerdo, iré yo entonces en busca de una cuerda.

Sin demora alguna, la chica marchó de nuevo hacia el cuartillo del que habían sacado esa tartana tan bien cuidada. No desvió el tiempo en otro uso, fue directa y sin distracción alguna. Una vez allí, echó el ojo a un lado y a otro en busca de algo que pudiese ejercer las funciones de cuerda. Realmente no tenía por qué ser una mera cuerda, podían darle uso a una cinta de embalar, cinta americana, un lazo, o cualquier otro tipo de tiras de algún material.

«Ummm.... ésto... ¿qué puedo pillar?»

De pronto, sus ojos brillaron al encontrar una vieja cuerda. De hecho, ni esperaba algo así, temía tener que tomar algún tipo de raíz e improvisar acoples multiples entre vegetales en pos de hallar una solución lamentable y posiblemente poco eficiente. Por suerte, allí estaba ella.

No dudó un solo segundo, la tomó y de nuevo se dirigió hacia el exterior. Para cuando tuvo a Mogura a la vista, alzó la cuerda como si se tratase de un trofeo de oro bañado en múltiples diamantes. La mostró como el trofeo que era, la solución a infinidad de posibles problemas. —La encontré!

»Aqui tienes, Mogura.
—Encajó la chica mientras le ofrecía a su compañero la cuerda. Entre su logro, y el del chico, ya casi que podían dar comienzo al reparto. Pero ésto le daba de nuevo la tajante de que debía organizar el itinerario, cosa que aún no había hecho por completo. Sin mas, tomó de nuevo la lista de encargos y comenzó a darle vueltas al circuito que debían tomar. Su mente dibujaba un mapa tridimensional, y la ubicaba a ella en mitad de éste. Entre tanto, iba organizando las casas de las direcciones, así como iba haciendo gestos en pos de guiarse un poco mejor dentro de ese mundo imaginario; su mente.

Se llevó el indice al borde inferior del labio, mientras que su mirada se desviaba a la esquina superior de la floristería. —Un momento solo... ya casi tengo en mente la ruta. —Aclaró al chico, por si acaso no lo había notado.
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#17
Mogura había hecho una propuesta a la chica y esta había aceptado, como parte de la idea en general había un par de opciones. Quedarse a subir las capsulas o ir al deposito y encontrar un objeto que hiciese de linea para unirlas a todas y prevenir ciertos riesgos.

Subiré las capsulas entonces.

Contestó a las palabras de su compañera y amiga. Para luego desprenderse de su paraguas y ponerse manos a la tarea, no parecían ser los objetos mas pesados del universo pero prefería no arriesgarse a que se le fuesen de las manos y se reventaran contra el piso siquiera antes de empezar el viaje, por lo que realizó movimientos bastante técnicos que sacrificaban un poco de tiempo a cambio de seguridad.

Una cosa que pudo llegar a concluir mientras estaba haciendo su parte del trabajo era que aquella mujer que estaba encargada del trabajo era más fuerte de lo que aparentaba o él estaba tomándose demasiado su tiempo. Para cuando la Sarutobi habría vuelto a entrar en escena, con su cuerda-tesoro en manos, el muchacho de cabello azabache habría subido casi todas las capsulas y estaría con la última en las manos.

¡No esperaba menos de una gran kunoichi!

Comentó depositando en su lugar, fríamente calculado para mayor seguridad, la última de las capsulas para luego tomar la cuerda ofrecida por la muchacha de pelo blanco.

Gracias, Kato-chan.

Dijo contestando a las palabras de la chica. No era ningún genio de los nudos como para hacer un sistema perfecto y aprueba de tontos pero haría lo mejor que pudiese para asegurar la estabilidad de aquellos contenedores tanto como sus habilidades lo permitiesen. ¿El resultado? Una cuerda que se daba un par de giros alrededor de cada capsula y se agarraba cada vez que podía de los bordes del carro.

Con esto, todos los elementos se encuentran vinculados entre sí y a la vez están vinculados a la estructura.

Pensaba evaluando su trabajo. Desvió entonces su mirada hacía la kunoichi con la intención de notificarle que ya estaba todo listo para partir.

Oh, ya veo... Cuando tu digas entonces. Ya esta todo listo.

Dijo con una ligera sonrisa en respuesta a su comentario, la ruta era importante y parecía que la kunoichi la tenía como una prioridad. Lo cierto era que por un momento Mogura había dejado de darle tanta importancia en pos de centrarse en la seguridad del carrito.
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#18
En el tiempo que la chica se había perdido para encontrar la cuerda, Mogura invirtió beneficiosamente el tiempo y terminó de colocar la mercancía en el carrito. Bueno, terminaba justo para cuando la peliblanca llegaba, lo cuál no le quita mérito. Lo había logrado relativamente rápido, sobre todo teniendo en cuenta la cantidad de macetas y flores encargadas. No eran pocas, y seguramente no eran demasiado livianas. Además, no había usado ningún tipo de técnica de viento para aligerar la carga, o al menos esa era la impresión que daba.

«¿Existirá una técnica de viento que le permita hacer esas cosas?» Pensó la chica en el momento que daba la cuerda a su compañero. Éste no tardó en darle uso, aunque si que es cierto que se tomó su tiempo en completar el trabajo de sujetar las urnas de cristal. No solo las bordeó todas, si no que unió la mayoría de forma individual al grupo, buscando que ninguna se pudiese desprender de forma accidental.

La Sarutobi comenzó a organizar el itinerario, y tras un breve lapso de tiempo ahí lo tenía, al menos mentalmente. Su compañero la interrumpió a últimas para avisarla de que todo estaba preparado para emprender el viaje; cuando ella diese la señal podían dar comienzo de verdad a la misión. La chica gesticuló de manera afirmativa con la cabeza, mientras que terminaba de labrarse el comienzo de la ruta.

Ya lo tengo todo. —Anunció a Mogura. —Empezaremos por ésta casa, después la tercera, tras ello ésta otra, regresamos a ésta que está de camino hacia ésta otra, pasamos de camino por ésta, y ésta otra. Entregamos ésta, y vamos a la parte oeste... allí seguimos con ésta otra, ésta, ésta y por último ésta. Y así terminamos con la última, que nos pilla justo aquí al lado de regreso. ¿Te parece?

Su explicación e indicaciones no tenía mas que las direcciones, pero ciertamente era una ruta la mar de organizada. No se podía pedir mucho mas para el tiempo en el que habían tardado en poner todo el alboroto en marcha. En fin, si el médico tenía medio planteada la urbe, seguramente se daría cuenta de que lo había organizado de manera que iban barriendo los pedidos por distritos, de manera ergonómica y posiblemente veloz.

Si lo ves bien así, podemos empezar con el reparto.

Obviamente, de ser afirmativa la respuesta de su compañero, guardaría la lista de encargos en el sostén y ayudaría al matasanos a empujar el carro. No todo iba a ser hablar y buscar cuerdas después de todo.
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#19
Mientras la kunoichi anunciaba el posible plan de acción a ejecutar, el shinobi se tomaba por momentos uno o dos segundos para ir comprobando con su vista que la cantidad de capsulas coincidiera con el enunciado. Ante todo evitaba perder el contacto visual con la chica para que no pensara que la estaba ignorando, para nada era la idea.

Una de las cosas que había llegado a aprender en aquel año fue justamente a moverse por la aldea sin perderse, ya no era un niño pequeño para estar dependiendo de un mayor para ubicarse en aquella urbe. Por esa razón fue capaz de interpretar al pie de la letra el recorrido que la chica estaba armando prácticamente en tiempo real.

Si, suena bastante bien.

Contestó acompañando sus palabras con un ligero movimiento de su cabeza. Seguidamente la kunoichi expresaría su voluntad de iniciar el reparto en caso de que todo estuviese en su lugar.

Todo parece en orden, tenemos la carga y el curso a seguir. Levantemos el ancla y zarpemos.

Ciertamente no existía ancla alguna que mantuviese en su lugar aquel carro pero la idea seguro se entendía. Mogura se colocaría de un lado de la barra, procurando dejarle un espacio a su compañera y amiga. Un detalle a notar era que el paraguas del muchacho estaba colgado en uno de los bordes del vehículo, cerrado.
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#20
Su compañero pareció dar el visto bueno a la ruta. Habían mil y una posibilidad, pero éste no quiso hacer inciso y dar a conocer otras de las muchas; se contentó con lo que había. Bueno, ciertamente la chica se había esforzado por un rato en hacer la ruta, quizás el chico tan solo quería que su trabajo no fuese en vano. Ambos terminaron haciendo un gesto afirmativo con la cabeza, concluyendo el acuerdo.

Mogura anunció que todo estaba en orden y listo para zarpar, así como que ya podían levar el ancla. No había ningún ancla que mantuviese allí el vehículo, pero se sobreentendía que era algo metafórico. Sin mas, se apartó lo suficiente para dejar espacio a la chica para empujar, y ambos comenzaron a mover el carro. En un principio la chica lo propulsó lento adrede, buscando ver si las urnas de cristal no se iban tambaleando demasiado; y así era, estaban férreamente atadas las unas a las otras.

Gesticuló de nuevo su afirmación con la cabeza, indicando que todo marchaba bien, y tiró del carro con la fuerza que se esperaba. —Las ataste muy bien, casi ni se mueven.

Tirando del carro avanzaron por la calle, con cuidado de no causar ningún accidente involuntario. La chica tenía la vista de un lado a otro, cual rapaz en busca de su presa. En éste caso, la chica solo buscaba libertad para los vidrios, no algo que cazar. Pero igual que en la comparación, no alejaba su atención por un solo segundo de su prioridad; mantener a salvo las carcasas de vidrio hasta que llegasen a su destino.

Arrastarían el carro por las calles hasta llegar a la primera de las direcciones, justo antes de llegar la peliblanca alzó el índice y señaló un portal. Su número era el 311-22, número del encargo que la chica había tomado para el primer puesto. —Aquí es donde va el primero. —Informó mientras que sacaba la lista y le echaba un ojo. —Lazo rojo dice en la indicación del pedido, y que es la casa número 30 izquierda.

La información quizás no era abundante, pero era lo que había. Tenían que tomar lo que había y cumplir, no había otra. Entre tanto, buscó hábilmente entre las urnas por si veía algo parecido a un lazo rojo. Podía ser un ramo, una maceta, o a saber... habían bastantes encargos, y no estaban del todo diferenciados.
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#21
Ni bien arrancaron con la tarea de poner en marcha el carrito, la kunoichi aprovecharía para comprobar la estabilidad de las capsulas y ser testigo con sus propios ojos de que no corrían ningún riesgo estando ahí dentro. Lo que pudiese llegar a pasar fuera sería otra historia, o no, dependía de las habilidades conjuntas de manejo de los genin.

De los labios de la peliblanca saldrían unas palabras que tomarían la forma de un halago, el cual sería bien recibido por parte del joven médico.

Gracias, lo cierto es que no tengo ninguna experiencia con los nudos...

Comentó para luego dejar escapar una pequeña risa. A lo mejor la chica si tenía conocimiento de nudos y esas cosas y podría haberse encargado ella de haberlo sabido, pero fue algo que no pensó antes y ya no tenía mucho caso de todos modos.

La calle a esas horas realmente no estaba tan activa, era temprano para el grueso de la muchedumbre que podría llegar a ulular en las calles de Amegakure. Seguramente muchos aun estarían durmiendo y muchos otros estarían yéndose a dormir después de haber hecho algún turno nocturno en algún local de trasnoche.

Llegando al primer lugar donde debían entregar un pedido, la muchacha no perdió oportunidad de señalar con precisión el inmueble particular y el nombre del producto.

Lazo rojo... Hmmm...

Mogura llevó su mirada hacía la serie de capsulas que contenían plantas de varios colores dentro. Haciendo de uso de algo que mucha gente parecía llegar a carecer, sentido común, fue descartando las capsulas que contenían colores que no fuesen el rojo. No se molestó mucho en buscar ramos multicolores o arreglos similares sino que fue directo a una capsula no tan grande que contenía unas flores un poco pequeñas pero que eran todas rojas.

¿Será este, Kato-chan?

Preguntó a su compañera. Ante todo deseaba contar con esa segunda opinión, después de todo estaban trabajando en conjunto, no tenía sentido ponerse en modo dictador y decidir todo él mismo.
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#22
La chica citó los datos de la tarjeta, del encargo, y Mogura inmediatamente se puso a buscar algo relacionado entre las numerosas cristaleras. La Sarutobi no tardó en hacer lo mismo, se dice que cuatro ojos ven mas que dos. Las vasijas de cristal contenían flores de todos los colores, ramos de diversas composiciones, y eso por no hablar de los tipos de flores. Cualquiera adivinaba de cuál se trataba el encargo. ¿Sería quizás mejor idea traer al cliente hasta el carro en cada ocasión? Sonaba algo ridículo, pero es que las flores son muy mentirosas.

Sin demasiada demora su compañero recalcó un de las vasijas, en la cuál se hallaban unas flores diminutas de color rojo. La verdad, de lazo rojo no veía nada, pero quizás las flores tuviesen ese nombre. En ningún lado decía que tuviesen que estar atadas por un lazo rojo, simplemente ponía "lazo rojo" así, a secas.

Pues si... puede... La verdad es que no tengo ni idea, no veo ningún lazo rojo, por ninguna de las vidrieras. Quizás es el nombre de éstas, ¿no?

La chica se encogió de hombros, con una mueca de clara duda. Aun así, le volvió a echar un vistazo a los jarrones de cristal, por si acaso caía la breva y había algún lazo de color rojo por los fondos de éstas. Tras un breve vistazo, terminó por volver al mismo resultado; no había ningún tipo de lazo o venda de color rojo. Dejó caer un pequeño suspiro, y volvió a encogerse de hombros.

Yo no veo ninguna otra cosa parecida... la llevamos arriba y le preguntamos al cliente, seguro que quien la comprase sabrá qué pidió.

Tampoco le faltaba razón, aunque depender de la opinión del comprador también podía traer alguna consecuencia negativa. No todo el mundo es honesto.
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#23
Podían saber como trepar arboles caminando por su corteza o desplazarse por las aguas como cierta divinidad que no viene a caso nombrar, prender fuego fortalezas y pueblos, arrasar con cosechas y tomar la vida de criminales y villanos... Pero parecía que al dúo de genin le estaba costando un poco dar con el arreglo floral adecuado.

Tras responder a su consulta, la kunoichi terminó encogiéndose de hombros compartiendo la duda del joven médico. Realizaría entones una segunda inspección en búsqueda de algún lazo rojo solo para constatar la inexistencia del mismo.

Quizás la flor se llame Lazo Rojo, creo que debería haber estudiado un poco más antes de venir todo este tema de las flores...

Comento imitando su gesto se encogió de hombros al responderle y luego se tomó el mentón al hacer su reflexión final. Posiblemente el problema no era tan complicado como parecía pero parte de su forma de ser le hacía sentirlo de esa manera, que con un poco más de estudio la situación posiblemente estaría mas a su favor.

Creo que sería lo mejor, hablar directamente con el cliente.

Respondió a su compañera mientras iba tomando la capsula con sus manos, nadie moría por hacer una pregunta y con un poco de suerte esa no iba a ser la excepción. Ante todo, una cosa era cierta y esa era que recién estaban arrancado el día y aun les quedaba mucho por delante, el carrito estaba prácticamente lleno de coloridos arreglos.

Ánimo, compañera. No dejemos que un viento cruzado arruine nuestro viaje.

Comentó con una ligera sonrisa en el rostro, no estaba del todo seguro de que estaba tratando de decir pero en su cabeza eran palabras de aliento.

Yo llevo la capsula, tu tocas a la puerta. ¿Te parece bien?
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#24
La chica sabía menos sobre flores y plantas que un panda sobre hormigueros. Lamentablemente para el efímero equipo, ambos estaban bajo las mismas condiciones. La primera dejó caer que quizás lo de lazo rojo era simplemente el nombre de la planta, y el segundo así lo reafirmó. No había ninguna otra muestra de ese color en solitario, y nada parecía ser mas cercano a la descripción que daba el encargo. Mogura admitió que debía haberle aportado algo mas de tiempo al estudio de éstas flores, pero quién iba a pensar que no iban a estar marcadas con números o algo similar...

Un libro con los nombres de las plantas, o un sistema de números asignados habría sido una solución mas prudente que dar varios racimos sin especificarlos...

Sin ánimos de hacer decaer el entusiasmo en cumplir rápidamente la misión, el chico inquirió que bien podían hablar directamente con el cliente y salir de dudas. Se animó a llevar la primera vidriera mientras que la chica solucionaba el pequeño gran problema con el cliente. La verdad, no era tan disparatado, era una salida del problema al fin y al cabo. Podía ser mejor o peor, pero a falta de otras, no había otra opción. Perder el tiempo buscando otras soluciones tampoco era aceptable.

Está bien. —Reafirmó. —Buscamos al cliente, le preguntamos si éste era su pedido, y seguramente entregamos la urna. Con un poquito de buena suerte no nos toca dar unas cuantas vueltas hasta el carro.

Dicho y hecho. La chica esperó un poco a que su compañero pudiese dar libertad de ataduras a la urna en cuestión, y tras ello se dirigió sin preámbulos hacia el porterillo electrónico del edificio en cuestión. Marcó el número del cliente, y esperó por un instante. Tras escasos segundos, un leve pitido sucedió a un claro sonido de un cierre llegar hasta su tope. El cliente ni había preguntado, tan solo había abierto.

La Sarutobi abrió la puerta, y la sujetó desde el otro lado, dando paso a su compañero. Éste iba cargado, no podía quejarse. Ante todo conformaban un equipo, y debían apoyarse, justo como hacían en ese mismo instante.

Vamos, pasa. —Inquirió la chica con una sonrisa.
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#25
La forma fluida en la que se manejaban demostraba cierta compatibilidad entre los dos a la hora de ejecutar un plan, ninguno de los dos parecía propicio a un choque de ideas sino que lo que uno planteaba era apenas lo que el otro estaba por decir o había llegado a pensar.

A lo mejor si hubiesen tenido el detalle de buscar una forma de etiquetar todo antes de salir no estarían teniendo el inconveniente que tenían entre manos, pero ya que. Estaban en el baile y tenían que bailar.

Katomi repasaría el plan una vez más, expresando al final su deseo de no estar perdiendo mucho mas tiempo yendo y viniendo del carro para buscar otra capsula. Mogura expresaría su contento con un gesto de su cabeza una vez teniendo la capsula en las manos. No era precisamente pesada pero no se la veía como el objeto mas resistente del mundo.

Mejor tener cuidado. Sería una verdadera lastima que se cayera a escasos metros del cliente.

Pensaba para si mismo mientras iba avanzando, la peliblanca se había encargado de abrirle el paso al muchacho para que pudiese caminar sin mayores complicaciones.

Si esto no es un equipo, yo no se lo que será uno...

Comentó con una ligera sonrisa en el rostro al pasar por la puerta que la Sarutobi estaba custodiando y sosteniendo para facilitarle la tarea al muchacho de cabello azabache. No era el grupo mas grande de la historia pero seguro que su ambos empujaban en la misma dirección llegaban mas lejos que algunos otros de su misma generación, y más grandes también.

¿Cómo crees que sea el cliente?

Preguntó Mogura a su compañera mientras iba caminando casi a la par. ¿Cómo era una persona que buscaba flores en una ciudad donde siempre estaba lloviendo? ¿Sería un ricachón con ganas de tener lo imposible o una fanática de las plantas que tendría una jungla por vestíbulo?


Te dejo la descripción del primer cliente (?)
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#26
Para cuando Katomi repasó el plan, buscando concretar los detalles, su compañero de equipo acompañó sus palabras con un gesto afirmativo de cabeza. Totalmente de acuerdo, o al menos en gran medida hacia lo que era el plan. Tampoco habían demasiadas opciones mas, o simplemente se debía a que tenían cierta compatibilidad en pensamientos. Una u otra llevaron al grupo a avanzar hacia su primer objetivo.

Tan pronto como Mogura atravesó el umbral de la puerta que daba acceso al interior del edificio, soltó unas palabras que claramente reafirmaba su agrado de participar en la misión con la chica. Así mismo, aprovechó para devolverle una amplia y sincera sonrisa. El pobre cargaba con la urna de cristal, pero tampoco se le veía al límite. Tan solo un poco preocupado por la integridad de ésta, si es que debiese sacarle algún sentimiento a la fuerza... pero tampoco era necesario.

Tras el paso del joven, la chica también tomó camino. Caminó un poco mas rápido para ponerse a su par, y caminó a su lado hasta llegar al ascensor. Mogura preguntó curioso por la apariencia del cliente, mientras que esperaban al susodicho ascensor. La Sarutobi se llevó el índice hasta el lateral del labio, y reposó su fino mentón en el pulgar de la misma mano, tomando una pose levemente pensativa.

Pues... no sé. Quizás esa una señora mayor que quiere hacer un brebaje para hacer retornar su juventud. Jamás había escuchado hablar sobre éstas flores... puede que sea una malvada bruja... —Anunció con leves gestos al aire con la misma mano que anteriormente había tomado la mueca pensativa.

La chica se antepuso al joven, colocándose entre él y el ascensor, y con la misma sonrisa de antes se apresuró a dar otra opción. —O quizás es un fanático de la sangre, y busca éstas flores tan rojas para ofrecerlas junto a su sacrificio diario. Un tipo con rostro deformado y una capa de viaje con capucha como única vestimenta... UuuuUUuuUUuu...

En ese preciso momento la chica gesticulaba intentando dar grima al médico, y no fue consecuente de que tras ellas las puertas del ascensor ya se habían abierto. Tras ella, una señora de mediana edad miraba curiosa y extrañada. Vestía una túnica que la cubría por completo de un color caramelo, y llevaba el pelo totalmente liberado. Sus ojos eran color café, al igual que la mayor parte de su cabellera; la única excepción eran algunos claros desteñidos blancos a causa de la edad. La mujer sin embargo permaneció en total silencio, a espera de que la chica de cabellera totalmente blanca cesase en su actuación. Sin duda, en ésta ocasión le había tocado un grupo de repartidores realmente curiosos. Ella era la cliente, anuncio que daría con la demora justa y necesaria.

Buenos días jóvenes. Muchas gracias por traer mis lazos rojos, pero... ¿qué sucedió con el otro repartidor?
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#27
Mogura no pudo evitar mirar un par de segundos la planta que cargaba en brazos mientras la kunoichi iba hablando, no había forma de que esa inocente planta fuese componente material de alguna clase de ritual de alguna malvada bruja que viviese una vida normal en un departamento en una torre cualquier en medio de Amegakure.

Malvada bruja... ¿eh...?

No pudo evitar soltar el joven médico entrecerrando los ojos en una clara mueca de incredibilidad, no había forma de que la muchacha pudiese deducir con solo una planta de lazo rojo que la cliente fuese una maestra de las artes oscuras. Estaría bromeando.

Lo siguiente que la kunoichi intentaría con toda intención de meterle miedo al muchacho de cabello azabache sería gesticular con sus manos y anteponiéndose entre el ascensor y él soltando un comentario que le resultaría un poco más contundente. La poción de la juventud eterna era una cosa, pero un sacrificio si era algo mas probable.

Mogura sabía de la existencia de cientos de sacrificios como ofrendas a diferentes tipos de dioses, de esos que gustaba investigar para darse cuenta de lo basto que era el plano superior y que posiblemente cuando se fuese al otro lado (de nuevo) tendría que ver a quien deseaba entregarle su eterna alma.

Eh...

Llegó a soltar cuando las puertas se abrieron, sin darle tiempo a contestarle a su compañera. La figura que se manifestaría entonces completaría la misión por la kunoichi, un ligero escalofríos le recorrería la espalda al médico y si no fuese porque había procurado sujetar bien la capsula, probablemente tendría que haber ido a buscar una escoba y una pala para juntar lo que habría quedado de la caída.

Bu-buenos días malvada clienta. El otro repartidor ha sido embrujado... digo, está indispuesto...

Era claro que el muchacho estaba un tanto nervioso. Sin poder creerlo, Katomi había dado en el clavo, una fanatica de la sangre y malvada bruja había aparecido del interior del ascensor. Tragó saliva y se llenó de valor para dar unos pasos al frente y dejarle en las manos las flores a la clienta, ante todo necesitaba completar la misión.

A-aquí tiene su sacrificio diario, eh quiero decir su lazo rojo...

Ni bien pudo depositar la capsula en manos de la curiosa mujer, estiró su mano hasta la de la muchacha de cabellera blanca con la intención de tomarla.

Ya está paga, así que nos vamos.

Seguidamente empinaría sus pasos hacía la salida teniendo como prioridad no perder el vínculo con su compañera, dejarla atrás con la malvada bruja y venderla como un segundo sacrificio al dios del fuego tampoco era una opción.
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#28
Mogura permaneció impasible, incrédulo ante la posibilidad de que una malvada bruja viviese en un edificio tan convencional. Bueno, convencional mirado por ojos de una persona acostumbrada a la mas avanzada tecnológicamente de todas las urbes. Se mofó por un instante de las palabras, pero poco tardó en amedrentarse frente a los rimbombantes movimientos siniestros de la Sarutobi. Sin duda, sus movimientos lo hicieron estremecer, tanto que el chico casi suelta la urna de cristal. La chica se apresuró a cruzar los brazos un par de veces mientras hacía una mueca con la lengua fuera.

Naaahhh! Estate tranquilo, seguro que es una anciana bondadosa. —Aseguró mientras daba media vuelta.

Para sorpresa suya, tras ella había una mujer. Se sobresaltó un poco, pues para nada esperaba eso. Pero mas o menos mantuvo la compostura, no como otro... La mujer saludó sin preámbulo, e incluso preguntó por su repartidor habitual. A ésto, el compañero de la genin contestó con deliberado miedo, y si cabe decir con bastante mala educación. Sin duda, se había salido de su papel.

La mujer lo miró algo indignada, a la par que enfadada. Mogura por su parte entregó la urna, y no se tomó un respiro para tomar a la peliblanca por la muñeca y salir corriendo hacia la salida. La joven no frenó estrepitosamente la carrera, pero sí que miró un tanto extrañado al mismo. A sus espaldas, la mujer vociferó algo que se perdió entre el eco del pasillo y su despropósito e indignación.

Mogura... ¿Por qué has hecho eso? Era una mujer normal y corriente... solo te había gastado una broma... —Le soltó al fin, cuando pararon a la salida. —Esa mujer ahora pondrá una queja... o quizás deje de comprar en esa floristería... No debiste hacerlo.

Tras su regaño, dejó caer un suspiro lento y prolongado. No tardó en dar un par de giros a su rostro, y terminó por encogerse de hombros. —En fin... a lo hecho pecho... sigamos, que si no van a darnos las tantas. —Inquirió posicionándose de nuevo en su sitio tras la barra de empujo del carro.
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#29
La forma de accionar del joven médico sin duda alguna habría dejado una pésima impresión en la clienta, quien habría lanzado algún que otro comentario mientras el muchacho se daba a la carrera junto a su compañera. Lo que en un principio parecía una buena idea, escapar de una malvada bruja, prontamente se tornaría en una bochornosa y cuestionable decisión por parte de Mogura.

Yo...

Intentó decir algo para sobrellevar la situación ¿Pero qué podía decir? Se suponía que él era una persona mas inteligente de lo que había demostrado. Lo único que llegó a hacer fue esbozar una mueca de culpa tremenda, pues había permitido que la broma le nublase el juicio durante un instante y actuase en consecuencia como un total idiota. Finalmente negó con la cabeza, no tenía nada para decir.

Oh... por todos los dioses del Shinto... ¿Cómo he podido ser tan tonto?

La postura que había adoptado su compañera sin duda era correcta, coherente. Pero era precisamente por eso que al muchacho le daban ganas de aprender aquella técnica de enterrarse en el suelo y desear olvidarla después. Seguidamente la kunoichi comentaría que sería preciso seguir si deseaban evitar más problemas.

Se puso junto a la peliblanca y tomó su parte de la barra para empujar del carrito, eventualmente comenzarían a mover el vehiculo juntos como lo habían hecho antes. La única diferencia es que ahora el muchacho mantenía la cabeza un poco gacha y por poco no pegaba la frente al palo que estaba sosteniendo.

Creo... ¿Debería ir y disculparme, no?

Después de un rato en silencio haciendo penitencia finalmente dejaría que de sus labios escapasen aquellas palabras. Al menos que la mujer estuviese terriblemente ofendida y no quisiese saber nada sobre la existencia de Mogura o la floristería para la cual trabajó aquel día, una disculpa sería un primer paso para la reconciliación.

Fuese o no el caso, ya estarían en camino hacía el siguiente encargo.
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#30
El chico intentó argumentar un motivo por el cuál había actuado de esa manera, pero las palabras se le escaparon, y no supo qué decir. Fue entonces que se posicionó en su sitio, y mantuvo una penitenciaria mirada cabizbaja hacia el horizonte. El silencio reinó bajo la lluvia por un rato. La verdad, la chica no era quién para acusarlo, pero ciertamente tampoco podía darle una palmada en la espalda y decirle "Bien hecho!" eso sería realmente hipócrita.

Continuaron el camino bajo el agua incesante hasta aproximarse al siguiente destino. En lo último del tramo que cursaban, el médico abrió al fin la boca. Por primera vez desde hacía un rato, parecía haber vuelto a sus cabales. Preguntó si debía volver para disculparse, aún no había dado por perdida la opción de disculparse y arreglar el asunto.

La chica gesticuló con la cabeza de forma positiva un par de veces, y cesó de empujar el carro. —Si, creo que deberíamos volver y disculparnos cuando terminemos el resto de encargos. Tampoco hace falta que te martirices por eso... Somos jóvenes, seguro que se lo ha tomado como una travesura...

Tomó la nota que indicaba los clientes y encargos, y le echó un pequeño vistazo. Guardó la nota de nuevo, y alzó la vista en busca de los números de los edificios. Rápidamente encontró lo que buscaba, y lo señaló para dar constancia a su compañero. Su dedo acusador señalaba un gran cartel de un restaurante, uno llamado "Mon petit chou".

Mira, esa es la dirección del próximo cliente. —Concretó la chica ante el gesto. —Intentemos hacerlo bien en el resto de clientes, y seguro que compensa lo otro.

Ante la sugerencia, volvió a sonreír. A propósito o no, se había incluido en el pequeño accidente de antes como culpable. Eran dos en un equipo, y ambos estaban en el saco... para bien o para mal. Eso es lo que verdaderamente significa conformar un equipo, ¿no?
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