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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#91
Finalmente los chicos se retiraron, dejando a Kaido con tan solo un aviso y un caramelo.

«Ni por un segundo pienses que te dejaré en paz hasta que llegue al fondo de esto».

Mucho más desconfiado que cuando entró, Daigo salió junto a Yota.

—Kumopansa, tú te quedas aquí. Escóndete y asegúrate de que ese cabrón cumple con su palabra y se larga de aquí mañana mismo. Luego vuelve a Kusagakure para informar, te estaré esperando.

Yota parecía desconfiar tanto como Daigo, pero...

—No deberíamos simplemente dejar a Kumopansa —dijo—. No sé tú, pero yo no confío en nada de lo que ha dicho y era evidente que no lo iba a soltar así como así.

»Propongo mantenernos cerca... un tiempo, tío, si pasa algo no podremos reaccionar desde Kusa.
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¡Muchas gracias a Nao por el sensual avatar y a Ranko por la pedazo de firma!

Team pescado.


Canal 5 con Uzumaki Eri hasta verano del 222.
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#92
La tabernera —así como el resto de la clientela— observó con tensión el arisco intercambio de palabras que se producía entre los ninjas. Los shinobis de Kusa querían averiguar qué hacía Kaido tan lejos de su Villa, pero este, lejos de decírselo, subía el tono de la conversación hasta prácticamente mandarles a la mierda. Claro síntoma de que no tramaba nada bueno, a su juicio.

¿Y qué hicieron sus ninjas? ¿Sus salvadores? ¿Los que se nutrían con sus impuestos ganado a sangre y sudor? —bueno, quizá sus impuestos no iban para ellos, pero tenían una responsabilidad con su país—. Darle las gracias por su amabilidad, invitarle a un caramelo y largarse.

¡Largarse!

La tabernera se aguantó las ganas de gritarles cuatro cosas bien dichas.

Si vuelve a causar alboroto no dude en avisar a las autoridades y vovleremos para protegerles —le susurró Yota al oído.

La mujer abrió mucho los ojos, con las mejillas coloradas como un volcán en erupción. Una vena del cuello le palpitaba. ¿Avisar a las autoridades? Pero, ¿sabía dónde se encontraba aquel mozo? No era más que un pequeño pueblo pegado a la ribera. Había al menos veinte minutos de caminata hasta llegar a La Ribera de Abajo, el pueblo más cercano con alguacil. Un alguacil entrado en los sesenta que a duras penas caminaba sin bastón.

—¿Te quedará más de ese rico caldo, de casualidad?

Perdida en sus pensamientos, tardó en darse cuenta que los dos luceros de esperanza ya se habían fugado del local.

S-sí —se obligó a responder, retirándole el plato vacío para rellenarlo con más caldo—. Aquí tiene.

Volvió tras la barra a pasos rápidos, mientras veía como alguno de los vecinos empezaban a levantarse e irse también. Se hacía tarde, decían. Tenían miedo, veía en ella en sus rostros.
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#93
Pero claro, alguien tenía que cometer la locurita del día. No podíamos irnos sin más, tenía que aparecer el gennin de turno que optase por hacer algo y cuanto más alocado fuese, mucho mejor. Ese genin, en aquel día, era Daigo.

—No deberíamos simplemente dejar a Kumopansa —dijo—. No sé tú, pero yo no confío en nada de lo que ha dicho y era evidente que no lo iba a soltar así como así.

»Propongo mantenernos cerca... un tiempo, tío, si pasa algo no podremos reaccionar desde Kusa.


Suspiré realmente hondo para no soltarle un bofetón allí mismo, como si Juro me hubiese poseído de forma temporal. Estaba claro que el peliverde no había analizado la situación debidamente y se encontraba en peligro consigo mismo.

— ¿Y qué propones? ¿esperar a que salga el amejin para darnos de hostias contra él? ---- aquello era todo lo que se me ocurría si nos quedábamos allí — Usa la maldita cabeza, Daigo. Ese tipo estuve haciendo el examen de ascenso a chunnin en Uzushiogakure. Nosotros ni siquiera fuimos inscritos. Lo más normal es que sea más poderosos que tu y que yo. Por consecuencia es una temeridad y una imprudencia siquiera valorar un enfrentamiento directo. Tu si quieres quédate a hacer de saco de boxeo. Yo he dejado a Kumopansa porque es una experta en el camuflaje y el sigilo y si ocurre algo malo ella me informará, yo haré lo que debería hacer y volveré a Kusagakure a contárselo al Morikage

Saqué un caramelo de mi petaca. Era de limón. Sabroso y contundente, justo lo que necesitaba en aquellos instantes. Mientras tanto, Kumopansa ya se había camuflado en la copa de alguno de esos arboles, cumpliendo con su tarea.

— ¿Y bien? ¿te quedas o prefieres volver?
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Narro ~ Hablo ~ Pienso ~ Kumopansa
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#94
—¿Y qué propones? ¿esperar a que salga el amejin para darnos de hostias contra él? Usa la maldita cabeza, Daigo. Ese tipo estuve haciendo el examen de ascenso a chunnin en Uzushiogakure. Nosotros ni siquiera fuimos inscritos. Lo más normal es que sea más poderosos que tu y que yo. Por consecuencia es una temeridad y una imprudencia siquiera valorar un enfrentamiento directo. Tu si quieres quédate a hacer de saco de boxeo. Yo he dejado a Kumopansa porque es una experta en el camuflaje y el sigilo y si ocurre algo malo ella me informará, yo haré lo que debería hacer y volveré a Kusagakure a contárselo al Morikage.

»¿Y bien? ¿te quedas o prefieres volver?


Daigo escuchó todo lo que Yota tuvo que decirle por respeto, porque incluso compartiendo que era una tontería pelear directamente contra Kaido en algún caso hipotético, definitivamente no creía que debía de marcharse ahora y sería difícil convencerlo de lo contrario.

Antes de que Daigo pudiera responder, ambos chicos pudieron ver a algunas personas saliendo del local por el mismo motivo aunque decían cosas distintas.

Tenían miedo.

¿Y cómo no iban tener miedo cuando acaban de ver a sus shinobi retirarse aparentemente derrotados? Daigo apretó sus puños y agachó la cabeza sabiendo que ya había fallado en algo importante. No había hecho sentir seguro a nadie.

No fue sino hasta que las pocas personas que volvían a sus casas dejaron de poder escucharlos que Daigo respondió.

—No entablaré combate directo con Kaido. Solo haré lo que debo hacer: procurar que esta gente se sienta segura y que todo está en orden —dijo—. Puedes volver a Kusagakure e informar sin preocuparte por mí.
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#95
Y mientras se zampaba las cucharadas de su cena, la muchedumbre fue perdiéndose de a mecha. Una a una se iban levantando de los que alguna vez fueron plácidos asientos, y que ahora eran una butaca indeseada. Y todo gracias a ese extranjero. A ese jodido Tiburón.

—Muy bueno, señora. Gracias por la cena —le dijo, jocoso. Echó un par de monedas para cubrir los gastos y se levantó de la mesa junto a su espada—. bien, va siendo hora de sobar un poco. ¿En dónde me dijo que queda esa habitación?

Y si no acontecía nada más, Kaido iría a su cuarto para reportarse y descansar para el largo viaje que le esperaba al día siguiente, hacia Kaminari.
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#96

Bueno, pues viendo que al final se resolvió todo sin violencia, creo que podemos continuar la misión con normalidad.

Daigo, puedes poner que sigues a Kaido si así lo deseas, hasta la frontera o más allá. Eso es cosa tuya.

Si sucede algo en la reunión de Yota con el Morikage que os haga volver a intervenir, pues ya volveréis por aquí. Mientras tanto seguimos, porque de aquí a que se termine la reunión pueden pasar semanas y no es plan de tener esto parado tanto tiempo.

Varias personas más salieron de la taberna a pasos rápidos. No corrían, pero daba la sensación de que se frenaban para no hacerlo, como cuando te topas con un oso y tratas de retroceder lentamente como sabes que hay que hacer, apretando la mandíbula para contener el instinto que te grita de salir por patas.

La última de ellas, el borracho, quien agradeció a Kaido por la invitación, negó con la cabeza varias veces al ver a Yota y Daigo cuchicheando en el exterior.

Hoy en día los shinobish eshtán hechos de manteca, tú —comentó, cizañero, al pasar a su lado. Lo vieron alejarse formando eses calle abajo.

Mientras tanto, en el interior, la tabernera indicó a Kaido el número de habitación. Siendo que solo había tres, no tenía la menor pérdida. Quiso ver el lado positivo del percance: y es que al fin, una noche, se iría temprano a dormir. Habiéndose marchado toda la clientela, empezó a recoger las mesas, limpiar los platos, fregar… Todo para tenerlo listo para mañana por la mañana.
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#97
Finalmente, Kaido despertó después de lo que fue un sueño renovador. De esas siestas que te rejuvenecen diez años. Y es que aunque Kaido tuviese tan solo quince recién cumplidos, había estado viviendo su vida a máxima velocidad. Él, y todos los ninja de su generación, con lo cual no era solo una mera casualidad. Ellos estaban destinados a cambiar las cosas en Onindo. Y Kaido, en particular, tenía que empezar por extirpar un cáncer que tenía años esparciéndose por el mundo ninja. Uno llamado Dragón Rojo. Y para eso, tenía que dejar los juegos de niños con los kusareños y abandonar los Parajes del Bambú cuanto antes.

Su destino ... Kaminari no Kuni,

Su objetivo ... Hōzuki Shaneji,

Su misión

Acabar con todos ellos y extinguir la flama, que debió apagarse tiempo atrás.

. . .

Fue un cambio súbito de clima el que le azotó una vez dejó atrás las grandes siembras de arroz que se vio obligado a atravesar para llegar hasta la frontera con el país del Rayo. Le había tomado un día y medio, más o menos, en llegar hasta allí; con lo cual está de más decir que el escualo estaba exhausto. Mas ninguna recompensa era bienvenida sin su respectivo sacrificio, y el de él había sido cuajarse medio país a pata. Poca cosa no era, desde luego.

Vislumbró el horizonte despejado, solitario como la gran sabana que era. Sin grandes bambúes perturbando la vista, sino un mar de formaciones rocosas y llano por doquier.

«Aquí empieza tu jodido viaje»
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#98
No sería hasta el día siguiente, con el sol tiñendo el cielo con el color de un viejo moretón, que Kaido llegó a su destino. Yugakure, también conocida como la Villa de las Aguas Termales. Allí, hacía cientos y cientos de años, decenas de ninjas inundaban las calles y defendían el símbolo de su Aldea. Ahora, una cantidad ingente de turistas los habían substituido, y los descendientes de los olvidados ninjas de antaño se ganaban la vida ahora vendiendo la mayor riqueza de su país: las aguas termales. Los que no tenían la suerte de poseer un pequeño establecimiento para explotarlas, se beneficiaba igualmente de ello de forma indirecta. Posadas, tabernas, casinos, burdeles... Ninguno de aquellos establecimientos hubiese tenido el éxito del que gozaban si no fuese por los extranjeros... y los billetes que dejaban tras su paso.

Las tuberías penetraban el corazón de la aldea para extraer su sangre y llevarla a cada punto recóndito del pueblo. Para dársela a las masas que se alojaban en costosos balnearios en busca de unas vacaciones tranquilas y rejuvenecedoras.

Así pues, Kaido tenía ante sí un mar de posibilidades. ¿Dónde empezar a buscar a su presa? ¿En el balneario más lujoso y famoso de la Villa? ¿En el más apartado y escondido, ese que solo los lugareños conocían? ¿Lo haría en un burdel? ¿En una casa de juegos? ¿Lo haría en una taberna? ¿En una posada de mala muerte? ¿En el mismísimo castillo del Señor Feudal?

Solo Kaido lo sabía.
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#99
Yugakure. Había oído historias de aquella pequeña aldea, que no por ello carecía de renombre. La Villa de las aguas Termales, un santuario para los arrojados que decidían visitar aquel País, que alguna vez supuso ser cuna de una de las grandes naciones ninja de antaño. Ahora era sólo un cubil para turistas. Y por qué no, el refugio de algún malhechor.

Era cierto. Kaido tenía frente a sí un mar de posibilidades, y una más probable que la otra. Shaneji podría estar en cualquier parte —o no estarlo, lo cual también era una posibilidad— de la Villa. ¿En dónde empezar a buscar? ¿cómo encontrarlo?

Para ello, Kaido tendría que recurrir a la información aprendida del pergamino. Una que le permitió entender quién podía ser Shaneji, su carácter, su apariencia, y por sobre todo, importantes detalles acerca de sus andanzas. Era un ladrón, un vividor, un tipo de los bajos fondos. Uno que no podía codearse con la alta alcurnia sin morderle el pescuezo a alguno de esos perros adinerados. No, a él se le iba a encontrar allí donde se cuecen las malas juntas. En el tugurio de mala muerte que tiene toda ciudad, sin excepción, donde los rechazados de la sociedad se juntan para compartir una copa, una puta y se juegan la paga del mes en una mesa de dados trucados.

Pero su plan no tenía que parecer premeditado. Era importante hacer énfasis en que Kaido no sabía quién cojones era Shaneji. Así que era Shaneji el que, técnicamente, tenía que encontrarle a él. Y por su apariencia eso no iba a ser difícil. No si se aparecía en los lugares correctos, y dejándose ver por las personas adecuadas.

Lo primero que hizo fue dirigirse a alguna posada. Ese era su primer paso.
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Umikiba Kaido se adentró en la primera posada que encontró. Era un edificio que parecía más pequeño de lo que en realidad era —posiblemente por el hecho de que se encontraba rodeado de edificios mucho más grandes—, cuyo letrero, en neón azul, daba su nombre:

«El Reposo de los Dioses»

Un nombre ostentoso que le quedaba grande a la posada. En su interior no había dioses, sino más bien turistas con pocos ahorros que trataban de abaratar costes por todos lados. Aquel era más bien un sitio humilde, y se podía constatar por muchas cosas. Por la pintura de las paredes, carcomida por el paso del tiempo. Por las mesas y la barra, desgastada. Por la comida, que no ofrecía grandes lujos ni variedad. E, incluso, por el precio, que para grata sorpresa de Kaido era contenido, teniendo en cuenta que por aquella aldea nada era barato.

Y, hablando del dinero, a Kaido empezaba a terminársele. Un par de días más sacando dinero de la cartera sin reponer nada y ya no habría más que musarañas en su interior.
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Que una posada de mala muerte tuviera un nombre que le hacía demasiado honor era, dentro de todo, normal. Con algo tenían que atraer a la clientela, y nada mejor que un buen cartel de neón —que en Amegakure era un arte para pescar gente si se tenía el aviso más llamativo e incandescente de la cuadra— para hacerse de unos cuantos pavos.

Y hablando de esos. Kaido estaba quedándose sin ellos. Ahora recordaba que había abandonado Amegakure con tan solo míseros setecientos ryō. Mal había hecho en no pedirle un préstamo a Yui para costearse la vida ahí afuera. Supuso que, tal vez, tener que rascarse el bolsillo haría de su tapadera algo más creíble.

«Bien, veamos primero qué es lo que se cuece por aquí y empecemos a tirar del hiladillo de caña a ver quién pica. Ya me ocuparé luego de la pasta»

Se acercó hasta quienfuera el dependiente y le habló.

—Eh, tú, ¿tienes cuarto disponible?
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Veinte ryos la noche —le respondió el encargado tras la barra. Era un hombre que rozaba la cuarentena, moreno y con un gran bigote que casi parecía ocupar la mitad de su rostro—. ¿Qué vas a tomar? Hoy tenemos un caldo de muerte.

¡De muerte, sí! Porque te mueres de diarrea cuando lo pruebas —espetó un hombre que estaba sentado a la barra, cerca de Kaido. No tardó en reírse de su propio comentario, con voz ronca. Tenía un vaso de cerveza en la mano, medio vacío, y tenía pinta de haberse tomado ya unos cuantos más.

Oh, venga, Caurl, deja de dar por culo y espantarme a la clientela —dijo, más bien en un tono de broma que de reprimenda.

Caurl era de los pocos que no parecía un foráneo. Kaido lo supo porque el resto de clientela estaba formada por familias, sentadas cada una en sus respectivas mesas, muchos de ellas con alguna guía turística en la mano o hablando de a qué baño termal podían visitar a la mañana siguiente.
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Veinte ryos la noche —resultó ser un hombre que le triplicaba en edad, con un tupido bigote tapándole los labios y parte del rostro—. ¿Qué vas a tomar? Hoy tenemos un caldo de muerte.

¡De muerte, sí! Porque te mueres de diarrea cuando lo pruebas.

Oh, venga, Caurl, deja de dar por culo y espantarme a la clientela.

—Tomar caldos no es lo mío, colega —sacó los cincuenta y se quitó el tema estadía de encima, ya los repondría luego—. que sean dos noches, pues. Aunque estoy por la labor de quedarme indefinidamente. ¿Algún consejo para sentar la escama en Yugakure?
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Pues si tomar caldos no era lo suyo, ya podía ir buscando otro sitio para cenar, o dormir con el estómago vacío, porque Bjowl no tenía mucho más que ofrecerle. Aceptó el billete con una sonrisa en los labios, sin embargo, y se apresuró en darle la vuelta.

Aquí tiene —dijo, entregándole un billete de diez ryos—. ¿Sentar la escama? Pues depende de lo que se te dé bien hacer, chico.

Con tus… —Caurl señaló con ambas manos el rostro de Kaido, y compuso una mueca de esfuerzo mientras buscaba la palabra adecuada que le definiese—, encantos, seguro que tienes tu nicho en los burdeles. A la gente le va lo exótico. ¿Es o no es, Bjowl? —preguntó entre risas.

Bjowl carraspeó con incomodidad.

Camareros y porteros siempre hacen falta en esta aldea. Si quieres puedo dejarte la dirección de algún chiringuito para que vayas a preguntar.
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Kaido sonrió plenamente cuando Caurl se burló prácticamente en su cara. Una mueca de ironía larga y tendida a través de la comisura de sus labios. Descolgó poco después su espada, sin dejar de mirarle, y apoyó el mango firmemente sobre la barra hasta que la extensión de Nokomizuchi recayó sobre sus piernas.

—Venga, acepto cualquier sugerencia. Aunque eso de hacer oficios no es lo mío —dijo. Era evidente tanto por su temple como su apariencia que ser camarero, o portero no era precisamente su campo laboral—. ¿qué más hay por ahí para hacer buen billete? ¿tenéis algún casino con traga perras donde me pueda pueda sacar el jackpot? ¿peleas clandestinas? seguro que peleáis bien vosotros los de las Aguas Termales.
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