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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Los ojos de ambos se posaron con lentitud en la hoja desenvainada de Kaido. Era curioso como algo tan grande había pasado desapercibido para los dos, pero la realidad es que así había sido. Cuando volvieron a enfocar su mirada en él, Kaido pudo sentir que ninguno de los dos le miraba ya con los mismos ojos. Que un pequeño matiz de tensión había invadido sus pupilas.

Pues no que yo haya oído —dijo, mirando de reojo al resto de su clientela—. En este pueblo somos todos muy cívicos. Las peleas clandestinas y cualquier otra ilegalidad no va con nosotros. ¿Verdad Caurl?

Ehm… Sí, así es. Los que trabajan al borde de la ley no tienen nada de lo que vivir por estas tierras. Somos muy… cívicos, sí.

Bjowl carraspeó con incomodidad.

¿Qué puedo ofrecerte entonces para cenar? Me queda algo de sopa, si quieres… —Era del día anterior, pero mejor que nada era.
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Eso era bueno. Que la tensión les invadieran, y no pensasen de él como un simple cliente pasajero. Kaido no se iba a hacer notar adaptándose al status quo de Yugakure. Él tenía que desmontarlo para que Shaneji llegara hasta él.

Además, Bjowl lucía muy incómodo. Demasiado tal vez. Eso era bastante extraño, teniendo en cuenta que era el jodido dueño de una posada, además de mala muerte, en donde podría haber recibido a gente de cualquier clase de calaña. ¿Por qué tanto carraspeo con Kaido? ¿Y esa complicidad con Caurl?

—Pues de donde yo vengo, caerse a hostias por unos cuantos fajos no es para nada ilegal. Casi que es un deporte olímpico. Una lástima —alegó, jocoso—. sopa está bien.

»Y vosotros qué. Por lo visto sois oriundos, ¿se vive bien aquí? ¿realmente sois tan cívicos como decís? me extraña que en estos rincones no tengan algún mierdas que siempre haga alboroto. De esos también hay muchos en mi tierra, lamentablemente.
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Una sopa marchando. Bjowl desapareció por una puerta que daba a la cocina, encendió el fuego y puso la sopa del día anterior a recalentar. Así de fácil era hacer la comida en aquel sitio. Cuando volvió, una familia que había terminado de cenar se levantó y subió por las escaleras, directos a su habitación. El cliente azulado, no obstante, tenía ganas de cháchara.

¿Aquí? Aquí se vive muy bien. Especialmente si tienes un baño termal como propiedad.

O un casino —añadió Caurl.

O una posada en pleno centro —apostilló Bjowl.

O un burdel.

Oh, sí. Especialmente si tienes un burdel —coincidió el tabernero—. Bueno, alborotadores hay en todos lados. Pero el Señor Feudal vive aquí, y le interesa que la cosa esté tranquila. Normalmente no hay gran cosa.

No hay gran cosa, no. Ey, ¿no se te quemará esa sopa?

Bjowl resopló.

Joder, Caurl, gracias por la preocupación, pero creo que sé calentar una sopa sin que se me pase. —Jodido Caurl. Lo peor es que tenía razón. En el último mes se le había quemado la comida al menos cinco veces. Desde que no estaba su mujer, aquello era un desastre.

Regresó a la cocina, volviendo un par de minutos más tarde, con un plato a rebosar de sopa de fideos con algo de carne.
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Kaido escuchó muy atentamente el rápido y fugaz intercambio de respuestas entre los dos oriundos, quienes listaron una a una las posibles oportunidades de inversión para poder vivir bien en Yugakure. ¿Pero qué iba a tener él un baño termal o un jodido burdel, si tenía el bolsillo más pelado que el culo de un kusareño en taparabo?

Entonces se vio obligado a preguntarse el cómo —de nuevo, si es que estaba en esa villa— Shaneji se estaba ganando la vida. Con cual de todas aquellas opciones. ¿Cuál le encajaba mejor? quizás ninguna. Probablemente tendría algún negocio sucio cuajándose por ahí.

—Entonces le va bien a los tipos emprendedores como yo. Eso está bien, muy bien —luego, una olfatada a la sopa para comprobar su estado, a ver si tenía buena pinta—. ya me las apañaré entonces para conseguir algo de capital para invertir como se debe. Seguro que eso le agrada al Señor Feudal, que le inyecten capital a su Villa.

Miró a aquel par de tipos con complacencia y probó la sopa, si es que estaba en condiciones.

Aunque si no lograba obtener algún dato después de aquella sacada de rabo, no iba a seguir tocando teclas indeseadas. Lo mejor era chusmear en otro lado.
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Pero Umikiba Kaido no consiguió demasiado. Apenas unas palabras de ánimo y un asentimiento. La sopa, de fideo gordo y espesa, no sabía tan mal como la pinta que tenía. Bjowl le ofreció un pan duro para acompañar la comida, y buen vaso de agua. O de cerveza, si lo prefería.

Poco a poco, los clientes fueron subiendo a sus respectivas habitaciones, y finalmente Caurl se despidió de los dos.

Ha sido un placer, caballeros —soltó tras dejar pagada su consumición.

El hombre había bebido por tres personas, e increíblemente, no se tambaleó al ponerse en pie. Ni siquiera le temblaba la voz al hablar, más allá de que le chispeaban los ojos. Tras irse, Bjowl empezó a recoger los platos y cubiertos de las mesas.

Ahora que lo pienso —dijo, como quien no quería la cosa—. Quizá sí conozca un sitio que sepan valorar tus… cualidades.
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Un tipo muy sabio le dijo una vez a Kaido que aquellos que son más cautos, viven más. Es muy probable que Bjowl no habría logrado crecerse tanto el mostacho si fuera a diestra y siniestra contándole sus malas mañas a todo Dios que se asomase por su taberna. Tampoco frente a algún bebedor asiduo como Caurl, quizá, que tal vez podía irse de boca floja a algún alguacil de la corte Feudal.

Pero la semilla que había sembrado el tiburón germinó, finalmente, dando sus frutos. Allí, en soledad, cuando no hubiera oídos necios que pudieran cotillear.

—¿Ah sí? —respondió, con una simpleza asombrosa. En el entretanto, masticaba el pan seco remojado en la sopa—. ¿Y qué es, pues?

Por dentro, sonreía como un niño. Y vale, por fuera un poco también.
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Bjowl se acarició el bigote.

Hay un baño termal, a las afueras de la aldea, que satisface los exóticos gustos de la clientela. A menudo hacen encargos al País del Bosque para no quedarse sin sus existencias… especiales. Seguro que no les viene mal un tipo como tú para vigilar dichos cargamentos en el trayecto.

Recogidos los platos, el posadero empezó a recoger las mesas. Primero pasándoles un paño húmedo, luego poniendo las sillas encima para más tarde pasar la escoba y una fregona.

Quiero el cincuenta por ciento de tu primera paga —le espetó.
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Mientras el tabernero escupía el dato, Kaido acabó su plato. Lo deslizó sutilmente a través de la barra y permitió que se lo retirara. Entonces se chupó los dientes, y elevó una mirada incrédula hacia Bjowl en cuanto éste le soltó lo que probablemente fuera los intereses derivados de aquella información.

Kaido bufó.

—Y yo quiero una puta mansión, con mujeres y muchísimo billete. No te jode —Kaido no movió ni un músculo salvo para hablar. Sabía que ahora más que nunca tenía que ser prudente, por eso de no ganarse enemigos antes de tener al menos un buen par de aliados—. poco vale que me tires un lugar y ya está. Necesito el nombre, un contacto y si voy referido por quién. Sólo entonces hablaremos de porcentajes, y ve olvidándote de cascarme la mitad del jodido sueldo. Estoy pensando más bien en un quince, y porque me caes bien.

Su mano, tambaléandose sutilmente por los linderos de nokomizuchi, bajo la barra.
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Bjowl negó con la cabeza.

No, yo no puedo avalarte —se negaba en rotundo—. Mi palabra tiene demasiado valor como para jugármela por un desconocido —le soltó, sincero—. Puedo darte un nombre, pero eso es todo.

»Y sigo queriendo el cincuenta por ciento. Piénsalo como una inversión, ¿eh? A la larga podrías hacer mucho dinero con ellos.
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Kaido también negó con la cabeza. No iba a ser una negociación sencilla, si es lo que Bjowl creía.

—El nombre, y un veinte —se levantó del asiento e irguió la papada—. y si todo va bien, tendrás a alguien de confianza en el corazón de un negocio lucroso al que probablemente ahora mismo no tengas acceso. Piénsalo como una inversión.
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A Bjowl se le escapó una corta risa agria.

Mucha confianza tienes en ti mismo, chico —Había que tener mucha para creer que podría afianzarse en aquel negocio por un largo tiempo—. Eso me gusta. Dejémoslo en el treinta por ciento, pues. Ni para ti ni para mí —concedió.

»Todavía no me has dicho tu nombre.
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La mano de Kaido —la izquierda, pues era zurdo—. emergió desde las profundidades de la barra y se extendió hasta Bjowl. Oh, pero que no cometiera el error de estrechársela antes de escuchar su golpe de mesa. El cierre magistral que tenía planeado para la negociación.

—Aún no te lo he dicho porque eso también vale mucho, como tu palabra. Que sean veinticinco, pues. Mitad y mitad. Ganan todos.

Y si —y sólo sí— aceptaba ...

»Kaido. También me dicen El Tiburón.
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Bjowl le extendió la mano de mala gana. Cuando había propuesto el cincuenta por ciento, había contado con un regateo intenso. Normalmente, conseguía dejar la cifra en un treinta por ciento. Pero un veinticinco tampoco estaba tan mal.

El Tiburón, ¿hmm? Pues ten cuidado con estas aguas, Tiburón. Que no te engañe su superficie plana y tranquila. Hay fuertes corrientes si te sumerges demasiado.

Un protocolario aviso. Bjowl retiró su plato y desapareció en la cocina por unos minutos. Cuando volvió, lo hacía con un mapa de la Villa entre sus manos. Le explicó a Kaido dónde encontrar el establecimiento mencionado, y el nombre del tipo por el que debía preguntar: Mutsuku.

Son más bien de horario nocturno —le indicó, por si quería ir ya mismo.
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El Tiburón, ¿hmm? Pues ten cuidado con estas aguas, Tiburón. Que no te engañe su superficie plana y tranquila. Hay fuertes corrientes si te sumerges demasiado.

—Lo tendré en cuenta.

Finalmente, después de estar por un par de minutos tras las bambalinas, el nórdico volvió con un mapa de Yugakure. En él estaba señalizado el local del que habían estado hablando y así también el nombre de la persona por la que debía preguntar una vez fuera. Tomó nota mental también cuando Bjowl le advirtió acerca de los horarios de esa gente mientras se doblaba el mapa y lo guardaba en un lugar seguro.

—Pues habrá que ir yendo, ¿no?

Una última mirada furtiva, y luego se dio vuelta; a la espera de que le indicaran cuál era su habitación y le dieran la llave. Necesitaba ultimar unos últimos arreglos antes de arrojarse de lleno a esas aguas de las que hablaba Bjowl.

. . .

Convencido de ser un simple turista, Kaido nadó a lo largo y ancho de la Villa de las Aguas Termales para poder encontrar el establecimiento. Vestía tan ordinario como de costumbre, aunque en ésta ocasión su camiseta no carecía de mangas y sí del rayado típico empastado de color rojo.

Ahora era un simple conjunto anacrónico, cómodo y fresco para el clima de la temporada. El cabello lo llevaba recogido en una cola baja que unía las puntas al ras de su espalda.

Una vez estuviera en el sitio indicado, le pegaría un buen repaso a ojo crítico desde el exterior. De cómo era la fachada, posibles entradas y salidas. Si estaba atiborrado de clientes, o no. Esos detalles de importancia cuando vas a meter las narices en sitios donde nadie te ha llamado. Si consideraba que no había algún peligro inminente para su subterfugio, ingresaría para tantear terreno desde dentro. Y así encontrar la forma de dar con ese hombre, con Mutsuku.
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Los pasos de Kaido le condujeron a las afueras de la Villa, alejado de las calles principales y la aglomeración de edificios. Subió por un camino de tierra, donde no había más que hierba y matorrales, hasta el lomo de una colina. Allí, rodeada por la naturaleza, se encontraba el baño termal que Bjowl le había mencionado:

«Nube de Oro»

Era un gran edificio de piedra, con una fachada que parecía la entrada a un castillo, con un enorme portalón rojo custodiado por dos gorilas. Las ventanas estaban cubiertas por rejas metálicas, impidiendo la entrada —y salida— del ladronzuelo de poca monta. Pero su propiedad no se limitaba al edificio, sino que se extendía más allá de él, a su espalda. Un gran terreno compuesto por baños termales, y totalmente ocultos al exterior gracias a los altos muros de bambú que les rodeaban.

No parecía haber más entradas que la principal, aunque para un ninja como Kaido, aquello no era un problema. Las altas vallas de bambú podrían ser un impedimento para cualquier civil, pero tan solo se trataba de un pequeño obstáculo para el ninja medio. Si bien, en su rápida inspección, el Tiburón se fijó en un pequeño detalle: sobre las vallas de bambú había pegados unos pocos sellos con el kanji Prohibido inscritos en ellos. Además, por mucho que pegase el oído, nada oía procedente del interior.

Y no es que estuviese vacío. En la entrada se acumulaba una serie variopinta de personas, que iban pasando de uno en uno después de recibir el visto bueno por uno de los guardias. Había bastantes más hombres que mujeres, y la mayoría tenía pinta de extranjeros. Eso sí, no parecía haber ninguna familia, al contrario de lo que sucedía en el resto de baños termales de la aldea. Más bien eran grupos de amigos o amigas, o individuos solitarios, sin ningún niño. Sin ningún menor de edad.
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