Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
— Disculpad que os moleste pero... ¿sois ninjas, verdad?
Eri se giró al hombre, con el ceño fruncido ligeramente. Ambos llevaban la bandana, y ella incluso la plaquita que la distinguía como Jounin de Uzushiogakure, así que no tenía por qué mentir:
—Sí, somos ninja, ¿por qué lo pregunta? —preguntó.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
5/02/2020, 11:34 (Última modificación: 6/02/2020, 17:19 por Sasagani Yota. Editado 1 vez en total.)
—Sí, somos ninja, ¿por qué lo pregunta?
— Me lo había parecido, sí... Bueno me gustaría pediros un favor
Sin entrar en muchos detalles, el tipo ya me había hecho entrar la curiosidad. Vamos que disponía de toda mi atención.
— No tengo mucho dinero pero...
— Dispara, cuenta de que se trata e igual podemos hablarlo —interrumpí.
— Está bien, está bien, veamos... Resulta que el otro día se nos perdió nuestro perro en el bosque cuando salimos con mi mujer. No hemos podido encontrarlo y... bueno, os agradecería mucho si tratáis de buscarlo
No se trataba de matar a nadie. Tampoco de venganza, siquiera de una escolta, no... el tipo quería que buscáramos a un perro que él y su mujer habían perdido. De nuevo, parecía un buen ejercicio para ver lo compenetrados que podíamos estar Eri y yo y ver si así podíamos trabajar juntos en la búsqueda de Juro.
El hombre parecía necesitar ayuda y aunque fue Eri quien habló primeramente, Yota le instó a confiar en ellos lo suficiente para contarles el porqué de la pregunta. Ella lo miró, curiosa, ya por saber qué le ocurría al señor.
— Está bien, está bien, veamos... Resulta que el otro día se nos perdió nuestro perro en el bosque cuando salimos con mi mujer. No hemos podido encontrarlo y... bueno, os agradecería mucho si tratáis de buscarlo.
«¡Un perro!» Se puso de pie de golpe, y no entendió muy bien por qué, así que para pasar el apuro, se giró a Yota y posteriormente al hombre.
—No se preocupe, nosotros nos ocuparemos —afirmó—. Pero primero, contéstenos a unas cuantas preguntas: ¿hace cuánto tiempo? ¿Cómo es el perro? ¿Nos indicaría en qué zona se perdió exactamente? —cuestionó rápidamente.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
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Sin tiempo para que pudiera reaccionar de ninguna forma, ya fuese aceptando la petición del hombre o asaltarle con dudas, Eri se alzó como un resorte. La realidad es que si me hubieran dicho que tenía un muelle al culo me hubiera creido que había sido accionado. Me la miré con cierta sorpresa, por el ímpetu que mostraba la jōnin del Remolino. Pero pensándolo mejor, tenía su lógica, al final aquella era gente del país que había jurado proteger cuando se puso aquella bandana.
—No se preocupe, nosotros nos ocuparemos —afirmó—. Pero primero, contéstenos a unas cuantas preguntas: ¿hace cuánto tiempo? ¿Cómo es el perro? ¿Nos indicaría en qué zona se perdió exactamente?
El hombre también se sobresaltó ante la desmedida reacción de la pelirroja, incluso llegó a dar un paso hacía atrás.
— Gracias, shinobis —dije el hombre con una reverencia— veamos... sucedió al principio de la semana, no hemos parado de buscar pero no logramos de dar con él, tenemos que ir turnandonos entre el bar y buscar a nuestro Floppy... Es un husky precioso, blanco y marrón clarito. Si queréis os puedo acompañar y os enseñó donde se fue
«¿Han perdido un Husky llamado Floppy, era blanco y marrón, claro... Seguramente tuviera los ojos azules, ay, qué bonitos son...» Pero pronto intentó volver a centrarse en lo que la interesaba: aquella inesperada misión junto a Yota, una misión de rescate del pobre y perdido animal en el Bosque de la Hoja.
—Si queréis os puedo acompañar y os enseño donde se fue.
Eri miró al Sasagani, y luego asintió, esperando que sus reacciones y su voz cantante no fuesen diferentes a las que él haría en su situación.
—Claro, así podríamos rastrearlo mejor seguramente —añadió ella—. Vayamos.
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10/02/2020, 12:36 (Última modificación: 10/02/2020, 12:36 por Sasagani Yota.)
—Claro, así podríamos rastrearlo mejor seguramente —añadió ella—. Vayamos.
Después de que Eri tomase toda la iniciativa y se pusiese la capa imaginaria de la salvadora de perros de Ōnindo, me levanté de mi asiento dejando un poquito de zumo todavía en el interior del vaso y seguí a ambos, tanto a la uzujin como al dueño de aquel local, que había aprovechado para cerrarlo ya que éramos los únicos clientes en aquel momento.
Ya en el exterior cruzamos las calles de aquel lugar hasta dejar atrás la pequeña población en la que me había reunido con aquella kunoichi y había sellado una especie de pacto para lograr dar con Juro. El tiempo y la experiencia me había enseñado que era importante saber escoger aliados para los momentos oportunos. Y pasados unos minutos nos detuvimos en un pequeño claro del bosque, parecía como que los árboles nos rodeaban en un pequeño circulo imaginario.
— Fue aquí —dije el hombre después de haber frenado en seco y mirar al horizonte, con la mirada algo perdida.— Me temo que no os puedo decir mucho más que eso. Floppy salió disparado hacía adelante, como su hubiera visto algo o qué sé yo...
— Vaya, suena algo raro... Nunca he tenido perros pero... —dije, reflexionando en voz alta.
Eri siguió al dueño que cerró el local para poder guiarlos sin tener miedo de que alguien viniera en su ausencia y pronto se vio como guía de los shinobi que lo ayudarían a encontrar a su animal perdido. No tardaron mucho en alejarse de Minori, justo cuando Eri y Yota se habían puesto a la par justo detrás del dueño del pequeño bar de zumos mientras éste les enseñaba dónde estaba el último lugar donde había visto a Floppy, su Husky perdido.
Hasta que llegaron a un claro del Bosque de la Hoja.
— Fue aquí —Eri miró a su alrededor, intentando encontrar algo que pudiera ayudarles a simple vista— Me temo que no os puedo decir mucho más que eso. Floppy salió disparado hacía adelante, como su hubiera visto algo o qué sé yo...
«A lo mejor vio algo que le diera miedo... O que llamase su atención para que saliera corriendo tras ello.»
— Vaya, suena algo raro... Nunca he tenido perros pero...
—Pero... —repitió ella, instando a que el Sasagani continuase con su frase inacabada, luego se giró al dueño—. Quizá salió en busca de algo o huyendo de algo, quizá deberíamos ir por donde se fue para ver si encontramos alguna pista, ¿no, Yota? —preguntó, señalando el lugar que el hombre había señalado.
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«Pero no puedo usar mis arañas ni a Kumopansa para rastrear»
. Quizá salió en busca de algo o huyendo de algo, quizá deberíamos ir por donde se fue para ver si encontramos alguna pista, ¿no, Yota?
El señor se encogió de hombros mientras escuchaba las primeras conclusiones de la jōnin. Pero posiblemente estuviese en lo cierto, está claro que algo había llamado la atención de aquel animal y, quién sabe, existía la posibilidad de que se hubiese perdido o que se haya vistoa atrapado por alguna trampa o quizás algo peor...
— Será mejor que vayamos a investigar sí —me voltee hasta el señor— Nosotros nos encargamos de esto y cuando terminemos volveremos a su local a informar, no se preocupe
— Está bien, os confío esto a vosotros. Gracias de nuevo
El señor hizo una reverencia a ambos y deshizo el camino hasta volver a Minori. De esta forma nos quedamos Eri y yo solos en la búsqueda de aquel perro.
Yota aseguró que serían ellos los encargados de rescatar al pobre animal y ella asintió justo a su lado, demostrando involucrarse en aquella improvisada misión de rescate.
— ¿Vamos?
—Vamos —repitió ella, encaminándose al lugar señalado.
No caminó deprisa, buscando entre la tierra huellas que pudieran llevar a algún sitio o agudizando su oído por si escuchaba algo, por lo demás; no diría nada si no fuera para avisar a Yota de haber encontrado algo.
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Con Eri a la cabeza, yo andaba justo por detrás, tratando de encontrar algún posible índice de rastreo y examinando lo que la Uzumaki dejaba atrás para ver si yo era capaz de ver algo que ella no hubiese podido ver. Pero era en vano, era como si el perro de aquel hombre se hubiese volatilizado. Todo empezaba a olerme mal.
«— Esto no me gusta, joder»
Era una sensación de aquella de estar metiéndose en la boca del lobo. Era posible que fuese en su formato literal.
— ¿A ti también empieza a darte mal rollo esto?
Sentí la confianza y la necesidad para preguntarle a la pelirroja sobre lo que estábamos haciendo. No digo que estuviese mal, pero igual dsi que era un poco innecesario. De todas formas, ya nos habíamos comprometido, así que seguimos avanzando hasta un punto en el que las hojas muertas del suelo estaban revueltas como si alguien las hubiese hecho desplazarse de forma repentina, como cuando un animal como un perro o un lobo hubiese arrancado a correr desde parado. Aquello podría ser la pista que andábamos buscando.
Los dos shinobi se encargaron de ir tras el can buscando cualquier pista o rastro que pudiera llevarles hasta él, pero pronto se vieron envueltos en algo que más que un simple susto y escape del perro, parecía algo más, algo con mala pinta y que a ninguno de los dos le olía bien.
—¿A ti también empieza a darte mal rollo esto?
Eri tragó saliva, compartiendo completamente sus pensamientos con lo dicho por el chico.
—Es raro —concordó, torciendo el gesto.
Siguieron hacia delante hasta encontrarse con un sitio donde las hojas caídas y marrones hacían un extraño revuelo en el suelo, como si antes no hubieran estado ahí, como si algo las hubiera movido. Ella lo observó detenidamente, y tomó el brazo de Yota para señalar el sitio.
—Mira, puede que haya estado aquí —murmuró, señalando las hojas movidas—. Puede que estemos cerca.
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Definitivamente, las alarmas se iban disparando solitas y en mi caso, empezaba a temer de verdad por la vida de Floppy. estaba todo aparentemente tan tranquilo, pero entonces la chica me agarro de la mano, queriendo mostrarme algo.
—Mira, puede que haya estado aquí
Sí, es cierto que podría haberlo hecho el perro que andábamos buscando pero no teníamos ningún tipo de certeza de que fuera de aquel modo.
. Puede que estemos cerca.
Chasquee la lengua, contrariado.
— Sí, pero... ¿cerca de qué?
Expresé mis dudas sin tapujos, ni siquiera escondiendome de nada. Blanco y en botella. Empezaba a dudar incluso de aquel hombre, ¿y si simplemente quería vengarse por algo que le hubiese sucedido en el pasado? Sacudí la cabeza, estaba adentrándome demasiado en el oscuro terreno de las teorías conspiranoicas y entonces...
— Sí, pero... ¿cerca de qué?—preguntó el kusajin, algo contrariado por sus suposiciones.
—De Flo...
¡AGUAUUUUUUUUUUUUUUUU!
«¡Un perro!»
— Tiene que ser Floppy, ¡vamos!
Ella asintió, aunque quiso mostrarle una mueca por haber dudado de sus suposiciones. ¿Quizá él pensaba que podría ser una trampa? Si era así, ¿de qué? ¿Qué podría haber pasado? ¿No se fiaba del señor que había perdido a su perro? No se le veía tan triste como podría estar ella si perdiera a su perro, eso era verdad, pero tampoco quería emparanoiarse por algo que no tenía nada que ver con ella.
Dejando el debate interno a un lado, siguió a Yota aunque si se lo proponía y no se daba cuenta, lo superaba corriendo hacia el chillido.
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Prácticamente puede decirse que intercambiar nuestras miradas por tan solo un segundo fue suficiente para que ambos echaramos a correr a pesar de que yo terminé por manifestarlo verbalmente. Pero la uzujin no. Ell en su lugar se limitó a correr en la dirección en la que provenía aquel berrido de animal que, ciertamente parecía de perro. Pronto me dejaría atrás, olvidándose de todo lo de su alrededor, ella tenía un claro objetivo, le había hecho una promesa a aquel hombre y la terminaría cumpliendo.
Cruzamos un pequeño riachuelo, apartamos varias ramas para no estamparnos, alguna que otra pequeña colina y entonces...
Bajo un árbol había un perro blanco y marrón, pelo largo y suave y sí, como había predicho Eri, tenía los ojos azules. Pero también tenía manchas de sangre por todo el cuerpo y algún que otro hilito de sangre brotando de entre sus dientes.
«Oh, vamos, no me jodas..»
— ¡Mira, Eri-san!
Dije, alarmandola, aunque ella llegó segundos antes a la zona y ya lo habría visto.
Tras saltar un pequeño río y sortear unas cuantas ramas para no comer hojas al puro estilo kusajin, llegaron donde el chillido había resonado: bajo un árbol estaba un precioso can de ojos azules herido por todo su cuerpo y con sangre bajando desde sus dientes. Eri ahogó un grito de horror al encontrarse con un animal tan majestuoso demacrado por algo.
— ¡Mira, Eri-san!
—Es horrible... —murmuró ella, acercándose con cautela al animal herido. No podía permitir que se precipitara e hiciera algo imprudente que los condenase a ellos también, pero necesitaban tratar a aquel pobre animal lo antes posible—. Yota-san, tenemos que hacer algo —urgió, acercándose.
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