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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
No te preocupes. Y no intentes cauterizar una herida con fuego si no sabes hacerlo. — le dijo con tacto. — Se despertará en breve, la pildora es bastante fuerte.

La puso la mano en el hombro, intentando tranquilizarla.
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Rin se quedó observando el cuerpo de Sora con seriedad y preocupación, ignorando la caricia en su hombro. Respiraba sin problemas, y parecía igual de fría al tacto que siempre.

¿Que debo tener en cuenta a la hora de hacerlo? ¿Como se tiene que cauterizar? Explicamelo, por favor — Rin se volteo entonces de inmediato, mirándola con total decisión.
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La chica suspiró y miró con ternura a la muchacha.

Es mejor que no tengas esa idea en mente, querida. El cauterizado es una medida para situaciones extremas. Si le hubieras cauterizado esta herida, yo no habría podido sanarla y la cicatriz le hubiese quedado para siempre. No era una herida seria, pero seguir peleando si estás herida lleva al desangramiento. — le explicó con cuidado. — Para cauterizar, calienta una hoja al rojo vivo y ponla contra la herida. Nunca el fuego directo.

Sora empezó a hacer ruiditos.
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D-De acuerdo... C-Cuando llegue a casa será mejor que estudie un poco sobre esto... Podría volver a ocurrir algo así en cualquier situación... — Arrugó el rostro llevándose una mano a la barbilla y bajando algo la cabeza pensativa. Entonces Sora empezó a hacer algunos ruidos, a lo que Rin se volteó nuevamente alarmada. — ¿¡Sora!? ¡¿Sora, me escuchas?! ¡¿Q-Quieres algo, n-necesitas algo?!
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Sora abrió los ojos lentamente, enfocandose en Rin. Sonrió levemente.

No esperaba ir al cielo después de todo... — dijo con sencillez poniendo su mano en la mejilla de Rin. — Estás ardiendo, preciosa
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Rin frunció el ceño, sonrojándose visiblemente molesta ante el coqueteo de Sora.

N-No se para qué me preocupo, e-está claro que estás perfectamente — respondió protestando y mirando a otro lado ruborizada, para poco después apartarse y sentarse en algún lugar que tuviera a mano, dejando escapar un pesado suspiro, notándose algo de cansancio en sus ojos aunque estuviera claramente malhumorada.

Se recostaría, encogiéndose de hombros y cruzándose de brazos, apoyando la cabeza en uno de sus propios hombros, empezando a darle vueltas a más de una cosa tras lo acontecido en silencio.
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No, espera, ángel. ¿He dicho algo malo? — pregunto Sora intentando levantarse para detener a Rin, pero cayendo de nuevo en su improvisada cama, mareada.

Calmate, has perdido mucha sangre. Aún tienes que recuperarte. ¿Quieres algo de agua? — preguntó la médica ayudandola a recostarse de nuevo.

¿Sangre? ¿Agua? Entonces no he muerto. — dijo quedandose helada en el sitio. — ¿Y por qué me va el corazón tan rapido?

La chica se quedó callada un segundo, sin saber qué decirle.
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Pero Sora seguía con sus tonterías, y aquello solo hizo que Rin se hundiera más en el sitio donde estaba muerta de la vergüenza, dejando ya ver de su rostro solo sus ojos. Por todas las Diosas, ¿qué clase de día estaba llevando exactamente con aquella chica? Primero se negaba a subirse en el tren, muerta de miedo y accediendo tan solo porque quería su comida, después estuvieron discutiendo y enfadadas la una con la otra generando una muy incómoda tensión. Y ahora, tras aquel susto de muerte por el combate, se dedicaba a decirle cualquier dulce pensamiento que se le pasaba por la cabeza.

El otro día también coqueteó con ella en más de una ocasión, aunque tan solo pensaba que lo hacía para fastidiarla y obligarla a hacer cosas dado que no sabía como encarar esas respuestas. Si estaba realmente siguiendo con aquella broma en aquel pésimo estado en el que estaba, era para matarla ahí mismo.

S-Siento que estemos abusando de tu hospitalidad... P-Pero me gustaría irme cuando se encuentre claramente mejor... — Dijo muy avergonzada, y en un tono algo bajo.
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La mujer le cogió la muñeca y le tomó el pulso.

No lo he visto nunca como efecto secundario de las pildoras. ¿Tal vez es por cómo te has despertado? — entonces se giró a Rin. — No os preocupéis, habéis salvado el pueblo de mi madre, quedaos cuanto necesiteis.

Sora miró a Rin, se quedaría mirandola fijamente, pero apartaría la mirada si Rin la miraba a ella.
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Tras aquella confirmación se relajo un poco más en el sitio, acomodándose ligeramente y dejando escapar un suspiro. Estuvo mirando el suelo durante un rato, perdida en sus pensamientos; la idea de aprender algo de primeros auxilios siempre estaba bien, supuso, no es solo para algo como los propios ninjas, también era algo que podía acabar usando en su día a día. Aquello sería algo más pausado y tranquilo, pues en su mente tenía otra cosa presente; si hubiera estado más atenta y avispada, Sora no hubiera sufrido aquel ataque por salvarla a ella.

Entonces, miro a Sora, y al unísono desviaron las miradas cuando estás de conectaron, quedándose con la cabeza apoyada en una de sus manos con los dedos por mitad de la cara, volviendo a mirar el suelo. Podría entrenar más, había un estadio en el que la gente solía ir a practicar; era un buen lugar por donde empezar, podría entrenar e incluso combatir con otros para mejorar. No perdía nada por intentarlo.
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Bueno, creo que ya estoy mucho mejor. Podemos irnos ya. — dijo sentandose en la mesa ya sin marearse

¡Espera! Te he tenido que abrir la camisa para curarte, tienes que cambiarte y ponerte algo encima, ya es casi invierno, no puedes ir así.

No te preocupes, soy una costurera profesional, ya me haré un apaño. — dijo haciendole un gesto de tranquilidad.

Se puso en pie y camino hasta la puerta, cojeando levemente. La peor herida estaba sanada, pero tenía muchas más de la pelea.
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Rin se levantó entonces de golpe, recortando la distancia con Sora con pasos fuertes y decididos. Le agarró de la muñeca cuando esta intentó abrir la puerta y se la torció con suavidad hacia atrás para mirarla airada.

Te vas a sentar y vas a descansar hasta que ella te lo diga — se giró a la chica sin soltar la mano de Sora, todavía con aquella decidida mirada. — ¿Puedes darle alguna camisa vieja?
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Sora la miró sorprendida y sus mejillas enrojecieron levemente mientras apartaba la mirada.

Está bien. — dijo sij ofrecer resistencia.

Se sentaría donde Rin la llevase y no objetaria en nada por el momento.

Sí... Voy a por algo. — dijo observando la tensión entre ellas y saliendo de la cocina.
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Visto que Sora no parecía saber donde moverse, tiró de ella para llevarla hasta lo que pareciera un salón, parándose en mitad de este.

Vamos, túmbate — respondió mirando el sofá y quitándose la chaqueta que siempre llevaba. — Cuando vuelva con la ropa, cámbiate y vuelve a acostarte un rato. Ya no hay nada más que hacer más que volver a la aldea, así que descansa por un par de horas

Utilizó su propia chaqueta para ponérsela por encima, así como acomodarle algo la cabeza con algún cojín si hacía falta. Después, se sentaría en un sillón cercano, más bien dejándose caer sobre este con los brazos cayendo por los laterales y dejando escapar un pesado suspiro.
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Sora la siguió sin dejar de mirarla. Rin notaria que sus manos estaban templadas en vez de frias. Miró y escuchó todo lo que dijo.

De acuerdo. — contestó sin dejar de mirarla mientras se tumbaba.

Cuando le echó la chaqueta por encima, Sora de acurrucó con ella sonriendo levemente.

Tú no estás herida, ¿verdad? — preguntó preocupada.
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