Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Yota no dejó el tema. En lugar de callarse, trató de arreglar el asunto, aunque ya la había fastidiado bastante a su parecer. Juro se cruzó de brazos y le escuchó. Después de todo, no tenía otra cosa que hacer.
« Ahora no me hagas la pelota » — pensó, molesto por su actitud.
Yota bajó la mirada. Juro suspiró.
— Es por todo esto que he decidido hacer un cambio, Juro. Quiero estar totalmente centrado cuando hago una misión y, en definitiva, cuando estoy trabajando. No tiene que ver contigo, así que preferiría que no te lo tomases como algo personal, ¿lo entiendes, verdad?
— Está bien, está bien — murmuró, molesto por la situación en general. No le gustaba recibir tantas confesiones de golpe, y menos de alguien que se mantenía como una caja hermética la mayor parte del tiempo. Era incómodo —. Solamente estoy asimilando mi nuevo cargo y mis funciones. No quiero decepcionar a Morikage-sama, por mucho que sea la primera misión.
» Los dos queremos demostrarnos algo, así que vamos a hacerlo lo mejor posible.
Aliviado, alcé la mirada de nuevo, al horizonte, al menos parecía que el kusajin comprendía un poco mi situación. Aunque como el propio Juro relataba, para él tampoco había sido fácil todo aquel cambio que se cernía sobre nosotros, en su caso con especial hincapié en aquel inesperado ascenso hasta ser jounin, saltándose el paso intermedio de ser un chuunin. Lo suyo también era lógico y razonable, desde luego.
— No conozco a Kenzou-sama lo suficiente como para saber como piensa o como toma las decisiones, pero estoy convencido de que si te ha ascendido hasta jounin es porque te lo has ganado y porque él mismo cree que lo harás bien con tu nuevo cargo
Bueno, la verdad es que no hacía falta ser un cerebrito para saber que no había necesidad alguna de ascenderlo hasta ese rango shinobi a no ser que hubieran unos méritos y unos motivos de peso para hacerlo. Si lo había logrado era porque el muchacho había destacado y aquel era el premio que merecía el marionetista. Ahora era tarea suya que la presión no le superase y pudiese desempeñar sus nuevas obligaciones con solvencia y que las expectativas depositadas en él no cayeran en saco roto.
— No tengo otra opción que empezar a hacer las cosas bien a partir de ahora. Simplemente no tengo elección. Y quiero hacerlo bien
— Bueno, ¿y el besito para cuando? en serio que sois dos humanos muy raritos, ¿eh?
Oh, claro, como no, Kumopansa haciendo una broma de las suyas, siempre dispuesto a meter la puntilla que para ella era tan necesaria. Me limité a no hacer ni un solo comentario al respecto antes que soltar un improperio.
— No conozco a Kenzou-sama lo suficiente como para saber como piensa o como toma las decisiones, pero estoy convencido de que si te ha ascendido hasta jounin es porque te lo has ganado y porque él mismo cree que lo harás bien con tu nuevo cargo
— Si... estoy seguro de que sí — dijo Juro, asintiendo. En el fondo, seguía sintiéndose igual de inseguro, pero no podía meterse en el terreno de Kenzou-sama se equivoca. Así que no iba a contradecirle.
Juro y Yota parecían haber hecho las paces a medias en ese pequeño conflicto, aunque de poco servía. Yota iba a seguir tratándole con el mismo respeto (algo que estaba bien, probablemente). Tendría que acostumbrarse, pero en la vida había que acostumbarse a todo, ¿no?
Juro se había olvidado completamente de alguien más. Kumopansa, la araña de Yota, no parecía haber cambiado por su ascenso, cosa que hasta agradeció.
— Bueno, ¿y el besito para cuando? en serio que sois dos humanos muy raritos, ¿eh?
No pudo evitar sonreír ante ese comentario. Era hasta graciosa.
— Espero que no te sientas sola mientras nosotros hablamos, Kumopansa. Si quieres, te puedo presentar a alguna de mis marionetas. Estoy seguro de que te haría compañía — murmuró Juro, con una sonrisa algo inquietante —. Será mejor que sigamos, Yota. Esta misión saldrá bien.
— No estoy muy seguro de que sea buena idea que Kumopansa y tus marionetas se conozcan...
— ¡Oh, vamos! si no lo hacemos nunca lo sabrás...
Pero Juro tenía razón, ya habíamos charlado bastante rato. Había llegado el momento de reanudar la marcha y darse prisa si queríamos llegar a una hora decente a las aldeas circundantes del bosque de hongos y tener un sitio en el que dormir. De lo contrario tocaría acampar en algún remoto lugar.
Así que precisamente eso fue lo que hicimos, caminar y caminar. Por fortuna, llegamos a tiempo a una de esas pequeñas poblaciones. Era una de esas típicas del país, de población realmente reducida y en la que la mayoría eran agricultores o gente que se ganaba la vida con el ganado. Nos metimos en un lugar que carecía de lujo alguno y allí pasamos la noche.
···
Al día siguiente, nos adentramos en el bosque. el objetivo era claro, no debíamos entretenernos allí dentro si queríamos salir vivos y llegar a los arrozales antes de que cayera el sol. Así pues, avanzamos con cautela pero sin detenernos, escepto para comer. Pausa en la que no invertimos demasiado tiempo.
Al final superamos aquel laberinto repleto de hongos de todos los tamaños y colores con éxito y antes de que la noche se adueñase del país. tras seguir un sendero, durante un rato, llegamos finalmente a los arrozales donde deberíamos encontrar al tal Yamcha y su templo, por ahí debía estar.
— Bien, yo ya he cumplido con mi parte, te presento los arrozales. Por aquí debería estar ese tipo
Yo creo que después del post de Juro ya puede entrar el master
Juro no pudo evitar sonreír ante la temeridad de la araña y las imposiciones de Yota. Supuso que el chico tenía una buena imagen de su marioneta. No se equivocaba. Puede que Gen fuese pequeño, pero era matón. Sus marionetas, en general, eran peligrosas.
Continuaron el camino sin decir mucho más, hasta que Yota les guió a una pequeña población. Ahí, pudieron pasar la noche sin llamar la atención ni pasar apuro, hasta esperar el alba. Juro no dormió demasiado bien. Solo esperaba cumplir su misión...
···
Tras superar el bosque y comer, recorrieron un sendero. Al final, llegaron al susodicho lugar. Los arrozales del silencio. Ahí era donde debían de empezar su verdadera misión.
— Bien, yo ya he cumplido con mi parte, te presento los arrozales. Por aquí debería estar ese tipo
— Buen trabajo, Yota — murmuró Juro, para luego mirar a los lados —. Ahora debemos encontrar el templo. Eso es lo primero de todo. No nos acercaremos directamente. Quiero ver como es antes.
Juro buscaría caminar, si Yota le seguía, hasta tratar de localizar dicho templo. Esperó que no fuese demasiado extenso, o que no estuviera muy escondido.
Sin embargo, Juro se equivocaba. Y de lleno. Los Arrozales del Silencio, conocidos en todo Oonindo, no eran el huertito privado del Daimyō de Mori no Kuni; sino una vasta extensión de campos de cultivos y pueblecitos, mayormente habitados por jornaleros, aquí y allá. En la parte Oeste, por la que habían llegado los ninjas, se podían divisar a lo lejos algunas agrupaciones de casas y edificios de tamaño algo mayor, probablemente tiendas, posadas o similares.
A simple vista era imposible dilucidar si alguna de aquellas casas sería el dojo del maestro Yamcha. Ante los ninjas se extendían los campos en toda su amplitud, y dada la falta de direcciones específicas sobre dónde hallar al custodio del Taijutsu secreto que tenían que encontrar, podía suponerse que se esperaba de ellos que encontrasen en lugar por sus propios medios.
A aquellas horas —pasado ya el mediodía— podían verse a los incontables trabajadores de los arrozales recorriendo los múltiples senderos que cruzaban los campos para volver al tajo. El Sol de Otoño pegaba con fuerza aquel día, e incluso a pesar de que las temperaturas ya hacía un par de meses que habían descendido, todavía resultaba difícil trabajar a semejantes horas. A pesar de ello, los arrozales empezaron a llenarse de jornaleros que volvían a doblarse sobre sus propias rodillas para seguir recogiendo la cosecha.
— Buen trabajo, Yota — murmuró Juro, para luego mirar a los lados —. Ahora debemos encontrar el templo. Eso es lo primero de todo. No nos acercaremos directamente. Quiero ver como es antes.
Cada vez tenía más claro que el problema de orientación de Juro era un problema gordo y no era algo que debía ignorar.
«¿Acercarnos directamente?»
No sé a qué no podíamos acercarnos directamente. O había algo que estaba pasando por alto o yo qué sé. Mi vista tan solo alcanzaba a ver aquella extensión de campos de arroz y aquellos trabajadores que seguramente volvían de su pausa para comer, listos para empezar el turno de la tarde. Era un buen momento para usar la mejor de las habilidades de mi acompañante ocho ojos.
— Kumopansa, adelantate a ver qué encuentras —no hizo falta que se lo repitiese para que acatase las órdenes y el arácnido descendiese al suelo para enfilar aquel sendero en busca de alguna pista, una población y con suerte algún dojo— Nosotros igual deberíamos preguntar a esta gente. Yo no me conozco este sitio
Juro pronto comprendió su error. Se le enrojecieron las mejillas, y trató de ocultarlo, mirando al suelo. El lugar era grande, sí. Mucho más grande de lo que habría esperado. Para él, que la orientación y las proporciones eran un lío, tenía mucho que trabajar en ese aspecto.
Yota volvió a ponerle mala cara, para después ordenar a su araña compañera que se fuese a investigar, y a él que debían de tratar de averiguar dónde estaba el paradero de los dojos.
— B-bien, es una buena idea — murmuró, para después poner su vista a la gente que había —. Vamos a preguntarle a alguien. Supongo que no corremos ningún riesgo. Después de todo, no van a ir corriendo a avisar al del templo de que dos shinobis le buscan.
« ¿Verdad? » — se repitió mentalmente. Después, negó con la cabeza. El que llevaba el templo era un hombre confiado, y seguro que territorial. Era su pergamino, y su dojo. No iba a salir corriendo. Seguro que no.
Aprovechando mientras Kumopansa buscaba, Juro indicaría a Yota ir hacia los jornaleros más cercanos. Juro se acercaría a uno de ellos (el que pareciera más normal y puesto en sus cabales) y se atrevería a preguntar.
— Buenos días — dijo, con una sonrisa amigable —. Estamos buscando un dojo y nos preguntabamos si podría darnos alguna indicación. Creo que el maestro que lo regenta se llama Sarutobi Yamcha.
Los ninjas de la Hierba caminaron durante unos minutos, siguiendo la linde del sendero que se adentraba en los campos, hasta llegar a donde se encontraban los agricultores más cercanos. Pudieron observar que casi todos eran de edad bastante avanzada —no menos de cuarenta años—, y aunque en efecto había alguno más joven, eran minoría. Hombres y mujeres por igual, todos trabajaban sin descanso con las perneras de sus pantalones remangadas y la espalda inclinada sobre los arrozales.
Al acercarse a uno de los jornaleros, que lucía tan mundano y pueblerino como cualquier otro, Juro le interpeló amablemente. El tipo levantó la mirada, extrañado, y luego se irguió sobre sus pies descalzos. Era un tipo bajito, de aspecto recio —curtido probablemente por el trabajo del campo—, pelo negro y ojos oscuros. Ceñudo, miró de arriba a abajo a los dos shinobi antes de contestar.
—Ome, po' puede zé... —dubitativo, el agricultor se llevó una mano a la frente para secarse el sudor que se la perlaba—. Pero ehque yo tengo mú mala memoria, zabe usté... Alomehón tiene usté algo por ahí pa refrescármela.
Luego esbozó una sonrisa pícara que dejó al descubierto parte de su dentadura mal cuidada, y miró a Juro esperando que éste entendiese que buscaba algunos ryos por su respuesta.
Supuse que el jounin no encontró un plan mejor. Ponerse a buscar a ciegas en aquel lugar sería algo así como buscar una aguja en un pajar. O puede que incluso peor. Así que busco la que le pareció la persona indicada e hizo la pregunta.
— Buenos días — dijo, con una sonrisa amigable —. Estamos buscando un dojo y nos preguntabamos si podría darnos alguna indicación. Creo que el maestro que lo regenta se llama Sarutobi Yamcha.
Se trataba de un tipo más bien bajo e iba descalzo. Alzó la cabeza en cuanto escuchó a Juro mientras yo esperaba por sus indicaciones pero en su lugar lo que nos encontramos...
—Ome, po' puede zé... —dubitativo, el agricultor se llevó una mano a la frente para secarse el sudor que se la perlaba—. Pero ehque yo tengo mú mala memoria, zabe usté... Alomehón tiene usté algo por ahí pa refrescármela.
Apreté mi puño junto a mi pierna, algo furioso ante la desfachatez del hombre.
Juro fue a hablar con uno de los agricultores de lugar. Era bajito, de aspecto recio, con el pelo negro y ojos oscuros. Iba descalzo, y parecía rondar los cuarenta años, como la mayoría de ahí..
Para su sorpresa, la amabilidad no es lo que primaba esas tierras.
—Ome, po' puede zé...Pero ehque yo tengo mú mala memoria, zabe usté... Alomehón tiene usté algo por ahí pa refrescármela.
Yota, a su lado, se cabreó. Juro sabía que el genin no era precisamente conocido por contener la ira. Si no tenía cuidado, eso podría volverse una situación muy peligrosa. Por otro lado, si todos se ponían de acuerdo en cobrarles por la información, los shinobi lo tendrían muy difícil para sacarles algo.
« En caso de que sean sinceros y que no nos mientan, claro. Podríamos volver y destrozar sus campos, pero eso nos traería más problemas a nosotros que a ellos. Y son conscientes » — Estaba en una situación jodida, la verdad. Probablemente, el señor les veía cara de niños y había decidido aprovecharse.
Juro se adelantó, y evitó que Yota hiciese ninguna estupidez.
— Le recuerdo que somos shinobis del Kusagakure — dijo Juro, con un tono mucho menos amigable. Desde luego, su sonrisa se había transformado en una mueca seria —. Omitir información y chantajearnos son delitos bastante grave, además de un desacato a la autoridad. No me gustaría tener que reportar este hecho.
Juro porfa, cambia el título del tema al título de la misión, en plan siguiendo el formato típico.
El ceñudo jornalero no se inmutó demasiado ante la actitud beligerantemente silenciosa de Yota, pero las palabras de Juro si parecieron alterarle. Se removió en su sitio, aun sin moverse, y empezó a frotarse las manos con patente nerviosismo. Pese a que el jounin de Kusa no era un tipo especialmente intimidante, su oficio y rango le permitían amedrentar a un pobre civil como aquel. Sin embargo, el campesino pronto quiso deshacerse de aquel problema y trató de salir del agujero que él mismo acababa de cavarse.
—Ira ocio, yo... ¡Yo no zé ná, en! ¡A mí deharme tranquilo que tengo musho trabaho asquí en er campo!
Porfiando, el recolector de arroz se dio media vuelta para volver a doblar el lomo y seguir recogiendo arroz. No pasaría inadvertido para los ninjas, tampoco, que los gritos del jornalero habían llamado la atención de sus otros compañeros, que como él, recogían la cosecha descalzos de pies y espalda inclinada sobre el arrozal.
Ahora debían elegir con cuidado cómo proceder, porque aunque aquellos trabajadores del campo no eran, evidentemente, una amenaza, tampoco gozaban de la fama de ser individuos especialmente razonables. Y, si se cerraban en banda, los shinobi podrían verse en la tesitura de tener que utilizar medios de convicción más directos y menos bien vistos por el público general.
O eso, o tal vez les compensaba más seguir con su búsqueda por otros derroteros. La elección era de ellos, y solo de ellos.
5/11/2018, 16:06 (Última modificación: 5/11/2018, 16:06 por Sasagani Yota.)
Fue bonito pensar que las amenazas lanzadas por Juro, ateniéndose a aquel supuesto desacato a la autoridad funcionarían. Pero en cierto modo lo hicieron, logró amedrentar al campesino, pero no del modo deseado. Aquellas amenazas del jounin lo único que lograron fue que el tipo se cerrase absolutamente en banda.
—Ira ocio, yo... ¡Yo no zé ná, en! ¡A mí deharme tranquilo que tengo musho trabaho asquí en er campo!
— Mírame
El tipo no me dejaba ninguna opción y no había más tiempo que perder, así que ni siquiera busqué la aprobación de Juro que, viendo la amenaza anterior, supuse que vería con buenos ojos lo que estaba por hacer. Junte mis manos y realice una corta cadena de sellos para terminar con una sonora palmada. En ese instante cruzaría nuestras miradas con el agricultor para meterlo en mi ilusión.
— si prefieres hacerlo por las malas... Bueno, yo soy más de hacerlo por las buenas, pero se ve que tu no
El campesino, tras aquellas palabras, vería como sus parcelas de plantación ardían como mil demonios, pudiendo sentir el calor de unas llamas que poco a poco iban consumiendo su plantación y solo la suya. Juro ya no estaba y los demás camaradas del tipo tampoco. Solo él y yo. Ambos rodeados por el fuego que consumía todo por lo que había sudado tanto durante tanto tiempo. Y de golpe y porrazo, tras mi sonrisa, todo desapareció. Todo volvió a la normalidad. Juro volvía a estar a mi lado y los demás campesinos volvieron a la percepción de aquel hombre.
— Creo que ibas a decirnos donde estaba el dojo de Sarutobi Yamcha-sensei
Técnica ilusoria muy básica en la que el usuario simula que el entorno cambia rápidamente y el oponente sufre un daño indeterminado. Para que el daño sea creíble, y la ilusión haga efecto, los daños simulados se han de corresponder en mayor o menor medida a la cantidad de puntos de vida que el usuario pierde. Se puede simular con elementos de los que el jugador dispone o inventar, por ejemplo, que al oponente le atacan unos animales salvajes. En cualquier caso, esta ilusión sólo tendrá efecto una única vez por trama y oponente, y al segundo intento el adversario podrá zafarse de ella mediante la autoconvicción (no es necesario disponer del Genjutsu Kai). El usuario y el oponente quedarán inmóviles en todo momento.
5/11/2018, 16:20 (Última modificación: 5/11/2018, 16:23 por Eikyuu Juro. Editado 2 veces en total.)
Juro se mordió el labio, al observar al campesino. En primer lugar, sus amenazas funcionaron, y pareció asustado. Era triste, pero Juro se sorprendió más que cualquier otro.
« ¡Mi cargo me da poder! ¡Increible! ¿Qué debo hacer ahora? ¿Hacerme el duro? ¿Mirarle como si le fuera a matar? ¡Mierda Juro, piensa, piensa! » — ¿Ahora que hacía?
Pronto, se dio cuenta de que no todo había salido como él pensaba. Los campesinos les miraron mal, sabiendo lo que estaban haciendo. Todos parecían formar una piña, y se daban perfectamente cuenta de lo que ocurría. Si se aliaban o se negaban a hablar, entonces no podrían hacer nada...
A menos que...
No. Juro nunca usaría la violencia física contra civiles. Tenía unos princpios, ¿verdad? El fin no justificaba los medios. Era un jounin, no podía hacer algo así.
¿Qué hacía? ¿Qué hacía?
— si prefieres hacerlo por las malas... Bueno, yo soy más de hacerlo por las buenas, pero se ve que tu no
Juro se volvió, y observó como su compañero hacía sellos. Se le aceleró el corazón a mil. ¿Iba a atacarle? ¿A tanto había llegado su furia?
— Yot... — Juro supo que era su deber detenerle, pero, entonces, vio algo que le sorprendió. No era violencia. Era... algo más. Algo que le dejó helado.
— Creo que ibas a decirnos donde estaba el dojo de Sarutobi Yamcha-sensei
5/11/2018, 16:32 (Última modificación: 5/11/2018, 16:35 por Uchiha Akame. Editado 1 vez en total.)
Juro porfa, cambia el título del tema al título de la misión, en plan siguiendo el formato típico.
A ojos de todos los observadores externos, la escena fue incluso más impactante que para el pobre labriego. Mientras él veía como los campos ardían a su alrededor, llegando incluso las llamas a extenderse por el arrozal y prenderle fuego como si de una antorcha gigantesca se tratase, los demás le observaban a él, absorto, como si su cerebro hubiera sido desconectado. El ceñudo agricultor , por su parte, quiso correr y pedir auxilio, marcharse de allí; pero no pudo. Tuvo que mirar cómo todo era consumido por el fuego. Cuando la ilusión de Yota terminó, el jornalero cayó de culo con la cara desencajada de terror.
—Q... Haz... Ehjum... Halp... —murmuró, todavía con la mirada perdida, incapaz de articular una sola palabra con sentido.
Media docena de jornaleros, que habían presenciado la escena, se acercaron rápidamente a socorrer a su compadre.
—¡Esubi-san! ¡Esubi-san! ¡Dime argo! —pidió uno, que se arrodilló junto a él, mientras le torteaba el rostro con la mano libre—. ¡Ehtoh ninjas noh lo han dejao mongolo perdío!
Al ver la condición del afectado —que probablemente sólo estaba en un estado de shock transitorio y volvería en sí en unos minutos—, los demás no dudaron en empezar a lanzar improperios y maldiciones contra los ninjas. Uno de ellos se volvió hacia Yota y le espetó con desagrado.
—¡Bruhería! ¡Bruhería ninja! ¡Mal rayo te parta, desgraciao'!
—¡Que arguien llame a los soldaos! —pidió otro.
Sin embargo, uno de ellos alzó su voz por encima de la del resto, intentando tomar posesión de la situación antes de que se desmadrara. Se acercó a los ninjas y les escrudiñó con una mirada color marrón, dura como una piedra. Era bajito y ancho de hombros, de calva dominante en su pelada cabeza excepto por algunos pelos sueltos en la coronilla y una banda de pelo negro en la nuca.
—¿Estái buhcando ar maestro borrasho, ¿verdá? —quiso saber, y luego de fruncir los labios con rabia, prosiguió—. Su dojo lo vai a encontrá siguiendo la zenda que va hacia el Oehte. Pero ya oh avizo de que no tiene mu buen humor, el ioputa. Bueno, mehón, así os retuerza er pehcuezo...
Esperando que los ninjas se dieran por satisfechos, el agricultor se volvió hacia su compañero. Negó con la cabeza, y lanzó una última pregunta a Yota.
—¿Ze va a poné bien o me lo habéi dejao' tonto pa toa' la vida?