Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Datsue le recomendó no frustrarse por el fallo en su técnica, pues esa reacción no haría mas que frenarle en su progreso. Aseguró que ya terminaría por salirle más adelante, que no se preocupase. Quizás la chica se había apresurado a usar una técnica así, pero...
—A ella se le ve hacerlo tan fácil... —se quejó, refiriéndose a su nueva mentora.
»En fin.
Tomó espalda contra la pared, y realizó su técnica para camuflarse con el entorno. El Uchiha por su parte elaboró un poco más la cosa, subiéndose al tejado y desapareciendo como por arte de magia. La verdad, era asombroso lo habilidoso que podía llegar a ser un shinobi a la altura de éste.
[...]
El tiempo pasó, lento pero sin pausa, con paso de hierro. Pasaron quince minutos,, luego treinta, y casi llegaron a los cincuenta minutos. Nadie pasó por el lugar, o eso pareció, quizás algún pequeño correteando con sus padres persiguiéndolos como si la vida les pendiera en ello. Poco más que eso, y una pelea de gatos callejeros.
Pero, antes de llegar a pasar una hora, algo aconteció. Un par de chicos se acercaron, con un rostro que claramente reflejaba incertidumbre. Miraban atónitos el grafiti de los shinobis, y discutían como si no entendiesen una mierda de éste.
—¡Joder! ¿Qué coño es ésto? ¿¡Qué puto coño es ésto!? —se quejaba el rubio, en lo que señalaba disgustado la obra de arte.
—¿P-p-p-p-p-p-p-uede se-se-ser una-una-una brrrrrrrrrrrrr-oma? —el segundo parecía realmente impactado, no se creía eso del pingüino.
—¿¡JODER!? ¡Ya verás cuando se entere Ami de ésto! ¿¡FLIPAS!?
—¿Y-y-y-y-y silo bo-bo-bo-bo-bo-rramos?
—¿¡Que fácil es decirlo para tí!? —sentenció, sin darse cuenta de fallo. —¿Has visto el tamaño y la pintura que tiene? ¿¡Tapar eso va a costarnos varias horas!?
El rubio se cruzó de brazos a escasos metros de la pintada, intentando sopesar la situación y pensar en una solución. Entre tanto, el moreno lo miraba con desdén, ofendido por el comentario de su compañero. El primero vestía unos pantalones verdes, camiseta blanca y una chaquetilla roja. El moreno vestía similar, solo que su camiseta era negra.
«Vale, así que aquí tenemos a dos de la banda de la Akimichi. Joder, son putos criajos. ¿Cuánto hace que no hago una misión de este estilo? ¿Y por qué narices me he envuelto en una de nuevo?» Sus ojos pasaron del par de imberbes a la capa envuelta en chakra con la que se cubría Aiko, capaz de engañar a unos críos pero no a sus ojos. «Ah, ahora me acuerdo porqué».
Suspiró. Se había pasado una hora allí quieto, sin moverse, como si estuviese esperando a un intercambio de droga o algún encuentro de ilegalidad parecida. Y en realidad lo que había estado haciendo era aguardar para que dos criajos debatiesen si debían borrar o no una pintura en la pared.
«Al menos que la espera merezca la pena. ¿Debería actuar ya y pillarles? Podría encargarme de que estos reciban su merecido, pero quizá no sirva de mucho si no pillamos in fraganti a la jefa. Nah, ya habrá tiempo. Mejor esperar. Además, debería dejar actuar a Aiko. Al fin y al cabo, yo solo estoy para guiar y ayudarla.».
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
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Quizás para comprobar la frescura de la pintura, u otro motivo, los chicos terminaron por acercarse a la pared. El rubio no hacía mas que llevarse las manos a la cabeza, rascando frenéticamente esa salvaje melena en lo que intentaba buscar una solución al problema. El tartamudo, lejos de mandarlo a tomar por culo, se acercó con éste. El problema era de ambos, y sin duda alguna les parecía un mundo. Pero de pronto, el mundo se les vino encima...
La capa con que la kunoichi se hacía invisible salió volando, lanzada por la misma en lo que tomaba de la empuñadura la espada y saltaba hasta plantarse cara a cara con los chicos. —¡Un paso en falso y os corto en pedacitos tan pequeños que no vais a servir ni para hacer sushi!
Una amenaza clara, rápida y concisa. Los chicos, que para nada esperaban algo así dieron un brinco y retrocedieron incluso un par de pasos, con el corazón en las manos. Tanto fue el susto, en conjunto con la amenaza, que al rubio incluso se le manchó el pantalón de un liquido dorado que rápidamente tocó suelo. Las lágrimas se le saltaron a ambos, hasta que toparon con que se trataba de una chica no demasiado mayor a ellos.
—¿¡CABRONA!? ¿¡QUE PUTO SUSTO JODER!? —se quejó el rubio, llorando de rabia.
—¿¿¡¡P-pe-pe-pe-ro!!?? ¿¡Pero-pe-pero!? ¿¿¡PE-RO!?? —se quejó también el moreno. —¿¡COJONES!?
—¡Como os atreváis a tocar ésta pintada, os corto las manos! —aseguró la pelirroja. —¿¡ESTE ES NUESTRO TERRITORIO!?
«¡La hostia! ¡Qué agresividad!» Ahí, ¡ahí estaba la Aiko de siempre! Quizá ahora estaba haciendo más un papel que otra cosa, ¡pero esa garra y ese ímpetu salía de algún sitio!
Divertido, siguió contemplando las amenazas que Aiko, todavía en su subterfugio, profería a los pobres muchachos que no sabían ni donde esconderse. Quizá no fuese el método tradicional para encarar una misión de aquel estilo. Seguramente tampoco el más recomendado. Pero era el que habían elegido.
Sin poder deshacer el ninjutsu que le mantenía invisible —pues a diferencia de Aiko él había deshecho el Henge y no quería enseñar todavía esa carta—, aguardó a que los chicos se fuesen. Estaba tranquilo, era una situación que, sabía, de sobras Aiko podía controlar.
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Los chicos, ante la última advertencia de la pelirroja, no tuvieron huevos de rechistar siquiera. Chasquearon los dientes, y salieron corriendo del sitio, como alma que lleva el diablo. Aiko lejos de detenerlos, esperó a que se fuesen del sitio. Poco después, se mordió el labio, y terminó por mirar hacia arriba con una mueca de incertidumbre.
—¿He hecho bien? N-no sé... no sé si ha sido buena idea... P-pero si van con su jefa... quizás hagan que venga, y así... así la pillamos, ¿no?
Tantos fracasos en las últimas misiones, no daban lugar a demasiada confianza, la verdad.
»B-bueno... mejor me escondo de nuevo...
Con las mismas, tomó rápidamente de vuelta la capa de invisibilidad, y se acopló al muro en pos de quedar a cubierta hasta que volviesen de nuevo esos mocosos. Ya fuesen los mismos, los mismos junto a la jefa, o incluso el otro grupo, bueno sería.
Datsue no supo qué responder. Por un momento, se quedó callado.
—Aiko, me he visto en esa misma situación decenas de veces. Lo cierto es que, en la mayoría de ocasiones, en el momento jamás sabrás si has hecho lo más acertado o no. —Oh, sí. Datsue la había cagado un montón de veces también. En alguna, sus errores se habían saldado con vidas—. El único consejo que puedo darte es que intentes no martirizarte demasiado con eso, y que pase lo que pase, jamás te desmorones. La perseverancia es más importante que la habilidad.
Luego, volvió a activar la técnica de invisibilidad. Así era la rutina ninja. Casi siempre esperando a que algo pasase. Pero Datsue sabía que estaban cerca de cumplir uno de sus objetivos. Lo olía. Lo presentía.
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Datsue incluso deshizo la invisibilidad que le cubría para aclarar a Aiko que hubo demasiadas veces en que hasta él se sintió así. Pero hizo hincapié en que lo importante era siempre mantener la perseverancia, que eso estaba incluso por encima de la propia habilidad de uno mismo. Hizo fuerza en que centrarse, y permanecer férreo a una idea casi siempre era lo mejor, por buena o mala que al final resultase. Aiko permaneció callada en su cubierta, meditando las palabras de Datsue. No sabía ni qué responder a eso, seguramente tenía toda la razón. El Uchiha volvió a activar la técnica que le volvía invisible, y terminaron esperando de nuevo.
[...]
Tardaron casi una hora en percibir más movimiento por el lugar. Por demasiado tiempo pareció no verse un alma en lo alrededores, pero por fin la cosa cambiaba. Los chicos que habían huido del lugar con el rabo entre las piernas, volvían de nuevo. Eso sí, como les faltaba valor, decidieron acudir a un viejo refrán: No somos machos, pero somos muchos.
Cerca de diez niños, cada uno de su madre y de su padre, de una variopinta uniformidad y formas. Algunos incluso llevaban palos, tirachinas e incluso una pala. Bastante mas atrás, casi escondida, andaba una chica pelirroja que bien podía ser la mencionada cabecilla de la banda. Todo el grupo se paró a pocos metros del grafiti de los shinobis, el de la banda del pinguino.
El chico que se meó antes, señaló la pintura —¿¡BORREMOS ESA MIERDA!?
«Joder... que cantidad de enanos pandilleros....»
Uno de los chicos del grupo se descolgó una mochil que llevaba, y de dentro de ésta sacó un par de aerosoles de pintura. Sin demora, el susodicho se adelantó y comenzó a menear la pintura, para tras ello comenzar a pintar sobre la fachada. Comenzó por lo principal para ellos, borrar la obra de Datsue y Aiko con un solo color para que éste sirviese de fondo para la nueva obra.
En lo que ésto sucedía, la chica pelirroja que se escondía pegó un silbido, alertando a uno de los últimos chicos del grupo. Rápidamente le hizo un gesto para que se acercase, a lo cuál el chico acudió corriendo. Para cuando estuviesen a una distancia adecuada, la chica le comentaría algo a éste. Básicamente, indicándole que la genin se encontraba con un jutsu básico justo al lado del grafiti.
Datsue estaba empezando a hartarse de tanta espera. Sí, era cierto, aquel era el típico trabajo ninja. Noventa y nueve por ciento del tiempo esperando, uno por ciento de acción. Lo que pasaba es que, en los últimos años, dicha espera era la antesala de una batalla descomunal. De un enfrentamiento contra ninjas que, si se descuidaba, podían aplastarle la cabeza de un buen golpe. La tensión y el miedo mantenían su cuerpo atento, impidiéndole que pensamientos como el aburrimiento ni tan siquiera asomase a su cabeza.
Ahora, en su lugar, esperaba por unos críos que a buen seguro alguno todavía tomaba la teta a que hiciesen acto de aparición. De no ser por el aprecio que le tenía Aiko, en la vida hubiese aceptado aquella misión.
—Ahí vienen… —se permitió susurrar, avisando a Aiko, aliviado de que al fin hubiese movimiento. Una panda de niñatos armados con palos y tirachinas llegaron junto a ellos —todavía invisibles—, mientras que una muchacha quedaba en la retaguardia. «Esa debe ser Akimichi Ami».
Por desgracia, la chiquilla parecía inteligente. No se ensuciaba las manos. Tan solo observaba desde la distancia, sin cometer acto delictivo, por mas que fuese evidente que era la que daba las órdenes.
«Convencer a su madre va a estar complicado sin pruebas, aunque siempre puedo tirar de Sharingan… Claro que Aiko debería aprender también a resolver estas situaciones por su cuenta. Hmm…»
Sin pensárselo mucho más, deshizo su jutsu de invisibilidad y formó el sello del carnero en lo que duraba un parpadeo. Gracias al Kawarimi no Jutsu, se intercambió por el chico que había acudido junto a la Akimichi. Una modificación de la técnica la mar de versátil.
—Así que tú eres la jefecilla de esta panda de pacotilllas —dijo, todavía en su Henge—. Me alegro de verme contigo cara a cara, sin intermediarios. Ya estás diciéndole a los tuyos que se vayan de aquí. Ha llegado una nueva banda a la ciudad.
¤ Kawarimi no Jutsu ¤ Técnica del Reemplazo de Cuerpos - Tipo: Apoyo - Rango: E - Requisitos:Ninjutsu 25 - Gastos:
11 CK
30 CK (reemplazo por un clon o adversario)
- Daños: - - Efectos adicionales:
Esta técnica no podrá volver a ser utilizada en 8 turnos
(Aguante 80) Esta técnica no podrá volver a ser utilizada en 5 turnos
(Ninjutsu 60) El usuario puede añadir un sólo sello adhesivo al reemplazo, o dejar clavada un arma con un sólo objeto atado con un hilo (una vez por combate)
(Ninjutsu 80), (Destreza 60), (Fuerza 60) El usuario es capaz de reemplazarse por uno de sus clones (una vez por combate)
(Ninjutsu 100), (Destreza 60), (Fuerza 60) Si el usuario tiene más de 40 puntos en Fuerza que el oponente, puede utilizarlo (o a un clon de éste) como reemplazo (una vez por combate)
- Sellos:
Carnero → Jabalí → Buey → Perro → Serpiente
(Ninjutsu 60) Carnero
(Ninjutsu 80) Carnero (una mano)
- Velocidad: Instantánea
Con esta técnica, el usuario reemplaza su propio cuerpo con cualquier otro objeto del área, generalmente con un bloque de madera o una roca, en el momento en el que un ataque da en el objetivo. Esto crea una conveniente ilusión óptica, pues hace pensar al enemigo que el ataque ha sido todo un éxito. Entonces, el usuario puede utilizar la pérdida de atención del enemigo para atacarle desde otro punto (no es posible aparecer a sus espaldas, pues te reemplazas por un objeto del campo de batalla que puede estar en cualquier sitio) o huir del campo de batalla. Es un Ninjutsu básico que se enseña en la mayoría de las academias ninja, pero muy pocos novatos salen de la academia sabiendo usarlo perfectamente. Pocos ninjas llegan a dominarla todavía mejor, pero los que lo hacen son capaces de utilizar esta técnica como una ofensiva inesperada.
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