Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Soy Ayame, usaré mi hueco de Narradora para masterizar esta misión.
Ya conoces los términos, Karamaru. No más de 72 horas entre respuesta y respuesta sin justificación previa
Amekoro Yui te ha mandado citar en su despacho, así que ya sabes qué debes hacer. ¡Empezamos!
La primavera había entrado con una fuerza arrolladora. La madre naturaleza parecía haber recargado sus fuerzas con la entrada del nuevo año, y había decidido demostrarlo aquella mañana con una ostentosa exhibición que Amekoro Yui disfrutaba en primera línea, desde el balcón de su colosal torre. Los rayos cegaban sus pupilas, los truenos acuchillaban sin piedad sus tímpanos, la pesada cortina de agua caía sobre su cuerpo como un saco pesado y no le dejaban ver siquiera la primera fila de edificios que quedaban justo enfrente. Pero ella no dejaba de sonreír. Aquella era una vista sobrecogedora, a la par que sumamente hermosa. Porque ella era la máxima representante de la Villa Oculta de la Lluvia, y una tormenta así era como recibir una bendición del mismo Amenokami.
No todos pensaban lo mismo, por supuesto. Ni los paraguas más resistentes eran capaces de soportar un aguacero así, por lo que la mayoría de los Amejines había optado por no salir de casa aquella mañana si es que no tenían otra alternativa. Pero ni siquiera esto había frenado la mano de la mandataria de la aldea a la hora de hacer llamar a un determinado joven genin a su despacho.
Había pasado demasiado tiempo, no podían seguir de brazos cruzados sin hacer nada.
Año nuevo y un nuevo capítulo se abría frente al calvo. Arrancaba diferente a los anteriores, sus ganas de demostrarse a los demás, su empeño en querer llegar a ser orgulloso y digno para con su templo, aldea y compañeros, estaban muy por debajo de lo que otrora fueran. Quería seguir mejorando y entrenaba para eso pero ya no eran los demás los que importaban sino él mismo.
«Espero al menos empezar con buen pie»
Su cabeza daba vueltas mientras se dirigía al despacho de su Arashikage cubriéndose con su sobretodo negro. Las calles estaban prácticamente desiertas por lo que estaba acostumbrado, una lluvia torrencial cubría la aldea con una orquestra eléctrica de compañía. Para él no era más que un día hermoso para salir a caminar, poca gente a la vista, la sensación del agua deslizándose por su piel, los truenos sonando de fondo en su cabeza que nunca paraba de pensar.
Eventualmente terminó por dejar el agua detrás suyo en el momento en el que se encontró una vez más con el imponente edificio de su Kage. Sabía su camino hacia el despacho de Yui pero nunca estaba de más preguntar antes de entrar en algún lugar ajeno.
— Buenas— saludó al encargado mientras trataba de secarse inútilmente la ropa—. Pero vengo a ver a la Arashikage, ¿está disponible en estos momentos?
No lo podía evitar, en el momento en el que se presentó y dijo a lo que venía el estómago comenzó a cosquillearle de nervios. No es como si uno pudiese ver a Yui muy seguido y las palabras que le llegaban a los oídos, no siempre ciertas seguramente, le harían pensar dos veces las cosas antes de sacarlas de su boca.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
Empapado hasta los huesos, Karamaru entró en el vestíbulo del Edificio de la Arashikage chorreando el suelo tras su paso. Se acercó al mostrador y enseguida se dio cuenta de que una pobre chiquilla le seguía, fregona en mano, tratando inútilmente de limpiar el estropicio que cada recién llegado ocasionaba. Detrás de la mesa de madera, el genin se encontró con una cara que ya había visto en otra ocasión, en una misión diferente. Se trataba de aquel joven de tez oscura, ojos claros como lunas y músculos bien marcados en unas ropas que parecían tener varias tallas menos de las que realmente necesitaba.
—¡Hola! Qué buen día hace, ¿verdad? —bromeó, con una jovial sonrisa—. Ah, Karamaru-san. Por supuesto, Yui-sama te está esperando. Su despacho está en el último piso, te recomiendo tomar el ascensor. Y no la hagas enfadar, o tu tarea pasará a ser la de ella —añadió, señalando a la muchacha que seguía afanándose por recoger todo el agua del suelo posible.
Si Karamaru seguía su consejo se vería a sí mismo metido en un cilindro de metal y cables que hacía un ruido infernal. El ascenso le llevaría varios minutos, después de todo se encontraba en el rascacielos más alto de toda Amegakure, pero una vez llegado a su destino, las puertas se abrirían ante un largo pasillo con enormes ventanales que daban la vista al resto de la aldea (aunque en aquellos instantes lo único que se veía era agua y más agua cayendo, con algún rayo ocasional). Al final del corredor, dos imponentes puertas con el símbolo de Amegakure pintado de azul le esperaban, cerradas.
— No lo haré, gracias— contestó el calvo al encargado tras sonreír en su intento de broma bastante predecible ante el clima que los azotaba. Saludó levantando una mano, echó una mirada a la muchacha limpiando entregándole una sonrisa, y se adentró en el ascensor y su largo recorrido hasta la cima.
En su cabeza tarareaba una canción que ya ni recordaba dónde la había escuchado o cómo era su versión completa pero que lo ayudaba a matar el tiempo que llevaba el ascenso. Finalmente las puertas se abrieron y otra vez aquella oleada de nervios lo atacaron. Respiro profundo, se tomó su tiempo y se dirigió al gran símbolo que representaba a su aldea.
Golpeó varias veces la puerta con el mismo ritmo que venía tarareando para avergonzarse un poco al darse cuenta.
«Un hermoso día para que te llame tu propia kage» pensó mientras esperaba fuera del despacho mirando por los ventanales, casi como una respuesta tardía a la broma del encargado.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
Entre trueno y trueno, unos quedos toques en la puerta del despacho despertaron a Yui de su inmersión en la tormenta. La líder, empapada de pies a cabeza, alzó sus manos para escurrir sus cabellos oscuros antes de entrar en sus dependencias y cerró el balcón tras de sí, enmudeciendo de inmediato los rugidos de Amenokami.
—¡Adelante, pasa! —gritó, y su voz sonó tan cortante como el acero mejor afilado.
Cuando Karamaru obedeciera la orden se encontraría en una sala espaciosa que culminaban en aquellos enormes ventanales ahora cerrados y que daban lugar a un balcón de barandillas de piedra pulida. Forrando las paredes había multitud de estanterías, llenas hasta sus topes de volúmenes de diversa índole y archivadores, y en el mismo centro del despacho se alzaba una mesa de ébano acompañada de dos sillas y un sillón.
Empapada como estaba, la Arashikage lucía una apariencia aún más asalvajada de lo habitual. Era una mujer alta y de músculos marcados. Sus cabellos negros, ahora enmarañados, caían como una cascada sobre sus hombros, calando de agua el uniforme oficial de Arashikage. Aunque aquel detalle no parecía importarle lo más mínimo. Lo que más destacaba de ella era, sin duda alguna, aquellas cuatro prominentes cicatrices que lucía en la frente: cuatro líneas verticales que representaban el símbolo de Amegakure... grabado a fuego.
El monje se encogió de hombros cuando escuchó la voz de su Arashikage, abría la puerta muy despacio mirando con vergüenza y precaución el interior de aquel despacho. A paso lento pero seguro cruzó el umbral cerrando tras de si las puertas con el símbolo de su aldea.
— B-buenas— titubeó al ver a una líder que pintaba lejos de burocrática y formal. Pero era shinobi de la lluvia, qué malo le podría pasar con su propia kage, tomó aire y aceleró el paso para acercarse deprisa y confiado al escritorio en el centro de la sala.
— Karamaru, del clan Habaki— se presento inútilmente mostrando una buena y firme postura— Me mandó a llamar se....— «se-señora... señorita.... Yui….» tosió— Arashikage.
Daba la mirada más fija que podía a los ojos de su superior con la lluvia torrencial de fondo tras los ventanales.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
24/01/2019, 00:17 (Última modificación: 24/01/2019, 00:17 por Amekoro Yui.)
El pelado shinobi no tardó en acatar la instrucción de Yui y se adentró en el despacho con timidez. Cerró tras de él las puertas y entonces se dirigió a ella:
—B-buenas —saludó, y Amekoro Yui se cruzó de brazos, inspeccionándole con una ceja alzada. El chico, temeroso como un corderillo frente a las fauces de un lobo, se acercó temeroso al escritorio—. Karamaru, del clan Habaki. Me mandó a llamar se... —tosió—. Arashikage.
—¿"Arashikage"? —repitió la líder, seca y tajante—. ¿Es que el "-sama" o el "-dono" se te han ahogado bajo la tormenta? ¡¿Pero qué clase de educación han recibido los genin de vuestra generación?
¡Bah! Al final iba a resultar que Manase Mogura iba a tener razón y todo.
Con la primer palabra de su superior ya el calvo tuvo que tragar saliva y querer esconderse en un rincón. Llegó a ese lugar sabiendo que Yui era de carácter fuerte y tal vez era más solo una reputación que una realidad pero no quería ser él el que pusiese a prueba los rumores.
«La educación que tu generación nos dio» pensó Karamaru tratando de sacarse los nervios imaginándose cual sería la reacción de la Arashikage ante eso. Seguramente todo terminaría con él saludando las paredes del edificio al caer por el balcón.
— L-lo lamento— contestó con voz dubitativa y dando una ligera reverencia— Quise decir.... que.... me mandó a llamar, Sama-arashikage.
Volvió a su postura firme con los brazos pegados al costado de su cuerpo con la frente en alto. Sus ojos intimidaban pero intentaba mantener siempre la mirada en el rostro de la mujer.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
Yui fue consciente de como el acongojado genin tragaba grueso, y su garganta se movió al compás del movimiento de su saliva.
—L-lo lamento —se excusó, con una ligera reverencia. Aunque su tono de voz, aunque aterrorizado, no sonaba del todo convencido. Y así lo demostró con sus siguientes palabras—: Quise decir.... que.... me mandó a llamar, Sama-arashikage.
Fue un visto y no visto. Amekoro Yui había saltado por encima del escritorio y se había plantado frente al genin en apenas un parpadeo. Antes de que Karamaru fuese consciente de lo que estaba ocurriendo, la mujer le había tomado por del cuello de su ropa y lo había alzado unos pocos centímetros por encima del suelo.
—¿Me estás tomando el pelo, mocoso? —siseó, tan peligrosa y venenosa como una serpiente de cascabel. Si había sido un error accidental del genin o no, era algo que a Yui le traía viento fresco. Si había algo que no tolerara, aparte de la traición, era, precisamente, que intentaran burlar su autoridad. Y aquel chiquillo estaba dando unos primeros pasos muy equivocados. Y entonces alzó la voz hasta que reverberó por todo el despacho—. ¿TE ATREVES A REÍRTE DE MÍ? ¡¿EH?!
Lo peor había pasado, había sido solo un pequeño desliz por tener una costumbre diferente pero desde ahí todo tenía que ir a mejor. O al menos eso pensaba Karamaru en su inocente mente ignorante de la personalidad de su propia kage.
— ¿Me estás tomando el pelo, mocoso?
El cenobita quedó confundido sin entender el motivo de su reacción, perdió la compostura y quedó con mirada perdida. Quiso responder pero antes de poder hacerlo el hermoso paisaje que había de fondo, la lluvia cayendo detrás de los ventanales, y que llenaba sus ojos se convirtió en un atemorizante rostro de una mujer a centímetros del suyo.
No puedo verla mover un músculo que ya estaba con el cuello apretado tocando el piso solo con la punta de los pies. La voz tranquila que lo había recibido se había transformado en gritos de los que en otra situación hubiese escapado sin pensarlo dos veces.
— N-no... jamás...— llegó a lanzar con voz aguda y una cara de susto que probablemente nadie más que la Arashikage habían visto. Si antes de entrar al despacho sentía los nervios en el estómago en ese momento lo sentía hasta en la punta de las cejas.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
—N-no... jamás... —balbuceó el genin, absolutamente aterrorizado.
Pero si creía que un débil tartamudeó y una carita asustada eran suficiente para alcanzar el corazón de la Arashikage, se equivocaba rotundamente. Porque no había corazón alguno que ablandar en su pecho.
—Entonces, ¿cómo hemos quedado que debes dirigirte a mí? Oigamoslo, Karamaru... —ordenó, con un peligroso tono en su voz, sin soltarle aún.
El razonamiento era lógico, el calvo podía parecer tonto a veces pero cuando uno tiene la cara de Yui enfrente pegando gritos la tontería se te va corriendo del susto. Tampoco es que tuvieses muchas otras opciones para probar, pero suponía que ya entendía el error por el cual la mujer había reaccionado de esa manera.
— P-pues si no va al principio....— comenzó pensando en voz alta.
«...irá al final.»
— Arashikage….-¿sama?— terminó lleno de dudas esperando la peor reacción posible- si es que se lo podía imaginar. Lo único que pedía era volver a empezar y no comenzar con el pie izquierdo, que no quería ser recordado como el muchacho que metió la pata con la Kage de Ame.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
—P-pues si no va al principio... —comentó Karamaru en voz alta, y el gesto de Yui se endureció aún más—. Arashikage….-¿sama? —preguntó, como si fuera la primera vez que había oído hablar de aquel honorífico.
Y Amekoro Yui sabía bien que aquel muchacho no había estado perdido lejos de la mano de Amenokami como para no conocer las reglas protocolarias que regía la sociedad. Él, como prácticamente todos los genin de la aldea, había sido instruido en la Torre de la Academia.
Defecto incomunicado not found. No tienes excusa para no conocer los protocolos.
Y eso la enfureció aún más.
Con un simple movimiento de su brazo, estampó al calvo contra el suelo y su cuerpo rebotó contra él sin piedad.
—¡Deja de joder la marrana! —le gritó, con sus eléctricos ojos centelleando peligrosamente—. ¡Vas a vacilarle a quién yo te diga! ¡Ahora arrodíllate y suplica perdón, si no quieres acabar con tu calva cabeza separada de los hombros!
Y no hablaba en vano, ya había desenvainado una de las dos wakizashi que llevaba en el cinto.
Ahora sí, todo bien, problemas de nombres aparte todo podía comenzar, solo un mal comienzo, solo un desliz y hacia adelante. Solo quedaba dar aquel suspiro de tranquilidad para limpiar los nervios y que le dijeran de una vez por todas el motivo de su citación. O al menos eso deseaba el monje.
No podía decir bien el cómo, aunque suponía que la Arashikage tenía algo que ver, pero de un instante al otro se encontró a sí mismo con la cara bastante dolorida en el suelo. Él ponía toda su voluntad en hacer todo normal, como el resto de personas, pero parecía que no conocía otra forma de tratar con aquella mujer que no fuese haciéndola enojar.
— ¡Deja de joder la marrana!— el grito entró por sus oídos tan clara y fuertemente que a pesar del golpe Karamaru se movió por instinto para parar un golpe que por el momento no llegaría, aunque tampoco tuviese muchas chances de detenerlo.
— S-si...— susurró mientras apurado se ponía de rodillas frente a Yui, bajando la cabeza y apoyándola sobre sus manos en el piso— S-suplico p-perdón Arashikage-sama, fue un error, no se repetirá, Arashikage-sama.
Esa postura, el pedido de perdón, esa sensación de haberla cagado, todo ese conjunto era algo conocido por Karamaru, que había pasado varias veces disculpándose con su maestro tiempo atrás en el templo. Aunque no había dudas en que no se acercaba ni por asomo a la imponente e intimidante figura de Yui.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
Finalmente, Karamaru se derrumbó y se arrojó al suelo suplicando el perdón de la Arashikage. La mujer se había cruzado de brazos y clavaba sus ojos en el muchacho, como si estuviera evaluando qué debía hacer con él.
—Más te vale que no vuelva a repetirse... ¡Si es que sabes lo que te conviene! —gritó, bajando de golpe los brazos y volviéndose hacia su escritorio—. ¡Ahora toma asiento antes de que cambie de opinión y te mande a fregar suelos junto a Nagisa!
Yui se sentó en su sillón de cuero negro y apoyó los codos sobre la mesa, entrelazando los dedos.
—Te he llamado porque tengo una misión para ti, Habaki Karamaru. Según tengo entendido, eres un shinobi usuario de Doton, ¿me equivoco?
No. Era evidente que no se equivocaba. Así constaba en el expediente del muchacho. Aunque por el momento no había resultado especialmente brillante, no tanto como su calva al menos, sí que resultaba interesante por la variedad de elementos que era capaz de controlar. Tres, nada más y nada menos. Eso era algo de lo que muy pocos shinobi podían alardear. Y que pudiera utilizar el elemento de la tierra le convertía en el sujeto idóneo para aquella misión.
—Dime, Karamaru. ¿Estás enterado del incidente ocurrido en el Valle del Fin con la estatua de Sumizu Kouta?