Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
17/09/2019, 16:40 (Última modificación: 17/09/2019, 23:35 por Uchiha Datsue. Editado 1 vez en total.)
Kenzou, con una taza humeante de té entre sus manos, ojeaba un pergamino por tercera vez. Era una misión peliaguda, aquella. No la creía excesivamente compleja, ni particularmente exigente, pero era una de esas en la que te encontrabas una piedra a cada paso en el camino. El mero hecho de llegar al destino tenía sus dificultades, y a un ninja flojo podría atragantársele.
Suerte que en Kusagakure no existían los ninjas flojos, claro. Él se aseguraba de ello.
Tras consultar por última vez la lista de ninjas que tenía disponible aquel día, el Morikage hizo llamar a Tsukiyama Daigo a su despacho. Había sido el elegido.
Datsue al habla. Uso el tema con Hueco de Narrador.
Vamos a ser más exigentes con las 72h, para curarnos de espantos. Si se te pasan sin avisar, salto turno, con consecuencias no muy buenas para el bueno de Daigo. Si se pasan 3 veces seguidas o tienes una ausencia larga (7 días) sin haber avisado, me guardo el derecho a cancelar o, muy probablemente, dar la misión por fracasada (y esto no solo tendrá consecuencias para ti, sino para la Villa).
Dicho esto… ¡a divertirnos!
PD: Postearé con la cuenta de Kenzou mientras participe en la trama, luego ya con la mía normal.
PD2: A Daigo se le informó de acudir al despacho de Kenzou, sube directamente hasta el despacho sin esperar confirmación de los encargados, pues tienes permiso para llegar hasta allí
Tan pronto como se le informó que tenía que presentarse en el despacho del Morikage, el joven Daigo se despidió de sus padres y salió apresurado de casa. No quería hacer esperar a Kenzou.
Al llegar al edificio el chico subió directamente al despacho de su Kage sintiéndose nervioso y emocionado a partes iguales.
Preguntándose qué clase de encargo le asignarían, el joven golpeó dos veces la puerta con sus nudillos antes de pasar.
—Buenos días, Kenzou-sama —dijo realizando una reverencia—. ¿Me necesitaba?
¡Muchas gracias a Nao por el sensual avatar y a Ranko por la pedazo de firma!
El Morikage devolvió la reverencia con una ligera inclinación de cabeza, y luego instó al genin a sentarse.
—Así es, Daigo-kun. Ven, ven, siéntate. ¿Un poco de té? —preguntó, sirviéndole una taza antes de darle tiempo a contestar—. Tómatelo antes de que se enfríe. Ah, estas tazas no conservan nada bien el calor, no señor —se quejó.
No obstante, si Daigo observaba su taza, comprobaría que no solo humeaba… sino que incluso hervía.
—Te necesito para una pequeña misión, Daigo-kun. Has de partir en la mayor brevedad posible hacia el País del Viento. Hacia Inaka. Cerca de allí, encontrarás una cárcel llamada la Prisión del Yermo, de la que hace un par de meses se dio una importante fuga. La mayoría de presos escaparon, matando a muchos de los guardias y a dos de nuestros ninjas, contratados para vigilar la entrada.
»Quiero que vayas allí y averigües quién mató a los nuestros, Daigo. —Daigo jamás lo había visto tan serio—. Y quiero que te encargues de que la directora de la prisión, llamada Nathifa, vuelva a confiar en nosotros. No nos solicitó más ninjas para volver a proteger la prisión. Eso quiere decir que o bien están contactando con Uzu o Ame para el encargo, o bien ya lo ha hecho. —Negó con la cabeza—. No podemos permitir eso. No ahora. El incidente fue tan grave que llegó a oídos de todo el país del Viento, y, por supuesto, a oídos de la Daimyō. Si Nathifa contrata a otros ninjas, hará que se nos vea como responsables, manchando nuestra reputación.
Y eso, era malo. Muy malo.
—He oído que eres el shinobi más carismático de tu promoción. Bien, úsalo. Porque esta vez no necesito de tus puños, Daigo-kun, sino de tu lengua. Y en tu tenacidad. —Kenzou se permitió un respiro para darle un trago a su té. Buagh. Con tanta cháchara se le había enfriado—. Todas las misiones son importantes, Daigo-kun. Pero te das cuenta que esta lo es especialmente más, ¿verdad? —Eso quería decir que no le fallase. Contaba con él.
Daigo asintió, obediente y se sentó en cuanto Kenzou le indicó.
Ahí estaba él, con su humeante té, ya sirviéndole una taza al joven genin sin darle opción a negarse.
—Gracias... —dijo mientras se frotaba la pierna instintivamente.
«Probablemente muera si me tomo esto ahora mismo».
Por suerte Kenzou no perdió un segundo más y le informó al boxeador sobre su misión.
Luego de una fuga en la que habían muerto muchos guardias, dos ninjas de Kusagakure incluidos, perdieron la confianza de la directora de la prisión. Debía recuperar su confianza y descubrir quiénes fueron los presos que acabaron con la vida de sus compatriotas.
«Dos compañeros dieron la vida cumpliendo con su misión. No permitiré que nadie lo tome como motivo para desconfiar de nosotros».
—¡Sí, señor! —respondió enseguida.
Por supuesto que comprendía lo importante de esta misión, tanto por lo que le dolía la muerte de sus camaradas, como por lo que peligraba la reputación de Kusagakure.
»¿Qué debo hacer en cuanto averigüe quiénes fueron?
¡Muchas gracias a Nao por el sensual avatar y a Ranko por la pedazo de firma!
Kenzou desvió la mirada hacia la taza de su genin, de la que ya no salía tanto humo como antes.
—Se te enfría el té, Daigo-kun —le avisó, preocupado. Y tomar el té frío era como tomar un helado caliente: un sinsentido y un insulto al paladar. El Morikage tomó otro trago al suyo y luego entrelazó los dedos de las manos, inclinándose un poco sobre la mesa—. En cuanto averigües quién o quiénes fueron, volverás aquí e informarás —respondió a su pregunta—. Se les inscribirá en el Libro Bingo y se pondrá un precio por su captura o muerte, a no ser que ya hallan hallado uno de sus dos destinos en este tiempo.
»Por nada del mundo busques enfrentarte a ellos, Daigo-kun. Shizen y Mai eran dos buenos chūnins. Quien quiera que los asesinase, eran fuertes.
Tomó el pergamino que había estado releyendo anteriormente y se lo entregó a Daigo.
—Toma, tu pergamino de misión. Enséñaselo a Nathifa si duda que puedas hablar en mi nombre. —¿Mandar a un genin en una misión que se podía considerar de diplomacia? Podía entender sus dudas, y por eso, había sido previsor. Como siempre.
El Morikage no tardó en apuntar que el té de Daigo se estaba enfriando.
—Uhhh... sí, tiene razón —dijo mientras tomaba el té con cuidado para dar un pequeño trago. No sabía si ya estaba lo suficientemente frío.
La respuesta de Kenzou no tardó en llegar y era exactamente la que se esperaba: regresar e informar.
En parte deseaba ser quien los atrapara y vengara a sus compañeros llevando a los culpables a la justicia, pero era cierto que él había demostrado no ser uno de los mejores luchadores de Kusagakure y los culpables ya habían conseguido matar a dos de sus senpai.
—Entendido, Kenzou-sama —contestó mientras tomaba el pergamino.
Observó el escrito unos segundos sin abrirlo y acabó por dejarlo cuidadosamente a un lado, alejado del té. De alguna manera se sentía más pesado de lo que esperaba, pues ese pergamino le permitía hablar en nombre del Morikage.
Alzó la mirada.
»¿Hay algo más que deba saber antes de partir?
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—Sí… No se te ocurra fallarme. —Sonrió, cómo quitándole importancia—. Vamos, vamos. Seguro que lo harás bien. No te habría llamado, de lo contrario.
Daigo, a todo esto, tan solo había logrado darle un pequeño sorbo al té. Ya no estaba tan caliente como para abrasarle los labios, pero seguía demasiado caliente para él.
—¿Has estado alguna vez en el País del Viento, Daigo-kun? —recordó preguntarle. Por una misión, desde luego que no. Kenzou lo había averiguado mientras le esperaba—. Verás, seguramente tu mayor enemigo en esta misión sea el desierto. No lo subestimes, chico. Y ni se te ocurra perderte en él.
Porque, oh, el desierto era de todo menos compasivo.
—Buen viaje, Daigo-kun —Justo cuando Daigo estaba a punto de irse, recordó algo—. Ah, ¡y a tu vuelta tendremos combatillo, ¿eh?! Que no se me olvide. —Le guiñó un ojo, sonriente.
Y en cuanto Daigo se fue, volvió a la pila de papeles que tenía encima de la mesa. ¿Qué misión le tocaba repartir ahora? ¿De qué más tenía que preocuparse? Ah, empezaba a arrepentirse de no haberse probado con su genin aquel mismo día. No le hubiese venido mal estirar un poco los músculos, no.
Bueno, pues te dejo prepararte y narrar el viaje hasta la frontera del País del Viento en este post. Puedes ir a cualquier punto del mapa que creas conveniente, pero acaba el post antes de cruzar la frontera y llegar al Desierto. Recuerda que tienes varias maneras de afrontarlo y de llegar hasta Inaka. Deja entrever por cual piensas tirar —repito, hay varias opciones—, y yo tomo el timón a partir de ahí y vamos improvisando un poco.
Luego de realizar una pronunciada reverencia, el joven tomó el pergamino y se marchó a casa a prepararse.
El chico se equipó con un solo par de mudas de ropa y una sudadera, pues había escuchado que en el desierto hacía frío por las noches.
También guardó algo de pan, frutas y agua para un día de viaje; un mapa y, por supuesto, sus dos esposas supresoras de chakra.
«No debería tener que enfrentarme a nadie, pero uno nunca sabe...» pensó mientras se las colgaba en la cadera.
Además guardó sus ahorros, que no eran demasiados, dentro de su portaobjetos. No le agradaba sacar dinero de casa, pero esperaba poder reponerlos al terminar la misión.
Así el chico partió y viajó hasta Tane-Shigai para hacer su primera parada. Allí repuso provisiones para un día más y compró una capa de viaje blanca antes de descansar.
«Esto me vendrá bien para la arena».
Su siguiente parada fue en Yachi. Un pequeño pueblo donde el joven Genin se aprovisionó de mucho pan y agua antes de descansar en una posada donde probó uno de los muchos platos con calabazas que hacían allí.
Al día siguiente, luego de ajustarse su bandana en la frente y un par de largas horas de viaje, el peliverde llegó finalmente a la frontera que lo separaba del País del Viento y su temible desierto.
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Ah, el País del Viento. Ya justo en la frontera, Daigo podía sentir un seco viento arrastrándose hacia él, moribundo, muriendo a sus pies. A sus espaldas, Ame no Kuni, haciendo honor a su nombre. Llovía, sí, pero las nubes no se atrevían a pasar más allá, como si Amaterasu les tuviese vetado aquel cielo azul.
Daigo oteó el territorio, un páramo compuesto de hierba seca y matorrales. Más al fondo, en el horizonte, ya se atisbaban las primeras dunas, borrosas por el calor, como si estuviese contemplándolas a través de un vaso lleno de agua.
No muy lejos de allí, a su derecha, Daigo pudo descubrir un edificio. Debía estar situado justo en la frontera. ¿Una posada, quizá? ¿Dónde los viajeros agotados de un país u otro aprovechaban para reponer fuerzas y descansar?
Libertad total para hacer lo que desees, compañero. Tú eliges por dónde ir.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
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Cuando llegó hasta allí, Daigo comprobó que tenía toda la pinta de una posada. De paredes de piedra, techo extremadamente inclinado y un pequeño establo pegado. En la entrada, un cartelito daba su nombre:
«El Paso»
Tuvo que subir por unas escaleras —resguardadas de la lluvia por una amplia marquesina—, para adentrarse en el interior. El que parecía ser el dueño del local —o un simple camarero tras la barra—, se encontraba limpiando unos vasos con un trapo sucio. No tenía demasiada clientela, aquel día: una mujer de cabellos negros y enredados, sentada en la barra y contemplando con mala cara su vaso vacío; un anciano al que le faltaban dos dientes, también en la barra; y dos hombres con sombreros de paja —kasas— atados al cuello en una mesa.
Cuando el camarero vio a Daigo, se le iluminó la mirada. Un cliente más era toda una bendición en aquellos tiempos.
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El Paso. Así se llamaba aquel solitario local que servía de lugar de descanso para los viajeros. Para unos pocos, pocos viajeros, por lo visto, pues contando a Daigo y al camarero apenas se podían contar unas 6 personas en la posada.
El genin se acercó a quien parecía ser el dueño del local, quien parecía realmente contento de encontrarse con un nuevo cliente.
—Disculpe —le dijo mientras se sentaba en la barra, agradeciendo el poder descansar los pies—. Tengo que llegar hasta Inaka. ¿Podría decirme cómo llegar hasta allí?
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El posadero y la mujer intercambiaron una mirada divertida.
—Clarro, shiko, clarro. —Daigo pudo darse cuenta que la mujer no terminaba de enfocar la mirada en él, como si le costase distinguirle. Sus ojos estaban enrojecidos y tenía varias pero finas cicatrices cruzándole el rostro—. Mirra, mirra. —Levantó un brazo y señaló en una dirección—. Ahorra cuando shalgas por la puerrta, verrásh… ¡hip! —hipó, de forma aguda y cómica—, una duna muuu’ muuu’ grande. ¡Hip! No tiene… ¡hip! No tiene pérdida. Puesh porr ahí todo recto. ¡Todo recto por ahí! —gritó, haciendo grandes señas con una mano hacia una dirección por si a Daigo no le quedaba claro—. Pasarásh cinco dunash másh… ¡Cinco dunash másh! —La mujer le enseñó la palma de la mano con los cinco dedos levantados. Aquel paso era muy importante y quería asegurarse de que Daigo lo entendía bien—. Y ahí girrash a la deresha. ¡Todo recto y llegarásh a tu deshtino! ¡No tiene pérdida!
Dos. Cuatro. Seis. Hasta ocho segundos aguantó la mujer antes de soltar una pedorreta y empezar a reír a carcajada suelta mientras golpeaba la barra con fuerza. El posadero, quien no pudo disimular una sonrisa, miró a Daigo.
—¿Por qué no te tomas algo, chico? Nos llevará un tiempo darte las indicaciones adecuadas, y es importante ir bien hidratado para un viaje así —dijo, sagaz. No iba a desaprovechar a una de las pocas almas que pasaba por su posada.
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