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El Morikage, Moyashi Kenzou, inclinó la tetera sobre su taza para servirse. El líquido, humeante y casi al punto de ebullición, como a él le gustaba, llenó el recipiente amenazando con derretirlo, pero no fue rival para su esófago, que aguantó el tipo bastante bien cuando, inmediatamente después de dejar la tetera en su sitio, Kenzou dio un buen sorbo.
— Ahhhh —disfrutó— , así me gusta, bien caliente. —Sí, sin duda hoy sus ayudantes le habían preparado el té bien. ¡Menudos pusilánimes! ¡El día anterior se habían quejado de que no podían ni transportarlo al despacho de lo caliente que estaba! "Pues cógelo del asa", había dicho él, con una risotada. Esa mañana había comprendido que ese no era el problema: sino que pecaban de piel sensible. ¡Bah! Había que tener la piel curtida, veterana, como la tenía él. ¡No tan fina como para quemarse con una simple tetera! ¡Lo que había que vivir!
Volvió a fijar la vista en el peculiar pergamino que había desplegado sobre el escritorio. Porque aquella no era una mañana cualquiera, no. Pocas veces se recibía una petición tan curiosa como aquella.
Pero había que responder a ella, claro.
Por eso había hecho llamar a dos de sus mejores ninjas: Sasagani Yota y Eikyu Juro. Ellos serían los encargados de llevar acabo aquella tarea. De hecho, hacía un buen rato ya que los había hecho llamar... debían de estar a punto de aparecer por la puerta. Si no, ¡iba a tener que ir a buscarlos él mismo!
Nah, no haría falta. Eran un poco vagos. ¡Pero diligentes! Sus ninjas. Se merecían lo mejor. Kenzou sonrió, y colocó bien las tazas que había reservado para ellos, que estaban torcidas.
«Así, con las dos asas hacia la derecha. Sí señor.»
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— ¡Yota, Yota! — escuchaba gritos, pero el sueño no me permitía distinguir de quien narices era — Levantate ya mismo, Yota
Ahora si los distinguía. Aquel zarandeo de lado a lado mientras tenía justo lo contrario a un justo despertar me permitieron averiguar que se trataba de la histérica de mi madre
— ¡¿Podrías dejar de GRITARME?! — repliqué hecho una furia y devolviendo los gritos, mientras me zafaba de sus garras para evitar seguir siendo una coctelera improvisada — Y ahora explícame qué cojones es tan importante como para levantarme de esta forma
— Vino uno de esos ninjas que trabaja con Morikage-sama. Dijo que Kenzou-sama en persona te reclama en su despacho cuanto antes
— ¡¿Qué?! ¿Y por qué no me has despertado antes? Joder, mierda
Me levanté como un resorte y buscaba mi ropa por toda mi habitación, que para variar era una especie de pequeño caos.
— Vamos, sal, que tengo que cambiarme
Dicho y hecho, la mujer salió de la habitación y yo batí el récord guiness de cambio de pijama a ropa ninja. Tampoco olvidé la bandana y mis utensilios ninja, así como mi ninjato y...
— Vamos, Kumopansa, que si cae bronca nos la repartiremos
— Soy demasiado raros los humanos, ¿Sabes, Yota?
···
Al salir de casa cogí alguna que otra galleta que llevarme al estomago. No era buena idea salir de casa para ir a ver al Morikage con la barriga vacía. Igual le daba por volver a pelear...
Entré en aquel gran dojo y fui directamente al lugar en el que debía aguardar el Morikage. Hice sonar la puerta al golpearla con los nudillos y esperé que Moyashi Kenzou diera la instrucción de entrar.
— Oye, Yota, ahora en serio, ¿la has vuelto a liar?
— ¡Qué dices! Osea, creo que no...
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Juro se ajustó el chaleco de jounin. Pasó por el baño, se peinó, y comprobó como le quedaba. Bien, logicamente. Tenía el portaobjetos bien atado, los pergaminos listos, y a Gen atado a la espalda. Con eso bastaría.
— Llevas ya más de un año haciendo misiones, ¿verdad? — le preguntó Katsue, amablemente.
— Claro.
— ...eres un jounin... — prosiguió.
— Si, lo soy — afirmó el chico, frente a la puerta.
— Entonces, Juro, querido... ¿¡Cómo coño es posible que aún no sepas el puto camino hasta el edificio del Kage!? — exclamó la mujer, más que crispada —. ¡Algún día te van a matar por tu idiotez!
— Sé el camino. No soy tan tonto — se defendió el chico —. Pero a veces suelo perderme. Es más fácil si me ayudas un poco. Dame un par de indicaciones y puede que llegue antes.
— ¡Vete afuera y espabilate un poco! — Y con un portazo, Katsue le echo de su casa.
Sí, un buen comienzo. Afortunadamente, estaba acostumbrado a salir pronto para compensar su falta de orientación.
Esa mañana había recibido un mensaje. El Morikage le requería. Por eso, tenía que darse prisa: en cuanto lo había sabido, se había cambiado a toda velocidad y se había preparado para marcharse. No era bueno hacer esperar al lider de su aldea, y menos cuando le daba por pelear con las personas que pasaban por su dojo.
« No ha ido tan mal. Ahí está, lo estoy viendo » — Solo se había desviado por una calle y se había dado cuenta enseguida. ¡Pan comido! ¡Ya tenía esto!
Entró al dojo, y tras saludar a quien estaba en la recepción, se dirigió al último piso, allá donde su lider le estaba esperando. Subió raudo las escaleras, para encontrarse con que, en la puerta, ya había alguien esperando. Lo reconoció al instante: era su fiel compañero de equipo y amigo, Yota. Kumopansa también estaba ahí.
Juro sonrió. Al menos, no iba a estar solo esta vez.
— Hey, chicos — saludó, levantando la mano derecha. Si el Morikage aún no les había dado permiso para entrar, lo iba a hacer en segundos, por lo que no iban a tener tiempo de mantener ninguna clase de conversación.
Se acercaría a ellos, dispuesto a entrar en cuanto les dieran el permiso.
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—Pasad, pasad —dijo el Morikage, haciéndose oir a través de la puerta.
El líder los recibió con los brazos abiertos, las puntas de los dedos señalando a las dos sillas que había procurado disponer frente a su escritorio. Diligente, agarró la tetera y sirvió a sus dos subordinados una buena taza de su té favorito.
—Por favor, tomáos un té con este viejo Kage mientras discutimos el por qué de vuestra visita a mi humilde despacho. —Sonrió, con los ojos cerrados: un rostro amable.
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Y justo antes de que el Morikage, desde dentro, nos diese el permiso para acceder al despacho, apareció un nuevo actor.
— Vaya...
— ¡Jurete! — exclamó Kumopansa con sorpresa y alegría a partes iguales.
— Espera, espera, si tu estás aquí es que también... No, no, no puede ser — me dije a mi mismo sacudiendo la cabeza de lado a lado — Bueno, no importa, será mejor que no hagamos esperar a Kenzou-sama
Y mi mano abrió la puerta.
«No parece que esté muy cabreado»
Claro que aquella sonrisa, como la de un anciano afable, me retorcía por dentro. Sin embargo, allí estaban los dos tés perfectamente dispuestos y si uno levantaba un poco más la vista, allí estaba él.
—Por favor, tomáos un té con este viejo Kage mientras discutimos el por qué de vuestra visita a mi humilde despacho.
Di un par de pasos y apoyé mi rodilla al suelo para realizar una reverencia en la que, desgraciadamente, Kumopansa cayó irremediablemente de mi cabeza al suelo.
— Buenos días, Kenzou-sama
— Ay...
Acto seguido tomaría asiento en la silla que quedaba a mano derecha, mientras Kumopansa se recuperaba de aquella caída y regresaba a mi cabeza.
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Juro sonrió ante la felicidad de Kumopansa. Con un suave movimiento de mano, le acarició la cabeza,antes de dirigirse hacia Yota. Este, sin embargo, parecía estar pensando algo que el marionetista no pudo entender.
« ¿A qué se refiere? » — Por más que lo intentará, no imaginaba que podía pasar por la cabeza loca de ese chico.
Sin embargo, tal y como había pensado, no tenían tiempo para chachara. La puerta se abrió y los dos entraron.
El Morikage les recibió felizmente. Juro sintió como se le revolvían las tripas. Sí, estaba sonriendo, y sí, parecía muy afable. Pero conocía ya lo suficiente a ese hombre como para saber que eso no quería decir nada. De hecho, temía que los hubiese llamado para recibir alguna clase de castigo.Tragó saliva y decidió no pensar en ello. Si ponía cara de culpable, definitivamente, a sus ojos lo sería. Sonrió también.
— Buenos días, Kenzou-sama — dijo, repitiendo la frase de Yota, y acompañándola con una reverencia. Tras ello, acompañó al chico y ambos se sentaron en dichas sillas, mientras el hombre les servía — . G-gracias por la bebida.
Sin embargo, sabía perfectamente lo caliente que podían estar esas tazas, así que procuró tomar precauciones y esperar a ver que decía el hombre antes de tomar ni un sorbo. Además, sería desconsiderado por su parte el empezar a beber él primero.
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—¿No bebéis? ¡Pero si es el mejor té de Oonindo! ¡Anda, probadlo, leches! —El Morikage se llevó la taza a los labios y le dio un buen sorbo—. ¡Ahhh! Mierda, se me está enfriando ya un poco. —La taza echaba humo.
Kenzou suspiró y volvió a mirar el pergamino, que desplegado ante él, había estado releyendo toda la mañana.
—Estamos en un aprieto, chicos —dijo—. A nuestro querido Señor Feudal le ha vuelto a dar uno de esos... caprichitos especiales suyos.
»¿Sabés? Este Hikariyoubi es su cumpleaños, y bueno... nos ha pedido que enviemos a dos ninjas para que participen en un combate de exhibición para el deleite de sus... invitados. —Levantó la mirada del pergamino y los miró a los ojos.
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Fue como si hubiese entrado en una especie de trance. Mientras esperaba que Juro tomase asiento, yo ya había tomado el mío y observaba como el humo de aquella taza de té me hipnotizaba. No podía evitarlo, mientras mi cabeza daba vueltas, mis ojos seguían el zig-zag que realizaban aquellas partículas que surgían del interior de la taza. Estiré el brazo y con cuidado tome con los dedos el asa de la taza, no sin antes soplar un poco el líquido de su interior. Luego la acercaría y tragaría con cuidado.
—Estamos en un aprieto, chicos —dijo—. A nuestro querido Señor Feudal le ha vuelto a dar uno de esos... caprichitos especiales suyos.
»¿Sabés? Este Hikariyoubi es su cumpleaños, y bueno... nos ha pedido que enviemos a dos ninjas para que participen en un combate de exhibición para el deleite de sus... invitados.
Cuando el Morikage alzó la mirada, Kumopansa se lo quedó mirando. Ella no parecía entender de qué iba el asunto. No parecía querer entender el juego de las indirectas de aquel anciano.
— Le seré sincero, Morikage-sama — dije mientras dejaba la taza, medio llena sobre la mesa de nuevo — de todas las cosas que pude imaginar que iba a pedirme, ser el bufón de nuestro daimyō probablemente era algo que no entraba en mis planes, pero supongo que no tenemos opción
Miré al jounin que estaba sentando a mi lado y devolví la mirada a nuestro líder.
— ¿No es así?
Kumopansa alternaba la vista entre mí y entre el Morikage. Aún buscaba su sitio en aquel circo.
— ¿Y qué pasa conmigo?
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Instigado por los comentarios del Morikage, Juro no tuvo más remedio que probar aquel mejunje infernal. Tomó la taza del asa, y sopló hasta que creyó que podía ser consumido por un humano medio. Entonces, probaría (probablemente, aun le sabría demasiado caliente, pero podría sobrevivirlo)
La misión, sin embargo, no se hizo esperar, y el líder les informó.
¿Sabés? Este Hikariyoubi es su cumpleaños, y bueno... nos ha pedido que enviemos a dos ninjas para que participen en un combate de exhibición para el deleite de sus... invitados.
« ¿En...serio? » — Pues claro que no le hacía gracia. Eran shinobis. No debían esparcir sus trucos por el mundo, y menos, para entretener a la gente que había por ahí. Cómo... cómo si fuera un circo sí.
Pero aun así, no pudo evitar abrir los ojos un poco más de lo normal cuando escuchó el arranque de sinceridad de Yota. Vale, puede que a él tampoco le hiciera gracia, pero aun así, decir lo de "hacer de bufón" le seguía pareciendo un poco fuerte. El joven miró a Juro, buscando complicidad. Este no supo donde meterse.
— Una misión es una misión — murmuró el chico. No, no le hacía gracia, pero arremeter contra su Kage no iba a cambiar las cosas. Así que solo podía acatar la orden y asentir. Quiso creer que al menos así estarían ayudando a la villa a evitar otro de los caprichos del señor feudal.
Kumopansa dijo algo, aunque Juro no le entendió muy bien. Le dedicó una mirada tranquilizadora, y después, volvió a enfrentar el semblante de su Kage.
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Oh, no, no, no. Juro y Yota no llegaron a coger el asa. Nada más poner los dedos sobre ella, sufrieron una quemazón terrible que les obligó a apartar los dedos. Ahora que se fijaban bien, el té incluso burbujeaba. Estaba casi hirviendo.
—¡Ay, mis ninjas, pues no os queda que curtir! —rio Kenzou.
La sonrisa de Kenzou desapareció más tarde, cuando Yota cruzó una línea roja hablando a su kage.
—Como dice Juro-kun, es una misión. La cumplirás, y no harás apreciaciones que no te corresponden, genin —espetó, cruzándose de brazos. Yota no había visto un rostro más airado que ese en Kenzou. Era incluso peligroso—. Respecto a la araña, Yota, haz lo que quieras con ella. Es tu compañero shinobi, ¿no? Pues llévatela si te da la gana.
»Debéis reuniros dentro de tres días con Yamauchi-san, el jefe de los mayordomos de palacio. Aquí tenéis el pergamino, que sirva de acreditación. Y ahora, largáos, antes de que me arrepienta de enviar a alguien tan malhablado.
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Como bien había dicho Juro, era una misión. Sin embargo no dejaba ser vergonzoso que se tuviera que enviar un jounin a llevar a cabo aquella tarea. Yo, como un gennin más de la familia, acabaría por agachar la cabeza con sumisión.
—Como dice Juro-kun, es una misión. La cumplirás, y no harás apreciaciones que no te corresponden, genin —espetó, cruzándose de brazos. Yota no había visto un rostro más airado que ese en Kenzou. Era incluso peligroso—. Respecto a la araña, Yota, haz lo que quieras con ella. Es tu compañero shinobi, ¿no? Pues llévatela si te da la gana.
»Debéis reuniros dentro de tres días con Yamauchi-san, el jefe de los mayordomos de palacio. Aquí tenéis el pergamino, que sirva de acreditación. Y ahora, largáos, antes de que me arrepienta de enviar a alguien tan malhablado.
Y si no me apetecía eso de la sumisión, tras aquellas palabras me empezaría a apetecer. Nunca antes había visto a Kenzou de ese modo y lo cierto es que mis pelotas habían empezado ese peligroso ascenso hasta mi garganta. Me vi totalmente incapacitado de continuar con aquella peculiar discusión que no llevaba a nada bueno.
— Será mejor que Kumopansa no se meta en esto o podríamos lamentarlo profundamente. Podría ser incluso más malhablada que yo...
Así debía ser. A fin de cuentas solo era un pequeño show para que unos cuantos políticos se divirtieran. Si por lo que fuera, necesitaba mis arañas por algo, siempre podía usar el Kuchiyose no jutsu. Me levanté de la silla.
— Si eso es todo será mejor que vaya a prepararme para el viaje
Hice una reverencia y me dispondría a salir.
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Tal y como Juro había imaginado, el comentario de Yota no fue tolerado. El marionetista supuso que el chico no lo había dicho con mala intención, pero las consecuencias eran las consecuencias. Afortunadamente, no hubo golpes ni collejas. Simplemente, una reprimenda por parte de los dos.
Aun así, pocas veces había visto un gesto así en el Kage. Juro solo pudo agachar la cabeza.
»Debéis reuniros dentro de tres días con Yamauchi-san, el jefe de los mayordomos de palacio. Aquí tenéis el pergamino, que sirva de acreditación. Y ahora, largaos, antes de que me arrepienta de enviar a alguien tan malhablado.
— S-siento el comentario de mi compañero, Morikage-sama — murmuró Juro, en respuesta. Quisiera o no, él era un jounin, y algo de responsabilidad también tenía ahí. Tratando de que no le temblaran las manos, Juro cogió el pergamino que el Morikage les otorgó —. Entendido. Gracias. Nos retiramos entonces.
Y tras una reverencia, en señal de respeto, Juro se marcharía junto a Yota. Si el Morikage no les interrumpía, podrían salir fuera. Sin embargo, no sería hasta que abandonaran el piso, cuando realmente podría abrir la boca para hablar con su compañero
— No ha ido muy bien, ¿verdad? — murmuró, rascándose la nuca. No, no le estaba echando la culpa a Yota. Más bien, al resultado de lo que acababa de suceder —. Ya podemos hacer bien esta misión, por nuestro bien.
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Juro me siguió por detrás tras pedir una disculpa por mi supuesto comentario. Era curioso ver como el tipò tenía complejo de hacer de papá o algo así. Pero ninguno de los 3 abrió la boca hasta que no pisamos la calle. De hecho, yo llevaba la cabeza gacha y las manos en los bolsillos.
— No ha ido muy bien, ¿verdad?
El jounin había optado por romper el silencio con aquellas simples palabras. Digamos que me sacó de mi trance y tuve que alzar la mirada y arquear una ceja.
Ya podemos hacer bien esta misión, por nuestro bien.
— Más bien no va a ir muy bien. De hecho va a ir mal y vas a tener que cargar con el gilipollas del gennin eterno — dije furioso mientras apretaba el puño, aunque sin alzar la voz.
Saqué la petaca de mis caramelos de uno de mis bolsillos. Ni siquiera Kumopansa abrió la boca. Incluso ella era capaz de ver como estaban las cosas.
— Me voy a casa, tengo algo que hacer
Seguí caminando. Necesitaba que mi madre hiciese algo por mí.
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Juro se sorprendió aún más. Yota no parecía muy dispuesto a hablar. El marionetista sabía que su compañero tenía problemas de control con su genio, y probablemente, la situación lo había enfadado lo suficiente como para no tener mucho control sobre sus palabras.
« No puede estar enfadado conmigo. Supongo que se habrá molestado por la misión, o por la reprimenda del Morikage » — reflexionó para sí.
— Más bien no va a ir muy bien. De hecho va a ir mal y vas a tener que cargar con el gilipollas del gennin eterno.
— Yota... Deberías calmarte. Todo va a ir bien. Solo tenemos que hacer un numerito delante de un grupo de gente y volver a casa — murmuró
— Me voy a casa, tengo algo que hacer
Juro se mantuvo en silencio, sin saber muy bien que hacer. El chico no tenía ni idea de tratar las emociones de su compañero, y menos si eran tan irracionales. ¿Qué diablos le pasaba?
— Está bien. Nos encontraremos en la puerta de la villa. Iré en cuanto recoja mis cosas y prepare para el viaje, así que no tardes — le dijo Juro. No se lo dijo como una orden, sino como un aviso. Pero estando como estaba, a saber cómo se lo tomaría.
« Debería haberle dicho una hora... » — se maldjio su falta de autoridad. Igualmente, ya daba igual. El chico parecía tener que hacer algo, y Juro no iba a poder acompañarle. Solo le quedaba esperar que no tardara mucho, para poder empezar cuanto antes el viaje.
Y de mejor humor, a su parecer.
...
Tras recogerlo todo, y portarlo en una mochila, Juro llegó a la puerta de la villa. Había pasado media hora. Sabiendo que Yota tenía uno de sus "arranques", había creído mejor dejarle un poco de tiempo para recuperarse. Solo esperó que no tardara mucho.
Se acercó a la puerta y se sentó a esperar, con la mirada fija en el camino.
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Le había escuchado perfectamente, pero en lugar de responder me llevé un caramelo a la boca y la petaca la devolví al bolsillo.
«O su sentido de la orientación ha empeorado o se ha vuelto gilipollas»
Aquello fue lo que me dije para mis adentros al ver su repentina prisa por llegar a Tane-Shigai con tanta presteza a sabiendas de que había menos de un día de viaje y teníamos 3 para ir hasta allí... En cualquier caso y como le había dicho, tenía que ocuparme de algo antes de partir, así que seguí caminando y pronto desaparecí de su vista.
Habrían pasado un par de horas, más o menos, para cuando me aparecí por la zona de las puertas de salida y pude disipar la figura del jounin que yacía sentado, probablemente muerto de aburrimiento. No era descartable que aquellas dos horas se hubiesen sentido como 4 o 6 horas en el cuerpo del jinchuriki. Si algo saltaba a la vista para alguien que me conociera mínimamente, era que la araña no estaba encima de mi cabeza, ni pegada a mi chepa, ni cerca siquiera de mí. De hecho, aquel fue el tema principal que tratar. Aunque algo que seguramente también advertiria Juro sería la mochila que tenía a cuestas con alguna que otra provisión. Desde aquella misión con el jodido traidor ese de las putas cejas de los cojones que me había quedado claro que las provisiones era algo a tener muy en cuenta. Más aún en verano y por ello había traído un extra de botellas de agua.
— Ya podemos irnos. Disculpa si he tardado demasiado
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