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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Puedo intentar que baje a verte —contestó Yamauchi a Yota—. No te garantizo nada. Y si sí que baja, te recomiendo tener mucha prudencia. Es un Daimyo, Yota. Poder absoluto. Y Gyou es volátil. Ten cuidado con cómo le hablas.

Finalmente llegaban palabras positivas de aquella mujer. Quedó claro que lo intentaría.

— Se lo agradezco

Y entonces me quedé solo. Como el típico trapo desgastado cuya única función era la de acumular polvo. La mía era la de curarme. Los enfermeros del palacio fueron entrando y saliendo, realizando las curas y a mediodía a traerme algo de comer, el resto del tgiempo me lo pasé tumbado en aquella cama de mala muerte.
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Pese a todo, al final del día, el Daimyō del País del Bosque sí que se dignó a aparecer. Su rostro, cansado y severo, mostraba signos de haber estado... ¿llorando? Con las manos detrás de la espalda, se plantó frente a la camilla de Yota y ordenó de muy mala manera a los enfermeros que estaban asistiéndole en aquél momento que abandonaran la habitación.

Querías verme —afirmó, no preguntó, con una mirada altiva, la barbilla alzada artificialmente.


· · ·


Tras saltar a una de las ramas del bosque por el que viajaba, un grupo de shuriken se clavó en la madera justo en la que había delante de él. Uno, dos, tres ANBU de Kusagakure, a juzgar por la indumentaria, se posaron en los árboles cercanos.

¡Eikyuu Juro! ¿O quizás no...? —habló uno de ellos. ¿Desenvainando una uchigatana?
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No hizo falta que pensara mucho. Las noticias vuelan rápido, y Kusagakure ya se había enterado de todo lo que había ocurrido. Por casualidades del destino, Juro tomó esa ruta y antes de poder darse cuenta, tres armas metálicas se habían clavado en el arból que tenía delante. Juro alzó las manos, listo para defenderse ante otro posible general de Kurama.

Afortunadamente, quienes tenía delante eran ANBU de su propia villa. Una pequeña esperanza brotó de su corazón tras ver esto.

¡Eikyuu Juro! ¿O quizás no...? — Si Juro había dudado en el por qué del ataque, ahora lo tenía claro. Para ellos, probablemente la noticia habría sido que había sido secuestrado. A estas alturas, todos pensarían que le había sucedido lo mismo que Ayame, y ahora era el bijuu el que tomaba su lugar.

Si le dieran tiempo, podrían entender su historia, pero en ese momento, lo que tenía que hacer era evitar que le tomaran por un impostor. Juro alzó las manos hacia el cielo, en símbolo de paz. Estaba desarmado y no iba a pelear, ni tenía intenciones.

— Soy Eikyuu Juro. Nadie más — afirmó, con convicción —. Fui secuestrado por uno de los generales de Kurama, pero logré derrotarle y escapar antes de que revirtiera mi sello. Debo volver a Kusagakure cuanto antes, para informar de lo que ha ocurrido. Tengo nueva información sobre los planes de ese monstruo.

« No te ofendas por omitirte en los hechos, ¿vale, Chōmei? Necesito hablar con el Morikage de esto. Él será el único que pueda entender la verdad. Ellos nunca aceptaran lo que ha pasado en la cueva» — Y si su líder lo decía, la verdad podría extenderse. Esa era su idea inicial. Y sobrevivir, claro. No había llegado hasta tan lejos para caer por una confusión.
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El ANBU, lentamente, envainó la espada hasta que estuvo completamente dentro de la funda. Miró a izquierda y derecha, hizo una seña y sus compañeros le imitaron. Aún así, con cautela, el soldado no se acercó más. Meditó unos segundos antes de volver a dirigirse a Juro.

¿Derrotaste a un General de Kurama? —dijo, lentamente—. ¿Estás... seguro? —Tosió—. Bueno, eh... Bien. Bien. Supongo que podemos confiar en que eres de verdad el Guardián. Pero, si lo derrotaste... ¿dónde está?

»Tu compañero estaba muy malherido y no conseguimos que despertase para hacerle más preguntas. ¿Qué os pasó exactamente?


· · ·


Gyou se acercó a Yota y enarboló un bastón en el aire.

¿Piensas seguir burlándote de mí? ¡Habla!


1 ausencia injustificada de Yota.
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Juro se sintió intimidado. Claramente, los ninjas de su aldea no sabían que creer. Lo entendía. Nadie habría apostado mucho por él para enfrentarse a uno de los grandes generales de Kurama. La situación era totalmente inverosimil.

Pero los hechos estaban ahí. Si supieran que había sido ayudado, todo habría sido más comprensible.

Bueno, eh... Bien. Bien. Supongo que podemos confiar en que eres de verdad el Guardián. Pero, si lo derrotaste... ¿dónde está?

— B-bueno... la verdad es que no tengo ni idea — murmuró, rojo como un tomate —. Verás, fui atado, pero conseguí liberarme. Utilice una técnica de gran calibre contra el general y salió volando por el impacto. Le di de lleno, estoy seguro. Su cuerpo debe de estar por algún lugar de las Cascadas del Mar. Ahí fue donde me retuvieron, bajo una pequeña gruta escondida tras la cascada. Y.yo... bueno, no comprobé que estuviera muerto, pero mi prioridad era escapar antes de que llegaran más enemigos

Juro estaba un poco avergonzado. Quizá debería haberlo hecho, pero... bueno... Le había dado con la técnica más poderosa que una criatura legendaria podía utilizar, al menos que él supiera. ¿No debería estar muerto? En fin, tampoco se arrepentía. Tenía que sobrevivir, fuese como fuese.

»Tu compañero estaba muy malherido y no conseguimos que despertase para hacerle más preguntas. ¿Qué os pasó exactamente?

Juro enmudeció de repente. Ni un solido salió de su garganta reseca.

— M-mi... ¿Mi compañero? — Entonces, el hielo que había atenazado su corazón empezó a deshacerse, lenta pero insistentemente. La esperanza empezaba a brotar de él. De hecho, su corazón empezó a latir con una fuerza mayor. Las manos le sudaban. Temblaba. Estaba nervioso, muy nervioso —. Y-yota... ¿Está vivo? ¡¿Está vivo?! ¿¡Donde está!? ¡Por favor, dímelo!
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¿Piensas seguir burlándote de mí? ¡Habla!

— ¡Ah!

Di un pequeño brinco sobre aquella litera y mi estómago se resintió un poco. Desde luego, una reacción mucho menor a la que debería haber sido. El hecho de ir con sedantes hasta el culo hacia que mi cuerpo estuviese en otro lugar del que estábamos realmente. Entonces me percaté.

— Daimyo-sama... — balbucee con la mirada apagada, tratando de hacer contacto visual con aquel hombre.

No importaba cómo, pero Yamauchi se las arregló para ayudar al lisiado en el que me había convertido. Me sentía en deuda con aquella mujer. Al final de todo, nos acabaríamos llevando bien y todo.


— Disculpeme, por favor y gracias por haber venido. Significa mucho para mí — dije, tratando de aclarar la cabeza. Pero sin incorporarme, sentía que no podía hacerlo. — Verá... la realidad es que le hice venir porque... bueno, quería disculparme por lo sucedido aquella noche
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Estaba moribundo en la enfermería del Palacio del Señor Feudal —añadió otro de los ANBU—. Las heridas tenían muy mala pinta, no sabemos si habrá sobrevivido. Los médicos dijeron que había pocas posibilidades.

El primer ANBU se encogió de hombros.

Pero las había —objetó, quizás quieriendo darle esperanzas a Juro—. No obstante será mejor que vayamos a Kusagakure e informemos a Morikage-sama. Estaba bastante contrariado.

Bastante contrariado no es la expresión que yo utilizaría.

Ha movilizado a todo el escuadrón de ANBU. Y se nos ha informado de que podrían haberte revertido el sellado como a la jinchuuriki de Amegakure, por lo que eso incluye a tres equipos completos de Ninjas de Sellado.


· · ·


¿¡Que te disculpe, zopenco!? —bramó el Señor Feudal, escupiéndole inadvertidamente a Yota en la cara—. ¡Habéis mandado todo el plan al traste! ¿¡Sabes los jugosos tratos que podría haber hecho con la nobleza de otros países!? O quizás no, porque visto lo visto, menudo par de incompetentes que me han mandado.

»Creía que tú eras el peor, pero el inútil de tu compañero... Dios, y encima, el jinchuuriki. Vaya puta mierda de Guardián que escogió Kenzou. ¡A este paso, tendré que destituirle!
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¿¡Que te disculpe, zopenco!? —bramó el Señor Feudal, escupiéndole inadvertidamente a Yota en la cara—. ¡Habéis mandado todo el plan al traste! ¿¡Sabes los jugosos tratos que podría haber hecho con la nobleza de otros países!? O quizás no, porque visto lo visto, menudo par de incompetentes que me han mandado.

»Creía que tú eras el peor, pero el inútil de tu compañero... Dios, y encima, el jinchuuriki. Vaya puta mierda de Guardián que escogió Kenzou. ¡A este paso, tendré que destituirle!


Tuve la necesidad imperiosa que desviar mi mirada de sus ojos. Aunque aquellas palabras podrían hacerme hervir la sangre, si no estuviera con dos cientos mil sedantes en el jodido cuerpo, tenía su parte de razón. Nos la colaron por la puta escuadra. El golazo que nos metió el desgraciado ese fue tan espectacular que casi la palmo y ahora Juro debía de estar deambulando por ahí a la voluntad del Nanabi sin poder hacer nada al respecto. Aquello me enrabietaba todavía más. Y aún tenía pendiente de recibir la brinca del Morikage.

— Debo insistir en que lamento profundamente todo lo ocurrido. Aquel tipo era muy bueno y sabía muy bien lo que se hacía. Pero sé que no es excusa y por ello vuelve a pedirle perdón y... — tragué saliva — para que vea que estoy siendo completamente sincero, si puedo hacer algo por usted para compensarle, pidamelo y lo haré

Aquellas palabras podrían conllevar muchos problemas, pero sabía que había que contentar a ese malnacido.
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Juro escuchó el discurso de los ANBU. No sabía cómo actuar: estaba nervioso, emocionado y muy ansioso. La derrota del general de Kurama había pasado a un segundo plano: tenía que saber si su amigo estaba bien.

Estaba moribundo en la enfermería del Palacio del Señor FeudalLas heridas tenían muy mala pinta, no sabemos si habrá sobrevivido. Los médicos dijeron que había pocas posibilidades.

Pero las había. No obstante será mejor que vayamos a Kusagakure e informemos a Morikage-sama. Estaba bastante contrariado.

Juro pestañeó varias veces, sin dar crédito.

«Está vivo. Está vivo. Pero quizá a estas alturas ya.. » — No. Era demasiado cruel el enterarse de que su mejor amigo estaba vivo, para descubrir luego que había fallecido en el periodo de recuperación. Ni si quiera quiso pensarlo.

— Entiendo la situación... — comenzó a decir Juro —... ¡Pero mi compañero es también un ninja de Kusagakure! ¿De verdad queréis abandonarlo sin si quiera ver si sigue vivo? Al menos, podríamos mandar a alguien. O... no sé... ¿No podríamos informar a Kenzou con un comunicado desde Tane-Shigai antes de partir?

Suspiró. Hasta él se daba cuenta de que estaba siendo irracional.

» Lo siento. Simplemente, no puedo quitarme la idea de que podría estar al borde la muerte ahora mismo y que ni si quiera podré despedirme de él — dijo Juro, angustiado —. Cuando estabamos en el hotel, una persona se disfrazó del Señor Feudal y nos drogó. Bajamos la guardia completamente. A todas las caras, era idéntico a él. A Yota lo apuñalo hasta dejarlo medio muerto, y a mi, me llevó al encuentro de un general de Kurama. Quizá era un mercenario o estaba afiliado a Kurama, no lo sé.
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El Señor Feudal le clavó la mirada a Yota durante unos segundos, frunciendo cada vez más el ceño. Su puño se cerró sobre el pomo del bastón con ribetes de oro. Gyou se dio la vuelta, y caminó torpemente hasta la puerta. Se detuvo un momento, y sin siquiera dignarse a mirar a Yota, le dijo:

Házme este favor: muérete. —Y cerró de un portazo, volviendo a dejar a Yota más sólo que la una.


· · ·

— Entiendo la situación... — comenzó a decir Juro —... ¡Pero mi compañero es también un ninja de Kusagakure! ¿De verdad queréis abandonarlo sin si quiera ver si sigue vivo? Al menos, podríamos mandar a alguien. O... no sé... ¿No podríamos informar a Kenzou con un comunicado desde Tane-Shigai antes de partir?

Mmh... —meditó el líder del escuadrón durante un momento—. ...pero Morikage-sama nos dio una orden directa. Sabes lo que significa eso, Juro-senpai. No deberíamos...

» Lo siento. Simplemente, no puedo quitarme la idea de que podría estar al borde la muerte ahora mismo y que ni si quiera podré despedirme de él — dijo Juro, angustiado —. Cuando estabamos en el hotel, una persona se disfrazó del Señor Feudal y nos drogó. Bajamos la guardia completamente. A todas las caras, era idéntico a él. A Yota lo apuñalo hasta dejarlo medio muerto, y a mi, me llevó al encuentro de un general de Kurama. Quizá era un mercenario o estaba afiliado a Kurama, no lo sé.

El líder miró a su compañero. Éste se encogió de hombros.

Uno de nosotros podría ir a avisar a Kenzou. Podríamos tirarnos el farol de que Juro también se encuentra herido tras la pelea contra el General.

Eso es a todas luces una traición a la orden. —La protesta venía de un ANBU de un exótico cabello rosa y corto que se encontraba en la retaguardia del pelotón.

Vamos, no seas un estirado. ¿Aún no recuerdas el favor que te hicimos con aquella chica de Yachi?

Bueno... —El cuarto miembro del escuadrón, una corpulenta kunoichi que cargaba una extraña hacha morada, rio por lo bajo—. ¡Eh, y tú de qué te ríes!

Bueno, ya está bien —protestó el líder—. Vale, a ver. Este es el plan: Kiriuchi y yo nos quedaremos con Juro y con Yota en Tane-Shigai, si es que el pobre infeliz sigue vivo —dictó. El ANBU que había tenido la idea, un chico rubio, asintió. Él debía ser Kiriuchi—. Los demás iréis a informar al viejo.

¡Ah, y nosotros somos los del farol! ¡Mira tú qué bien!

Chirisu, ¿le contamos al viejo Kenzou lo del granero?

Más risas.

¡Joder, joder, vale, coño!


· · ·


Indudablemente, era un mal día para Yota. Daba igual por dónde se mirara. Además, estaba allí abajo, en la base de un Palacio donde el más cariño que recibía era el de los médicos que simplemente procuraban que no se muriese desangrado. La herida seguía siendo grave, aunque la tenían controlada, según los enfermeros. Pero había una herida mucho mayor. La herida de saber que su compañero había sufrido, probablemente, el mismo destino que Aotsuki Ayame aquél fatídico día en el que el sello del bijuu había sido revertido.

Yota ya había sido testigo de un milagro: el suyo propio. Pero estaba a punto de serlo de uno más.

Ha tenido suerte —escuchó una voz aliviada en el pasillo—. La herida parecía grave cuando vinimos nosotros. Ni siquiera estaba consciente.

La puerta se abrió, y tras dos ANBU del País de la Hierba, que se colocaron a ambos lados de la puerta, entro...

Juro.


Tenéis tres ronditas para interactuar.
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A pesar de que el joven jinchuriki había estado a punto de tirar la toalla y abandonarlo todo, un pequeño rayo de esperanza se hizo paso en su confusa y oscura mente.

Uno de nosotros podría ir a avisar a Kenzou. Podríamos tirarnos el farol de que Juro también se encuentra herido tras la pelea contra el General. — Juro alzó la cabeza hacia el responsable de aquellas palabras. Un tal Kiriuchi, por lo que luego sabría.

Uno de ellos (Chirisu, creyó escuchar) protesto, tal y como Juro había imaginado. Lo que no habría podido concebir es que solo fuera uno: el resto no dijo nada. De hecho, lo apaciguaron, con alguna clase de chantaje por cierta ocasión que involucrase a una mujer y a un granero (no se preguntó el sentido de eso: tenía demasiado en lo que pensar). En un abrir y cerrar de ojos, los ANBU tenían un plan para cumplir su pequeño deseo. Juro no daba crédito.

« Son ninjas de alto rango, pero... también son mis compañeros » — Siempre los había visto tan encima de él que nunca se había atrevido a soñar con que le respetarían. Por muy jinchuriki que fuese, estaba acostumbrado a que la gente no le tomara en serio.

Sin embargo, eso estaba cambiando. Y tenía que cambiar.

— Chicos... gracias. Muchas gracias, de verdad — dijo, primero mirando a Kiriuchi, luego, al lider del escuadrón, y después al resto —. Nunca me olvidaré de esto. No quiero que ninguno tenga problemas por mi culpa. Si algo ocurre, echadme todas las culpas.

Hizo mil y una reverencias y se contuvo para no llorar de la emoción. Quizá era el miedo que había pasado, quizá, el estrés que había vivido, pero ese gesto le conmovió hasta lo más profundo de su ser.

· · ·

El camino hacia la habitación fue la distancia más larga que el chico nunca había ocurrido. No literalmente, claro. A cada paso, su corazón se encogía cada vez más, cómo si una enorme garra de hielo estuviera presionándolo hasta que no quedara nada. La esperanza, que a la vez le animaba, también era la que le hacía más y más daño conforme se acercaban.

El miedo a perder a su compañero para siempre. El dolor porque estuviera debatiéndose entre la vida y la muerte. El odio por lo que les había pasado. Todo giraba en un macabro baile alrededor de su corazón, hinchandolo de sentimientos confusos y nublando sus pensamientos.

Ha tenido suerte. La herida parecía grave cuando vinimos nosotros. Ni siquiera estaba consciente. — Fue como despertar de un gran sueño. Estaban ahí, en el pasillo, a punto de entrar en la habitación.

Y ahí, estaba Yota. Tumbado en la camilla, en malas condiciones. Pero vivo.

Abrió la boca, pero no le salió nada. Se quedó sin palabras.

Se echó a correr hacia él, hasta ponerse a su lado. No se abalanzó sobre él, porque hasta en esa situación, era consciente de que estaba grave y podría hacerle daño. En su lugar, con una delicadeza que ni él mismo esperaba tener, le dio un abrazo.

— Pensaba que estabas muerto, joder — Ahí ya no se aguantó más. Estaba llorando. No le importó que los ANBU lo vieran. Su mejor amigo estaba ahí, vivo. No le importaba nada más —. Yota...Y-yo... e-es que...

Se apartó y se limpió las lágrimas. Intentó expresarse, pero no podía. Estaba demasiado emocionado.

— L-lo s-siento. P-por t-todo. T-todas las m-malditas peleas que t-tuvimos — Poco a poco, fue controlandose más —. No tenía que haberme portado así. ¡Me alegro tanto de que estés bien!

Fue lo primero que le salió, pero no se arrepintió. Lo peor de haber perdido a su amigo habría sido, desde luego, que sus últimos momentos con él habían estado cargados de rencor y odio. Había dudado de él. Había creído que no le apreciaba lo más mínimo. Pero ahora, después de todo, se había dado cuenta de lo que realmente importaba, más allá del maldito orgullo.
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El tipo parecía como que le apetecía cambiarse los papeles. Ahora él era el que no podía mantener la compostura y por alguna extraña razón me mantenía en vida, aunque matandome a cada vez que clavaba su vista sobre mi tullido cuerpo. Se dispuso a dejarme allí, tal y como me encontró cuando vino para abandonar la sala, pero antes...

Házme este favor: muérete.

Lo entendí. Por una vez lo entendí, aquel tipo no atendía a razones.

— Me temo que sus médicos no están por la labor de concederle ese deseo, Daimyo-sama

Pero el hombre ya se había ido.

«Ya te daría algún día lo tuyo. Si no sabes escuchar a tu pueblo no serás nunca un buen daimyo»


···

No sabrían decir cuánto tiempo había pasado desde la fugaz visita del daimyo y, aunque había un poco de alboroto fuera, los sedantes impidieron que me percatara de ello. Pero la puerta se abrió y captó toda mi atención.

Y allí estaba Satán en persona. La peor de mis pesadillas hechas realidad. Había venido a por mí escoltado por un batallón de ANBU pero... ¿qué diantres quería de mí?


— ¿N-Na-Nanabi?

No me salían las palabras, aunque si las fuerzas para engancharme a la pared todo lo que pude, como si aquello fuese a impedir mi cruel destino.

«Piensa, joder, piensa, hay algo que puedes hacer»

Efectivamente, había algo, sentir la dolorosa punzada de la herida en la barriga. Aquel acto reflejo hizo que me resintiera . Estaba completamente a merced del bijuu ahora viajando con el aspecto del que fuera mi compañero, amigo y rival. Cerré los ojos en señal de que bajaba los brazos. Me conformaba con que fuese rápido...

... Pero en su lugar me vi envuelto en sus brazos con nuevos dolores en la puta herida por el mero contacto físico.


— Pensaba que estabas muerto, joder

Abrí los ojos, completamente anonadado, ¡era Juro y no el Nanabi!

Yota...Y-yo... e-es que...

Trataba de explicarse, de dar algún tipo de motivo por algo. No entendía nada, ¿quizás los sedantes estaban relacionados con esa alucinación?

— L-lo s-siento. P-por t-todo. T-todas las m-malditas peleas que t-tuvimos — Poco a poco, fue controlandose más —. No tenía que haberme portado así. ¡Me alegro tanto de que estés bien!

De ser una alucinación aquello estaba muy bien orquestado. Demasiado.

— La verdad es que preferiría estar muerto — incluso los sedantes impedían en cierto modo que expresar emociones, estaba algo apagado, pero mis ojos me delataban, vidriosos como si fueran a estallar en cualquier momento — Fui yo el que lo hizo mal desde un buen principio

Hice el uso de mis manos para tratar de empujarlo a través de su torso y evitar que la herida siguiese doliendo.

— ¿Cómo lo hiciste? quiero decir... ¿Te llevaron con Kurama, no?
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— La verdad es que preferiría estar muerto. Fui yo el que lo hizo mal desde un buen principio — Juro se estremeció al escuchar esas palabras. Que su mejor amigo le dijera que debería haber muerto, después de todo lo que había pasado para descubrir que seguía vivo, era casi desesperanzador. Pero no le dio importancia. Habían pasado por muchas cosas.

Juro se separó de él antes de hacerle más daño. Lo comprendió en cuanto sintió su vago intento de empujarle. Se disculpó por lo bajo y observó su rostro: a pesar de la rotundidez de sus palabras, él también estaba emocionado.

— Nos pilló por sorpresa a los dos. No tienes que cargar con las culpas. Yo soy el que tiene un mayor rango y más responsabilidades — murmuró Juro, con una sonrisa cansada. No es que se sintiera culpable: ahora que sabía que los dos estaban vivos y medianamente bien, tenía ganas de montar una fiesta, no de flagelarse por su error.

— ¿Cómo lo hiciste? quiero decir... ¿Te llevaron con Kurama, no?

Juro miró a los ANBU otra vez y después a él. Entonces, se dispuso a relatar.

— Esa cosa que nos atacó, fuese lo que fuese, me llevó hasta una gruta debajo de las Cascadas del Mar. Los efectos del veneno se disiparon, pero me apresó con unas esposas supresoras. Ahí me dejó hasta que apareció uno de los generales de Kurama — murmuró Juro —. Si hubiera sido Kurama de verdad, probablemente no lo habría contado, ¿sabes? Aun así, los generales son poderosos. El que me atacó, en concreto, estaba loco de atar. Y aún hay más. Mientras me hablaba, pude ver como sus ojos cambiaban, ¡Y de repente ya no era él! ¡Era Kurama! Por alguna razón, pudo tomar su cuerpo a voluntad y hablarme directamente. Fue escalofriante. Quería revertir mi sello y unir a mi bijuu a su ejercito para dominar el mundo.

» Conseguí... bueno... liberarme. Y lo derroté. Luego escapé — Menuda versión más pobre y omitida. Se repitió así mismo que, cuando no hubiera nadie presente, le contaría la a verdad a su amigo. Pero ahora no era el momento. Los ANBU no podían saber nada aún — ... y me encontraron. Estas dos personas tan amables me trajeron aquí para poder verte y me dijeron que continuabas con vida.
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— Nos pilló por sorpresa a los dos. No tienes que cargar con las culpas. Yo soy el que tiene un mayor rango y más responsabilidades

«Qué pereza ponerse a discutir ahora»

Pero así lo había querido él. Así que, aunque mi cuerpo me pedía a gritos, aunque ayudado por los sedantes, una buena dosis de descanso, el tipo me obligó a ser yo mismo y volver al gennin cabezón que siempre había sido.

— ¿En serio quieres que nos pongamos a discutir ahora? — dije como medio bromeando — En esta ocasión los rangos y tu chapa dorada pasaron a un segundo plano, porque eres el jinchuriki de la aldea y yo no pude hacer nada para evitar que te capturase ese cabrón. que hayas vuelto con vida tan solo es regalo divino para mí. Alguien supo arreglar el entuerto que yo mismo provoqué

Y eso me cabreaba profundamente. Que alguien tuviese que arreglar mi propio estropicio mientras yo estaba medio muerto en la camilla esa.

— Esa cosa que nos atacó, fuese lo que fuese, me llevó hasta una gruta debajo de las Cascadas del Mar. Los efectos del veneno se disiparon, pero me apresó con unas esposas supresoras. Ahí me dejó hasta que apareció uno de los generales de Kurama — murmuró Juro —. Si hubiera sido Kurama de verdad, probablemente no lo habría contado, ¿sabes? Aun así, los generales son poderosos. El que me atacó, en concreto, estaba loco de atar. Y aún hay más. Mientras me hablaba, pude ver como sus ojos cambiaban, ¡Y de repente ya no era él! ¡Era Kurama! Por alguna razón, pudo tomar su cuerpo a voluntad y hablarme directamente. Fue escalofriante. Quería revertir mi sello y unir a mi bijuu a su ejercito para dominar el mundo.

» Conseguí... bueno... liberarme. Y lo derroté. Luego escapé — Menuda versión más pobre y omitida. Se repitió así mismo que, cuando no hubiera nadie presente, le contaría la a verdad a su amigo. Pero ahora no era el momento. Los ANBU no podían saber nada aún — ... y me encontraron. Estas dos personas tan amables me trajeron aquí para poder verte y me dijeron que continuabas con vida.


— ¿Cómo dices? ¿Venciste a un puto General de esos? ¿Tú solo?

Decir que estaba perplejo era quedarse cortisimo. Especialmente después de saber lo que le hicieron a Ayame, una kunoichi con todas las de la ley, fuerte como pocas había visto.

«Entonces Jurete también ha entrado en esa élite. Das pena Yotita, mirate lo pequeño y blandengue que te has vuelto. Mírate bien, gilipollas»

Tras la autoflagelación tuve que apartar la mirada hasta perderla entre las sabanas de la camilla.
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Yota parecía con ganas de dar su opinión y contradecir la de Juro. Esto no hizo más que sacar una sonrisa en la boca del marionetista. Sí, era su amigo y estaba perfectamente, al menos, en mente.

— Lo importante es que ahora estamos bien — Si Yota tenía ganas de discutir, Juro tenía ganas de abrazarle y de gritar de alegría. Por eso, ni si quiera se molestó en contradecirle. Era su mejor truco contra las rabietas de su amigo.

La verdad es que su compañero no podía tener más razón. Alguien supo arreglar el entuerto muy bien. Pero no fue un ninja u una persona, realmente. Fue Chomei quién le había salvado y le había dado la capacidad suficiente como para enfrentarse a Yubiwa. Pero de momento, no le pareció sensato contarlo delante de otras personas, igual que la identidad del general. Sintió que no era algo que pudiera contar a personas que acababa de conocer, por muy amables que parecieran.

— ¿Cómo dices? ¿Venciste a un puto General de esos? ¿Tú solo?

« Esto no es bueno... » — Nadie en esa sala conocía su verdadero poder de combate real. De hecho, Yota debería saber que él era incapaz de derrotar a un general por sí mismo. Pero su ascenso y el tiempo que habían pasado sin pelear le había nublado la mente. Juro no supo que estaría pensando, pero tenía que quitarse mérito o iba a empezar a ser muy sospechoso.

— B-bueno... realmente, no fue un combate uno contra uno justo. Conseguí liberarme mientras el general tenía una conversación con Kurama. No sé que le estaba indicando el monstruo, pero parecían querer comunicarse con mi bijuu — explicó —. Me desaté y utilicé mi mejor técnica y salió volando a través de la cueva. Al estar en un lugar cerrado con una abertura así, el general no pudo evitar el golpe. Después, salí huyendo.
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